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El contagio según Durkheim (II)

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Emile Durkheim fue un sociólogo francés que se conoce por sus estudios sobre el suicidio, un enfoque bien distinto al que empleamos otros profesionales que consideramos al suicidio casi siempre como el resultado letal de una patología mental subyacente diagnosticada en vida del paciente o que -en cualquier caso- pasó inadvertida.

En realidad Durkheim junto a Marx y a Weber son los inventores de la sociología, al someterla al juicio científico y extraer de su investigación las diferencias entre su nueva disciplina y la psicología, que es al menos en occidente el que lleva el mayor terreno conquistado sobre la sociología. Sabemos más de las causas psicológicas de cualquier cosa que de sus equivalentes sociológicos y tendemos a interpretar en clave psicológica o psiquiátrica cualquier -no ya patología- sino malestar en la convicción de que estos malestares a veces mal definidos son fenómenos psicológicos individuales. Algo que en cualquier caso no supone negar que existan conflictos psíquicos bien distintos a los que por la naturaleza de las cosas nos precipiten a pensar las conductas concretas. Por ejemplo, una muchacha puede intentar suicidarse sin intención de morirse.

Esta es una diferencia bien visible entre los sexos: los parasuicidios son más frecuentes en chicas mientras que el suicidio consumado y letal es más frecuente en chicos.

Solemos pensar que en el suicida habría una patología que le induciría a ello a pesar de que hoy sabemos que no todos los suicidios son epifenómenos psicopatológicos y lo sabemos gracias a Durkheim que investigó sobre sus distintas causas, clasificándolos de egoístas, altruistas, anómicos y fatalistas. También sabemos que los suicidios se contagian, algo que ha venido en llamarse efecto Wherter. Pero lo importante es comprender que el suicidio no es una enfermedad individual sino social.

Así dice Durkheim:

Se considera la imitación como el último factor psicológico a tratar antes de poder pasar a hablar sobre las causas sociales del suicidio.

El fenómeno de la imitación se puede dar entre dos personas sin que a estas les una ningún vínculo social, o relación de cualquier tipo, es un fenómeno puramente psicológico e individual, y si llegamos a establecer que contribuye a determinar la cifra de suicidios, resultará que esta cifra depende directamente, total o parcialmente, de causas individuales.

En primer lugar hemos de definir la palabra Imitación que se usa normalmente para designar los tres conceptos siguientes:

Ocurre en el seno de un mismo grupo social, cuyos elementos todos están sometidos a la acción de una misma causa o causas semejantes, en virtud de la que todo el mundo piensa o siente al unísono; en este caso la palabra designa la propiedad que tienen los estados de conciencia, simultáneamente experimentados por un cierto número de sujetos diferentes, y obrar los unos sobre los otros y combinarse, de modo que crean un estado nuevo.

Necesidad que nos impulsa a ponernos en convivencia con la sociedad de la que formamos parte y de este modo a adoptar las maneras de pensar o de hacer que son generales en los que nos rodean. Son un ejemplo muy claro de este caso las modas y las costumbres.

Finalmente puede ocurrir que reproduzcamos un acto que pasa delante de nosotros o que conocemos, únicamente porque ha pasado delante de nosotros o porque hemos oído hablar de él, se copia por el simple hecho de copiarla. Así bailamos, reímos o lloramos cuando otra persona lo hace, es la imitación por sí misma.

Estas tres clases de imitación son completamente diferentes las unas de las otras.

La primera no puede ser considerada como un hecho de reproducción, ya que esta no se produce sino que surge de una síntesis de estados diferentes.

Solo podemos considerar la imitación propiamente dicha cuando un acto tiene como antecedente inmediato la representación de otro acto semejante, anteriormente realizado por otro, sin que entre esta representación y en la ejecución se intercale ninguna operación intelectual, explícita o implícita, que se relacione con los caracteres intrínsecos de los actos reproducidos, esta es la definición que se debe emplear cuando se trata a la imitación como influencia en el suicidio.

Durkheim opina que no hay duda de que el suicidio se comunica por contagio, y relata numerosos casos en los que en lugares donde una persona se ha suicidado después otras de su alrededor lo han hecho también, pero es frecuente atribuir a la imitación cierto número de hechos que pueden tener otro origen, esta es la causa de los que se han tomado a veces pos suicidios obsesionales.

Estos suicidios en masa no parece que tengan por origen una o dos causas individuales, si no que más bien parecen resultar una resolución colectiva, más que una simple propagación contagiosa. La idea no nace de un sujeto en particular para extenderse a los otros sino, que es elaborada por el contingente del grupo que, colocado por entero en una situación desesperada, se sacrifica colectivamente a la muerte.

Generalmente para poder imputar la imitación no basta con comprobar que los hechos se produjeron en el mismo momento y en igual lugar bastante número de suicidios, que pueden ser debidos a un estado general del medio, y por lo tanto ser el resultado de una disposición colectiva del grupo, que se traduce bajo un suicidio múltiple. , por lo tanto hemos de distinguir también entre contagio y epidemia, esta es un hecho social producido por causas sociales; El contagio consiste en un encadenamiento más o menos repetido de unos hechos individuales.

Si la imitación es una fuente de fenómenos sociales se debe testimoniar su efecto sobre el suicidio, especialmente, puesto que no existe ningún hecho sobre el que tenga mayor imperio.

Si esta influencia existe debe de sentirse sobre todo en la distribución geográfica de los suicidios, hay pues que consultar el mapa, pero esto ha de hacerse a través de una metodología.

Para poder afirmar que una tendencia se extiende por imitación es preciso que se le vea salir de los ambientes donde ha nacido y extenderse en actos que por si solos no tengan capacidad para producirla.

Ante todo no puede haber imitación si no existe un modelo al que imitar, y no hay contagio si no existe un foco donde el fenómeno tenga su máxima intensidad.

De manera que puede existir contagio si las personas se conocen, tanto si se conocen en persona como si lo hacen a través de redes sociales como parece que sucedió en Bridgen. Obviamente las redes sociales son un multiplicador (viralizador) de contagios, una especie de amplificador que algunos expertos -como Baumeister- han señalado como la principal causa de contagio entre sus usuarios. Pero lo importante es señalar que el fenómeno que describió Durkheim fue anterior al uso de las redes sociales, de manera que la causa del contagio no está en las redes sino quizá la velocidad de su propagación. Lo que Durkheim sugirió es que no hace falta ni siquiera conocerse entre sí para que una determinada conducta se contagie.

La variable critica es la socialización.

Y los chicos y las chicas tienen distintas formas de socializar.

Lo cierto es que el contagio es más potente en ciertos sexos (el femenino) y en ciertas edades (la adolescencia) y los psicólogos que estudian la influencia de pares se preguntan porque la histeria por ejemplo se contagie y se propague tan fácilmente entre las muchachas. Amanda Rose ha estudiado este fenómeno y explica: «A diferencia de los chicos cuando escuchamos a las chicas hablar entre sí es mucho más probable que respondan con declaraciones de validación y apoyo más que con cuestionamientos». Las chicas socializan hablando, hablan de sus cosas, construyen relatos pormenorizados de su vida interior, pero no solo eso sino que encuentran en sus oyentes justificaciones para seguir sintiendo lo que sienten. Por esta razón las adolescentes son más propensas a asumir la depresión por la que está atravesando una amiga y a deprimirse ellas mismas.

A Amanda Rose le debemos el concepto de co-rumia que ha detectado en las relaciones entre pares femeninos. Se trata de la discusión excesiva de una dificultad, una especie de sobrecalentamiento argumental de un problema, lo que hace que las relaciones entre chicas sean más fuertes y sobre todo más peligrosas a la hora de asumir las dificultades de la otra.

Otro fenómeno descrito por la Dra Rose es la persecución excesiva de consuelo y la búsqueda de retroalimentación negativa en la que alguien mantiene una sensación de control al procurar confirmar con los demás su baja autoestima. Hay que recordar ahora que la mayor parte de las personas necesitan mantener el control sobre sí mismas y la conducta ajena y que siempre será preferible sentirse culpable o con una autoestima baja si no se pierde el control.

La adolescencia es un tiempo en el que suceden fenómenos psicológicos de enorme trascendencia, para empezar se supone que los adolescentes han de saber conducirse por si mismos, tomar sus propias decisiones al tiempo que se esfuerzan en su entorno académico por mantener sus rendimientos anteriores a la explosión hormonal de la adolescencia. Hay que advertir además que la primera regla hoy en España es a los 12 años de media, pero las tetas comienzan a crecer hacia los 10, significa que la pubertad -gracias a la buena alimentación- se ha adelantado dos años si empezamos a comparar a las niñas con la generación de sus madres, y que cuando una niña comienza la enseñanza secundaria (ESO) a los 12-13 años deja de estar integrada en un entorno protector, infantil y maternal para pasar al mundo de los adultos -el instituto- donde va a compartir tareas y juegos (y sobre todo patio) con otros niños y niñas de edades superiores a la suya. Y que va a comenzar a sentir las miradas de los chicos y sus peticiones y demandas al mismo tiempo que probará por primera vez el acero de la rivalidad de sus iguales. Y toda esta novedad acaece en un momento en que ha de comenzar a separarse de sus padres, a pensar de forma diferente y a hacerlo notar. Una forma extrema de separase de la madre es por ejemplo, no querer ser en absoluto una mujer aunque las formas más leves suponen un agrandamiento de la brecha generacional: de repente los padres ya no sirven para el apoyo. el grupo de amigas es el que dicta las normas y el que sugiere cambios y exigencias si uno no quiere convertirse en un bicho raro o ser excluida del grupo, lo peor que le puede pasar a un adolescente.

De manera que el pase por la adolescencia supone un periodo de extrema vulnerabilidad y sugestionabilidad. Un adolescente es una persona capaz de sugestionarse con cualquier cosa que se le sugiera y llegar a creérsela si procede de la persona o personas más significativas en ese momento vital.

Ciertas patologías sociales reclutan entre sus víctimas a las mujeres, es el caso de la histeria y la anorexia mental. Cada una de ellas tiene sus propios problemas inespecificos y se adhiere a una patología social que las legitima para ser consideradas enfermas sin que nadie caiga en la cuenta, de que no existe ni la histeria ni la anorexia sino que ciertas personas reproducen los síntomas legitimados socialmente sencillamente porque están disponibles en ese disco duro que llamamos sociedad o cultura.

Naturalmente este tipo de diagnósticos se muestran refractarios al tratamiento médico, pues abandonar la conducta dejaría al individuo inerme frente a sus conflictos y sin legitimidad social para ser atendidos.

En el próximo post abordaré las diferencias en la socialización entre chicos y chicas y veremos porque los chicos son más vulnerables a otros contagios.


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