Hace algunos días subí una entrada en la que utilizaba un antiguo post de Agustin Morales para usar sus conocimientos sobre ajedrez e inteligencia artificial en otros contextos mas relacionados con mi campo.
No es una actividad nueva, hace algunos años nos enredamos en un trabajo que llamamos GMS (global mind squeezing) y que trataba de una tarea entre varios. Consistía mas o menos en que a partir de un determinado post otros expertos añadían y mejoraban las ideas allí vertidas incluso desviando su propósito del inicial y traduciendo conceptos desde un campo para usarlo en otro donde es desconocido. Esta vez y al reencontrarme con el articulo mencionado de Agustin Morales le propuse la misma tarea (esta vez entre dos). Le pedí que completara esta entrada y es lo que a continuación me envía:
Los programas de ajedrez actuales ya juegan tan bien, que ningún humano puede ni siquiera acercarse a su nivel. El ELO del campeón del mundo ronda los 2800 puntos mientras que el de Alpha Zero está en 3400. Además, mientras que el campeón del mundo actual tiene la puntuación ELO más alta jamás registrada, es de esperar que los motores de ajedrez aumenten su fuerza de juego cada poco tiempo. Esto sitúa a estos programas al nivel de gurús en la toma de decisiones de los cuales quizás cabe aprender algo.
Podría pensarse que obtuvieron esta ventaja debido a la creciente potencia de proceso de las computadoras, pero realmente, aunque hayan jugado un papel importante en ello no ha sido lo fundamental, puesto que la fuerza bruta no tiene mucho que hacer frente al número tan enorme de posiciones distintas que puede haber en el ajedrez (alrededor de 10 elevado a 120, mayor que el número de átomos en el universo).
Entonces ¿cómo han conseguido programas como Alpha Zero llegar a ese nivel? Por lo pronto ya no recibe de los humanos ni el más mínimo consejo, tan solo se le comunica cuales son las reglas del ajedrez, y el resto del conocimiento lo deduce simulando partidas contra sí mismo. Diríase que la máquina no quiere contaminarse de nuestros prejuicios, aunque estos partan de nuestras miles o millones de juego humano experto a lo largo de siglos.
En estas simulaciones la estrella es el algoritmo llamado Monte Carlo Tree Search (MCTS) que es básicamente una fórmula matemática no excesivamente complicada. Esta fórmula lo que hace es equilibrar de manera óptima el tiempo que dedica a explorar jugadas ya conocidas, con respecto al que dedica a explorar jugadas desconocidas. Se entiende por jugadas ya conocidas aquellas que tuvieron éxito en simulaciones (de juegos contra sí mismo) previas.
Ajedrecísticamente ¿Qué cosas hemos aprendido del juego superhumano de Alpha Zero?
Algo realmente llamativo es el hecho de ser muy poco materialista en relación a un humano. No le importa perder piezas a cambio de posiciones que sean más activas y dinámicas. Esto se traduce también en sacrificios de piezas que se realizan a cambio de una mejor posición. Valora por encima de lo material, el tener una posición activa, un juego dinámico que pueda ofrecer oportunidades futuras.
Otro punto llamativo es que realizan maniobras de piezas inactivas (piezas mal situadas) simplemente para mejorar su posición en el tablero. Aunque esto es algo que hacen también los buenos ajedrecistas, la IA lo realiza con mayor frecuencia. En este sentido es sorprendente que incluso no le importe usar el rey de forma activa en pleno medio juego, algo que vulnera uno de los principios clásicos del juego.
En ciertas posiciones la falta de materialismo sorprende incluso a los más expertos, ya que solo toma sentido muchas jugadas más tarde. Eso que la máquina parece ver tan claro es para el ajedrecista común un “salto de fe”.
Decía Bobby Fisher que “el ajedrez es la vida”. No se puede evitar pensar que este algoritmo que se usa con éxito no solo en Alpha Zero, sino en otros muchos programas en los que hay que evaluar y tomar decisiones, pueda aportar alguna enseñanza para el ser humano. Al fin al cabo ese rechazo del materialismo en favor de las oportunidades concretas que pueda haber en la posición, recuerda mucho al pensamiento sistémico en el cual las propiedades y comportamientos del sistema emergen de las interacciones entre sus componentes y no pueden ser entendidos simplemente sumando las partes.
Desde luego que todo el mundo sabe que vivimos en sociedades políticamente cortoplacistas, y todos sabemos también que ese cortoplacismo no es bueno, que nos está restando oportunidades a muchos niveles. Vivimos también en sociedades en las que hay demasiadas reglas que ahogan iniciativas de todo tipo. Tanto el cortoplacismo como las reglas excesivas son formas de materialismo, es por decirlo así agua estancada, lejos del manantial de las oportunidades.
Y en el plano personal, ¿cuál sería el equivalente de ese “colocar bien las piezas” o ese “mejorar la posición y mantener la iniciativa incluso a costa de material”? Ahí lo dejo.
Le contesté brevemente del siguiente modo:
Según lo que cuentas ese programa trabaja más como go que como ajedrez. Me parece entender que ya no se trata de dar mate al rey sino de ganar territorio,
Agustin me respondió así:
Pues verás, Alpha Zero no solo juega al ajedrez sino también al Go, y el juego que desarrolla en Go también es “superhumano”. Lo que se ha visto tanto en ajedrez como en Go es que juega de forma menos materialista que un humano experto, pero aquí hay que matizar qué es ser materialista en cada uno de los juegos.
En ajedrez ser materialista es centrarse en el valor de las piezas, ganar material, frente a otro tipo de ventajas, como puede ser la que tu indicas, ventaja de espacio, u otras como ocupar columnas con las torres, no tener peones aislados o doblados, o tener las piezas bien coordinadas.
En el Go ser materialista sería valorar más el espacio que la influencia. Cuando la IA juega al Go valora menos el espacio (que es lo que da puntos directos) que un experto jugador, y apuesta más que un experto en jugadas de influencia, es decir aquellas que invaden una parte del tablero con una esperanza futura de que esa zona llegue a ser suya.
Lo curioso es que si dejamos a la IA aparte, esa es la misma diferencia que se nota entre un jugador novato y uno experto. El novato es más materialista que el experto, se ciñe más a las normas, hace menos excepciones, prefiere el “pájaro en mano”.
Y tuve una idea que procede de esta manera de tratar la complejidad, pues una manera de trabajar sobre sistemas complejos es complejizarlos todavia más. Y esta idea parece que es la que esta detrás de la caotización de las relaciones internacionales y de la política local: cuando más enredado esta todo parece que mejor les va a algunos. Y lo peor:
Pareciera como si la única forma de meterle mano a la complejidad de nuestro mundo fuera caotizarlo.
Para lo cual tenemos que entender qué es una revolución molecular disipada.
La revolución molecular disipada.-
El concepto de revolución molecular procede de Felix Guattari y es algo así como un tratado de la insurrección.
Muy inspirado en la corriente francesa del 68 y la escuela de Frankfurt, Guattari era lo que hoy conocemos como un «progre». Un psicoanalista «progre» discípulo de Lacan y compañero de armas de Deleuze, uno de aquellos intelectuales a los que hay que leer varias veces apara atrapar sus ideas, muy enquistadas en el marxismo y que buscaban una nueva teoría para guiar a las masas oprimidas hacia su liberación.
Marx se equivocó varias veces al enunciar su teoría -que se demostró como la teoria psicoanalítica que no era nada predictiva- (aunque pudiera ser explicativa) y no lo era porque Marx se equivocó al pensar que la revolución socialista se produciría en una sociedad industrializada. Lo que sucedió es que se llevó a cabo en una sociedad agrícola y profundamente atrasada y tradicional como en Rusia. La clase trabajadora que era el fundamento de la teoría marxista fue diluyéndose poco a poco a medida de que en Europa los trabajadores mejoraban su nivel de vida, gracias a los salarios altos y a las leyes socialdemócratas que -mientras pudieron- conservaron el nivel de vida a varias generaciones de trabajadores que poco a poco fueron alimentando lo que hoy entendemos como clase media.
De manera que no es posible fiarlo todo a los trabajadores, fue por eso que ciertos intelectuales desengañados por la traición de la clase trabajadora comenzaron a pensar en un plan B. Ya no bastaba con apelar a la conciencia de clase, los trabajadores querian mejorar sus condiciones de vida, piso propio, coche propio y segunda vivienda aunque fuera en el pueblo. China esta hoy en esa fase del desarrollo. Pero en Europa las cosas han tocado fondo: los salarios son cada vez más bajos, los empleos van a ir descendiendo a medida de que progrese la tecnificación de los procesos y el futuro de los hijos va a ser peor que el de sus padres y quizá peor que el de sus abuelos.
Es por eso que era necesaria una nueva vuelta de tuerca y ahí apareció la palabra «molecular». Ya no se trata de encontrar una clase revolucionaria sino en todo caso una serie de identidades fugitivas (al decir de Foucault) que se sientan oprimidas o que puedan ser fácilmente convencidas de que lo son. Así nació el nuevo paradigma identitario: mujeres, gays, razas diversas, inmigrantes, trans, indigenas, etc. Cada uno con su propio problema y su propia subjetividad. La idea era que todos unidos podrían formar parte de esa nueva fuerza revolucionaria para terminar con la opresión.
Los trabajadores ya no interesan como fuerza de cambio, bienvenidas las identidades.
Alexis López Tapia es en realidad un entomólogo chileno que ha profundizado sobre la estrategia molecular de Guattari, es decir sobre ese tratado de insurrección que proponía afinando todavía más en su definición y añadiéndole el epítome de «disipada» a esa revolución molecular. Más abajo veremos porqué disipada.
En todos los modelos revolucionarios anteriores, el comunismo, el marxismo y todo lo que mencioné, siempre trabajaron con grupos o con clases sociales. Así los proletarios, los trabajadores, los campesinos con Mao, etc.
Siempre la noción, la idea de clase estaba allí, en los modelos revolucionarios. Pero los deconstruccionistas se dieron cuenta que eso tenía un problema. Un problema efectivamente hasta el día de hoy. Cuando una persona, por ejemplo el trabajador, no tiene lo que ellos llaman consciencia de clase, es decir, está, -en lenguaje marxista- “alienado”, hay que desalienarlo, adoctrinarlo para que tome conciencia de clase y, entonces, se puede transformar en sujeto revolucionario. Hay un trabajo sistemático que hacer, para que una persona pase de ser una persona socialmente integrada, en el “nivel de clase” que esté, a transformarse en un revolucionario.
Los deconstruccionistas sacaron del juego esta noción de clase. Eso es lo primero que hicieron, lo más importante. Ellos van a empezar a hablar de que el nuevo sujeto revolucionario es todo aquel que se encuentre en los márgenes o en la anormalidad. Estos son los dos conceptos, los dos criterios. “En los márgenes” se refiere a que en una curva normal de distribución de la población, todo aquel que está en el margen va a ser transformado en nuevo sujeto revolucionario, pero para esto, y aquí está lo más importante, ellos dicen que basta que una persona se sienta marginada o marginal para que pueda ser transformado en sujeto revolucionario.
Las clases sociales siempre han sido una teoría falsa de división social. La ocupó Marx precisamente para generar el sujeto revolucionario. Los deconstruccionistas dejaron eso de lado y trabajan con una nueva categoría. Esta categoría de margen o de anormalidad. Digamos de paso, y esto es muy importante para entender por qué lo hicieron, que estos cuatro autores son todos franceses, pero tres de ellos, al igual que Marx, son franceses de padres judíos religiosos y, lo primero que van a hacer, es atacar a la propia religión de sus padres, porque obviamente estamos hablando de comunismo y en el comunismo no hay ninguna idea a trascender. Podían atacar a la religión por ende, pero de una forma mucho más profunda que la que el propio Marx, o cualquiera de los demás, pudo haber hecho.
Lo segundo es que tres de ellos fueron homosexuales y van a transformar su homosexualidad, que es normal, porque en la sociedad y en la humanidad siempre ha habido homosexualidad, pero es marginal, porque están los márgenes de la distribución de la normalidad, en un elemento de lucha, es decir, en un elemento revolucionario.
De ahí viene todo el movimiento LGTB, al que se le suma el feminismo radical, el indigenismo, el racismo y así lo que ellos llaman fracturas o pliegues sociales, que son áreas donde la sociedad tiene estos márgenes. Como basta que una persona se sienta marginado o marginal, no es un problema objetivo. La persona que por algún motivo llegó a pensar que se la está marginando, puede ser transformado el sujeto revolucionario radicalizándolo ¿pues quién estará contento en su marginalidad?. Ahí está la primera aproximación a este nuevo modelo de deconstrucción y de revolución molecular.
Ya sabemos porque es molecular. Porque es revolución, como todas las revoluciones anteriores, pero ahora, como no hay grupos o clases que vayan a entrar en el proceso revolucionario, sino personas individuales, es decir, moléculas en el lenguaje de la deconstrucción, cualquiera puede ser un sujeto revolucionario o, lo que los deconstruccionistas llaman nuevas máquinas de guerra. Ahí está la explicación más sencilla que puedo dar del nombre de revolución molecular, al que se le agrega, más importante ahora, disipada, porque una vez que los grupos se coordinan, actúan, hacen los actos de protesta, vandalismo, violencia, etc. se desarticulan, desaparecen, se disipan.
Esa es la noción de disipada del modelo. Que se parece siniestramente al modelo que usa la IA moderna del ajedrez.
Significa que estos grupos que tenemos identificados como la guerrilla urbana en Cataluña (tsunami democratic), los BLM en USA, los movimientos antifascistas en Madrid carecen de una estructura orgánica sino que se alimentan de si mismos y de sus vandalismos convocando a una amplia guerrilla de diversas procedencias que gracias a las redes sociales y a la benevolencia de policía campan a sus anchas e incluso tienen sus propios libros de cabecera de guerrilla. El plan es como hemos visto en Chile, aprovecharse de la debilidad de los gobiernos para ir implementando cambios que no se buscan en sí mismos (en realidad las reivindicaciones son pretextos, deconstrucciones) sino para forzar a los gobiernos a sentarse a negociar jactándose precisamente de este hecho sin que lleve adosada una rendición o apaciguamiento en la violencia, que seguirá -no obstante- sea cual sea la respuesta del gobierno, que cada vez estará más débil e irá cediendo hasta que se convierta en una institución vacía.
Dicho de otro modo, el modelo revolucionario actual se parece más al go que al ajedrez. ya no se trata de derrocar al rey sino de ganar territorio.
De tener éxito se trataria del fin del modelo republicano.
Basta observar lo que esta pasando en nuestro país para entender como el Estado y sus instituciones se van vaciando de contenido: policía, parlamento, sistema judicial, autonomías, oposición, orden publico, partidos políticos y lo hace además con la complicidad de casi todo el arco parlamentario, es como si Felix Guattari hubiera renacido de sus cenizas a lomos del neoliberalismo disfrazado de movimiento revolucionario para imponer su dictadura.