Recientemente presenté en Castellón mi ultimo libro que trata precisamente de códigos, es decir de ese tipo de patrones que se hallan en el psiquismo de todos nosotros y que -paradójicamente- tienen resultados bien distintos para cada uno de nosotros. Usualmente no comento nunca mis libros pues pertenezco a una generación de personas que odian la publicidad y que prefieren vivir en un quasi anonimato y no andar «haciendo bolos» por provincias y medios de comunicación. Podríamos decir que soy un tipo que detesta la autopromoción.
¿Y entonces por qué escribo? Esa seria una pregunta inteligente de aquel que trata de encontrar contradicciones en el párrafo anterior. Cuando me lo han preguntado he percibido que casi nadie me cree. «Yo escribo para saber lo que sé». No escribo por el prurito de mostrar lo que sé ni mucho menos para convencer a nadie. Uno no puede saber lo que sabe si no lo escribe y si no vuelve sobre ello pues:
«Para leer algo propio primero hay que escribirlo y para escribirlo hace falta pensarlo o hacerlo pero al leerlo volvemos a repensarlo y a reescribirlo. Y le llamamos memoria».
Hasta tal punto que muchas veces me sorprende que alguno de mis textos sean míos y tengo como una sensación de extrañeza, de «jamais vu». Algo que también me sucede cuando algún lector halaga mi Ego diciendo lo útil que le ha sido para su vida personal la lectura de tal o cual texto. Pues de eso trata el saber: que sea útil para alguien aunque no sepamos nunca porque se reveló útil.
De manera que la razón por la que escribo es para recordar, reeditar y modificar lo que he escrito, debe ser por eso que prefiero el blog al libro que no admite modificaciones. De todas maneras los libros no los lee nadie si no van acompañados de un lobbie que los ampare. Y evidentemente yo no pertenezco a ninguno.
Este libro es un libro escrito por un psiquiatra pero no es un libro académico ni con intención psiquiátrica, escrito para mis colegas, declaro que es una teoría sobre la normalidad, tampoco es un libro escrito para los forofos del eneagrama que tienen su propio lobbie y ya saben ustedes que para entrar en un lobbie hay que hacer como oposiciones y yo ya he hecho demasiadas. Aunque lo cierto es que el eneagrama no me interesa en sí mismo sino solo como ejemplo frustrado de caracterología que por tanto carece de rigor metodológico como cualquier clasificación.
Y de eso va mi libro, de una deconstrucción de la caracterología y de tratar de encontrar esos patrones -que existen realmente- y que definen ciertas personalidades, ¿qué es lo que hace que ciertos rasgos se presenten juntos?¿Por qué ciertos síntomas co-ocurren con más frecuencia de lo que sería estimable invocando solo el azar?¿Por qué personas con una personalidad parecida son tan diferentes?
Para ello hago un recorrido por distintas series de sapiencia ancestral: el toroide de 9 puntas , los arcanos del Tarot, la medicina tradicional china, los signos del Zodiaco, los pecados capitales, etc, siempre en busca de ese algo que haga de vinculo entre aquellos conocimientos y los nuestros. Y creo que he hallado una respuesta al menos provisional: la complejidad es enemiga de las clasificaciones y mucho más de la taxonomía, es por eso que he encontrado en ciertas conceptualizaciones una salida a este galimatías: el zombie de Eagleman, la teoría de grafos, los fractales. las redes neurales o las propuestas de Luis P. Villareal sobre los virus me han servido para entender el eterno movimiento de los biotipos que más que tipos son topos, es decir lugares de observación.
Este no es un libro de autoayuda, sino de divulgación: una propuesta de divulgación por supuesto inacabada que no será comprendida por aquel que parte de cero en su comprensión de lo humano o bien ya ha formado una idea cerrada sobre la constitución del psiquismo, no es texto para mentes reduccionistas ni tampoco para mentes teistas o newage. Se trata de un texto sincrético. Un texto de divulgación que será útil para aquellos que ya vengan leídos desde casa.
Un texto que podrá ser entendido mejor por un músico que por un médico, pues la música contiene no pocas fractalidades y condensaciones en tres niveles (melodía, armonía y ritmo). Algo así sucede en el cerebro, tenemos un marcapasos (cerebro profundo o reptiliano), un cerebro emocional o límbico que etiqueta con metadatos y colorea la pulsión y una melodía que construye nuestro cerebro racional (la corteza cerebral) que es la que inventa relatos más o menos congruentes con la información anterior. Algo muy parecido a los arcanos del Tarot que recorren los eneatipos de 3 en 3.
De manera que le pedí a un musico profesional que hiciera una reseña sobre mi libro y Rafael Fernandez, pianista accedió a tal cosa, pues no solo es un músico (pianista) brillante y excelente sino que además conoce perfectamente el tema del eneagrama. Esta es su reseña:
En el transcurso de la lectura del libro de Francisco Traver, “El Eneagrama”, quizás por mi formación profesional, sus explicaciones logran conectarme más con la música que con los conocimientos que transmitió en su momento Gurdieff, y que posteriormente Claudio Naranjo y Óscar Ichazo adaptaron y aplicaron a eso que en mayor o menor medida conocemos como define la Wikipedia, “un sistema de clasificación de la personalidad”.
Leer a Paco me supone siempre poder conocer no sólo las propias implicaciones del tema que trata. A mi modo de ver, una de sus más destacadas virtudes es su capacidad para establecer conexiones, en ocasiones, insospechadas, sorprendentes, que favorecen poder ver, contemplar, desde diferentes puntos de vista lo que muchas veces se nos presenta impenetrable. El suyo es un conocimiento rizomático.
La experiencia que tengo del Eneagrama es puntual, reducido a participar en cursos introductorios de lo que sería después el denominado SAT. Allí vi lo que son las nueve tipologías. Me ofreció un saber, más bien una experiencia, que me dejó claro que algo de lo que este planteamiento supone, tiene veracidad, pero que incurre en momentos dados en ese exceso de “etiquetaje” en el que incurren algunas clasificaciones psicopatológicas, que adjudican un número al “dorsal” que se supone todos llevamos o nos quieren imponer. Eres este o ese número y todo lo que sea no correspondiente a su taxonomía es un sacar los pies fuera del tiesto, …y fuera del texto.
No obstante, son recurrentes las manifestaciones de aquellos que han repetido talleres de parecida índole, cambiando de número, y alegres de dar con ese ropaje que va mejor con lo que ellos sospechaban o los demás atribuyen.
Por el contrario, la propuesta de Traver es una propuesta que propone algo muy sencillo, que estaba ahí, pero a mi parecer, si no estoy errado en mi lectura, pocos han explicitado hasta ahora. A saber: el código.
Explicita Traver, que “el eneagrama …se utiliza como una herramienta de la caracterología a pesar de que no sirve para el diagnóstico sino en clave de “código abierto” para la transformación individual y el auto-análisis.
Para establecer un código que subsuma a su vez al código del eneagrama, Traver propone ámbitos como la Medicina Tradicional China, el Tarot, o algunos campos de la matemática que den “fluidez”, convirtiendo los eneatipos en “eneatopos”, lugares, de la misma manera que las notas del sistema tonal son en verdad escalas, en la cual en cada nota vibran los armónicos de todo el sistema tonal.
El esquema de relaciones que se muestra entre los nueve tipos del eneagrama es un círculo. Y el esquema que muestra las relaciones de la música tonal, también: el círculo de quintas. Por eso indicaba más arriba la mención a la música.
Sin entrar en profundidad, las notas representan los nombres que se dan a las escalas en ese sistema de configuración musical denominado sistema tonal. Sin embargo, al igual que los eneatipos, como describe Traver, estas escalas también se comportan como “zombies” (“Incógnito”, Eagleman). Esto es, independientemente de la época, del autor y de la obra, cualquier escala mantiene una estructura inamovible; y menos mal: una estructura cristalizada, ya conformada, facilita ahorro de tiempo y comunicabilidad. Esto es, tener un código ya conformado limita y restringe expresiones nuevas, a cambio de facilitar la comunicación con los demás.
Sin embargo, las escalas tonales no son música.
Entonces, ¿qué podemos considerar como música?
Evidentemente, las relaciones entre las escalas, las sinergias podríamos decir, serían los ropajes que el compositor establece entre las escalas. De la misma manera que un eneatipo cualquiera recorre el círculo del Eneagrama para la transformación y el cambio, las obras musicales son un recorrido entre escalas-zombies. Recorrido que tiene la virtud de dar la impresión, aunque sea fugaz, de ser un ente vivo que nos interpela.
Conocer el código es tener la llave de ese cambio.
Y conocer y manejar el código es tener la opción de la creación, aquí en el ejemplo ofrecido, la obra musical, y en el ámbito del libro de Traver, la creación personal.
Ahora bien, en algo no concuerdo del todo con Paco. Para dar marchamo de verosimilitud, es importante la aportación del eneagrama y conocer el código que lo constituye, pero más importante es quién lo plantea. Por su desarrollo profesional y sus lecturas, un conocedor en profundidad de la naturaleza humana.
Esto es: Francisco Traver.
Mi libro en la casa del libro, tambien en Amazon y en la editorial sar Alejandria