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De la histeria al activismo politico

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Los que leyeron mi post anterior ya saben a estas horas que la histeria procede de una disconformidad. No importa si está disconformidad está o no justificada o si resulta comprensible, lo que importa es que el destino de las disconformidades es la histerificación. Y sucede tanto en los hombres como en las mujeres, solo que con distintos destinos.

En los hombres la histeria adquiere otras etiquetas, como «narcisismo», «psicopatía» «adicciones a drogas», alcoholismo o «neurosis de combate», mientras que en las mujeres suele manifestarse como «síntomas sin explicación médica». Las histéricas están sobre todo escondidas detrás de diagnósticos somáticos. Así comenzó la histeria: como una falsificación de la epilepsia. Hasta que Charcot demostró que la histeria podía curarse con la sugestión y también inducirse experimentalmente. No, la epilepsia.

La histeria sin embargo no debe considerarse como una enfermedad en sí, sino como un phylum, un tronco común, un modelo o taxón presidido por algún tipo de disconformidad que va desplegándose arboriformemente hasta disfrazarse con otras patologías que le son comunes, desde la depresión, el TOC o la psicosis, estableciendo niveles de gravedad y de desarrollos más o menos complejos. Hasta el mismo Janet creía que la histeria era el tronco común, incluso del TOC que parece su opuesto. hay que recordar ahora que las enfermedades mentales no son entidades discretas sino que existen continuidades entre ellas.

Mientras pensaba en componer este post me ha venido a la memoria un caso muy difícil que traté durante mucho tiempo, era un hombre y le llamaremos Cándido.

Cándido era un trabajador manual ya jubilado que venia a la consulta cada semana, acompañado de su mujer, una de esas madrazas cluecas que evidentemente le hacia de madre, tanto a él como a sus hijos, una madre y abuela muy competente. El problema de Cándido era un cuadro proteiforme y unas quejas continuas, exageradas y un mal humor disfórico que no respondía a ningún tratamiento. Cándido era uno de esos tipos intratables que los médicos tratamos de evitar para no estar oyendo continuamente ese tipo de quejas que no daban oportunidad alguna a la mejoría. Cándido tenia un síndrome de Briquet, producido por los celos (celos infantiles, no celotipia) : no soportaba a sus hijos y menos aun a sus nietos, a los que expulsaba de malas maneras de su casa pues no podía aguantar sus juegos ni ruidos. Cándido se quejaba amargamente a su mujer que comprendía mejor que nadie aquellas quejas mientras hacia gestos al médico como diciendo «el es así»: Cándido no soportaba compartir a su mujer con nadie, se comportaba pues como un niño que se peleaba con sus hermanos por la atención de sus padres, no había madurado y seguía afectivamente en aquella situación arcaica de rivalidad y quejas.

Y un buen día Cándido se ahorcó después de una discusión por el tema de siempre que era diaria y que no variaba demasiado de otras discusiones, un suicidio sansónico. Se dice así cuando un suicidio tiene un claro matiz vengativo. «Me encontraréis colgado solo entrar en casa».

Cándido era un histérico y los hombres histéricos suelen evolucionar hacia el consumo de drogas o alcohol o bien hacia la psicopatía. No son pocos los agresores domésticos o los que asesinan a sus parejas que son en realidad histéricos agravados. Todo parece indicar que este tipo de personas tienen que llevar a cabo algún tipo de ajuste de cuentas infantil con su madre, padre o hermanos y lo hacen cuando ya no encuentran ninguna manera de obtener ventajas o prebendas en las relaciones. Dicho de otra manera: cuando se sienten perdedores en una confrontación. Como puede verse existen muchas relaciones con la psicopatía: esa indiferencia con las necesidades de los demás, como este caso que esta misma semana ha salido en la prensa, el que asesinó a su hermana en Granada.

Sin embargo las mujeres hacen un periplo bastante distinto, incluso se ha hablado de que existiría algo así como una histérica buena (la llamada buena histérica). se trata de las histéricas ideales para el tratamiento psicoanalítico, personas con gusto psicológico, que buscan entender sus conflictos y que tienen las suficientes entendederas para comprender sus síntomas. Elisabeth Zetzel fue su descriptora ya en 1968, al tiempo que clasificaba las histerias en tres grupos, siendo el tercer grupo el más grave y más inadaptado con presencia de depresiones en su evolución clínica e incluso psicosis. Sucede porque la histeria del mismo modo que en el caso de Cándido no se debe siempre a un complejo de Edipo mal resuelto sino que muchas veces se encuentra presidido por conflictos pre-edípicos, Conflictos con el destete y cuya representación relacional más importante son los conflictos con los hermanos, Se trataría de personas que quedaron fijadas a esta fase del desarrollo sin poder avanzar en su evolución quedando siempre amputados o bien como le sucedió a Cándido encontrando una madre personal que solo muy tardíamente comienza a fallarle como prótesis.

El Edipo en la niña es mucho mas complicado de resolver que en los niños, aqui hay un buen post para ponerse al dia, se trata de la teoría clásica, necesaria para entender por donde puede ir las constelaciones diversas que una niña ha de atravesar en su infancia. Estas niñas que han tenido un Edipo complicado son niñas con un padre muy atractivo y una madre fría, depresiva o perfeccionista que naturalmente sufre bien pronto -por parte de la niña- un rechazo que la inclina hacia el padre que -hay que recordar ahora- está prohibido por la madre. Este es el conflicto -podríamos decir clásico- lo que sucede es que ahora las cosas ya no suceden así del todo, pues el padre ha perdido poder mientras que la madre lo ha ganado. Muchas veces es posible incluso de hablar de la muerte de Edipo.

Lo que es lo mismo que hablar de que las prohibiciones sexuales han desaparecido y con ellas la madre castradora.

El pecado y el sintoma neurótico.-

Suele decirse que los psicólogos y nosotros los psiquiatras somos una especie de sacerdotes que oímos los pecados de nuestros pacientes sin posibilidad de redención. Es verdad en algunos casos, pues el síntoma neurótico tiene muchas similitudes con el pecado. Tanto el síntoma neurótico como el pecado es algo que consciente o inconscientemente ha sido apartado de la consciencia al considerarse inmoral. En este sentido muchos síntomas neuróticos esconden pecados que el paciente no quiere saber. De eso va la represión.

¿Pero qué sucede cuando ya no hay prohibición? Todos pensaríamos que mejor que haya desaparecido pues así no hay culpa y por tanto no hay síntoma. Pero lo cierto es que la desaparición de la prohibición no resuelve el tema de la disconformidad. ¿Cómo resolver las disconformidades en tiempos de un Edipo de cómic?

Lo cierto es que la histeria clásica casi ha desaparecido de nuestras consultas. Diríamos que ha evolucionado y ya no se presenta cómo dilemas morales en torno a la sexualidad, lo hacen en algo más profundo: la identidad. Todo pareciera indicar que somos más libres. Pero…..

No es lo mismo rechazar el sexo por motivos morales que evitarlo por motivos de disconformidad con el cuerpo. Hoy la disconformidad con el cuerpo ha venido a sustituir a la prohibición edípica.

Lo que ha sucedido en realidad es que la histeria se ha hecho mucho más grave y ha sido rotulada con distintas etiquetas, ya no se trata de «querer hacer algo y no llevarlo a cabo», es algo más profundo, que responde a una pregunta de un anuncio que he visto hoy por la calle:

¿Y tú que cuerpo es el que desearías?

Nótese que el conflicto ha pasado desde aquella contradicción que señalé con lo de querer algo y no querer que suceda a la posibilidad de que cualquier cosa que desees puede en realidad llevarse a cabo. Es por eso que la histeria ha desaparecido y se ha parapetado en formas más graves como la anorexia mental, la bulimia, el TLP o las autolesiones. Todo puede llevarse a cabo y cuando no se puede siempre queda combatir la realidad

Es por eso que las histéricas de hoy son activistas de diversos campos siempre relacionados con el deseo particularista de cada cual, todo depende del complejo que se enredó en sus neuronas durante su infancia para poder amplificarlo con la ayuda de las redes y la combatividad de otras bien fornidas que puedan abrir camino. Pues la búsqueda e la histérica de hoy es encontrar protección en el grupo, algo que logran voceando sus problemas personales en ese altavoz que son las redes sociales. Algo que se logra con la victimización.

Vale la pena decir para terminar «dime en que militas y te daré un diagnóstico». En realidad no estoy en contra de aquellas militancias que tienen que ver con las dialécticas del poder solo que me parece que ciertas militancias como el feminismo, el animalismo, el indigenismo o el transexualismo son ideas equivocadas, falsificaciones históricas que eligen minorías identitarias en la convicción de que forman parte de un colectivo homogéneo, cuando son colectivos muy heterogéneos. No hay dos feministas iguales.

Porque:

El colectivo «mujeres» no existe. No es unívoco aunque sí análogo. Las mujeres son muy distintas unas de otras incluso en el mismo Estado. Las dialécticas se juegan en las clases sociales (o Estados o Imperios) y no entre sexos.

Por eso el feminismo es reaccionario y un ejemplo mas de una ideología que paradójicamente refuerza el machismo y destinada a sucesivas segregaciones y rupturas.


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