El libro de Darían Leader, me ha parecido profundo y esclarecedor, si bien algunos ejemplos e interpretaciones de casos clínicos son demasiado sofisticadas y de alguna manera confusas y discutibles, como siempre sucede con los profesionales de la interpretación (los psicoanalistas) y peor si ademas de eso son lacanianos, lo que le da un punto de intención metafísica a sus intervenciones.
Pero yo no estoy de acuerdo con la idea de ininteligibilidad que se supone a los lacanianos, concretamente Darían me parece fácil de entender con una condición: el lector deberá estar familiarizado con una idea ontológica del lenguaje. Lo que habla en el sujeto contiene no pocas de las pistas de por dónde anda su desquicio.
Una de las ideas que comparto con esta visión lingüística de la locura, es la idea de que una cosa es “estar loco” y otra cosa es “volverse loco”. Es en realidad una idea clásica que ya fue pensada por Bleuler, Serieux y Capgras entre otros. La idea es la siguiente: .¿Qué sucede en un psicótico horas o días antes de que su psicosis se manifieste? Que hubo allí antes de esa explosión evidente que se manifiesta con delirios, alucinaciones o una conducta desorganizada, violenta, abyecta, bizarra o apragmática (sin sentido). El homicidio y el suicidio inexplicables pueden ser también desencadenamientos de una psicosis actualizada.
.La idea de que la psicosis y el desencadenamiento de la misma se producen en dos tiempos bien distintos no había sido resuelto hasta hace relativamente poco tiempo. Gracias precisamente a las ideas de Jacques Allain Miller que de alguna manera con su concepto de psicosis ordinaria puso cierto orden en su conceptualización. Una piedra de toque necesaria para entender las viejas ideas de esquizofrenia latente o de las psicosis lúcidas o el concepto de delirios razonantes.
La forclusión.-
De este mecanismo ya hablé en un post anterior y recordaré que se trata de un concepto lacaniano que no es aceptado por todos los especialistas, si bien entiendo que es un concepto es parte malentendido, incluso yo mismo lo había identificado con un rechazo de la figura paterna o de una insuficiencia de la misma función. Pero no es así, en realidad si bien Lacan utiliza al padre como metáfora en realidad lo que se forcluye no es al padre real sino a todo aquello que está más allá de la madre.
¿Qué hay más allá de la madre?
La madre tiene sus propias necesidades, tiene trabajo, una profesión, un marido, unos padres quizá ancianos, lo que significa que la madre oscila en dos polos, presencia-ausencia. ¿Qué sucede cuando la madre está ausente?. El niño se ve obligado a dar una explicación a estas ausencias y carece de herramientas cognitivas para hacerlo. Lo que suelen hacer los niños es protestar en forma de llanto hasta que alguien -otra madre- acude a neutralizar ese llanto, pero cognitivamente puede hacer otras cosas: una seria dividir a la madre en dos, una madre que está y otra madre que no está, como en esos juegos que tanto gustan a los niños. Dividir a la madre en dos está relacionado con la posición depresiva de Melanie Klein y supone vivenciar a una madre buena y otra mala. También los delirios del doble (delirio de Capgras), donde el paciente piensa que ciertas personas han sido sustituidas por dobles o sosias, tiene que ver con este mecanismo de dividir a la madre en dos. Pero lo más saludable y probablemente el mecanismo mas frecuente es que el niño haga un salto de lo imaginario hasta lo simbólico y piense o suponga «mamá se ha ido pero volverá», Este «volverá» supone un hito en la confianza básica del niño, que es una forma de lidiar con la ansiedad de separación. «No he sido abandonado, mamá volverá». Esta es una de las instalaciones que sufre el niño en su primera infancia, el origen de lo simbólico, hay algo que aparece en ausencia de la mamá y que hace de mamá. Pero mamá volverá.
Lo que sucede cuando no se pone en marcha esta maquinaria simbólica es que el niño reacciona como si realmente hubiera sido abandonado. Es decir en el abandono, no siempre hay una historia de abandonos reales en la mayor parte de los casos, sino interrupciones en la manera de simbolizar las ausencias. En su lugar aparece un agujero, es decir una ausencia de vínculos de sentido. Una ausencia de enlaces entre significantes y significados, el territorio de lo simbólico.
La aparición del pensamiento simbólico es un hito de nuestra especie y en este post que vinculo ya hablé de ello a propósito de un cuento que escribí para dummies. Lucy inventó el símbolo cuando descubrió que la huella del oso no era el oso y no era necesario escapar de ella. Más que eso, en la medida de que la huella adornara nuestra cueva podríamos protegernos mágicamente de su influencia. Lo importante es recordar que el despliegue simbólico solo pudo ser posible a partir de la aparición del lenguaje, pues el lenguaje es la colección de símbolos que representan otra cosa a la que hacen referencia. La palabra «oso» no es el oso real, y solo el oso real puede hacernos daño. La palabra «oso» es en la medida en que sabemos que es un símbolo arbitrario, neutral desde ese punto de vista pero podemos rememorar al oso real con su palabra correspondiente. Los pacientes psicóticos tienen una verdadera pasión por las palabras, por lo real de las palabras.
Recuerdo ahora un paciente al que la policía trajo al Hospital porque se estaba masturbando en la calle. Y al preguntarle porqué lo hacía, respondió:
-Vi un cartel que decía «Correos y telégrafos»
Interpretó la palabra «Correos» como un imperativo verbal no como un símbolo de otra cosa.
La lesión psicótica inicial.-
El concepto de lesión psicótica inicial se debe a John Rosen quien pensaba que se debia a la falta de amor. Naturalmente, esta idea es falsa o bien sobrevalorada.Es verdad que la falta de amor induce estados bien identificados en los adultos, si bien se comporta como una variable compleja. No es la falta de amor lo que provoca agujeros en ese ovillo de representaciones de sentido, sino la falta de ciertos significados que a la larga nos pueden ser útiles para navegar en circunstancias dífíciles o nuevas. Sin embargo Rosen intuyó que la psicosis evolucionaba en dos tiempos, «estar loco y volverse loco» y probablemente nos queden todavía muchas horas de escucha para llegar a conclusiones definitivas sobre esos déficits. Pero para adelantar un poco en mis argumentos diré que nosotros los humanos tenemos una enorme capacidad para encontrar prótesis, soluciones o muletas que nos permitan no volvernos locos a pesar de estar locos.
En este post me he propuesto escarbar en una de las formas que tiene la psicosis de establecerse en época infantil y he utilizado el ejemplo de uno de los estresores más importantes y comunes que han de enfrentar los niños de corta edad: la ansiedad de separación. Pero la separación no es el único dilema que han de enfrentar los niños. Al menos se me ocurren dos hechos de la crianza que tienen la capacidad de obturar o de generar agujeros en la mente, me refiero a la alienación de la madre o al padre que cree ser la ley.
Nadie es la ley, pues la ley es el lenguaje, hay padres que creen serlo como ese medico que tenia a sus hijos en una habitación según esta noticia. Esta inflación paterna opera en los hijos del mismo modo que la separación, y podríamos hablar en este caso de un trauma bien perceptible. Pero en realidad si el padre es la ley, significa que no hay nada más allá del padre, lo cual tiene el mismo efecto de agujerear el símbólico de los niños.
Todo parece indicar que los niños precisan para su desarrollo relacionarse con figuras incompletas que tienen en su más allá el fundamento de su existencia.
En el próximo post me ocuparé de hablar del desencadenamiento de la psicosis.