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La negación de la alteridad

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Hay en valenciano un sintagma que se presta a varias interpretaciones, se trata de “parlar entre dents» que significa “hablar entre dientes». En castellano este sintagma es equivalente a murmurar o mascullar, sin que se entienda bien lo que uno dice. Pero en valenciano tiene otra acepción, se trata de algo que uno dice en cierta atmósfera de secreto, manteniendo una especie de misterio sobre las intenciones del que así habla. Usualmente se trata de un chismorreo sin más, pero lo interesante de la acepción valenciana es que no se trata solamente de un chismorreo sin más sino que el que lo emite está convencido que el receptor sabe de qué está hablando. De que está en el ajo.

Todo el mundo conocemos a gente así, esos vecinos que te paran por la escalera para criticar (entre dientes) a unos y a otros y que mantienen versiones conspiranoicas sobre ciertos intereses casi siempre ligados al presidente de la escalera. Son criticones por naturaleza pero quieren mantener su reputación sobre cualquier otra consideración y critican casi siempre sin exponerse.

Pero sí cuento esta variante trivial del “hablador entre dientes», es porque ayer leí un articulo donde el autor, Jose Ramon Alonso, hablaba de las voces interiores y de las bondades de esta prestación que al parecer no todo el mundo tiene. De manera que no todo el mundo puede mantener conversaciones consigo mismo como nos contó Antonio Machado. Lo cierto es que casi todo el mundo tiene esa vocecita interior pero también es cierto que no siempre es benigna, pues al parecer las alucinaciones acústicas de los esquizofrénicos tienen esa misma procedencia. Una forma no tan trivial como la del hablador entre dientes.

Casi al mismo tiempo cayó en mi campo visual un tuit de una persona desconocida que me hizo mucha gracia. se trata de este:

De manera que las mujeres no se ponen escote para que las miren sino porque les gusta enseñar las tetas. ¿Pero entonces para qué quieren enseñar las tetas en publico, si pueden mirarselas en privado?

Al leer este tuit me acordé de una frase que siempre me decían mis anoréxicas. “Yo lo que quiero es estar bien conmigo misma». Dicho de otra manera “no comencé a adelgazar porque me veía gorda, o fea o con ninguna popularidad entre mi grupo. Lo hice por estar bien conmigo misma».

Siempre me pregunté qué demonios significaba eso de “conmigo misma», ¿es que no queremos agradar a los demás? ¿Es que nos ponemos a dieta simplemente como un ejercicio espiritual? ¿No lo hacemos porque nos vemos llenas de defectos y que perdemos en todas las comparaciones?

¿No es codicia comparativa lo que nos lleva a iniciar una dieta? ¿No es una forma de competir con las otras que no necesitan dieta?

¿Y un ejercicio de hipercontrol seguir manteniéndola durante décadas?

Lo cierto es que todos nos movemos dentro de la polaridad controlar-agradar. Hay personas que optan por agradar y personas que optan por controlar. Lo difícil es mantener un equilibrio entre ambos extremos, la mayor parte de la gente lo consigue a trancas o a barrancas, pero algunos optan por una especialidad y una minoría la llevan hasta la excelencia.

Pero lo que más me interesa de este tipo de pensamiento operatorio es la negación del otro. Tanto en el caso del “hablar entre dientes», donde la parlante supone que ya sabemos de qué habla, hasta la del escote que enseña las tetas porque le gusta a ella, como en el caso de la anoréxica hay como una fuga de la alteridad, un refugio en lo que siempre se ha llamado narcisismo. Es como si uno hablara consigo mismo, enseñara las tetas a sí misma o adelgazara como una forma de obtener control sobre sí misma. Un exceso de voz interior. Efectivamente, además de inverosímil, enseñar las tetas para que no te miren o adelgazar para que nadie te vea enferma es anunciar el desprecio absoluto de la mirada del otro.

Y es por eso que el otro no te creerá nunca.

Una especie de autoginefilia que es un subproducto del pensamiento neo-liberal, es decir de ese tipo de pensamiento que se encuentra en las raíces de la sociedad que vivimos: una exageración hipertrófica de la subjetividad.

Decir que la sociedad está enferma es un error epistemológico pues, la sociedad no puede enfermar sino solo los individuos concretos. Pero las sociedades pueden pervertirse, si los gobernantes abandonan el propósito de mejorar la vida y el bien estar de sus ciudadanos. Si se quiere podemos usar la palabra parafilia, una perversión sexual para designar esta variación.

Según Blanchard la autoginefilia es:

En su investigación Blanchard descubrió que algunos trans no-homosexuales tienen entre sus antecedentes estos gustos autoeróticos, si bien la autoginefilia parece haber ido un poco más allá: no solo consiste en vestirse de mujer para obtener un goce suplementario y privado sino que representa una vuelta de tuerca en el goce: se trata de dirigir la libido hacia uno mismo como si una mujer se tratara. Es decir en la autoginefilia es frecuente que la fantasía se dirija hacia imaginarse completamente desnuda y enfocándose en las características anatómicas deseadas. Blanchard considera la autoginefilia como una heterosexualidad dirigida hacia uno mismo. Es decir, los hombres autoginefílicos son como los hombres heterosexuales, excepto que su principal atracción sexual es la imagen de ellos mismos como mujeres.

Esta definición estaba vedada para las mujeres, ¿pero existen mujeres autoginefílicas que se excitan consigo mismas?

Bibliografía.-

Algunas ideas de este post han sido extraídas de este articulo: “Autoginefilia: lo que oculta el movimiento trans». De Michael Bayley.


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