Para simular algo es necesario un original, una realidad que simular.
He escrito mucho sobre este concepto acuñado por Jean Baudrillard, tanto que incluso inicié un blog con esa temática, un blog que titulé «La nodriza de las hadas y el Rey Carmesí». En la definición original de Baudrillard la hiperrealidad es la realidad que percibimos a través de intermediarios, es decir no se trata de la realidad que percibimos de forma directa, no se trata de una realidad fenoménica sino de un más allá. Mas concretamente Baudrillard cree que:
No se trata de una experiencia perceptiva directa sino mediada por alguien, usualmente los medios de comunicación, las drogas o el arte. En este sentido postmoderno ya no hay simuladores porque ya no hay realidad sino un constructo pactado y decodificado por los operadores mediáticos. Significa que la realidad-real ha sido penetrada por la función simbólica, diluyendo la realidad fenoménica y convirtiéndola en un remedio de nuestra imaginación, una imaginación que ha sido hurtada a la mente individual y depositada en casa de aquellos que trafican con la realidad, por eso Baudrillard dice que la guerra del golfo nunca existió. No existió en el sentido de que la vimos por televisión lo que de alguna manera convierte la guerra en una hiperrealidad.
Nada de lo que nos cuentan en los informativos televisivos existe en realidad puesto que ya viene filtrado, escindido, triturado por los medios de comunicación.
Baudrillard no distingue entre el fingimiento y la simulación o entre lo genuino y lo falsificado, se pronuncia directamente sobre los subtipos de la simulación omnipresente en este gran teatro del mundo, habla de simulacros de 1, 2 y 3º orden. Por ejemplo si un niño finge un dolor de vientre para no ir a la escuela eso es una mentira simple, una simulación de primer orden, fácil de detectar y corregir y que no compromete en ningún caso el sentido de realidad. No poder mover un brazo es una simulación de segundo orden, ya no es una simple mentirijilla, ahí hay algo más que remeda a una enfermedad real y que precisa una negociación, una decodificación. Si uno se cree iluminado por Dios eso es una simulación de 3er orden, y le llamamos delirio.
Baudrillard cree que los medios de comunicación -sobre todo ellos pero también Internet y las redes sociales-, antes que ellos el cine y la televisión, han generado cambios en la percepción acerca de la realidad, a este tipo de percepción se le ha llamado «hiperrealidad» y consiste en el desdibujamiento entre las diferencias entre la realidad fenoménica y su representación mental. Dicho de otro modo, el hombre moderno se caracterizaría por poseer un defecto en la simbolización que le llevaría al «acting» (acción) “silencio se rueda” por una parte y a ser invadido por la realidad puesto que su capacidad para establecer limites entre lo real y lo imaginario han sido truncados por la repetición y exposición continua al bombardeo de los medios.
Dice Sonia Abadi en relación con las patologías de la postmodernidadi:
Bajo el apremio de la hiperrealidad, las patologías parecen constituirse a contramano de las neurosis; en todo caso, en una contracorriente que enfrenta o refuerza a la de la formación de síntomas. La imagen, como nueva versión de la subjetividad, origina trastornos en la mentalización del cuerpo de tal modo que podriamos hablar de trastornos psiquiátricos antes y después de la exposición del cuerpo en las redes, verbigracia la disconformidad con el cuerpo o las autolesiones (la no cursiva es mía), así como diferentes modalidades de patología somática. En la frontera psique/soma, el cuerpo se adueña de lo psíquico y lo distorsiona. La imagen corporal, en una suerte de hipocondría crónica, invade y parasita la psique. El sentido de la conversión se ha invertido. El cuerpo vacío y mudo, incapaz de hacer oír su necesidad o su sufrimiento y de hacerse eco de los deseos reprimidos, sólo logra su reinvestidura a través de la imagen. Ante las vivencias de desintegración, el hecho de ocuparse compulsivamente de lo estético opera a la manera de una restitución, en el mismo sentido en que lo es el delirio.
¿Cómo ha cambiado la clínica en un mundo presidido por la supremacía de las imágenes, en un mundo simulado?
La hiperrealidad forma parte de otros fenómenos «hiper», como la hipermoralización, la hipercresía, la hiperreflexividad, la hiperempatía que han transformado nuestro universo subjetivo y perceptivo hacia lugares cercanos a la psicopatología cuando no a fenómenos de masas emparentados: teñirse el pelo de azul, los «piercing», los tatuajes, son estrategias miniaturizadas del feismo que tratan de escapar de la fealdad como si esa fealdad fuera tolerable porque ha sido elegida, a eso le llamamos hipercresía. El fenómeno opuesto a la hipocresía que consiste, como todo el mundo sabe, en presentarse socialmente como alguien mejor de los que se es, por adhesión a algo que es valorado socialmente. La hipocresía es un simulacro moral mientras que la hipercresia deja de ser simulacro en tanto que no hay moral que imitar. Hoy lo que está valorado socialmente es la estridencia reinvindicativa de un cuerpo sin limites donde puede inscribirse cualquier cosa en él, a falta de la mediación simbólica.
Dicho de otra forma nos hemos quedado sin mediadores simbólicos. Esto es lo que llaman el progreso.
¿Podemos enamorarnos por Internet? ¿Podemos sentir celos por Internet?
Claro que podemos en el sentido que nos hemos quedado sin la prueba de realidad, esa prueba del 9 que nos hace víctimas al haber sido succionados por la hiperrealidad sin mediación, podemos incluso creer que la tierra es plana, siempre que haya alguien que así lo crea y haga activismo, pues la información es omnipresente. Claro que podemos enamorarnos por Internet del mismo modo que puedo enamorarme de Emma Bovary pero no puedo quedar a tomar café con ella, es decir se trata de un sentimiento descascarillado, no operatorio, donde el juego no se juega con el cuerpo del otro sino con el propio y su imaginación omnipotente y donde por tanto no hay represión. Lo cierto es que no encuentro diferencias con la erotomanía de Clérambault que por cierto ya no se ve.
En la erotomanía el sujeto es perseguido y acosado por alguien (un Gran Otro) al que usualmente nunca ha visto y le acusa de amarle o de someterle a un devaneo continuo. En realidad el fenómeno que estoy describiendo es el inverso de la erotomanía, Aquí lo que hay es un sujeto enamorado y un otro que no responde a sus requiebros y que explica los celos o la exigencia de atención.
Los imperativos mediáticos son nuestra violencia cotidiana. En un nuevo estilo de subjetividad característico de la sociedad de la comunicación y el consumo, el sujeto, enfermo de hiperrealidad, urgido a vigilar sus fronteras, evoca la imagen de un sí mismo centrifugado hacia sus bordes y vacío en el centro, arrinconado a una modalidad de rasgos fronterizos aun si ésta es transitoria, defensiva y funcional. Este sujeto siente como principal objetivo la necesidad de frenar cantidades de excitación. (Sonia Abadi).
Podemos enamorarnos de alguien que no conocemos, de alguien que nunca hemos tocado, con el que nunca hemos estado en un vis a vis, pero no podemos adivinar a qué huele o como son sus besos, podemos incluso sentir celos de otra personas a las que ni siquiera conocemos, podemos llegar a odiar a personas a las que nunca hemos visto la cara. ¿Son esos sentimientos reales o simulados? Esa es una pregunta ingenua. NI son genuinos ni son falsificados: son histéricos o por decirlo en clave mas actual hiperreales. No simulan nada se bastan a sí mismos.
Pues efectivamente la histeria es un paradigma de este tipo de realidades ¿se trata de una enfermedad genuina o de una enfermedad imaginada? ¿Los dolores, convulsiones y parálisis de los enfermos histéricos son verdaderos o fingidos? Las verdades y las mentiras que se cuentan en el ámbito de lo privado, sobre lo verdadero y lo falso, en la patología, en los conflictos entre las familias, en los pleitos laborales , en los juicios por crímenes y hasta en los conflictos conyugales son los campos donde la Psiquiatria ha sido llamada a dictaminar sobre lo patológico y lo fingido cuando no a pronunciarse sobre otras cuestiones mucho menos objetivas.
Pero entonces no sabíamos que era eso que hoy llamamos hiperrealidad. La hiperrealidad no admite a tramite la lógica verdad/mentira. No es esa confusión que algunos ancianos tienen cuando ven la TV y creen que si llueve en una película es porque está lloviendo en la realidad pero en la práctica se parece mucho a eso. Nosotros cuando vemos la escena de una pelicula sabemos que eso sucede en la ficción pero no sabemos discriminarlo tan fácilmente cuando vemos un reportaje o un documental (que trata de reproducir la realidad) o tratamos de discriminar una noticia en los informativos. En realidad no podemos estar seguros de que hay una guerra en Ucrania, lo que hacemos es dar aquiescencia a lo que vemos, pero lo que vemos está sesgado por los intereses de los medios y la propaganda. Cuando vemos un edificio en ruinas y nos dicen que ha habido un bombardeo con muchos muertos y alguna foto de cadáveres yaciendo en el suelo, inmediatamente nos pueden colar algún fake, como la autoría del bombardeo.Simplemente no hay manera de saberlo. O lo damos por verdadero o dudamos de su autoría, cada cual se maneja como puede. Lo importante es comprender que lo que vemos por TV es una ingeniería antropológica de hechos que nos son proporcionados por otros y depende de la veracidad que les otorgemos a esos otros.
Lo importante es pues mantener operativa nuestra versión de la realidad y mantenerse alejado de esa succión de la hiperrealidad.
Relacion de post relacionados con la hiperrealidad que escribí en mi otro blog: