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Un malestar sin nombre

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Esta idea del «malestar sin nombre» se debe a Betty Friedan la madre del feminismo de segunda generación y cuya obra principal preside este post. Naturalmente americana y naturalmente judía, se trata de una mujer singular que analizó el dilema que —según ella— atrapaba a las mujeres de su generación (una generación de post guerra) en las garras de un vida aburrida, sin objetivos más allá de atender su casa, su marido y sus hijos. Al leer su obra recordé de pronto las tribulaciones de la Sra Dalloway de Virginia Wolf, aquella ama de casa que se debate entre el suicidio o la confección de un pastel para celebrar el cumpleaños de su marido.

También me vino a la cabeza aquella película que protagonizan Leonardo di Caprio y Kate Winslet que se llama «Revolutionary road», pues el entorno que describe la Friedan es muy parecido al que se describe en esta película y sobre el malestar de April. Voy a recodársela al lector a través de este enlace.

Durante la segunda guerra mundial, los hombres amaericanos estaban en el frente, bien en Europa o bien en el pacifico, de modo que las mujeres tuvieron que emplearse en trabajos fuera de casa, fundamentalmente en fabricas de armamento o logísticos. Al terminar la guerra y al volver sus maridos (los que pudieron volver) ellas volvieron al hogar, un hogar mucho más cómodo que el que gozaron sus madres antes de la conflagración mundial. Las lavadoras, frigoríficos y aspiradoras pugnaban por aparecer en todos los hogares, pudiéramos decir que se trató de una orgía de electrodomésticos, esos aparatos que hacen que la vida sea más fácil y más apacible.

Los hombres por su parte se reintegraron a sus trabajos anteriores, unos a las granjas, otros a aburridos trabajos de oficina y otros a las fábricas y a los alienantes métodos de la cadena de montaje. Y se pusieron a trabajar porque el país estaba por reconstruir, habia mucho trabajo que hacer y muchos electrodomésticos que comprar.

Sin embargo y como todos sabemos el trabajo es aburrido, sobre todo esos trabajos tayloristas donde siempre se termina haciendo lo mismo. es verdad, el trabajo del ama de casa es alienante y el trabajo del 90% de los hombres también. Casi todo el mundo se encuentra insatisfecho de su trabajo, no es algo exclusivo de las amas de casa.

Y ese es en síntesis el error de Friedan: pensar que en el trabajo se encuentra la autorealización de las mujeres. Sin caer en la cuenta de que la mayor parte de las personas sean hombres o mujeres carecen de un trabajo creativo, ese que nos hace crecer y avanzar, ese que se termina constituyendo en nuestra identidad,

La neurosis de April.-

April sufre de aburrimiento —similar al de madame Bovary— y alberga un sueño. Irse a Paris a vivir una vida bohemia y sofisticada. Pero en realidad ella es quién es  y no alberga ningún talento especial salvo la de ser una vulgar ama de casa y ser madre de dos hijos, ha fracasado como actriz y es lo suficientemente inteligente para saber que ha fracasado, sin embargo no puede abandonar su sueño obsesivo de vivir en Paris y es por eso que trata de convencer a su marido (Leonardo di Caprio) para que abandone el estúpido y detestable trabajo que lo mantiene atado de por vida a una mesa de escritorio y la acompañe a realizar su sueño parisino. Ella trabajará de secretaria y él mientras tanto no hará nada salvo pensar qué quiere hacer el resto de su vida, ella se ofrece a mantenerle con el fin de que encuentre su misión en el mundo mientras que ella ya conoce cual es la suya: Paris.

Naturalmente el plan es por así decir, poco pragmático, dado que la pareja tiene dos hijos en edad escolar y mal que bien, el tiene un trabajo y una casa en uno de esos barrios residenciales para clases medias que existían en USA en esa época bastante diferentes de los lugubres domicilios que habitábamos los españoles de los 50. Sin embargo acepta la propuesta de su mujer, en realidad su trabajo no le gusta y siempre deseó no acabar como su padre, empleado también de la misma compañía, aspiraba a algo más, él como ella también se ha sentido toda la vida un ser especial sólo que…no sabe aun en que consiste esa especialidad, Paris es una buena oportunidad para averiguarlo. Pero a diferencia de April, él tiene un mito: su padre, él no quiere ser como su padre, es algo que tiene claro, él quiere superar a su padre, sólo que cuanto más lo intenta más se parece a él, terminando incluso trabajando en su misma empresa.

El dilema que plantea April a su marido es realmente difícil de contradecir sin apelar a la moral. ¿En realidad no es mejor romper las ataduras con nuestros aburridos trabajos e intentar vivir de acuerdo con nuestras preferencias? ¿No es el sistema quien termina corrompiendo nuestra vida atándonos a las casas compradas a plazos, a los gastos inútiles y a las convenciones sociales? ¿No es una locura malgastar nuestra vida yendo de la urbanización al trabajo cada día sólo para pagar las facturas que genera el vivir tan lejos del trabajo? ¿No es normal y deseable que las personas dejemos nuestros cautiverios y nos dediquemos a irnos a Paris a vivir una vida bohemia?

La neurosis de April y el desenlace. Kant al rescate.-

Es indiscutible que la decisión de ir a Paris es una de esas decisiones que parecen apuntar hacia la heroicidad, romper con las ataduras, atreverse a hacer algo riesgoso, el espíritu de la aventura. Para apuntalar este argumento en la película aparece un enfermo mental, un matemático loco que siempre dice la verdad, una especie de Diógenes, un cínico que practica la sinceridad radical y que ejerce de abogado del diablo ante las dudas que se plantean en el desarrollo del relato. Quiero remarcar aquí que el discurso sin concesiones del loco -que es paralelo al discurso interno de April- es difícilmente rebatible desde una concepción naturalista de la vida, evidentemente es mejor irse a Paris a vivir un sueño que morir de infarto viajando a una oficina aburrida, ¿quien podría discutirlo?

Pero el loco sincero es revestido precisamente con el papel de loco porque no sabe que la libertad radical no existe (por eso está loco) y que la conducta humana tiene límites, límites que él mismo traspasa cuando agrede a sus familiares o cuando insulta a sus vecinos lanzándoles a la cara la verdad que no quieren oir. En realidad el loco está loco porque no sabe que algunas cosas no se pueden hacer como por ejemplo lanzarle una radio a su madre y que si uno hace eso tiene muchas posibilidades de acabar en un manicomio o en la cárcel. A diferencia del delincuente el loco no sabe que existen límites para sus deseos y que por más furioso que uno esté con su madre no se le pueden lanzar objetos, no se puede dañar a otros.

Y es precisamente eso lo que April —a pesar de su aparente altruismo— hace también: daña en principio a sus hijos pequeños que como es natural no quieren moverse de su entorno habitual y se confronta con los intereses de su marido quien sólo fanfarroneaba cuando le prometió de novios que la llevaría a Paris. En realidad él no puede costear ese viaje, aunque está dispuesto a gastar todos sus ahorros en la aventura.

Pero la principal prueba de la inmoralidad y el egoísmo de April es la pretensión de tratar de imponer una quimera, una fantasia particular a las vidas de tres personas que cuelgan de la suya, una obsesión que bien pudiera interpretarse como la compensación de sus fracasos como actriz y la pretensión de conquistar una nueva identidad «artistica» lejos de alli donde fracasó la primera vez.

Y es precisamente esta ambigüedad lo que da tanto valor a la pelicula, en ningun momento se le impone al espectador una visión de las cosas sino que la narración continua hasta el final dejando que sea precisamente el espectador quien se posicione con respecto a los temas éticos que el film va planteando, es tanto asi que la sensación que uno tiene al terminar la pelicula es de confusión ¿qué es lo bueno, qué es lo malo? ¿Que diria Kant ante este problema?

Antes de contestar esta preguna avancemos un poco más en el relato: lo que viene a suceder después de la decisión de la pareja de irse a Paris y de anunciarlo a todos sus sorprendidos vecinos, es un imponderable, April queda embarazada casi al mismo tiempo que él es promovido en su trabajo y con un importante aumento de sueldo y de modificaciones en su puesto de trabajo, más responsabilidad, más poder, más dinero, más electrodomésticos. Cuando esto sucede el espectador tiene la sensación de que el sentido común se impondrá y que las razones para permanecer en aquel «detestable» lugar parecen acumularse. En realidad la situación ha cambiado y los hombres hacemos constantes actualizaciones de nuestras intenciones como los programas que instalamos en nuestro ordenador, simplemente cambiamos de opinión cuando las circunstancias cambian.

Pero este no es el caso de April quién no dejará de ver su embarazo como un obstáculo a los planes ya perfilados con su marido. Es él quien duda, y no sabe a qué carta quedarse y mientras él duda ella hace planes para provocarse un aborto, primero a espaldas de su marido y luego llevando estos mismos planes en secreto.

Y aqui se plantea de refilón otro de los dilemas morales de nuestro tiempo, el tema de si es o no licito deshacerse de una vida humana que ya late en el interior de su madre, un tema delicado sobre el que hay posiciones encontradas y que ha pasado de ser un problema moral a convertirse en un problema sanitario, son las semanas de gestación o las indicaciones médicas el motivo del debate postmoderno y no ya tanto las implicaciones morales del hecho.

A estas horas de la pelicula yo ya estaba absolutamente perplejo y no sabia si lo que estaba viendo era uno de esos dramones banales o si estaba asistiendo a una obra de arte de esas que remueven conciencias y expectativas en el espectador sensible. Asi que decidi preguntarle al Sr Kant que estaba justo en la fila de detras mio y él me dijo:

– A veces los dilemas morales no tienen solución desde dentro de la moral.

– ¿Entonces desde donde?

– Desde la estética, desde la belleza, desde la razón.

-¿Y que seria lo razonable? -pregunté yo al maestro.

– ¿Es razonable el plan de ir Paris?, pregunto Emmanuel.

– No demasiado -añadí.

Entonces se trata de la lucha de un deseo frente a la realidad, de una quimera, de una fantasía infantil que se bate en duelo a través de una pataleta de una niña malcriada que cree que su deseo es la ley que debe imperar por encima de las leyes de la vida y que se argumenta desde una verdad compartida por la mayoría, nuestra vida es desdichada porque no elegimos bien, porque no hicimos lo que quisimos, porque la aspiradora de la vida se nos tragó. April está también loca porque como el matemático no sabe ni conoce los limites que enmarcan la vida y decidió pasar por encima de ellos. Ella hizo su elección y la hizo desde su concepto de lo verosímil porque ignoraba los limites que la moral señala. La moral es la salvación, la guía, el carril de las decisiones humanas, más aun de los que no tienen limites claros y tienden a traspasarlos.

Dicho de otro modo: el malestar sin nombre que señala la Friedan en su opera magna es la neurosis. Una neurosis que afecta tanto a mujeres como a hombres y que solo tiene una solución: la conformidad y el compromiso, conformidad en forma de una mística estoica (principio del deber) que no ahogue en su devenir al principio del placer.

O bien que ambos coincidan en la vida real.


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