Los que leyeran el post anterior ya saben que existen dos modos de funcionamiento de esa vida interior de la que hablaba: el pensamiento y la fantasía tal y como ya he contado y cada una de ellas tiene un sustrato neurobiológico distinto. En el mismo post podrá el lector saber más sobre estos “lugares” donde ser procesa tanto una actividad como la otra.
En este post me propongo enseñar a los lectores que me siguen una manera de tratar con esa red neuronal por defecto que siempre esta en funcionamiento cuando no hacemos nada, pero que se inhibe fundamentalmente cuando estamos inmersos en una tarea que requiere nuestra atención. A este entrenamiento se le llama “mindfullness”.
Estas técnicas, hoy se engloban en dos palabras muy usadas por el publico en general, me refiero a la palabra “yoga” y a la palabra “mindfullness”. Palabras que ya forman parte del acerbo cultural de muchas personas si bien su uso es bastante incierto, dado que existen muchas versiones de esta tecnología, con muchos enfoques mundanos (como la relajación) y casi siempre dirigidas por personal no médico, trufadas de pretensiones espirituales o de palabras sin significado alguno para un occidental.
Concretamente la palabra “mindfullness”, es difícil de entender en español a qué se refiere. En un post anterior ya hablé de ello pero me gustaría ahora repasar qué queremos decir cuando hablamos de ese tipo de técnicas:
- Un estado de concentración donde la conciencia se focaliza en un objeto o una función corporal.
- Un estado para conseguir autorelajarse lo que se considera beneficioso tanto desde el punto de vista psicológico como médico.
- Un estado disociado de la conciencia donde pueden haber estados de trance.
- Un estado místico donde se conciencian realidades superiores o elementos religiosos.
Como podemos observar la palabra es polisémica, hay muchas cosas que podemos querer decir con esa palabra pero existen pocos autores que hayan puesto el énfasis sobre la cuestión central: la atención.
La atención es una cualidad de nuestra mente que nos permite focalizarnos o concentrarnos en algo, una idea, una imagen, una sensación, un objeto cualquiera.Y es además una cualidad continua. Significa que va desde un estado hiperatencional como sucede en el trance o la absorción hasta la difusión de la atención. O estamos distraídos, vagando de una idea a otra (pensando en las musarañas se decía antes) o bien estamos capturados por una idea o bien por una imagen como sucede con la captura icónica del síndrome de Stendhal.
Todo esto tiene que ver con la sugestión en estado de vigilia y con la hipnosis (en estado de trance), claramente, somos capaces de ser capturados por la voluntad de otra persona que puede inducir estados de conciencia prefijados e incluso insertar recuerdos falsos en nuestra memoria. Se trata de algo bien conocido desde hace mucho tiempo en que la hipnosis fue la herramienta principal que los médicos usaban para abrirse paso en la patografía de sus pacientes. Si se abandonó era por sus efectos secundarios, el hipnotizado podía mentirse a si mismo con el fin de agradar al médico. La falsificación de síntomas y recuerdos fue la razón principal de su casi total abandono como herramienta terapéutica. Freud fue el primero en abandonarla cuando cayó en la cuenta de que sus pacientes le decían en estado de trance lo que él quería oír.
Desde entonces -sin embargo- ha habido un florecimiento casi continuo de terapias que prescindiendo de la hipnosis han tratado de bucear en los antecedentes de los pacientes y cuyo número seria innegociable para un post como éste. Un bloque de esas esas terapias es la meditación.
La mayor parte de nuestra vida transcurre en piloto automático, somos capaces de llevar a cabo tareas sin pensar en ellas, sucede por ejemplo cuando conducimos. Si el itinerario es aburrido nos “ponemos en piloto automático” y no pensamos en lo que estamos haciendo, esto es muy peligroso y no le aconsejo a nadie que lo lleve a cabo pero hemos de reconocer que los ambientes “aburridos” son muy distractores. Lo que reclama la atención de nuestra atención con más frecuencia son las amenazas (reales o imaginarias) y los objetos apetitosos. Apetencia y miedo son pues los estímulos que mayormente reclaman nuestra atención,
Cuando tenemos que llevar a cabo una tarea, como escribir este post necesitamos poner en juego nuestra atención, de lo contrario nada de lo que dijera seria inteligible. Entonces hablamos de atención activa, es decir necesitamos hacer un esfuerzo de voluntad para llevar a cabo una tarea que necesita de nuestra íntima colaboración. Sin embargo existe otra forma de atención. Me refiero a la atención pasiva: de eso va el mindfullness y en realidad todas las técnicas inventadas para desarrollar esta potencialidad son técnicas conocidas desde la antigüedad y muy utilizadas por las religiones. Meditar es otra forma de hablar de lo mismo siempre que no confundamos meditar con reflexionar. La diferencia es que reflexionamos para aclarar algo mientras que la meditación no pretende nada, ni busca ningún resultado.
La meditación es una reflexión descascarillada. Y no es sinónimo de pensar o reflexionar sino que se trata de metacognición, es decir pensar sobre el pensamiento.
Meditar es sinónimo de contemplar u observar y tal y como dice Sloterdijk en una reciente entrevista concedida en el Pais, “para ser observador hay que dar un paso atrás”, es decir no inmiscuirse en el ruido de la vida, de las discusiones, de los debates o de las algaradas intelectuales que tanto proliferan hoy. Meditar no es pensar, ni reflexionar sino mas bien observar nuestro interior sin ningún plan, sin ningún propósito. Es algo difícil de hacer puesto que no estamos entrenados para ello, y el concepto central es también difícil de pillar; es por eso que los primeros pasos en este tipo de técnicas son siempre dirigidas por otros y hasta existen niveles de complejidad como en la sofrología de Caycedo. El propósito del entrenamiento autógeno (como quiera que se le nombre) es que el sujeto sea capaz de ejercerlo por sí mismo, de ahí lo de autógeno. Y del poder del ahora, es decir la detención del tiempo:
La oración.-
¿Con quién hablamos cuando rezamos? Bueno, muchos podrán decir que hablan con Dios, pero en realidad en la oración no hay diálogo alguno, sino que se utilizan “oraciones”, y una oración es un texto estereotipado que hemos aprendido de memoria y que repetimos como una tabla de multiplicar, sin saber que aprender a multiplicar es una forma de ahorrarnos sumas. En la oración pasa un poco lo mismo repetimos padrenuestros o avemarías (en voz alta o mentalmente), en publico o en privado y no somos conscientes de que lo que estamos haciendo es repetir un mantra (como los hindúes) que apacigua o desactiva nuestra red neuronal por defecto (RND).
Hablamos pues con ese hombre que siempre va con nosotros y que convierte mi soliloquio en plática. Mas abajo volveré sobre esta cuestión.
Santiago Segovia es un reputado neurocientífico que ha investigado sobre la mindfullness y que propone llevarla al colegio como formación fundamental del carácter. Aquí hay una entrevista donde podéis leer sus puntos de vista. Personalmente no estoy de acuerdo con esta propuesta porque la meditación requiere una formación abstracta que los escolares no han adquirido. Del mismo modo muchas personas no van a beneficiarse de ella por la misma razón aunque podrán beneficiarse de técnicas donde la atención quede apresada por posturas (asanas) o por la respiración. Atender al cuerpo es una forma de derivar la atención a un lugar donde no interfiera con los procesos mentales propiamente dichos y tratar así de acallar esa RND que no para de proponer tareas con distinto nivel de definición. Lo cierto es que meditar como rezar es muy aburrido y algunas personas no pueden beneficiarse de ello aunque es cierto que el aburrimiento es clave tanto para detener como azuzar el pensamiento RND.
La RND gasta tanta energía como la red convencional que dirige el Yo y que algunos autores como Edelman han denominado “núcleo dinámico”.
Para entender mejor qué es lo que hace esta red neuronal lo mejor es adjudicarle las funciones propias que adjudicamos al Yo: pensar, reflexionar, planear y en definitiva cualquier acción, cualquier infinitivo verbal procede de este núcleo dinámico que es efectivamente tan costoso de mantener como la RND y que se activan y desactivan mutuamente según estemos prestando atención a un problema concreto o no haciendo nada.
Cuando no hacemos nada se activa la RND y es entonces cuando oímos ese parloteo interior constante de la mente. Todo el mundo sabe lo difícil que es detener ese flujo constante de recuerdos, ideas, imágenes, fantasías, cancioncillas, rumiaciones etc. Es por eso que los practicantes del mindfullness no proponen acallar estas melodías de la RND sino contemplarlas sin juzgar y sin concederles una especial atención. Dejarlas pasar.
Este “dejar pasar” es una forma de entrenamiento a largo plazo porque no es fácil de llevar a cabo sin un guía experimentado que vigile el proceso. Y hay además muchas formas de mindfullness que van desde la simple relajación hasta la meditación vipassana que es de las tradiciones más antiguas y que tienen como objetivo “ver las cosas tal como son”. Casi nada.
A aquellos interesados en iniciarse en este tipo de entrenamiento os recomiendo el libro de Luis Gonzalez de Rivera, titulado “Autogenics”
A continuación os contaré brevemente mi propia técnica si bien no voy a cansaros con los fundamentos teóricos que me han llevado hasta ella.
Lo que yo hago, es hablar con el RND, como si estuviera rezando pero utilizando un lenguaje común y doméstico y no con oraciones que carecen de sentido para mi, y lo suelo hacer siempre antes de dormir pues es bien sabido que es ese momento el más indicado para llevar a cabo este diálogo. Claro que en realidad no es un diálogo pues la RND no contesta nunca, pero personalmente estoy convencido de que una de las funciones que tiene la RND es la de mentorizar al Yo, la considero algo así como un guardián de la mente tal y como conté en este post que titulé “La voz”. Así suelo dirigirme a él con algunas peticiones relacionadas con la salud mía y de mi familia. He notado que esta práctica es muy tranquilizadora pues acalla esas rumiaciones nocturnas a la vez que favorece el sueño, pues no deja de ser algo aburrido y monótono, máxime si se lleva a cabo con una cierta prosodia.