Todo este despliegue de complejidad naturalmente tenia que pasar factura a nuestra especie. Nombraré primero los tributos benignos para luego hablar de las enfermedades más graves que se supone están relacionadas con averías en la neurogénesis del señor Broca, esto es los errores en la migración neuronal que se han señalado relacionados con una enfermedad típicamente humana sobre la que no existen modelos en la naturaleza, me refiero a la esquizofrenia.
La lateralización tiene a veces costes menos malignos que la esquizofrenia, que se deben a la indiferenciación hemisférica. Los niños hasta los seis años pasan por una etapa donde todavía no han definido su lateralidad. Unos son en esto más precoces que otros, existen los fuertemente diferenciados bien sea como diestros o bien como zurdos, pero por lo general son ambidiestros hasta una determinada edad, siendo las niñas más precoces que los niños en adquirir esta predilección que se ha correlacionado con una mayor inteligencia verbal, siendo más frecuentemente diestras que los niños (Crow, 1998)
La indecisión hemisférica correlaciona con una mayor torpeza y con problemas en la lectoescritura. Los niños preesquizofrénicos son descritos con mayor frecuencia como ambidiestros (Green, 1989). Sin embargo la dislexia es muy frecuente en nuestro mundo y afortunadamente no todos los disléxicos acaban siendo esquizofrénicos, sin embargo es probable que exista un mecanismo común que proceda de la especialización hemisférica y que afecte a las habilidades verbales y no verbales, a la inteligencia verbal y no verbal y a la lectoescritura en el aspecto puramente motórico. Las averías del señor Broca en la esquizofrenia no tendrían tanto que ver con las habilidades motóricas sino con los aspectos simbólicos del lenguaje.
Esta teorización que debemos entre otros a Chomsky que especula en torno a la idea de que el lenguaje o al menos las matrices generativas del mismo son innatas y reconoce las siguientes leyes generales:
1,- Para cada lenguaje existe un conjunto finito de normas que deben aprenderse, aplicando dichas reglas pueden generarse todas las posibles frases gramaticales del idioma. Se le conoce con el nombre de gramática generativa.
2,. Los niños son capaces de aprender cualquier idioma humano, vale también para los adultos siempre que hayan aprendido alguna lengua materna antes de la pubertad, donde se cierra definitivamente la ventana plástica de aprendizaje del primer idioma.
3.- Con cualquier tipo de gramática operativa se pueden aprender todas las demás, existe pues una gramática universal.
En este sentido el lenguaje no es más que una evolución similar a la de la trompa de un elefante, sometida por tanto a los mismas variaciones que cualquier otro órgano o habilidad de cualquier especie, con una excepción: el lenguaje no se fosiliza, por tanto no podemos demostrar que existía del mismo modo que sabemos que el mamut o los dinosaurios existieron.
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El señor Broca ya perfectamente instalado en el lóbulo temporal izquierdo no se ocupa del habla me refiero a los aspectos fonatorios de la misma, sino del procesamiento verbal en cuanto lenguaje simbólico. Estamos acostumbrados a pensar en el cerebro como un codificador de señales periféricas pero no nos acostumbramos a pensar que el cerebro es también un codificador autónomo, un órgano autopoyético que no se limita tan solo a interpretar, modular o distribuir las señales que le llegan por doquier sino que también las fabrica. A esto se dedica el señor Broca casi exclusivamente: codifica, decodifica y transmite señales a otros lugares situados en la vecindad a fin de dar una respuesta motora, incluso en algunos casos inventa palabras, con sentido si es que reposan sobre las matrices generativas adecuadas, es decir sobre rutas neuronales preexistentes..
Es verdad que casi todas las estructuras relacionadas con el habla y con la decodificación del lenguaje se encuentran en la vecindad lo que nos recuerda el acierto evolutivo que tuviera de instalarse en este lugar y no en el costado contrario donde tendría que recorrer una mayor distancia en encontrar colaboradores para sus tareas. Unos colaboradores, sobre todo el señor Wernicke y la inestimable ayuda del hemisferio no dominante que confiere al lenguaje su capacidad de establecer signos en el sentido de Saussure: sabemos que una palabra no es el objeto que la nombra y sabemos también por la misma razón que hay palabras que sólo son desinencias gramaticales, no remiten a ningún objeto (que, cuando, el, la , los, un, unos, etc) Estas estructuras anatómicas están perfectamente especializadas en trabajos relacionados con el procesamiento del lenguaje: el habla, la lectura, la escritura (una adquisición tardía), el reconocimiento y señalización de caras, el reconocimiento y señalización de objetos a fin de poderlos nombrar, la decodificación del sonido, etc, quedando en el otro lado (el temporal derecho) aquellas habilidades que no tienen que ver con el lenguaje, el reconocimiento de estructuras geométricas, la evaluación del peligro, el lenguaje gestual, la comprensión de la música y de los significados que el lenguaje evoca. Efectivamente el temporal derecho es el lugar adecuado para evaluar de un modo rápido una situación y dar una respuesta rauda a un problema cualquiera. El lóbulo temporal derecho es intuitivo y por eso está más cerca del error de bulto, desde el simple error cognitivo hasta la paranoia, pero a cambio puede contemplar un número mayor de variables, establecer contactos de aprendizaje contextuales y es capaz de adquirir conocimientos rápidos que el cerebro izquierdo tardaría años en computar. Además no hay que olvidar que ambos hemisferios se encuentran permanentemente en conexión, salvo que el cuerpo calloso haya sido diseccionado, situación experimental que Sperry estudió y a cuyos trabajos remito al lector interesado..
Dando por supuesto que el cuerpo calloso está integro, la evaluación que hacemos de una determinada situación resulta siempre de una síntesis del pensamiento intuitivo y del pensamiento racional a no ser que los factores emocionales distorsionen nuestro juicio o nos encontremos en un estado de ensoñación en cuyo caso el hemisferio derecho se impondrá en sus soluciones intuitivas al izquierdo con el margen de acierto o error que esto supone.
Que la esquizofrenia es un tributo que pagamos por la adquisición evolutiva del lenguaje es una idea que ya fue señalada por Huxley en 1964 y que constantemente está sufriendo nuevas aportaciones en el sentido de su replicación (Crow 2000). Lo mismo sucede con el cáncer genital que estamos empezando a entender en clave evolutiva (Greaves, 2002): que el hombre tenga una próstata más grande que la del toro no parece algo aleatorio sino que ha tenido que representar alguna ventaja genética y que necesita alguna explicación. Una ventaja que procede de la capacidad para poder mantener constantemente una perfecta lubrificación y engrase de la eyaculación. En el pecado está pues la penitencia y el cáncer de próstata es el precio que el Sapiens paga por ser tan lujurioso o al menos por estar diseñado para serlo.
No está sin embargo nada clara si la esquizofrenia o mejor sus portadores no enfermos representan alguna ventaja evolutiva. Lo que es cierto es que los esquizofrénicos se reproducen menos que la población general, (Essen-Moller 1959, Penrose 1991, Vogel 1979) sobre todo los hombres esquizofrénicos y aun así la esquizofrenia no se ha extinguido[1], lo que nos impulsa a pensar que sus portadores puedan obtener algún beneficio de esos genes, algún beneficio relacionado con el lenguaje o la inteligencia verbal. ¿Podríamos especular que lo que hoy es una maladaptación, mañana se transforme en una ventaja? Otra opción es que la esquizofrenia representara una mutación epigenética, sin dejar de señalar que ambas teorías son refutables: de hecho algunos autores como Hare suponen que la esquizofrenia es una enfermedad reciente causada por un virogen (Crow 1987), según él no tenemos ninguna evidencia de que existiera antes de antes de 1800, o al menos no de la forma en que la conocemos hoy. Hare aporta datos epidemiológicos para poner en duda que la esquizofrenia sea una enfermedad universal y diseminada uniformemente como sostienen aquellos que piensan que está representada con una incidencia similar en cualquier cultura (Hare 2002).
Lo que es seguro es que el camino de la lateralización y la ubicación definitiva del señor Broca en el lóbulo temporal izquierdo es la base anatómica de la esquizofrenia, al menos de la esquizofrenia nuclear (Schneider 1957), y también de los trastornos del lenguaje (disfasias) que no se deben a hipoacusias o a defectos cognitivos. Síntomas que son errores en la codificación de las reglas de Chomsky aparecen en la esquizofrenia como la agramaticalidad o la ensalada de palabras, otros en cambio señalan una posible origen vinculado a la creación de nuevos símbolos, como los neologismos y otros en fin parecen darle la razón a los que creen que la discriminación entre pensamiento y lenguaje se ha borrado en la esquizofrenia, me refiero a las musitaciones. Es cierto que en la esquizofrenia y en las psicosis en general existen otros mecanismos que explican la emergencia de síntomas, me refiero a la hiperactividad del sistema dopaminérgico, una sobreexcitación que es común en la paranoia, la psicosis maníaco-depresiva y las psicosis tóxicas, sin que sepamos aún si esta hiperactividad en la esquizofrenia es primaria o secundaria a las averías del señor Broca. Lo sabemos porque los antipsicóticos son antagonistas de los receptores dopaminérgicos y no tienen ninguna eficacia en los síntomas nucleares de la esquizofrenia, por eso les llamamos antipsicóticos y no antiesquizofrénicos, a diferencia de los antidepresivos a los que les adjudicamos una acción especifica en lugar de llamarlos por el nombre más propio de timoanalépticos tal y como proponía Rojo Sierra.
Además de la hiperactividad del sistema dopaminérgico se han evidenciado alteraciones inespecíficas en el volumen total cortical (Zipursky 1992), en el tamaño ventricular (Torrey 1979) y una disminución de las asimetrias interhemisféricas (Falkai, 1995). En cualquier caso se trata de lesiones sutiles y además inespecíficas que no han podido ser replicadas adecuadamente por los diversos estudios que se han ocupado del tema.
Frente a las hipótesis de Hare existe una opinión que cuenta cada día con más adeptos: que la esquizofrenia es una enfermedad ubicua, presente en todas las culturas (Devereux 1983) y que por tanto no está influida por la organización social. Las semejanzas de la enfermedad son más constantes que las diferencias (Jablensky, 1992) , luego la explicación de su transmisión debe venir de la mano de la variación genética y además: “su origen tuvo que preceder o coincidir con la diáspora del moderno sapiens por toda la superficie de la tierra” (Crow, 1997, en Sanjuan pag 197, op, cit).
En mi opinión ambas teorías no se excluyen mutuamente dado que la esquizofrenia puede hoy ser una enfermedad común a todas las culturas pero ayer pudo haber sido una excepción. En este sentido Bleuler (Bleuler 1978) supone que la esquizofrenia es una adversidad estadística más que una enfermedad transmitida genéticamente. Es posible especular que lo que se trasmite sea más bien una tendencia al aislamiento social, a la introspección o al splitting grupal que más allá de eso pueda transformarse en una conducta disadaptada en presencia de un virus con una acción patógena connatal Si esta hipótesis resultara ser cierta lo que se trasmitiría sería mas bien una disponibilidad para el celibato o el carisma (Stevens y Price 2000) que en presencia de un agente desconocido daría como resultado una enfermedad cuyos subtipos o plasticidad sería fenotípica y no genética, si esta teoría fuera cierta los cuadros clínicos relacionados con esta herencia se verían influenciados por picos epidemiológicos derivados de la exposición al mismo. Naturalmente su relación con la teoría evolutiva no procede de nuestra actual concepción de esquizofrenia, una enfermedad invalidante y maladaptativa que parece poner patas arriba el paradigma de selección natural, su causa sea viral o de cualquier otro tipo operaría sobre programas relacionados con la retirada (withdrawal) reproductiva y social. En ese sentido la esquizofrenia no se transmitiría genéticamente, poniendo fin a la “paradoja esquizofrénica”, sino que sería un accidente infeccioso o de cualquier otra clase que afectaría a determinados locus genéticos, destinados a suprimir alguna función neurobiológica relacionada con el apego o la afiliación social.
Las averías del señor Broca son los responsables de los síntomas nucleares de la esquizofrenia que según Schneider son:
1.- Robo del pensamiento
2.-Imposición del pensamiento
3.- Alucinaciones auditivas en primera persona
4.- Comentarios alucinatorios auditivos en tercera persona
Cada uno de estos síntomas tiene su origen y es resultado de un defecto distinto en la codificación-decodificación de un mensaje verbal o de su interpretación. Lo que da como resultado que la esquizofrenia pueda definirse como una confusión entre lo propio (el pensamiento) y lo verbalizado (pensamiento expresado) y entre lo que es ajeno (el pensamiento o los mensajes de otro) y su interpretación (el pensamiento propio).
Aunque el pensamiento está de hecho organizado como un lenguaje sólo es lenguaje cuando es expresado. Podríamos decir que el pensamiento es lenguaje no dicho o hablar para si. Pensar y decir son actividades probablemente yuxtapuestas pero no idénticas en tanto siempre podemos reservarnos la posibilidad de no comunicar a nadie un pensamiento propio, lo que dará como resultado que este pensamiento no dicho es un no-lenguaje.
Como puede observarse la avería no está propiamente en el lenguaje como sucede en los afásicos, incapaces de encontrar la palabra adecuada para nombrar un objeto, sino en la confusión entre lo propio y lo ajeno, entre el pensamiento y el lenguaje (Crow 2000) como si la barrera que les separara hubiera sido destruida o los módulos que sustentan a ambas se encontraran desligados y una constante intrusión (ruido) del medio se inmiscuyera en el procesamiento simbólico (señal), de tal forma que el símbolo se confundiera con el objeto real, como si la disociación entre significante (hemisferio derecho) y significado (hemisferio izquierdo) se hubiera borrado.
Las alucinaciones auditivas representan en mi opinión el caso más interesante para comprobar que el cerebro no es sólo un decodificador de señales sino también un emisor de las mismas, el lugar donde se permutan y procesan informaciones verbales con las no verbales. No puedo dejar de señalar la relación que encuentro entre las alucinaciones auditivas y las señales dolorosas que emergen de un “miembro fantasma”,ambas percepciones pueden estar vinculadas por una proyección anómala en el área cortical que puede proceder de un defecto de inhibición. Si el dolor que el amputado atribuye a una mano que ya no está se debe a la dificultad de encajar en un esquema sensorial nuevo a la mano perdida, no podemos dejar de obviar el hecho de que es el muñón el responsable de la aferencia dolorosa que el individuo proyecta en la mano. El cerebro con una sería avería del señor Broca puede del mismo modo continuar proyectando señales al exterior que el paciente atribuye al medio externo, pero no se trata de voces sino de pensamientos que el paciente no siente como tales al haberse averiado seriamente su sistema de codificación-decodificación junto con la estructura de sus matrices semánticas. Se trataría de una falsa aferencia del mismo modo que sucede en la causalgia de un miembro que fue amputado.
Una de las razones que fundamenta el anterior argumento es que generalmente lo que se proyecta en las alucinaciones esquizofrénicas al exterior son sobre todo imperativos y prohibiciones, los precursores de necesidad que probablemente articularon el lenguaje en un código comunicacional simbólico. Si el lenguaje existe como emergencia cerebral es muy probable que se deba a la necesidad de señalar aquello prohibido y las ordenes necesarias para adecuar la conducta a una estrategia común. Aun hoy, al hombre le resulta más fácil obedecer (o transgredir) a ciegas cualquier indicación que proceda de una autoridad que inventar una realidad y unos valores propios que acordes con aquella den como resultado una mejor integración en el mundo. Esto se debe a que el peso de los rituales y de la cultura es más importante que el peso de la racionalidad, para el hombre siempre será más fácil no comer cerdo o no beber vino porque lo manda alguna instancia externa a él que dejar de hacerlo por propia voluntad como resultado de un análisis racional de la situación, (por ejemplo del riesgo de adquirir triquinosis o dependencia del alcohol), así se formó el mundo social y religioso aprovechando la dificultad sobre la que está articulada el lenguaje y de paso inventando una realidad supraindividual desde las que emergen las grandes prohibiciones y tabúes que también – como gran parte de nuestros programas genéticos- han quedado obsoletos para el gobierno de los dilemas del hombre de hoy.
Sin embargo ya he dicho más atrás que el lenguaje no es sólo eso. No emergió sólo como señalización, sino quizá también para operar de cemento conector entre los módulos y habilidades que en un principio existían aisladas en cada individuo, me refiero a la inteligencia social (para cazar en grupo por ejemplo), la inteligencia técnica (para construir herramientas) y la inteligencia natural (discriminar lo peligroso de lo inerte). En este sentido el lenguaje permitió la coexistencia de todas estas habilidades en un mismo individuo y relanzó al mismo hacia el discurso que permitió a su vez, la supervivencia genética de las reglas gramaticales y la identidad de grupo (M. Smith 2001).
Todo parece indicar que el aprendizaje precisa de una cierta redundancia. Según Damasio para tener miedo no es suficiente con la idea de miedo, sino que es necesario “un marcador somático” en este caso la taquicardia, de otro modo ¿cómo sabríamos que tenemos miedo”. El marcador somático es un ejemplo de redundancia en los sistemas de aprendizaje (al menos dos aferencias). En efecto, para aprender códigos morales lo mejor es estudiar religión, es seguro y eficaz para la mayoría, quizá por esa razón las religiones contienen mucha información inaplicable a los dilemas de convivencia pero es seguro que aquellos que abrazan a ciegas el dogma o el precepto, seguirán más fácilmente las reglas de convivencia social, la moral que contiene la propia religión. En este sentido el dogma no sería sino información redundante que sirve sobre todo para transportar los mensajes realmente importantes. Lo mismo podemos decir de determinados aprendizajes como la música o las matemáticas, deben aprenderse mientras la ventana para la memorización por repetición se encuentra abierta, lo que no siempre suele coincidir con el raciocinio necesario para comprender su utilidad. Siempre será más fácil aprender a resolver integrales que comprender para qué sirve una integral, sólo la maduración posterior hará posible entender qué concepto real existe detrás de la abstracción matemática.
Si las prohibiciones o los imperativos llegaron a ser útiles como señales de advertencia para el peligro, debieron de establecerse a través de aprendizajes redundantes, por ejemplo adjudicándole a una persona determinada un cierto poder o conocimientos mágicos, sólo entonces, a través del mito o el ritual la advertencia llegaría a ser considerada en serio. Desde que el hombre descubrió el fuego hasta que llegó a dominarlo y a entender sus peligros debieron producirse no pocos accidentes, probablemente se llegara a pensar que el fuego tenia alma, es decir era un ser viviente y se le llegaran a adjudicar poderes mágicos tanto en su propósito, función o procedencia, es muy posible que sólo después de haber animizado el fuego este pudiera ser controlado. Por la misma razón es muy difícil explicarle a un niño los peligros del trafico o a un adulto los peligros de fumar, una dificultad que procede de la inexistencia de programas atávicos que sirvan de soporte a tales aprendizajes que son absolutamente racionales. Si los automóviles tuvieran alas o patas de insecto o sí el tabaco estuviera prohibido por algún tipo de autoridad moral reconocida con su correlato punitivo mágico (y no por la amenaza del cáncer) estas conductas serían más fácilmente asumidas como peligrosas y evitadas en consecuencia.
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