En nuestro cerebro habitan dos instancias – en realidad patrones filogenéticos-, una empírica y realista que usamos para rendirnos cuando entendemos que nuestros esfuerzos serán en vano y otra antiempírica y autoafirmante destinada a simular que hemos vencido.
Y ambas son adaptaciones ancestrales en el sentido que le da Timothy Wilson al nuevo inconsciente o inconsciente adaptativo.
De manera provisional le podemos llamar a la primera, depresión, a la segunda narcisismo o fatuidad.
Ambas se encuentran siempre en tensión dialéctica y ambas son condiciones heredables. El fenotipo individual depende de qué instancia predomine según un continuo derrota-victoria. Puede haber un fenotipo de facilitación a la rendición que casi siempre viene enmascarado con síntomas físicos construidos para disimular la derrota. Es como si el individuo dijera” no he sido vencido, estoy enfermo”.
Hay otro fenotipo contrario que en los casos extremos se manifiesta como manía y trata de mostrar el éxito de un deseo a pesar de ser ilusorio, peligroso o ilegal.
Y por último pueden existir ambos fenotipos mezclados, entonces hablamos de melancolía, una verdadera psicosis, la madre de todas las psicosis, donde detrás de cada autoreproche se esconde una victoria pírrica.
¿Melancolía o depresión?
¿Por qué hablamos de melancolía a pesar de que los manuales modernos de Psiquiatría hablan de depresión o trastornos afectivos?
La melancolía es la felicidad de estar triste (Victor Hugo)
¿Qué ha sucedido con las neurosis, la histeria, la paranoia, la melancolía, la neurosis obsesiva? ¿Qué ha sucedido con conceptos como el de perversión, el de repetición? ¿Qué se hizo del concepto de monomanía esquiroliana, del concepto de Zwang freudiano? ¿Por qué las nuevas nomenclaturas como el DSM han rechazado estos conceptos tan cargados de saberes empíricos y los ha sustituido por etiquetas diagnósticas donde se toma el síntoma como ejemplo de una estructura o clase?
Casi todos los psiquiatras que conozco y también los no-profesionales interesados en el tema están de acuerdo en que el eje I del DSM está sobresaturado de entidades nosológicas más que discutibles. Algunos autores critican esta proliferación de entidades y auguran que con tal manual en la mano todos nosotros podríamos ser diagnosticados de una cosa u otra. Los que hacen esa critica tienen razón. Es obvio que el manual de clasificación de enfermedades psiquiátricas reemplazó los criterios empíricos e históricos por etiquetas compartibles. Tomemos como ejemplo la palabra “depresión”, que ha venido a sustituir a la vieja “melancolía”, tan cargada de razones y de saberes. No cabe duda de que los intereses de la industria farmacéutica han tenido mucho que ver en esa proliferación de “depresiones”, pero también es cierto que se trataba sobre todo de una lucha contra el psicoanálisis y su enorme contribución a la psiquiatría moderna para sustituirla por un pastiche donde queden, irreconocibles las raíces.
Y una patología mental o un síntoma sin historia no es aceptable.
Y también hay que nombrar a la medicalización del sufrimiento humano: no cabe duda de que la etiqueta “depresión” es más soportable que cualquier otra etiqueta clásica pero aparece desposeída de los conocimientos que arrastró la palabra “melancolía”, un ejemplo de esta sustracción es la idea que preside este post sobre esa curiosa ambivalencia donde la tristeza aparece preñada de una atmósfera de satisfacción. La palabra “depresión” no está estigmatizada, es soportable por médicos, pacientes y familiares, no asusta a nadie y apunta para su solución a un fármaco prometedor. Pero está castrada en origen.
La “depresión” no es una estructura ni una enfermedad como diríamos hoy, en todo caso un síntoma o un síndrome que puede acompañar a unas estructuras u otras, la etiqueta “depresión” es transnosográfica . La palabra “melancolía” sin embargo si es una estructura en litigio lineal con la paranoia. El eje melancolía-paranoia es el enrosque natural de estas dos formas de sufrimiento-goce entre depredadores y presas. La depresión es un epifenómeno también en la histeria y en la neurosis obsesiva, pero es importante no olvidar que la melancolía es una psicosis y no una neurosis. De manera que melancolía y depresión no son la misma cosa y aunque hoy en día utilicemos la palabra “depresión” metonímicamente para describir a la melancolía (depresión con síntomas psicóticos) lo cierto es que hay síntomas depresivos en las melancolías pero no siempre los síntomas depresivos señalan hacia ella..
Dicen que el siglo XXI va a ser el siglo de las depresiones y no me extraña nada si consideramos la buena prensa que tiene la depresión y sus tratamientos médicos, sus bajas, sus pensiones y sus prebendas laborales y familiares. En un post anterior ya planteé la idea de que la depresión no era siempre una enfermedad mental, más concretamente hablé de las relaciones entre la inflamación y la depresión, es decir hablé de las condiciones somáticas del síndrome que reproduce los síntomas espontáneos que se dan sin esta concurrencia. En este momento voy a explorar otra de las caras de la depresión, en referencia a la pregunta: ¿Es la depresión una patología ética?
Cicerón y la depresión.-
La palabra melancolía es tan antigua como la medicina griega (hipocrática). En aquella época se consideraba “melancolía” a toda forma de psicosis sin fiebre, lo que hoy entendemos como psicosis funcionales. En la antigüedad sin embargo no se consideraba a la tristeza (la emoción central de la melancolía) del mismo modo que hoy. Para un griego, el triste era alguien que se dejaba engatusar por los arrumacos de un goce que llevaba a la inacción, una especie de debilidad o cobardía. De modo que lo que hoy llamaríamos inhibición psicomotriz sería la cara oculta del afecto triste. Algo intolerable para un clásico como toda forma de pasividad. Sirvan como botón de muestra las siguientes referencias extraídas del libro de Jose Maria Alvarez “Estudios de psicología patológica”:
“La enfermedad es una fiesta para los pusilánimes pues así no van a su trabajo” ((Estobeo).
“Hay algo no solo más deplorable sino mas ignominioso y grotesco que un hombre abatido, y derrotado por la aflicción” (Cicerón).
“No puede ser un hombre grande y triste” (Séneca).
“Toda tristeza es un mal por su propia naturaleza” (Gregorio de Nisa).
La idea de que la tristeza o la aflicción eran venenos naturales que todo hombre o mujer un día u otro tendrá que probar que es constante en la literatura clásica y medieval, pero también lo es su medicina: dejarse arrastrar por ella hasta la inacción es un vicio, algo que una persona formada y moral no puede sino enfrentar con todas sus fuerzas. Pues las causas de la melancolía ya fueron identificadas en la antigüedad: la depresión tiene una causa perfectamente clara e identificable, las pérdidas y los fracasos, pero en los afectos siempre hay trampa (Alvarez 2018).
La vida de Cicerón es muy interesante para aquel que quiera profundizar sobre aspectos políticos, literarios, jurídicos, filosóficos y clínicos de la época en que Cicerón vivió. Una época llena de conflictos civiles y de lealtades difíciles de compaginar. Precisamente Cicerón era un hombre hipersensible, y probablemente sufría lo que hoy llamaríamos “fobia social” a pesar de ser orador y abogado y pasar parte de su vida profesional hablando en público. Cicerón tuvo una carrera meteórica a pesar de no formar parte de la aristocracia romana, fue partidario de la República y detestaba la tiranía pero tuvo una actitud “equidistante” en el conflicto de la guerra civil y después del asesinato de César del que era débilmente partidario por su alta capacidad intelectual aunque no compartiera sus ambiciones, algo que su enemigo Pompeyo no le perdonó jamás. De hecho fue asesinado por orden de Pompeyo.
Su retiro a Tusculum estuvo provocado precisamente por sus dudas éticas respecto a sus lealtades, más tarde se convirtió en un exilio electivo sobre todo después de la muerte de su hija Tulia. Es posible afirmar que los dos últimos años de su exilio estuvieron presididos por la melancolía, provocadas por pérdidas y fracasos. De él y su carácter se ha dicho que:
“Ojalá hubiera sido capaz de soportar la prosperidad con mayor autocontrol y la adversidad con mayor energía!”
El interés de ese retiro en Tusculum fue precisamente porque durante él fue cuando escribió a mi juicio su obra maestra, una especie de tratado sobre la melancolía y sobre métodos para superarla. Como hemos visto Cicerón que era un estoico, estaba persuadido de que la depresión era una retirada moral sobre un problema determinado y que el mantenimiento de la dignidad era necesario para no sucumbir a una segura derrota. Dicho de otra forma: Cicerón pensaba que era vergonzoso deprimirse a pesar de tener razones fundadas para ello. Deprimirse era de cobardes y egoístas, en cualquier caso una experiencia inútil, idea que también encontraremos en Séneca.
Hoy hemos modificado nuestro punto de vista sobre la depresión a la que consideramos una enfermedad natural y la hemos desposeído de todo elemento ético. Es por eso que Jacques Lacan en “Televisión” plantea una vuelta a la concepción ética de la aflicción, devolviéndole al hombre su capacidad -ahora secuestrada y alienada- por “algo que nos sucede” y que “no podemos controlar sin medicamentos o ayuda especializada”.
El concepto de depresión de derrota.-
Tal y como hemos visto más arriba parece que lo que entendemos hoy como “depresión” es una estrategia adaptativa, es decir algo que nos viene de serie, una especie de argucia para retirarse de las competencias agonísticas sin deshonor. Es por eso que algunos autores llaman “conducta de enfermedad”.
La teoría de la competencia social explica este tipo de depresiones como podéis ver en este post y se debe a John Price. Y viene a decir que:
Rendirse no es cosa fácil pues en nuestros entornos se confunde con cierta frecuencia con el sometimiento (la esclavitud) o algo peor: con el masoquismo. Nuestras sociedades sobrevaloran la capacidad humana para enfrentarse a la desdicha sin valorar la cualidad de esta misma desdicha. Tener un cáncer (ser diagnosticado de cáncer) no es ya una sentencia de muerte segura y puede tener sentido favorecer el empoderamiento de los pacientes a fin de enfrentar, no ya la enfermedad sino los tratamientos consiguientes que por sí mismos pueden ser tan dolorosos como la enfermedad misma, pero no cabe ninguna duda de que siguen existiendo acontecimientos irremediables, por ejemplo la muerte de un ser querido, una pérdida afectiva aniquiladora o la propia muerte, algo inexorable que tarde o temprano todos tendremos que afrontar con o sin buen ánimo.
“Rendirse” es una palabra que contienen cierto sesgo militar, del mismo modo que “retirada” (yielding) en el modelo de Price, pero en este caso no es necesario decir que “levantar una bandera blanca” no es el tipo de rendición del que estoy hablando. Más bien me refiero al concepto de John Price “sumisión voluntaria consciente” del que hablé aqui.
Vale la pena recordar el esquema de Price en dos dimensiones donde pueden verse las estrategias interpersonales que se ponen en juego teniendo en cuenta dos ejes: el eje del apego y el eje del rango. Existen cuatro estrategias según el cuadrante que ocupemos en nuestras relaciones con los demás, así, la lucha es una manera de resolver las cuestiones agonísticas, pero también la seducción es una forma de obtener ventajas en nuestras relaciones si optamos por el apego en lugar de la confrontación. En los cuadrantes de la derecha podemos observar otras dos estrategias de aquellos que optan o bien por la huida o el aislamiento social o bien por la retirada (yielding).
Esta estrategia de retirada es lo que aquí llamamos rendirse. Rendirse es pues una estrategia evolutivamente estable, muy adaptativa y que impide que la sangre llegue al río en una competencia agonística. Lo saben bien los niños cuando juegan a pelearse, el perdedor ha de rendirse si quiere evitar la escalada de agresión en el vencedor. Rendirse, desactiva la agresión. En toda la escala animal podemos observar esta estrategia, las peleas casi nunca terminan con la muerte de uno de los contendientes, al fin y al cabo una herida grave en la estepa es un signo de mal agüero. Más vale rendirse y no salir herido de una confrontación.
Pero en los humanos rendirse no es fácil, sobre todo en una cultura que demoniza la debilidad y la subyugación de unos por los otros. Es por eso que la mayor parte de la gente no saben rendirse y es por eso que existe el masoquismo.
El masoquismo, tanto el sexual como el caracterológico puede definirse como la cara oculta de la rendición, su opuesto (Ghent, 2014). El equivalente inconsciente, concreto y fáctico del acto de rendirse. Y es por eso que ningún otro mamífero puede ser masoquista, es decir ningún otro mamífero puede obtener un goce añadido al hecho de sufrir.
No todas las depresiones por supuesto pueden explicarse con este modelo de “derrota” y existen multitud de causas (como las pérdidas, el agotamiento del Yo) y otras que pueden explicar una depresión, la mas conocida son las expectativas sobre la felicidad que vienen definidas socialmente:
Nuestros mensajes culturales predominantes sobre el estado de ánimo, están empeorando la epidemia de depresión. (Rottemberg)
Depresión y expectativas de felicidad.-
Decía Séneca que todos aspiramos a ser felices pero que resulta muy dificil definir en qué consiste la felicidad y el modo de alcanzarla. En realidad la “felicidad” es una abstracción e individualmente sólo podemos formularla como algo concreto: aspirar a ciertos estados mentales felicitarios de caracter inaprensible y que son modificados continuamente por la experiencia del deseo.
Por lo general evaluamos la felicidad como un bien consumible al que tenemos derecho y -en una constante evaluación de costes/beneficios- la perseguimos siguiendo el rastro de los consensos sociales: siempre gana lo imaginario sobre lo simbólico, una utopía porque cualquier cosa que persigamos imaginariamente siempre será mejor que la realidad fáctica de las cosas. La gente aspira a la felicidad sin caer en la cuenta de que “la calidad de vida” es siempre preferible por ser algo concreto a la búsqueda de la felicidad que es siempre abstracta y de alguna manera es construida socialmente a través de expectativas casi siempre irrazonables.
No hemos sido capaces de liberarnos de la culpa y esto se debe a nuestra irresponsabilidad:
No cabe ninguna duda de que vivimos en un entorno que favorece el individualismo, lo que es lo mismo que decir que los relés de inhibición de conductas -a nivel intrapsiquico- más importantes son la empatía y la culpa. Entiendo la responsabilidad individual como un derivado laico de la culpa. Dicho de otra manera existe una correlación entre “ser responsable” y la tendencia a la depresión. Ningún psicópata se deprime.
Hoy ya no es la culpa religiosa la que nos machaca por dentro sino la sensación de “no dar la talla”. de no esforzarnos lo suficiente, Una sensación de incompetencia recorre nuestra vida lo que requiere nuevos esfuerzos de negación.
Y de una gestión inteligente de la responsabilidad, lo ques lo mismo que decir una empatía racional como apunta Bloom..
Nota liminar.-
Para que el lector comprenda las similitudes entre el concepto de “retirada” que es un concepto evolucionista y el concepto de rendición-masoquismo que es psicoanalítico es bueno que lea este post que escribí a propósito de un caso clinico del propio John Price, el de la Sra Turvey cuya depresión explicíta precisamente como el masoquismo, en este caso moral es la otra cara de la rendición.
Bibliografía.-
Jose Maria Alvarez: “Estudios de psicología patológica” (2017) Xoroi Edicions.
D. Winnicot. (1963) El miedo al derrumbe.
Sloman, L. & Price, JS (1987) Desescalar (subrutina rendimiento) y depresión humana: mecanismos próximos, contextuales y Etología. Sociobiología, 8, 99 (S) -109 (S).
Watt DF, Panksepp J. Depression: An Evolutionarily Conserved Mechanism to Terminate Separation Distress? A Review of Aminergic, Peptidergic, and Neural Network Perspectives. Neuropsychoanalysis 2009; 11:7-51.
Price JS, Sloman L, Gardner R, Gilbert P, Rohde P (1994). The social competition hypothesis of depression. Br J Psychiatry; 164: 309–15.
Ghent, E. (1990). Masochism, Submission, Surrender—Masochism as a Perversion of Surrender.
Contemp. Psychoanal., 26: 108‐136.
Ghent, E. (2002). Wish, need, drive: Motive in the light of dynamic systems theory and Edelman’s
selectionist theory. Psychoanalytic Dialogues, 12:763‐808.