Hace pocos meses publiqué un libro que desacertadamente titulé «El eneagrama: una psicología de código abierto». El titulo por sí mismo parece indicar que es otro libro más de divulgación sobre el eneagrama que -aunque es una tecnología que tiene muchos seguidores-, en realidad es una tecnología hueca que carece de interés para cualquier clínico salvo como ejemplo de lo que pretendo demostrar en mi libro. Y si digo que me equivoqué es porque da la impresión de que su contenido vaya parejo a los muchos libros que se han escrito sobre el asunto después de que Ichazo y Naranjo publicaran su ya celebre tratado sobre el asunto.
En realidad nada más lejos de mi intención, no pretendía hacer una exégesis sobre el eneagrama sino más bien una deconstrucción, no solo de esta técnica sino de cualquier otra que trate de clasificar la personalidad humana de un modo lineal, es decir taxonómico.
No tengo un lobbye detrás sino tan solo un editor amigo con el que tengo un acuerdo de no hacer demasiada publicidad, yo detesto la publicidad, aparecer en foros (para hablar de mis libros) o hacer bolos por provincias para vender unos pocos ejemplares. Soy y me gusta ser -en este sentido- un autor maldito, que escribe para sí mismo y unos pocos seguidores que puedan seguir mis argumentos y sacar algún provecho de lo que escribo. Alguien de ustedes podrá preguntarse si no estoy haciendo en este momento cierto «postureo» intelectual y es lógico que así lo piensen aquellos que no comprenden que uno no escribe para ser famoso o ganar dinero con sus libros sino que escribe para saber lo que sabe. Es decir para reflexionar (una doble flexión) sobre lo que ya se sabe, sin escritura todo se caería por los bordes del olvido.
Recientemente en un hilo de twitter he mantenido una conversación con algunas personas interesadas en problemas complejos y CPS (complex problem systems) y apareció el tema del eneagrama y me parece muy procedente utilizar esta tecnología como ejemplo de fractalidad en nuestro modo de pensar la personalidad y lo mental. Es por eso que me he decidido a escribir este post.
¿Qué es una taxonomía?
Aristóteles fue uno de los primeros en utilizar este término, en el 300 antes de Cristo, para designar esquemas jerárquicos orientados a la clasificación de objetos científicos. El botánico Carlos Linneo (1707-1778) designó con el término taxonomía a la clasificación de los seres vivos en agrupaciones jerárquicamente ordenadas de más genéricas a más específicas (reino, clase, orden, género, y especies). A partir de esta concepción clásica, se desarrolló la taxonomía como un subcampo de la biología dedicado a la clasificación de organismos de acuerdo con sus diferencias y similitudes. De acuerdo con Grove, los principios que proporcionaban una guía rigurosa para la construcción de taxonomías eran la base lógica, la observación empírica, la estructura jerárquica basada en la herencia de propiedades, la historia evolutiva, y la utilidad pragmática.
Las taxonomías son la base sobre la que se ha edificado la ciencia y como no la medicina a fin de construir esquemas comprensibles de elementos dependientes unos de otros, aun hoy clasificamos las enfermedades según un listado de síntomas, estas clasificaciones son nosotaxias y siguen el enunciado de la taxonomía: un sistema jerarquizado donde los elementos se ordenan según su importancia tejiendo una especie de árbol siempre orientado de arriba-abajo.
Algo que no nos sirve para comprender la personalidad ni los síntomas psicológicos o psiquiátrico y no nos sirve porque sus elementos no son fijos sino móviles y cambiantes, mas que eso fluctúan entre jerarquías, es por eso que es preferible pensarlo de forma rizomática.
¿Qué es el rizoma?.-
Algunas plantas se desarrollan bajo tierra a través de brotes que pueden ramificarse en cualquier punto, así como engrosarse transformándose en un bulbo o tubérculo; el rizoma de la botánica, que puede funcionar como raíz, tallo o rama sin importar su posición en la figura de la planta, sirve para ejemplificar un sistema cognoscitivo en el que no hay puntos centrales —es decir, proposiciones o afirmaciones más fundamentales que otras— que se ramifiquen según categorías o procesos lógicos estrictos. El gengibre es un buen ejemplo de crecimiento rizomático, como puede verse no crece hacia arriba ni hacia abajo sino hacia los lados.
Deleuze y Guattari sostienen lo que, la estructura del conocimiento no se deriva por medios lógicos de un conjunto de primeros principios, sino que se elabora simultáneamente desde todos los puntos bajo la influencia recíproca de las distintas observaciones y conceptualizaciones (Deleuze & Guattari 1980). Esto no implica que una estructura rizomática sea necesariamente lábil o inestable, aunque exige que cualquier modelo de orden pueda ser modificado; en un rizoma existen líneas de solidez y organización fijadas por grupos o conjuntos de conceptos afines.
Esta noción del conocimiento —y la psique; Guattari era psicólogo de orientación psicoanalítica lacaniana— está motivada por la intención de mostrar que la estructura convencional de las disciplinas cognoscitivas no refleja simplemente la estructura de la naturaleza, sino que es un resultado de la distribución de poder y autoridad en el cuerpo social. Pero personalmente me inclino más a pensar en que estos autores desconocen la teoría de la evolución y tampoco saben que fue Euler a través de su teoría de grafos que ya se adelantó algunos siglos a su punto de vista. El pensamiento vertical (categórico) viene de serie en nuestra especie. Y es por eso que los hombres construyen taxonomías y otros como Euler las cuestionan, pues la teoría de grafos lo que hace es ir más allá del pensamiento vertical taxonómico y estudiar como se comportan ciertos elementos en relación con otros o dicho de otra manera su comportamiento rizomático o transversal. Esta teoría ha dado lugar a la teoría de redes que es lo que me interesa abordar ahora.
La teoria de redes.-
Los planteamientos de la TR no son nuevos. El interés por analizar las relaciones entre elementos tiene su antecedente en los trabajos del matemático Leonhard Euler (1707-1787), que fue a su vez la semilla de la teoría de grafos (uno de los instrumentos típicos de análisis en la TR). Desde entonces, y con procedimientos matemáticos, la TR se usa para revelar redes complejas en biología, física, meteorología, epidemiología, lingüística, producción científica, datos computacionales (ej.: circulación de la información en Internet y en redes sociales), en sociología, ciencia política o psicología.
De hecho, la idea de representar redes conectivas entre individuos es justamente la quintaesencia del sociograma, herramienta creada por el psicólogo de la Gestalt Jacob Moreno (1889-1974). En una red hay dos elementos básicos representados: nodos (o vértices, que representan los elementos o unidades de análisis, y aristas (o nexos) que visualizan la conexión entre los nodos.
Esta teoría de redes está aplicándose en la actualidad en la definición de una nueva psicopatología. Cada nodo está ocupado por un elemento (por ejemplo un síntoma) y se relaciona con otros nodos constituyendo una figura regular o irregular (en cualquier caso un patrón geométrico).
Síntomas y rasgos de personalidad no son taxonomizables: son fractales y no pueden clasificarse según su sentido lingüistico (semántico) sino según su forma y en distintas escalas
La TR propone que las categorías diagnósticas no son reales ni deben ser objeto de escrutinio clínico o científico. Sólo existirían síntomas que, mediante conexiones causales entre ellos, van configurando redes de síntomas. El objetivo de la TR no es analizar, o llegar a diagnosticar, ninguna entidad subyacente sino encontrar patrones de síntomas que covaríen dinámicamente. .En realidad la suposición de que existe una entidad subyacente generadora de síntomas es una idea que prevalece en el quehacer psiquiátrico y clínico en general, pero lo cierto es que nuestras clasificaciones categoriales no son correctas.
Por ejemplo si una persona consulta por tristeza, dificultad para dormir, fatiga y anhedonia diremos que sufre un trastorno afectivo mayor, lo cual nos lleva al modelo médico y a la creencia en la existencia de una entidad que desde algún lugar produce síntomas que identificamos como típicos de ese trastorno pero en realidad el argumento es tautológico. ¿Si no puede dormir porque tengo una depresión qué causa mi depresión?¿O mi depresión lo explica todo?
Lo cierto es que usted puede padecer insomnio por una diversidad de circunstancias, así muchas enfermedades físicas y psíquicas tienen en común este desagradable síntoma. La ansiedad (el TAG) y la depresión son de hecho dos enfermedades comórbidas (comparten muchos síntomas), como también sucede en la depresión y el TOC o en la anorexia y la bulimia o en la esquizofrenia y la depresión. La ansiedad es pues un síntoma ubicuo.
En la teoría de redes aplicada a la psicopatología nuestra lectura rizomática seria otra:
Llegaríamos a la conclusión de que existen síntomas o rasgos de personalidad co-ocurrentes con una frecuencia llamativa por ejemplo la obsesión por la limpieza y el lavado de manos, o la ansiedad y la depresión, la preocupación y el insomnio. Existen pues nodos centrales, es decir síntomas que tienen mucho peso y lo tienen porque tienen muchas entradas y salidas, es decir tienen muchas aristas y por tanto muchos enlaces a otros síntomas y rutas distintas.
Así llegaríamos a comprender que un psicópata es en realidad un fractal del narcisismo. Una posibilidad de ser facilitada por la proximidad de distintos grafos.
En psicopatología el pensamiento rizomático (horizontal) se trataría de una alternativa radical a los sistemas diagnósticos basados en taxonomías y en la suposición de que existen entidades superiores y de alguna forma subyacentes que explicarían por sí mismas todo el cuadro sintomático.
El principal obstáculo que nos encontramos en las taxonomías psiquiátricas es el enorme solapamiento de criterios de unas especies a otras. Tomemos como ejemplo la depresión.
Solapamiento.-
La depresión puede ser considerada de muchas maneras y de hecho hay múltiples subclasificaciones. Así hablamos de trastorno afectivo mayor (cuando el episodio es muy severo), trastorno afectivo mayor con melancolía (cuando además aparecen delirios psicóticos), pero también podemos hablar de depresiones crónicas (distimia) que parece algo más cercano al carácter que a un estado puntual. La depresión además puede ser adaptativa, reactiva a un estrés concreto, algo que es bastante frecuente en la clínica y que nos puede afectar a todos, pero también las hay postparto, bipolares (cuando hay virajes a la manía), por mudanza, involutivas (edad senil), pero también somatógenas, es decir depresiones vinculadas a una enfermedad médica (hipotiroidismo, cáncer de páncreas), toma de corticosteroides o ciertos medicamentos, etc.
Dicho de otra manera, no parece que la etiqueta «depresión» sea una enfermedad unitaria sino que tiene muchas variantes y con distintas causas, algunas conocidas y otras desconocidas. Más bien parece que la depresión sea un síndrome transversal que una categoría diagnóstica discreta.
Las categorías pertenecen a esa manera de pensar taxonómica que no parecen apresar de forma coherente lo que nos sucede mentalmente. Otro ejemplo es la esquizofrenia. Estamos condenados a pensar que la esquizofrenia es una enfermedad mental discreta (una especie), sin embargo la esquizofrenia tiene muchas variedades: paranoide, simple, esquizoafectiva (con síntomas afectivos sobreañadidos), la antigua hebefrenia y catatonía que parecen haber desaparecido misteriosamente de la clínica y la forma desorganizada. Es decir suponemos que todas estas formas clínicas pertenecen a una única entidad subyacente llamada «esquizofrenia» desde Kraepelin para acá, pero no tenemos ninguna prueba de que sean la misma enfermedad, hasta tal punto que algunos autores hablan de esquizofrenias en plural.
Comorbilidad.-
Otro problema que se presenta en estas taxonomías clásicas es que los pacientes pueden cumplir criterios no para uno sino para varios trastornos psicopatológicos. Antes he hablado del trastorno esquizoafectivo que sería una mezcla de síntomas de la serie esquizofrenia y otros del trastorno bipolar. Lo mismo sucede sucede con la anorexia y la bulimia, entre el TLP (trastorno limite de la personalidad) y la bulimia y el solapamiento de varios criterios de los trastornos de la personalidad que justifican el item de «trastorno inespecífico de la personalidad».
Un persona que tenga una artritis reumatoide, tiene una artritis reumatoide, pero no un artritis psoriásica o una artrosis ni una conectivopatía sistémica o una espondilitis anquilosante. Parece que en medicina este tipo de planteamientos sirven y mucho para el diagnostico, es decir para diferenciar unas entidades de otras con implicaciones en el pronóstico y en el tratamiento.
La comorbilidad, es decir la necesidad de varios diagnósticos en psiquiatría es una prueba de que nuestra manera de clasificar las enfermedades psiquiátricas está equivocada y nos encierra en una jaula epistemológica que no resuelve los problemas reales de los pacientes reales, ni la forma de entenderlos, algo que nos lleva a ciertas tautologías: «la mató porque deliraba, porque era una esquizofrénica».
Las excepciones.-
Lo cierto es que nuestro culto por las taxonomías nos ha hecho ser miopes para otros síntomas sutiles que o bien no son bien conocidos y por tanto detectables o bien no encajan en las clasificaciones actuales. Pongo el ejemplo del mentismo o prolijidad, una psicopatología del pensamiento, es decir un síntoma cognitivo. En este diccionario médico, aparece una definición que me hace pensar que quien la ha escrito no ha visto en su vida tal síntoma. Es verdad que el mentismo es la producción de ideas, imágenes o discursos repetitivos u obsesivos pero esto no aclara demasiado este síntoma. Se refiere a esas personas pegajosas (ictiósicas, descritas por Françoise MInkowska) que catalogamos como «pesados», personas que siempre hablan de lo mismo y que repiten un tema o varios temas relacionados casi siempre relativos a su vida, su genealogía o las vicisitudes de su estirpe. pareciera que no saben hablar de otra cosa, son monotemáticos y todo el mundo les evita porque son iterativos y redundantes y con excesiva familiaridad, cercanía y tendientes a tocar a sus interlocutores, uno se aburre después de cruzar varias frases con ellos. Este es un ejemplo de un síntoma menor que casi nadie apresa porque se ve ya muy poco. En realidad fue descrito como un síntoma psíquico de ciertas demencias y sobre todo de la epilepsia (carácter ictiósico) y hoy la epilepsia ha dejado de manifestar síntomas psíquicos. Pero el mentismo sigue existiendo a pesar de la practica desaparición de la epilepsia. Hoy sería clasificado como un síntoma menor del trastorno bipolar a pesar de que muchos de los pacientes que lo presentan no hayan tenido nunca episodios maniacos ni depresivos, es decir no es uno de los criterios para este trastorno. Dicho de otra forma: el mentismo es un síntoma huérfano, una víctima de las taxonomías que privilegian siempre los síntomas robustos de sus clasificaciones. Dicho de otro modo, las clasificaciones clasicas no atienden todos los sintomas, algunos se caen por las grietas del sistema clasificatorio.
Este tipo de conceptos son los que puedes encontrar en mi libro: la convicción de que la personalidad es una estructura rugosa que no admite clasificaciones simples o verticales sino que en cualquier caso debe contar con una herramienta basada en la complejidad para poder comprender las similitudes y las diferencias que existen entre distintos síntomas o rasgos y como unos rasgos son opuestos semánticamente a otros aun siendo muy parecidos morfológicamente.
Y el eneagrama es una buena herramienta para entrenarse en pensamiento complejo si uno resuelve el prejuicio de considerarlo un horóscopo.