El lenguaje es poesía fósil (Emerson)
Otra de las fuentes que nos pueden proporcionar pistas sobre estas consciencias de las que estamos hablando es a través de ciertas incursiones sobre el lenguaje. En este sentido y entre nosotros recomiendo visitar y leer esta “Arqueologia del lenguaje” de Angel Rivera Arrizabalaga (aqui está su blog). Otro de los autores que se han ocupado del lenguaje desde un punto de vista evolucionista ha sido el renombrado Cavalli-Sforza, hoy un clásico de la materia y que estudió la evolución del lenguaje (la evolución de las lenguas) y su diseminación geográfica.
Pero menos conocido es Owen Barfield que escribió un clásico desde un punto de vista original. Barfield investigó la historia evolutiva de las palabras, no tanto -como hizo Cavalli- Sforza- respecto a la evolución de las mismas sino que estudió la evolución a través o en las palabras. La evolución de las palabras que en sí mismas -y siempre según Barfield- nos hablaban de la evolución de la consciencia humana. Dicho de otra forma: podemos seguirle el rastro a distintas formas de consciencia persiguiendo a las palabras, a las ideas o a los conceptos.
La hipótesis de Barfield es muy interesante y contraintuitiva pues suponemos que la realidad que está ahí afuera es objetiva y que es la misma hoy, que en la Grecia clásica o en el medioevo. Para nuestra consciencia personal, la realidad es algo inmutable, algo que está ahí afuera de un modo objetivo. Nuestras ideas acerca de ella son hoy más precisas que las que tenia un griego, pero en realidad la consciencia que mira esa realidad es la misma hoy que en la antigüedad.
Para Barfield esta idea es errónea y es precisamente en su libro “Salvando las apariencias” donde presenta sus argumentos contra ella. Barfield supone que el lenguaje ha ido deslizándose desde lo concreto hacia lo abstracto, desde lo metafórico a lo literal, desde el todo hasta la parte. Investiga el lenguaje poético como herramienta para llegar a sus deducciones y se fija en los clásicos como Homero y a la deriva histórica de la poesía hasta llegar a la conclusión de que la poesía actual responde precisamente a ese nivel fragmentario, urbanita y desconectado que es “el mundo” según nos lo representamos hoy.
Es precisamente por eso que los clásicos nos producen un placer estético ajeno a nuestra consciencia moderna. Todavía nos causa fascinación y estremecimiento la lectura de Homero por ejemplo y es desde él que llega a la conclusión de que la metáfora homérica no es en realidad una metáfora tal y como la consideramos hoy (un giro o desplazamiento del sentido) sino la percepción real que tenia el hombre clásico sobre el mundo: un mundo donde dioses y hombres coexistían sin separación entre naturaleza y cultura, sin esa escisión que caracteriza nuestro mundo actual donde pareciera que el mundo y el Yo sean instancias separadas e independientes.
A partir de la aparición de la consciencia recursiva (la consciencia personal) el humano aparece alienado, separado de su entorno, confundido en su lengua tal y como nos cuenta el mito bíblico de la Torre de Babel.
No es sólo que Dios confundió nuestro idioma (que es la interpretación que solemos dar al mito) sino que el lenguaje -incluyendo a todos aquellos que lo compartimos- nos confunde en “lo que queremos decir”, hay una falta de comprensión, de entendimiento, un abismo de malentendidos. Algo que procede -como dice Gurdieff- de una razón fundamental: a nuestros idiomas les faltan partículas relativistas, algo que señale hacia el punto de vista que estamos manejando y que connotaría precisamente lo que queremos decir. Algo parecido a lo que sucede en los jeroglíficos, las palabras son equívocas y aunque todo el mundo cree que cuando nombramos “árbol” nos estamos refiriendo a la misma cosa, en realidad no estamos evocando el mismo significado que es algo personal e intransferible.
Se trata de la escisión sausseriana entre significante y significado, el significante es simbólico, el significado es literal pero múltiple según la consciencia que cada individuo represente a ese “árbol”. Dicho de otro modo el significante disemina una multitud de significados.
Y es por eso que los humanos vivimos en una Babel, la Babel del lenguaje que es la ceremonia de la confusión.
En este sentido y para ilustrar mejor esta confusión que es fundacional en la consciencia humana recursiva (autoconciencia) me gustaría dejar un texto de Jacques Lacan a propósito de la transexualidad. Dice Lacan:
“…El transexual es quien quiere liberarse del error que trasladó lo real, a través del lenguaje, la pequeña diferencia anatómica. Quiere, por ende, cambiar de órgano para deshacerse de ese error, porque a partir de ese órgano se le señaló como varón o niña en las categorías fálicas forcluidas por él. En realidad es una locura, porque lo que él rechaza no es el órgano sino el significante, como significante del goce sexual que para él es demasiado real por no haberse correlacionado al falo…” (J. Lacan. Seminario 19).
Lo que quiere señalar Lacan tiene en realidad mucho que ver con la psicosis, en realidad la confusión está en tomar el “pene” como significante, pues en realidad el significante es el Falo y es el Falo el que admite toda clase de operaciones simbólicas, el pene solo puede desaparecer o aparecer a través de una operación quirúrgica no simbólica sino literal.
Que aparece en lo Real precisamente porque no quiso ser simbolizado, es por eso que Lacan habla de forclusión, es decir de la expulsión de lo simbólico de aquello que no se quiso saber.
Bibliografía.-
Owen Barfield (1965): “Saving the aparences: a study of idolatry“. Harcourt, Brace and World. Nueva York.