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Los amores melancólicos (XXXIV)

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Uno puede volverse loco pero en la melancolía, se está. Nadie es loco pero si puede ser melancólico. @pacotraver

Las Náyades eran las ninfas de los manantiales, los arroyos, las fuentes y todo lugar donde se hallara agua dulce. La vida de estas jóvenes estaba vinculada a la primavera, por lo que debían permanecer siempre cerca del agua. De lo contrario, si su cuerpo se secaba, marchitaban y morían al igual que las plantas.

La diosa Artemisa poseía un séquito de veinte ninfas. Tenían poderes proféticos, eran capaces de curar y también de inspirar a los artistas y creadores. No eran inmortales como los dioses, pero sí que disfrutaban de una vida muy longeva.

En cuanto a sus orígenes, algunos dicen que eran hijas del mismo Zeus. Otros que descendían de los dioses de los ríos, Potomei. Y finalmente se afirmaba que habían nacido de la unión entre el titán Océanos y la diosa Tetis. Las ninfas era extremadamente seductoras y aunque más de uno cayó bajo sus encantos, todas guardaban celosamente su virginidad, obedeciendo los mandatos de la diosa Artemisa.

 

Pero claro, como en toda familia que se precie, siempre hay un miembro que se sale del tiesto y se convierte en la oveja negra del grupo por propios méritos. Este dudoso privilegio lo tenía Salmacia. Era una ninfa holgazana, despreocupada, egocéntrica y no acataba las normas.

Salmacia tenía su morada en una fuente de la ciudad de Halicarnasos.

Por su parte, Hermafrodito era fruto de la unión entre Hermes y Afrodita. Este affaire que mantuvieron los dos dioses tuvo lugar un día en que Hermes sorprendió a la diosa del amor y la belleza bañándose como Dios la trajo al mundo. Ni que decir tiene que Hermes se enamoró perdidamente de ella. Pero Afrodita no estaba por la labor y rechazó al dios.

Tratando de encontrar la manera de conquistar a la diosa, Hermes decidió pedir ayuda a su padre Zeus y éste le proporcionó un águila que se encargaría de robar una de las sandalias de Afrodita. La diosa tenía mucho aprecio por su calzado, por lo que aceptó la propuesta de Hermes: pasaría con él una noche de amor a cambio de su sandalia.

Y por culpa de una simple sandalia vino a este mundo Hermafrodito, que fue guapísimo desde que nació. Tan atractivo era el muchacho que un día mientras viajaba pasó por Halicarnasos y por la fuente donde habitaba Salmacia. La ninfa, al verlo, se quedó totalmente extasiada por la belleza de aquel joven e intentó conquistarlo y llevarlo a su terreno. Pero no hubo forma. Hermafrodito le rehuía una y otra vez, lo que desesperaba a Salmacia.

En una de estas en que Hermafroditos creía estar solo y a salvo de la ninfa, se quitó sus ropas y se metió en el agua de la fuente para darse un baño. Salmacia aprovechó la ocasión y se abalanzó sobre el joven atrapándolo en un fuerte abrazo. Justo entonces la ninfa pidió a los dioses que nunca la separasen de Hermafrodito.

Y así fue. Ambos cuerpos quedaron fundidos y nació el primer ser hermafrodita, dueño de atributos tanto masculinos como femeninos.

Suele suponerse que Salmacia y Hermafrodito son la pareja ideal. La interpretación que se hace del mito es que de esa unión surgió una raza de hermafroditas, es decir de individuos que poseían los dos sexos pero puede hacerse otra lectura de ese mito.

La primera cuestión es que Hermafrodito era un Dios y Salmacia una ninfa y por tanto mortal. La segunda cuestión es el abrazo, es Salmacia la que parece querer fundirse con él y es él quien la rechaza, hay algo en ese amor que procede de un rechazo que por alguna razón es insoportable. La tercera cuestión es que es posible interpretar que lo que quería Salmacia era vivir en el interior de la cabeza de Hermafrodito, que él solo pensara en ella y la mejor forma de asegurarse esa fidelidad es capturar el deseo de Hemarfrodito y que ese deseo solo exista para Salmacia y que además sea eterno como eterna es la vida de un Dios.

 

En este sentido Salmacia sería algo así como una “mujer fatal” de la antigüedad, en este caso mítica, pero los textos están llenos de este tipo de mujeres que utilizan la seducción para introducirse en la cabeza de sus víctimas  y desde allí elaborar un deseo que no puede sino convertirse en destructivo, pues destructivos son los amores melancólicos basados en el canibalismo del deseo del otro. Otra heroína -en este caso bíblica, es Salomé la hija de Herodías que exige la cabeza de Juan el Bautista que previamente como Hermafrodito la había rechazado. En este caso, Herodes ofrece a su hijastra la cabeza del santo en una bandeja de plata. Es así, -metafóricamente- como Salomé consigue quedarse para siempre con la mirada de Juan, pues mirada es lo que persigue esa seducción que no va seguida de entrega sino de posesión.

En clave histórica ha habido otras mujeres fatales como Cleopatra cuyos amores con los representantes más altos de la curia romana les procuró su ruina política e incluso la vida como le sucedió a Cesar y a Marco Antonio. La misma Salomé tiene varias versiones que tratan de ocupar los huecos que no llegan a explicitarse en el relato bíblico. Baste recordar una opera de Strauss y una obra de Oscar Wilde, cada una de ellas hace un relato bien distinto del personaje. Un personaje que ha sido utilizado hasta la saciedad por el cine, las artes y la escena. Hay que recordar que esa fascinación por la fatalidad de las mujeres procede del romanticismo donde el mal, la subversión moral y la perversión fueron idealizadas por los grandes artistas decadentes de esa época donde lo raro y lo sexualmente exótico o ambigüo tomaron cartas de naturaleza en los gustos de las élites intelectuales.

El amor es un buen remedio provisional para la melancolía pero no tiene más remedio que ser melancólico y destinado por tanto a la disipación. Ahora bien el lector no debe confundir la melancolía con lo que hoy conceptualizamos como depresión. La depresión es una etiqueta médica y la melancolía es una matriz que no necesariamente va acompañada de depresión. Pues la melancolía es un hecho cultural cuya expresión cambia según la época y también temperamental -una disposición a los humores negros- más que una patología médica. Más que eso, la melancolía no tiene tratamiento, no puede curarse.

Hay -según Hipocrates- una melancolía buena y otra mala. La buena está ligada al talento, al genio, al daimon. La mala está vinculada con los vicios y la degradación moral. La melancolia precisamente por ser una matriz de despliegue de virtudes intelectuales y de todos vicios morales y antisociales puede desplegarse de una forma dual.

No puede curarse pero puede transformarse. El lector deberá esperar al siguiente post para entender las transformaciones y mudanzas que lleva a cabo la melancolía, pero es por eso que puede mudarse en otra cosa que la melancolía no suele interpretarse en clave médico-psiquiátrica pero si en clave literaria. ¿No son los amores románticos de Mme Bovary o de Anna Karenina amores melancólicos? Amores que efectivamente proceden del aburrimiento y de las posibilidades que los nuevos tiempos ofrecen a la mujer de esa época en cuanto a desarrollos de su subjetividad.

Son amores melancólicos porque el amor surge como un remedio contra el aburrimiento, de aquellos que no tienen otra cosa que hacer. L´ennui o el spleen son dos palabras que durante mucho tiempo precedieron a las clasificaciones psiquiátricas en el lenguaje de la modernidad.

Marlene Dietrich (circa 1946) Shown: wearing ruby and diamond bracelet made by Van Cleef & Arpels

¿Puede esta mujer amar a alguien?

El amor -la pasión amorosa- estabiliza puntualmente al melancólico pero el amor canibalístico se disipa y al disiparse aparece de nuevo la inestabilidad en forma de torturantes celos, de abandonos, rupturas o incluso crímenes y suicidios. No cabe ninguna duda de que los homicidios de pareja intima tienen -en su mayoría- este origen de un amor melancólico disipado, lo que es lo mismo que decir inclasificable, o sea multicausal, algo parecido sucede con los suicidios en adolescentes, una solución trágica al problema de la disipación.


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