Los lectores de este blog saben que una de las áreas de mi interés han sido siempre los trastornos alimentarios (anorexia y bulimia) y quizá ya conocen las entradas que se encuentran a disposición del publico en este blog sobre multiples aspectos de esta enfermedad.
La primera anorexia que vi en mi vida profesional fue en el año 1977, se trataba de una muchacha de 18 años que ingresó voluntariamente en mi Hospital donde llegó después de un largo proceso de discusiones con una madre malhumorada que no conseguía entender a su hija y que daba la impresión de rechazarla abiertamente. Del padre nunca supe nada, aunque lo cierto es que su entorno y su formación no ofrecían ningún apoyo a su propósito de ser modelo, que era la razón por la que -según ella- había adelgazado de forma imprudente. Lo que interesa resaltar es que en aquel entonces las chicas adelgazaban porque querían ser como esas modelos superdelgadas que aparecían en TV, después esa tendencia desapareció.
Más tarde la cosa cambió y comenzamos a ver casos de chicas más jóvenes y no tan fascinadas por la moda, aquellas chicas se ponían a dieta a partir de una adversidad corriente (o al menos así nos parecía), bastaba que a una muchacha le dijeran «gorda» para que iniciara una dieta, otras veces parecía guardar relación con el divorcio de los padres, otras por la traición de una amiga, a veces era un cambio de colegio era el antecedente más común y casi siempre el sentimiento de exclusión del grupo por una razón u otra. Cada una de estas «anoréxicas» debutaba en plena adolescencia (de 15-18 años) y a partir de pequeños estresores relacionados con la socialización entre pares.
Con el tiempo la edad se hizo más precoz, las niñas de 13-14 años muchas de ellas aun no habían tenido la primera regla, pasaron a engordar nuestra casuística de tal modo que en mi Hospital pusimos a punto allá por 1996, un dispositivo para la atención de estos trastornos alimentarios que amenazaban por convertirse en una epidemia. Y así fue, desde entonces la prevalencia de esta enfermedad que era rara cuando comencé a formarme en psiquiatría se había convertido en una demanda importante de nuestro servicio de salud mental.
Una de las cosas que aprendí es que existían tres tipos de anoréxicas, unas eran predominantemente perfeccionistas y obsesivas, sacaban buenas notas y rondaban la excelencia, otras eran caóticas y más bien histeroides, con familias desorganizadas y mal rendimiento escolar. Por ultimo un tercer grupo eran melancólicas y refractarias a todo tratamiento, parecían mas bien «profesionales» de las dietas y se manejaban muy bien con los psiquiatras a los que tendían todo tipo de trampas que ocultaban su deseo de permanecer delgadas a toda costa. Se situaban más allá del principio del placer.
Una de las ideas que nos rondaban en la cabeza y que explicara aquella explosión de casos era la razón psicosocial. Efectivamente, ningún gen puede provocar tantos casos como se estaban viendo en la década de los 90 y todas las teorías explicativas de carácter psicológico naufragaban a la hora de explicar cómo era posible que tantas muchachas en la adolescencia se hubieran puesto de acuerdo para presentar la sintomatologia de una enfermedad que había sido descrita en el siglo XIX pero que era tan poco frecuente una década antes.
Gull y Lasègue en 1876 casi simultáneamente publican dos casos de anorexia mental restrictiva y la asimilan a las formas histéricas ya descritas desde la antigüedad y bien conocidas y proponen una causalidad psicógena, un paradigma que ha llegado hasta nuestros días. Cuando leí el articulo original de Lasègue me llamó la atención que considerara la anorexia mental como una forma de histeria. ¿Qué significa que la anorexia se haga equivaler a la histeria?
Hay algo que efectivamente las une y es que se trata de una patología contagiosa. Una idea que no ha hecho mucha gracia a la psiquiatría académica que ha puesto siempre el énfasis en lo biológico , lo genético y en los cambios que el cerebro lleva a cabo cuando se sigue una dieta lo suficientemente estricta durante mucho tiempo. Siendo cierto esto último, me refiero a que la detención de las reglas supone una detención o bloqueo de la pubertad y que estos disturbios metabólico causan estragos en el cuerpo adolescente, lo cierto es que sabemos desde hace mucho tiempo que las dietas hipocalóricas favorecen la obsesividad. Dicho de otra manera: seguir una dieta insuficiente durante mucho tiempo hace que la muchacha tienda a obsesivizar su pensamiento y por supuesto a fijar su deseo de seguir adelgazando. Es como si la dieta operara como una adicción.
Pero esto no explica ni la causa de la anorexia (por qué iniciar una dieta) ni explica tampoco como se contagia tal patología.
¿Cómo se contagian algunas enfermedades mentales?
La histeria es el paradigma de la enfermedad mental contagiosa, no es de extrañar que Lasègue hablara de una histeria gástrica.
- Es una enfermedad de mujeres, en una proporción de 10/1.
- Es una enfermedad que parece «contagiarse», en la actualidad estamos asistiendo a una verdadera epidemia de casos sobre todo en la población en riesgo: los adolescentes.
- Es una enfermedad que parece reclutar a un tipo de pacientes muy similar a las epidemias de histeria del siglo XIX, sin ser un trastorno histérico clásico. La anorexia no deja de ser una estrategia de coacción y de obtención de poder sobre el médico y sobre la familia.
- Es una enfermedad ligada a determinadas creencias o entornos sociales como por ejemplo la demonización de la obesidad, el mundo de la imagen, el culto al cuerpo, la abundancia económica y bienes alimentarios y la hegemonia del individualismo, de la competencia y de los rendimientos. Curiosamente la anorexia mental es prevalente en aquellos lugares donde la obesidad es tambien prevalente.
Dicho de otra manera la anorexia afecta a muchachas de la misma edad y del mismo entorno social. No afecta a los padres (no conozco ningún padre anoréxico pero sí a alguna madre preocupada por su peso), ni afecta a las muchachas árabes criadas en países islámicos, ni afecta a a países donde la pobreza y el hambre son crónicos. Ni parece que afecta en la misma proporción a los chicos.
En este sentido se trata de un contagio un poco raro si lo comparamos con las vías de contagio de las enfermedades infecciosas que no respetan a nadie cuando se trata de dispersar un virus a través del aire (como en la pandemia actual) o por el agua como el cólera. Por ultimo tendremos que explicar por qué se contagia solo entre mujeres. Lo cierto es que no tenemos otra palabra para explicar este tipo de «contagios» salvo hablar de transmisión horizontal, o sea entre pares.
Pares significa iguales, es decir amigos, conocidos o compañeros, en la misma edad o similar, del mismo grupo social (no me refiero a clase social sino a grupo cultural) y donde la relación entre ellas no implican relaciones autoridad basada en la edad o en el magisterio.
Por otra parte es muy posible que el culto a la delgadez como paradigma social pueda aprovechar determinadas vulnerabilidades en las adolescentes que no hubieran emergido de no darse determinadas circunstancias sociales y determinados cambios en los valores, costumbres y modos de relación. Pero tampoco explica el contagio ni porqué las que inician sus dietas hipocalóricas no pueden detener esa pulsión que entienden que es maligna para su salud, pues el juicio de las muchachas no se ve afectado en su prueba de la realidad.
Para entender ciertos conceptos sobre la contagiosidad de en este caso síntoma de histeria de conversión es aconsejable que el lector se familiarice con el concepto de enfermedad psicogénica masiva de la que escribir aquí una primera parte y aquí una segunda.
Recojo a continuación un párrafo del post citado en último lugar:
¿Cómo se contagian los síntomas conversivos?.-
Todo el mundo está de acuerdo en que el contagio está relacionado con la imitación. Todo el mundo sabe qué es la imitación, basta recordar como repetimos frases enteras, sentencias, gestos, incluso profesiones de nuestras figuras de referencia, sean padres, familiares o amigos, figuras en cualquier caso de referencia. Imitar es la base del aprendizaje y es una tarea que aprendemos ya en nuestra primera infancia: somos grandes imitadores y si tienes algún niño en su entorno basta observar como aprenden imitando.
En realidad el tema del contagio es bien conocido por los psiquiatras y sociólogos clásicos, así se conocen casos de contagio de delirios (delire a deux), hoy trastorno psicótico compartido, suicidio (efecto Wherter), crímenes de género (efecto copycat), epidemias de histeria de conversión (síntomas psicomotores) como la epidemia de risa descrita en Tanganika, los danzantes en la edad media o el caso descrito más arriba de espasmos faciales de Le Roy, la anorexia y la bulimia, la epidemia de traumatizados sexuales y falsos recuerdos y sobre todo las ultima epidemia de la que tenemos noticia: la disforia de género.
En el próximo post abordaré las razones por las que cada una de estas patologías son más frecuentes en mujeres (histeria y trastornos alimentarios) mientras otras son más frecuentes en hombres (suicidio y me propongo desvelar los mecanismos de la contagiosidad de estas patologías.