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¿Puede pensar una célula?

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Hace algún tiempo publiqué en twitter un tuit que decía así:

El colón irritable es una mente retentivo-expulsiva autónoma.

Pero en Internet todo vuelve y recientemente me ha vuelto a aparecer en mi timeline empujado por algún lector. Y he vuelto a pensar en esta afirmación que pretendo aclarar ahora si puedo, pero antes déjenme que les explique cómo funciona nuestro sistema de defensa inmunitario. No les cansaré con datos de moléculas o de proteínas, pretendo explicarlo de un modo mucho más sencillo. Con un algoritmo que contiene solo dos reglas:

1.- Si encuentras un intruso destruyelo.

2.- Si dudas sí es o no es un intruso destruyelo.

Dicho de una manera más clara nuestro sistema inmunitario está sesgado, optimizado para no cometer errores letales, pues más letal seria desconocer un intruso peligroso que ser más papista que el papa. De eso hablé ya en un anterior post que titulé «El detector de humos»

Vivimos pues orientados hacia las alarmas y es por eso que a veces nuestras propias células inmunitarias atacan articulaciones, piel, vainas de mielina u otros órganos en eso que conocemos con el nombre de enfermedades autoinmunes. La idea fundamental está relacionada con el reconocimiento: nuestras células han de reconocer lo propio y respetarlo mientras que reconocen lo ajeno y lo atacan.

¿Por qué defecamos?

Obviamente defecamos para deshacernos de los residuos de la comida, sin embargo no todo en la defecación es mecánico, incluyen otros factores, entre ellos el estrés. No es bueno defecar cuando estamos huyendo de un depredador. Las alarmas que atentan contra la vida siempre están en un nivel jerárquico superior a las necesidades de evacuación o de reproducción.

Nuestras heces son según lo que comemos, si comemos legumbres, semillas, o raíces nuestras heces serán distintas a si comemos alimentos procesados o de esos que vienen en lata y se comen sin cuchara. Las heces de un africano son morfológicamente bien distintas a las de un europeo medio, consistencia, color, flotabilidad y tamaño bien diferentes. Hay alimentos que nos hacen retener las heces (los astringentes) como el membrillo, la horchata, la granada o la manzana y otros que nos hacen expulsarlas con más facilidad como los zumos de cítricos. Dicho de otra manera las heces son el espejo de lo que comemos.

Pero en la defecación intervienen además otros aspectos que hemos convenido en llamar la ética de la defecación: estar a solas, defecar siempre a la misma hora (rutinificar el hábito) y limpiar los restos del inodoro o de cualquier otro sitio. Significa que no solo intervienen factores mecánicos de la propia comida sino también otros higiénicos (sociales) relacionados con los detritus. No se puede defecar en cualquier sitio y muchas personas solo pueden hacerlo —prisioneras de la ética— en un lugar seguro, su propia casa. Significa que si tienen espasmos defecatorios en un lugar distinto a ese lugar seguro lo que van a hacer es suprimir el reflejo y dejarlo para más adelante. Estas personas suelen quejarse de estreñimiento, un síntoma muy frecuente en nuestro mundo y que está relacionado con el pudor defecatorio que es una de las razones por las que el reflejo se silencia. La otra causa es comer poco o comer sin residuos, un sintoma del que se quejan todas las pacientes anoréxicas o demasiado delgadas.

Hasta aquí, todo lo que he contado es fisiología de primer curso. Solo que a veces el colón presenta enfermedades que van más allá de esta fluctuación normal debida a la dieta o al pudor. Me refiero al colón irritable, del que ya hablé aqui.

El colón irritable es una enfermedad funcional, no confundir con la enfermedad de Chron que es una enfermedad autoinmune con una clínica parecida y que consiste en dolor, y oscilaciones de diarrea y estreñimiento junto con distensión abdominal. Hoy se le llama SIBO, pero en realidad es el mismo concepto del clásico «colón irritable». Es la aparición de una mente autónoma expulsivo-retentiva. Autónoma porque no depende de la voluntad o de la intencionalidad, sino que se presenta de un modo extemporáneo, allí donde menos se le espera aparece una sensación de urgencia defecatoria de lo más indiscreta, sin contar con defecaciones seguidas y recurrentes con o sin dolor abdominal y combinadas con periodos de estreñimiento que llevan a los pacientes a consumir laxantes.

Es autónoma porque se ha independizado de la comida y del pudor, no importa lo que comamos el que tiene un colón irritable no mejora con ninguna dieta, es como si el colón hubiera decidido tomar el mando de la defecación, que ya no depende del cerebro, como si el cerebro hubiera externalizado su función de control al colón, como esas empresas que externalizan su producción a China por tener la mano de obra más barata.

Dicho de otro modo: el colón puede tomar decisiones —aunque indecorosas para el organismo total— y el cerebro queda sin mando en plaza. Algo muy parecido sucede en todas las enfermedades antes llamadas psicosomáticas, y llamadas así porque el estrés —así tomado genéricamente— influye en su curso y se supone que también en su génesis.

Pero si hay entidades autónomas que toman decisiones más allá del mando central, es porque existen células, tejidos y órganos enteros que responden a pequeñas o grandes alteraciones de su función. ¿Cual es la naturaleza de esta disfunción?

Les ahorraré tiempo: la disfunción es bioeléctrica, no es ni química, ni genética sino una disfunción del campo eléctrico.

Dejénme ahora que les presente a Michael Levin.

Se trata de un investigador biólogo que trabaja en USA aunque de origen ruso y que se encuentra investigando precisamente sobre el titulo de este post ¿Es posible que las células piensen?

En su laboratorio se encarga de una investigación con múltiples dianas, pero lo que mas le interesa es la medicina regenerativa.

Nuestro grupo estudia los procesos mediante los cuales la inteligencia, en innumerables encarnaciones convencionales y no convencionales, opera en el mundo físico. Combinamos la biofísica del desarrollo, la informática y las ciencias del comportamiento para comprender cómo aumenta la cognición: desde las competencias metabólicas y fisiológicas de células individuales, pasando por las capacidades de construcción y reparación de órganos de los colectivos celulares, hasta los repertorios conductuales clásicos de organismos y enjambres completos. . Mientras se buscan principios invariantes de escala, el trabajo actual se centra en interrogar la cognición no neuronal, en particular en el surgimiento de la protocognición en colectivos celulares tanto en escalas de tiempo evolutivas como de desarrollo.  

Trabajamos en la intersección de la biología del desarrollo, la vida artificial, la bioingeniería, la morfología sintética y la ciencia cognitiva. Buscando principios generales de la vida tal como puede ser, utilizamos una amplia gama de modelos animales naturales y también creamos nuevas formas de vida sintéticas y quiméricas. Nuestro objetivo es desarrollar marcos conceptuales generativos que nos ayuden a detectar, comprender, predecir y comunicarnos con inteligencias verdaderamente diversas, incluidas células, tejidos, órganos, construcciones vivas sintéticas, robots e IA basadas en software.

Nuestro principal sistema modelo es la morfogénesis: la capacidad de los cuerpos multicelulares para autoensamblarse, repararse e improvisar soluciones novedosas para objetivos anatómicos. Hacemos preguntas sobre los mecanismos necesarios para lograr un orden adaptativo robusto, multiescala in vivo y sobre los algoritmos suficientes para reproducir esta capacidad en otros sustratos. Una de nuestras especialidades únicas es el estudio de la bioelectricidad del desarrollo: formas en que todas las células se conectan en redes eléctricas somáticas que almacenan, procesan y actúan sobre la información para controlar la estructura corporal a gran escala. Nuestro laboratorio crea y emplea herramientas para leer y editar el código bioeléctrico que guía los cálculos protocognitivos del cuerpo, de la misma manera que los neurocientíficos están aprendiendo a leer y escribir el contenido mental del cerebro.

Nuestra misión es desarrollar una comprensión fundamental de cómo surgen, escalan, persisten y cambian mentes de todo tipo; buscamos utilizar ese conocimiento para beneficiar la experiencia encarnada de los seres sintientes, a través de la biomedicina y más allá. (Extraido de la web del laboratorio de Michael Levin)

Se trata pues de una investigación sorprendente y con mucho futuro pues en teoría podríamos -modificando un determinado campo eléctrico de un tejido u órgano- que volviera a su función natural y no solo eso sino a corregir defectoso malformaciones fetales y cómo no sería de gran ayuda para el cancer que no sino la forma en que determinadas células deciden hacer su propio camino con independencia del organismo al que pertenecen.

Así Levin estudia las señales bioeléctricas que forman parte del lenguaje mediante el cual las células se comunican para satisfacer las necesidades de patrones del organismo huésped. Estos gradientes de voltaje naturales existen en todas las células (no solo en las neuronas) y regulan el comportamiento celular y la expresión genética. Ha desarrollado nuevas herramientas moleculares para rastrear y manipular estas conversaciones biofísicas entre células y tejidos in vivo. Los resultados han arrojado importantes hallazgos sobre patrones básicos, así como nuevas estrategias para inducir la reparación regenerativa y reprogramar tejidos en nuevos órganos.

Pues sí, las células tienen un protolenguaje, pueden conversar entre sí o al menos señalizar y comunicarse entre ellas.

De donde se extrae que las afinidades entre las personas no son químicas sino bioeléctricas y además en lo que a mi se refiere me da una pista del porqué ciertas enfermedades mentales se propagan o parecen contagiarse sin que hasta el momento actual se haya aclarado este mecanismo de contagio.

De manera que es posible que vuelva sobre este tema.


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