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Estar-en-el mundo: la enfermedad mental como metáfora (XXXIII)

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Aquellos de ustedes que hayan leído los post anteriores ya sabrán a estas horas que el solipsismo es una forma de dualismo y que el dualismo preside nuestro modo de pensar de la Modernidad para acá. De forma que podemos encontrar ejemplos de este dualismo -con predominio o no del solipsismo- desde los médicos, hasta los psiquiatras-psicólogos, amas de casa, y por supuesto en los enfermos mentales que representan los extremos de esta variación si bien la dualidad lo impregna todo.

La esquizofrenia contiene una paradoja en relación con esta dualidad, por una parte tiene un polo -la esquizoide- que se caracteriza por solipsismo y autismo, es decir una retirada hacia el interior y alejamiento-desrealización del mundo y de las relaciones con otros y por otra, la omnipotencia, grandiosidad del pensamiento “esto sucede porque tengo poderes” y en un grado más común, la idea propugnada por la psicología positivista de si quieres puedes”.

Giovanni Stangullini fue el primero que declaró que la esquizofrenia representaba un dualismo radical. De él hablé en este post, leída en el libro de Marino Perez (un magnifico tratado de las raíces de la locura), más concretamente me apropio de su cita completa:

“La experiencia esquizofrénica sería una experiencia de hiperreflexividad y dualidad radical”.

Y en este libro presenta esas dos polaridades en la esquizofrenia: la esquizoide y la megalomaníaca que también podemos observar en el trastorno bipolar (sobre el que volveré en otro post). Stanguhellini las describe como o bien “un cuerpo desalmado” (cyborg) o bien como “una conciencia incorpórea”.

Es decir la experiencia esquizofrénica delata la dualidad del Yo, y por supuesto en la identidad.

Marino Perez por su parte establece una separación entre locura y esquizofrenia. La esquizofrenia es una etiqueta diagnóstica mientras que la locura es un fenómeno universal, un “universal antropológico”. La esquizofrenia es la forma que toma la locura a partir de la modernidad (desde 1700 para acá). La esquizofrenia es una forma de estar loco y emerge de la locura pero conviene no confundirlas, pues la locura está mayormente representada en las sociedades orales, mientras que la esquizofrenia precisa de un hombre dividido (la duplicidad empírico-trascendental de la que habla Louis Sass) y es más frecuente en las sociedades alfabetizadas.

Cuando Emil Kraepelin visitó la isla de Java tratando de averiguar si en aquellas sociedades primitivas podían contemplarse los mismos cuadros psiquiátricos que él había descrito en Alemania, cayó en la cuenta -en realidad buscaba formas hebefrénicas y paranoides- de que los locos de aquellos lares nada tenían que ver con los locos europeos. Allí se producían también formas de locura, presididas por el arrebato, por ejemplo después de haber sufrido una traición, desplante o injusticia relacionada con la comunidad, entonces el individuo pasaba un periodo de apatía, y salía del mismo con un profundo arrebato de rabia que le llevaba a asesinar a todos aquellos que encontraba en el camino, se trata de la escenificación de una afrenta.  Se trata del conocido amok, que nada tiene que ver con nuestro concepto de esquizofrenia (ni de cualquiera de las otras psicosis) Dicho de otra manera: la locura salvaje (incivilizada) carece de delirios o de las experiencias esquizofrénicas habituales, sino que se manifiesta a través de actos antisociales o transgresiones sociales que alcanzan el asesinato fuertemente sancionado por las culturas de origen. “Volverse loco” es en este sentido una escenificación y esa misma escenificación desencadena los procesos precisos anormales de la locura. De manera que “volverse loco” no es debido a una causa especifica yoica (variable independiente) como de variables dependientes. (Marino Perez, 2012. Y la variable dependiente es la cultura sobre todo el peso que tiene la comunidad y sus prescripciones sobre el individuo.

Otras formas de locura las representan las formas trágica y la forma religiosa, que tienen algo en común: hay siempre un Dios o deidad que impulsa al héroe hacia su destino o bien hay una conversión también arrebatada, que es similar a las experiencias-inspiraciones delirantes que alguna vez hemos visto en pacientes actuales. Se trata de formas mas sofisticadas que el amok, y dependiendo dela cultura (clásica o cristiana) van a manifestarse de forma bien distinta: la huida del mundo y los anacoretas son propios del mundo cristiano, pero deambular por el monte lejos de la tribu o mantenerse confinado para estar solo es una forma de anormalidad propia también de culturas orales.

 

George Devereux fue un psiquiatra que escribió un texto seminal a partir de sus estudios étnicos y fundó una nueva disciplina que llamó “etnopsiquiatría”.

La idea fundamental de Devereux ya había sido intuida por Shakespeare: “la locura tiene método”, es decir uno no tiene más remedio que o bien inventarse una nueva forma de locura o anormalidad que logre eludir todas las clasificaciones psqiuátricas, policiales o jurídicas o bien conformarse con ser un especímen clasificado por alguna de ellas. Se trata de una idea muy potente de Devereux.

Vivir en sociedad sea cual sea la cultura que la soporte está llena de contrariedades y eventualidades, pero la misma cultura -en situaciones de estrés- proporciona las indicaciones para la conducta incorrecta. Es decir nos ofrece los modelos para estar mal cuando los necesitamos y enloquecer es una forma de estar mal.

La anormalidad más que carecer de normas es una normalidad alternativa que contraviene la normatividad vigente pero no por ello carece de norma, de método.

En este sentido cobra valor la idea de que la “enfermedad mental” no es una enfermedad como el resto de enfermedades sino una metáfora.

¿Qué significa que es una metáfora?

Significa que si aparece es porque está ocupando el lugar de otra cosa, pues eso es la metáfora: un desplazamiento.

Lo que se desplazaría en esta concepción de la enfermedad mental sería un estado mental cualquiera, algo que nos caracteriza a todos los humanos. Así el aburrimiento, el miedo, la cólera, la pereza, la indolencia, la melancolía, la nostalgia, el optimismo. la apatía, la codicia, el sentimiento de exclusión o inadecuación, la exaltación, el entusiasmo son estados mentales que todos hemos sentido o hemos podido sentir, es como una paleta de posibilidades que tomamos en nuestra vida en función de las circunstancias y de nuestra configuración genética. Depende de lo que predomine durante un cierto periodo de tiempo, este estado pasará a formar parte de la figura predominante en nuestra mente, el resto pasará a ser el fondo y no saldrá en el cuadro.

Lo que sale en el cuadro son las consecuencias de esa disidencia, que es siempre una disidencia contra el mundo. Y hay tres posibilidades en la perspectiva de ese cuadro: la clínica, la judicial o una anormalidad nueva que cada uno ha de inventar según sus gustos.

Es por eso que todos podemos estar locos y lo estamos alguna vez, al menos parcialmente si bien no cabemos en ninguna clasificación psiquiátrica ni jurídica.

Lo que importa no es estar loco sino nuestro modo de ser-en-el-mundo que no necesariamente coincide con la hipóstasis, es decir a cómo somos en realidad.

En este sentido es cierto que no estamos o somos locos sino que “nos volvemos locos”.

Bibliografia.-

Marino Perez Alvarez: “Las raíces de la psicopatología moderna: la melancolía y la esquizofrenia”. Pirámide. Edición 2012.

Giovanni Stanghellini: “Disembodied spirits and deanimated bodyes”. Oxford University Press. 2004.


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