Admiróse un portugués
de ver que en su tierna infancia
todos los niños en Francia
supiesen hablar francés.
«Arte diabólica es»,
dijo, torciendo el mostacho,
«que para hablar en gabacho
un fidalgo en Portugal
llega a viejo, y lo habla mal;
y aquí lo parla un muchacho».
(Moratín)
Lo que plantea el poeta es -efectivamente- el misterio que acompaña a la adquisición del lenguaje. Un niño cualquiera y de cualquier cultura es capaz de hablar un idioma, llamado “materno”, y es capaz de aprender otros simultáneamente, siempre y cuando ese aprendizaje se lleve a cabo mientras estén abiertas las ventanas plásticas correspondientes.
Naturalmente el niño aprende a hablar por imitación y repetición de sonidos y construye primero fonemas (mama, papa, agua) y más tarde morfemas (oraciones con sentido), sin embargo no sabemos como se lleva a cabo este proceso si descartamos las visiones poéticas que dicen algo así como que: el niño no aprende a hablar sino que el lenguaje le aprehende. Esta visión lacaniana de la cuestión enfatiza el hecho de que cuando el niño viene al mundo el lenguaje le precede y en este sentido el niño es arrojado de forma heideggeriana a un mundo de seres hablantes ante los que no tiene más remedio que doblegarse y aprender a hablar. En este sentido el lenguaje sería un hándicap, una especie de cárcel que encerraría el pensamiento supuestamente libre -una castración original- del niño y también un simulacro o anticipo de otras represiones que vendrán después. Y algo hay de cierto en esta idea, puesto que el lenguaje es la mejor objetivación de la escisión original, puesto que las palabras no son el objeto que señalan sino un pacto arbitrario de simbolización.
Pero lo cierto es que sin lenguaje no habrá pensamiento y tampoco habrían otras prestaciones de las que iremos hablando. También es cierto que no hay un idioma original por más que ha sido buscado y perseguido por algunos mandamases empeñados en demostrar que el hebreo era el idioma troncal de nuestra especie.
Hay dos grades teorías para explicar la evolución del lenguaje, la primera es la “hipótesis de la gramática generativa” de Chomsky de la que hablé en un post anterior. Esta teoría parece haber sido ya refutada por la acumulación de evidencias acerca de que el lenguaje evolucionó después de miles de mutaciones y no de una única mutación como propuso Chomsky y Berwick. Más que eso el lenguaje según Jay Gould no sería una adaptación sino una exaptación, entendiendo como tal a una estructura de un organismo que evoluciona originalmente como un rasgo que provee adaptación a unas determinadas condiciones, y una vez que ya está consolidado (generalmente, varios millones de años después) comienza a ser utilizado y perfeccionado en pos de una nueva finalidad, en ocasiones no relacionada en absoluto con su «propósito» original. En este sentido el lenguaje sería una exaptación del señalamiento o subvocalizaciones guturales que sirven a distintos propósitos: supervivencia o reproducción o bien de gestos comunicacionales.
La otra teoría es la que supone que el lenguaje precisaría de cientos o miles de pequeñas mutaciones que se dieron de forma simultánea en grupos sociales y no solo en individuos concretos.
Pero el lenguaje no solo tiene como consecuencia una mejor señalización, dicho de otra manera el lenguaje no evolucionó para hacernos comprender mejor en lo que respecta a lo que entendemos como “comunicación”, pues el lenguaje es una mala forma de comunicarse. No hay que olvidar que el lenguaje es arbitrario, incompleto, insuficiente y equívoco. O que al menos no todos los humanos son capaces de discriminar toda la potencialidad del lenguaje, un niño por ejemplo suele confundir jabón con jamón, pues solo una letra les separa por no hablar ahora de los actos de lenguaje que llamamos “lapsus” y que contienen en su esencia lo equívoco de su génesis.
Lo cierto es que una vez establecido el lenguaje nos hizo mucho más inteligentes estirando de nuestra corteza cerebral y parietal, la propiocepción, la cognición, y la complejidad social se vieron acrecentadas tras esa explosión que en los niños podemos observar alrededor de los dos años.
Y no cabe duda de que que el lenguaje tiene que ver con esa teoría que tantas veces he nombrado en este blog y que conocemos con el nombre de autodomesticación de Wrangham. El lenguaje nos separó del determinismo puro y nos hizo más sociables, aprendimos a resolver nuestras diferencias con las palabras y renunciamos a la confrontación física como método de resolver nuestras diferencias. En este paper lo autores proponen que la violencia verbal evolucionó desde la violencia física reactiva.
Es verdad que no se cumple siempre esa idea de que “hablando se entiende la gente” pero también es cierto es que el lenguaje no emergió para hacer que la gente se entienda sino que a pesar de no entenderse no se maten entre sí.
No cabe ninguna duda de que la pro-sociabilidad está relacionada con el lenguaje y más que eso, parece que nuestra diversidad sexual también procede de esta pro-sociabilidad. Dicho de otra forma, si en nuestra especie hemos sido capaces de desviar nuestras preferencias sexuales más allá del determinismo sexual puro y duro es precisamente por esa pro-sociabilidad. Una hipótesis sociosexual. Más concretamente estos autores estudian el comportamiento homosexual y proponen que:
“La atracción sexual entre personas del mismo sexo evolucionó como una de las características que responden a una fuerte selección para facilitar la integración social o el comportamiento prosocial. Un fuerte impulsor de la evolución reciente del comportamiento humano ha sido la selección para reducir la agresión reactiva, aumentar la afiliación social, la comunicación social y la facilidad de integración social. En muchos mamíferos prosociales, el sexo ha adoptado nuevas funciones sociales en contextos de vinculación social, refuerzo social, apaciguamiento y juego como sucede entre los bonobos.
Argumentan que para los humanos las funciones sociales y los beneficios del sexo se aplican tanto al comportamiento sexual del mismo sexo como al comportamiento heterosexual. Como consecuencia, proponemos un grado de homosexualidad, seleccionado para la evolución humana reciente por sus beneficios sociales no conceptuales. Esta hipótesis proporciona una mejor explicación para las atracciones sexuales y el comportamiento humano que las teorías que invocan la inversión sexual o los modelos genéticos de un solo locus. mayor afiliación social, comunicación social y facilidad de integración social.
En conclusión: el lenguaje apareció como resultado de una adaptación anterior destinada a la señalización y por eso hablamos de exaptación en lugar de adaptación. Se trató de una enorme cantidad de mutaciones en genes con expresión cerebral que tuvieron una gran influencia en otros ámbitos del neurodesarrollo y la plasticidad cerebral: la autodomesticación y la prosociabilidad.
Pero el lenguaje abstracto que practicamos hoy tiene otros handicaps, pues puede a su vez ser connotativo y denotativo:
Pues como tal conducta el lenguaje no representa fidedignamente nuestros pensamientos que antes de hacerse conscientes han sufrido ya sucesivos pasos para hacerse “decibles”. Existen patologías del decir, como por ejemplo sucede con la esquizofrenia y no cabe duda de que a juzgar por las irracionalidades que caben en un discurso cualquiera -y que proceden de cerebros inteligentes- no es posible adherir en una linea continua pensamiento y lenguaje; entre ambos puede abrirse una discontinuidad, una brecha pero también una continuidad de baja definición.
Lo que sucede es que el pensamiento tiene un menor nivel de definición pragmática que el lenguaje que siempre es de alguna manera irrefutable. Pero no decimos siempre lo que pensamos, es más muchas veces decimos sin pensar y cosas totalmente opuestas a las que pensamos. Pero también podemos decir tonterías.
En realidad lo que presta definición al pensamiento es el propio lenguaje y es la escritura argumentativa su objetivación, es decir sus leyes gramaticales, hablando y escuchando lo que decimos (y escribiéndolo) nos entendemos mejor que dejando vagar nuestras ideas. Sin semántica no hay discurso pero puede seguir habiendo inteligencia, algo que podemos observar en ciertos discursos esquizofrénicos, descritos con el nombre de esquizoafasia o pensamiento disgregado, donde el contenido de lo dicho se vuelve indescifrable.
Agradecimiento a Jose Miguel Martinez Gazquez (@jmmgazquez) por sus hilos en twitter que me inspiraron este post,
Bibliografía.-
Gould, S. J. y Vrba, E. S. (1982) «Exaptation – a missing term in the science of form». Paleobiology, 8(1): 4-15