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Fenomenología y química de la conciencia (III)

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El Yo es la facultad que elimina de nuestra conciencia una parte del mundo igual a la que deja entrar (Huxley)

La idea de que la conciencia es algo más que el Yo está implícita no solo en el budismo sino también en cierta parte de los pensadores modernos como Bergson.

La idea fundamental del pensamiento de Bergson es la teorización conocida como «élan vital», algo que podemos traducir como «impulso creador» y que guarda ciertas semejanzas con el «conatum spinoziano» o «la voluntad» de Schopenhauer. El «élan vital» seria algo así como el «empuje a la vida» o la vida abriéndose paso a través de la materia. También es algo parecido al concepto de «libido» freudiano.

Lo interesante es comprender que para Bergson materia y vida no son la misma cosa, la vida es algo que infiltra la materia, que la coloniza por así decir. Aunque Bergson no desmiente a Darwin en cuanto a la evolución de la materia y a la manera que en que la evolución introduce cambios en ella: la adaptación y la mutación, pero añade que la conciencia humana no puede explicarse tan sólo a partir de las leyes evolutivas que pueden valer para lo material pero no para explicar la conciencia humana. Para Bergson el «elan vital» penetra la materia y conduce a la evolución hacia formas de mayor y mayor complejidad, lo que es lo mismo que decir de mayor libertad, pues para Bergson la vida (el élan vital) es sobre todo libertad  y novedad.

Para un darwinista la mente humana seria una simple adaptación que evolucionó como una herramienta para afrontar con eficacia las exigencias del entorno. pero para Bergson la función del cerebro seria eliminativa, es decir operaría algo así como nuestro Gobierno actual, recortando aquella parte de la realidad que supusiera superflua.

Y es así porque -según Bergson- la actividad mental desborda la actividad cerebral, la mente tendría prestaciones más sofisticadas y una variación de estados que van mucho más allá de la necesidad de afrontar las vicisitudes de supervivencia y/o reproducción de un organismo dado. Para él la vida no se ocupa sólo de la humilde adaptación, aunque naturalmente no puede prescindir de ella para alcanzar su fin más elevado: el incremento continuo de los grados de libertad y la producción de novedad.

Yo no soy vitalista como Bergson, de manera que no creo en la idea de que vida y materia sean cosas distintas y que la vida colonice a la materia, sino que creo que la vida es una propiedad de la materia pero estoy de acuerdo con él en una cosa: que la conciencia humana excede y rebasa al Yo. De hecho hay muchas formas de conciencia, la onírica, la infantil, la hipnagógica, o la psicodélica. Dicho de otra manera, si consiguiéramos disolver el Yo, algo que hacemos de muy diversas maneras, aun nos quedaría un apoyo fundamental en el resto de la conciencia, ahí donde reside el «observador escondido».

En mis artículos no quiero distinguir entre conciencia y mente, me parecen términos equivalentes pero conviene discriminar conciencia de consciencia, esta ultima es la facultad de mantenerse despierto o vigil, tampoco conviene confundirla con la conciencia moral o Superyó freudiano. La conciencia es el conjunto de potencialidades de una mente, a una de ellas la llamamos Yo y a la otra le llamamos red neuronal por defecto que es el mismo concepto de «observador escondido.»

Un doble procesamiento cerebral.-

Todo es redundante en nuestro cerebro. Definimos la redundancia como una repetición, como un doble procesamiento, como si toda actividad neuronal se llevara a cabo en dos sitios diferentes a la vez, el concepto de copia eferente es un ejemplo de esa redundancia.

La idea de que en nuestro psíquismo hay dos entidades que llevan a cabo tareas complementarias pero distintas es clásica desde los trabajos de ciertos neurocirujanos que separaban los hemisferios al cortar el cuerpo calloso para tratar la epilepsia, el resultado de esta intervención era que cara mitad del cerebro tenía una personalidad propia. Algo que a veces sucede en forma de enantiodromia más o menos espontánea. Pero lo cierto es que han sido muchos los psicólogos y psiquiatras que han llamado la atención sobre ese doble procesamiento.

Tenemos dos maneras de ver el mundo, una -el Yo- que usamos en nuestra vida diaria, pensar, actuar, aprender, fornicar, comer, estudiar, trabajar y otra que he llamado  observador escondido, un concepto -con algunas diferencias- a lo que Jung llamó el Sí- mismo, los esotéricos llaman el doble cuerpo, el cuerpo energético, el doble o el doble cuántico: la idea de que hay una instancia distinta al Yo, que en cualquier caso tienen como objetivo cerrar las grietas de la conciencia y proponer una experiencia unificada. En este sentido el Yo será algo así como una cremallera de la conciencia que cierra la experiencia alternativa que es precisamente la que abren las drogas psiquedélicas. La descripción reciente de la red neuronal por defecto daría carta de naturaleza a esta conceptualización, bien entendida por Eagleman en su descripción de pensamiento lento, pensamiento rápido.

La misteriosa serotonina.-

Todo el mundo sabe hoy qué es eso de la serotonina, una triptamina que ha tenido mucho éxito como modelo explicativo de ciertas enfermedades mentales como la depresión. La gente cree aun hoy que los depresivos son personas que tienen poca serotonina y que el tratamiento de una depresión seria algo así como lo que hacemos en una enfermedad carencial: dar serotonina bien a través de su precursor, el triptófano o bien darla de forma directa o bien de forma indirecta a través de los antidepresivos ISRS, que inhiben la recaptación de la serotonina en las sinapsis y así aumentan su presencia en el cerebro. Esta teoría es falsa y hoy sabemos que la depresión no es un déficit de serotonina, mas que eso: los antidepresivos no son en realidad sino fármacos anti-estrés.

La paradoja es que la serotonina está implicada en los efectos químicos de todos los psiquédelicos desde la LSD hasta la psilobicina. Significa que aunque hasta la fecha se han descubierto unos 10 receptores para la serotonina en el cerebro aun no lo sabemos todo de ella.

Los efectos de las drogas psicoactivas.-

Cada droga puede clasificarse según su diana terapéutica, así los opiáceos tocan el sistema opioide y las anfetaminas el sistema dopaminérgico pero más allá de eso, cada droga tiene como tres niveles fenoménicos de acción. El psicomimético, el psicolítico y el psiquedélico.

El nivel psicomimético significa que la droga tiene algún tipo de acción en el cerebro , casi siempre en función del par excitación-sedación, el café por ejemplo tiene este efecto, como también las anfetaminas que resultan excitantes, difuminan el cansancio de forma similar a la cocaína. El éxtasis (MDMA) tiene además de su efecto anfetamínico un efecto contactógeno (promueve la empatía y la sociabilidad) y por eso se parece mas a un efecto psicolítico y es por eso que se ha utilizado en psicoterapias regladas. Lo importante es que en este nivel psicomimético las drogas tienen efectos de adicción, provocan abstinencia y son además cardiotóxicas, es decir tienen otros efectos más allá del cerebro.

En el nivel psiquedélico lo que parece que sucede desde el punto de vista fenoménico es la disolución del Yo, si bien todos los psiquedelicos pueden utilizarse en pequeñas dosis como estimulantes de la creatividad como ya hacen los ingenieros de Silicon Valley: las microdosis de LSD o de psiolobicina no tienen efectos psiquédélico pero si psicomimético.

La disolución del Yo parece ser lo que da a estas drogas su potencialidad tanto terapeutica como de cambio y la vivencia de trascendencia. Pues la trascendencia no es otra cosa sino la disolución del Yo.

Los psiquedélicos no tienen efectos cardiotóxicos (solo operan en el cerebro a pesar de ligarse a un receptor de serotonina) ni presentan adicción o abstinencia, por tanto no pueden considerarse drogas de abuso, si bien puede haber cierto acostumbramiento a dosis suboptimas.

A pesar de que la disolución del Yo no tiene peligro alguno, la gente teme mucho desprenderse de él y puede sentir que al desvanecerse ese maldito Yo, la vida se escapara a chorros, es por eso que algunas personas tienen ataques de pánico durante sus viajes psiquedélicos. En realidad el tratamiento es muy fácil: abandonarse a lo desconocido, lo que ahora se llama fluir con la experiencia. Y abandonarse a lo desconocido es perder el control y ya sabemos que hay muchas personas que prefieren perderlo todo menos el control, abandonarse en manos del otro y de la propia experiencia es la clave para que el viaje sea bienhechor. Al fin y al cabo el Yo volverá pronto o tarde pero la experiencia de ver las cosas desde un punto de vista alternativo que implica un cambio de perspectiva puede ser la clave para entender los efectos terapéuticos de estas drogas mágicas y más que eso: el que ha tenido esa experiencia, aun única en la vida siempre la recordará y volverá a ella en sus recuerdos cuando el Yo siga exigiéndole resolver nuevos dilemas.

Y todo esto que acabo de contar no tiene nada de espiritual, por eso en el próximo post pasaré a ocuparme de qué cosa es eso que llamamos espiritualidad.


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