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¿Una doble conciencia? (VII)

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Usualmente la gente nos cuenta sus sueños, todos tenemos esta experiencia: la de ser testigos de los sueños de alguien y casi siempre nos quedamos desconcertados por la absurdidad de los mismos, sobre todo de los propios. Pero lo que más llama la atención de los sueños no se relaciona con sus contenidos sino con lo que podriamos llamar “derechos de autor”.

Casi siempre sentimos aquello que soñamos como algo “que alguien puso ahi”, como si nosotros no fuéramos autores de los mismos; entre lo soñado y el soñante hay un abismo de alienación. Sólo algunas personas “saben” que sus sueños responden a un guión establecido por uno mismo, otros los más sagaces o con una buena cultura de introspección son capaces de modificarlos desde dentro, hablamos entonces de sueños lúcidos.

Pero lo más común ante un sueño es el sentimiento de extrañamiento, la perplejidad, “fijate que tonteria he soñado” suelen manifestar los más despistados en sí mismos.

Al tiempo que uno no puede sino sentirse concernido por ellos, los sueños nos apelan, nos llaman, nos recuerdan escenarios de otro tiempo, realidades vividas y otras imaginadas, pero siempre nos interpelan a pesar de no reconocerlos como propios.

Participante y participado.-

Los sueños son la manifestación mas doméstica, reiterada y conocida de nuestro inconsciente cuando se proyecta en la autoconsciencia. Aparecen en nuestra consciencia onirica salvas de ondas REM a 40Hz (igual que en la vigilia) en paquetes de pocos minutos y se repiten a lo largo de la noche, unas veces los recordamos y otras veces se olvidan pues no llegaron a grabarse en la memoria a corto plazo. Lo más interesante de los sueños es que plantean una encrucijada epistémica fundamental: somos sus autores y sus espectadores simultánemente. ¿Quien sueña a quién?

Participamos en el sueño y somos participados por él, luego cuando los recordamos o los narramos a alguien emerge esta contradicción: no reconocemos nuestra autoría, no nos reconocemos en el guión de esa película que proyectamos ante nuestros ojos.

Pero no es sólo en los sueños donde podemos observar esa mente escindida que conocemos con el nombre de autoconsciencia. Nuestra mente parece estar diseñada para eliminar todos aquellos elementos  que no resuenan con nuestra mente vigil, algo asi como si el cerebro se encargara de borrar aquello que considera ruido. Y el ruido es siempre el rumor de fondo del inconsciente, es decir de nuestros rastros de consciencia prepersonal.

Ser participante y participado es el subproducto de la Gran Escisión, es decir una de las consecuencias de tener una conciencia doble, como esas bolas de helado que se superponen en un mismo cucurucho y que ya Freud señaló a través del soncepto de Spaltung y más adelante Lacan simbolizó con su idea del sujeto barrado ($).

Un sujeto es algo distinto a lo que Freud llamó el Yo, un sujeto es sobre todo un Yo dividido por el lenguaje, dividido y alienado pues el lenguaje aliena al sujeto subordinándolo a unas reglas arbitrarias y supuestamente consensuadas que dan lugar a notables desencuentros. La idea de que es el lenguaje el que barra al Yo y lo convierte en Sujeto es una teorización lacaniana que implica la idea más fácilmente comprensible de que en nuestra mente coinciden al menos dos tipos de consciencia (ya veremos más adelante en la conceptualización de Gebser que a su vez la consciencia primordial tiene varios estadíos). Una conciencia que hemos llamado prepersonal, recursiva o autoconsciencia superpuesta a una consciencia primordial: se trata de lo inconsciente.

Consciente e inconsciente componen pues nuestra consciencia dual.

Palabras que rebotan.-

Recientemente estaba en el supermercado intentando encontrar un bote de tomate, cuando cai en la cuenta de que enmedio de un pasillo habia un hombre -grande como un armario- y con pinta de haberse bebido medio supermercado que gritaba un discurso incoherente. Los clientes del supermercado asustados le evitaban pero yo me dirigí a él un poco por vicio, queria saber lo que decía en aquella especie de sermón u homilía donde mezclaba churras con merinas.

Declamaba una especie de ensalada de palabras que fluian de su boca por cacofonía, rimando unas terminaciones con otras, no se sabía de qué hablaba pues su discurso carecía de un hilo conductor, decía incoherencias, pero cada palabra a su vez remitía a algun tipo de verdad: se metía con los políticos locales, hablaba de corrupción, del asesinato de Kennedy, de la CIA, de la mafia, de los EREs, todo ello combinado de una forma ininteligible y sobre todo dando grandes voces. Voces que resultaban amenazadoras para los clientes del supermercado que le miraban horrorizados, aunque el orate no miraba a nadie, es decir no se dirigía a nadie en concreto, sus ojos estaban desviados hacia el cielo, o hacia alguna emisora cósmica que parecia estar emitiendo para él solo aquella prosodia que era en realidad un pupurri de noticias del telediario. Era un predicador, un ser capturado por el lenguaje. Hice mi diagnóstico mientras “seguridad” se lo llevaba a la calle: era un esquizofrénico con esquizoafasia, “sin techo”, embriagado por alcohol, de esos que están en las puertas de los supermercados con la única compañia de un perro y que piden limosna a los clientes, se aprovisionan de lo suficiente para alimentarse de bocadillos y sobre todo de vino.

Cai en la cuenta de algo en lo que no había reparado (a pesar de haber presenciado cientos de casos parecidos): el lenguaje hablaba a través de él.

O dicho de otra forma: el lenguaje nos participa al tiempo que nosotros participamos de él. Algo que requiere un ser humano dividido,es por eso que la esquizofrenia puede ser considerada un peaje, el peaje que nuestra especie paga por haber adquirido una autoconciencia, una consciencia recursiva, una consciencia lógico-racional, al decir de Gebser. Una enfermedad de la humanización.

La esquizofrenia no pudo existir en el Pleistoceno, no antes al menos de que se produjera la Gran Escisión y apareciera la mente lógico-racional. Y tampoco es de extrañar que la mayor parte de esquizofrenias sean una confluencia de delirios paranoides y de la esquizofrenia propiamente dicha con todos los errores cognitivos y afectivos que ocurren en la mente esquizofrénica y que consideramos como defectos en la auto-activación o de la motivación. Dejada evolucionar por su cuenta se convierte generalmente en ese proyecto de emisora averiada que pudimos observar en el cliente del supermercado, hay algo que habla en él, y el sujeto alienado no puede sino servir a ese proyecto de ventriloquia que es el lenguaje hablándose a sí mismo, sin la subjetivación del sujeto.

Nota liminar.-

La esquizoafasia es es un patrón del discurso que en ocasiones es esencialmente incomprensible. La incoherencia se debe a varios mecanismos que a veces puede presentarse simultáneamente. En ocasiones pueden aparecer frases coherentes en medio de oraciones que en conjunto son incoherentes. En otras, el trastorno parece estar a nivel semántico, de manera que se sustituyen las palabras en una frase u oración, con lo que el significado aparece distorsionado o anulado. La elección de palabras parece haber sido totalmente hecha al azar o puede parecer tener alguna relación oblicua con el contexto. A veces se eliminan las palabras de enlace (conjuciones coordinadas y subordinadas tales como y, aunque, artículos y preposiciones).
La incoherencia se acompaña con frecuencia de descarrilamiento. Difiere de éste en que la incoherencia es un trastorno que se produce dentro de la frase, es decir, que contiene palabras o partes que están unidas de manera incoherente. En el descarrilamiento, en cambio, la alteración se halla en la conexión entre las oraciones, que aparece oscura o confusa. Esta última atañe, por tanto, a unidades más complejas.

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