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La teoría de los borradores multiples

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El Yo es un centro de gravedad narrativo que no debe buscarse en el cerebro. Es una curiosa costumbre social humana: la de contar nuestra vida, un cuento sobre nosotros mismos (Dennet)

Daniel Dennet es un filósofo escritor y psicólogo cognitivo al que pertenece la cita que preside este post y cuyo campo de investigación es la conciencia humana, esa caja negra de la que aún sabemos poco y que divide a los investigadores en dos clases: los dualistas y los materialistas.

El dualismo es la creencia de que mente y cerebro son materiales esencialmente distintos. En el extremo cartesiano habría dos materias “res cogitans” y “res extensa”, una la materia (el cuerpo), otra el alma, Hoy pocos investigadores suscribirían esta idea que ha sufrido avances y retrocesos en su formulación. Uno de los autores que aun hoy defienden este modelo es  Roger Penrose que es un neoplatónico convencido y del que ya he hablado en este blog. Pero los dualistas han evolucionado y hoy se concentran en torno a la idea del “teatro cartesiano” del que hablaré más tarde y que es la teoría sobre la que Dennet construye la suya propia con la intención de deconstruirla. Dennet es pues un “materialista cartesiano” según sus propias palabras y su teoría de los borradores múltiples es interesante y muy robusta pues se fundamenta en los hallazgos de la neurociencia actual.

Hoy por ejemplo, sabemos que la actividad neuronal del cerebro está distribuida y que no existe un centro de la conciencia. Algo que ya había intuido Henry James en “Principios de Psicología”. No hay piedra angular o centro de gravedad del sistema cerebral. No hay pues nadie al mando. El Yo no decide solo cuenta o narra historias.

El problema que tiene su teoría es que es muy difícil de entender y muy contraintuitiva. Lo intuitivo en nuestro mundo de pantallas, cine y TV es pretender que la conciencia es algo que se proyecta en una pantalla y que nosotros somos los observadores de nuestra propia conciencia del mismo modo que vemos la televisión.

El problema -si no hay nadie al mando- es saber cómo tomamos decisiones. Lo que plantea Dennet puede entenderse con un ejemplo:

Imagínese que usted está escribiendo un artículo para una revista científica. Lo primero es saber qué quiere decir, y cómo lo va a decir pero es muy importante que lo que vaya a decir esté justificado por otros hallazgos, es por eso que usted se documenta sobre otros autores que hayan tocado ese mismo tema. Usted construye un borrador del artículo y quizá lo mande a otros colegas para que le den su punto de vista, pero mientras espera su contestación usted ya ha hecho cambios en ese borrador. Al final llegan las sugerencias de sus colegas y usted va dando forma al articulo, hasta que un dia decide que ya está terminado. Entonces lo manda a una revista que a su vez requerirá una revisión por pares que le harán sugerencias, usted podrá aceptarlas o no, pero al final habrá un artículo “terminado”. La pregunta es ésta: ¿Qué borrador es en realidad el original? Después de la circulación que su artículo ha tenido por diversos buzones de emails y manos sería difícil adjudicarle la originalidad al primer borrador, todos los borradores son en algún sentido el mismo artículo a pesar de ser bien distintos. Podríamos decir que el definitivo es el que usted ha mandado a la revista, pero eso en realidad es arbitrario, lo importante es saber que una de esas copias acabará siendo publicada y las demás acabarán en la basura.

Pues en el cerebro ocurre algo muy semejante: en todo momento hay múltiples versiones (o borradores) del mismo contenido de la conciencia circulando por todo el cerebro. La mayoría acabarán desapareciendo, al no recibir un procesamiento más profundo (quién recibe un procesamiento más profundo lo determinan las características del entorno),  Y no un homúnculo que mira la TV, y uno de
esos borradores acabará integrándose en el flujo o secuencia narrativa a la que llamamos conciencia.

Nótese que para Dennet no existe un director de orquesta que elige (como en el caso del autor del artículo) el borrador definitivo. ¿Entonces cómo decide en la conciencia la versión definitiva de algo?

Para Dennet se trata de algo relacionado con el contexto: una relevancia de contexto hace que uno de esos borradores reciba un tratamiento especial, más profundo y pase a formar parte de la memoria. Según Dennett, todas las variedades de actividad mental «se llevan a cabo en el cerebro mediante procesos paralelos, que corren por múltiples vías, de interpretación y elaboración de los estímulos sensoriales de entrada: La información que entra en el sistema nervioso se halla sometida a un continuo proceso parecido al de una compilación editorial. Mucho más parecido a si en nuestro cerebro hubiera varios amanuenses escribiendo acerca de lo que estamos percibiendo, ante un mismo estímulo, pero cada uno de ellos tiene una perspectiva distinta añadiendo o sustrayendo, modificando o suprimiendo líneas de edición. Algo así como si escribieran en paralelo y no secuencialmente como tendemos a interpretar ese relato que leemos o esa película que vemos en el cine, hay algo que va antes, y algo que va después. Lo simultáneo no puede reproducirse en imágenes a no ser que dispusiéramos de múltiples pantallas y pudiéramos prestar atención a todas ellas, algo imposible para nuestra atención.

El cerebro no trabaja con una sola cosa a la vez, sino que realiza muchas tareas al mismo tiempo. El cerebro no trabaja de forma secuencial, «en serie» (que es como nosotros experimentamos la realidad, primero un instante, y después el siguiente, sino que la actividad mental es más parecida a un caos de procesamiento en el que miles de módulos procesan y editan a la vez toda la masa de información. Nótese que procesar y editar no son la misma cosa, pues cada vez que editamos algo lo modificamos. es por eso que un borrador puede modificarse según el contexto sin necesidad de un director. Por ejemplo nosotros podemos editar el borrador del “enfado” pero suprimirlo si no nos conviene expresar ese enfado. En el artículo que cuelgo más abajo en la bibliografía, los autores proponen el ejemplo del accidente de tráfico y la edición del borrador “pelea”, algo que puede suprimirse si el que ha provocado el accidente es o bien su jefe o bien una mujer muy atractiva.

¿Cómo se llevan a cabo esas revisiones?

Dennet dice que que no hay forma de saber cómo se hacen estas revisiones, puesto que, al haber múltiples versiones de una misma experiencia circulando por el cerebro, no hay un mecanismo que ordene los eventos. Dennett lo describe como “un pandemónium de demonios ciegos e idiotas que gritan todos a la vez tratando de
hacerse oír”. Estos demonios no gritan para ser oídos por los espectadores del Teatro de la conciencia, ya que no hay ningún teatro.
Los demonios simplemente tratan de chillar más alto que los demás porque aquel que
grite más alto será el que se convierta en la idea dominante de la conciencia.

Una idea que me parece similar a la que sostiene Eagleman con su zombies.

La teoría es compleja pero bella, aunque contiene muchos puntos oscuros, por ejemplo no queda claro ese concepto de “contexto”, ni queda claro cómo una mente puede cambiarse a sí misma a partir de un aprendizaje terapéutico. Si no hay
ningún controlador central que seleccione entre todas las versiones, sino que aquellas
que no contienen información relevante para el momento, tendremos que concluir que nuestras decisiones deberían ser constantemente estúpidas. ¿Cómo hacemos para decidir cosas sensatas?.

En el próximo post hablaré del modelo de teatro cartesiano que propone Bernard Baars.

 

Bibliografía.-

Ramon Nogueras y Emilio Gomez Milan. “Daniel Dennet: el modelo de los borradores múltiples”.

 


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