Erwing Schrodinger fue un físico austríaco que es más conocido por su experimento mental conocido como el “gato de Schrodinger” que por haber recibido el Nobel por su aportación -la ecuación de Schodinger- que relaciona materia y energía de las partículas.
Menos conocidas aun son sus incursiones por el evolucionismo y la filosofía de la mente, es por eso que traigo aquí esta obra suya -Mente y materia- de 1959 que en mi opinión se encuentra plenamente vigente.
Por el contrario aquí podeís encontrar un post donde el autor le critica desde el determinismo biológico. El viejo problema mente-cerebro no cesa, ni cesará al menos en breve tiempo.
Dice Schrodinger a propósito de la mente:
“Lo que construimos en nuestras mentes no puede tener (así lo siento) un poder dictatorial sobre nuestra mente, no puede cuestionarla ni aniquilarla. Algunos de ustedes dirán, estoy seguro, que esto es misticismo. Así, aun reconociendo que las teorías de la física son siempre relativas –por cuanto dependen de ciertas hipótesis básicas-, podemos afirmar, o así lo creo, que las teorías actuales de la física sugieren fuertemente la indestructibilidad de la Mente frente al tiempo.”
Dicho de otro modo Schrodinger cree en la inmortalidad de la mente ¿el alma?, una idea extraña en un físico que ganó el premio Nobel. Pero no hay que asustarse, Schrodinger es un platónico como Roger Penrose y probablemente -casi con toda seguridad- creyente. Ahora bien ¿qué sugiere esta idea de la indestructibilidad de la mente?. Diré mi opinión, más abajo.
Pero antes quiero posicionarme genéricamente en este dilema: prefiero la opinión de Schrodinger , -aun sin compartirla del todo- que la opinión de este señor, catedrático de neurobiología de una universidad holandesa, se llama Dick Swaab y aqui podeís ver una entrevista que se le hizo en ABC.
Para que el lector se haga una idea sobre el dilema mente-cerebro y el distinto planteamiento que de él hacen unos y otros, no remitiré a este abrumado lector a leer el libro de este Swaab sino que intentaré resumir la idea fundamental que separa a dualistas, reduccionistas y a los que buscan -buscamos- una tercera vía de comprensión de este dilema.
La idea de Swaab está presente en el titulo de su libro, “Somos nuestro cerebro” ¿y por qué no somos nuestro hígado o nuestros riñones? En realidad tan reduccionista es una idea como la otra. ¿Por qué poner el énfasis en nuestro cerebro?.
Lo cierto es que los neurobiólogos tienen un déficit fundamental en su formación: nunca han visto un enfermo mental. No saben que las personas no somos sólo un cerebro, sino una novela familiar, una etnia, una religión, que procedemos de una familia concreta y que hemos tenido una serie de experiencias encadenadas determinadas por nuestro barrio, nuestros amigos, nuestra instrucción y nuestras creencias. En realidad ellos minimizan todos estas variables, no les dan ninguna importancia y no se las dan porque están apresados en la falacia de sus propias creencias deterministas. Ellos viven de espaldas a la realidad que ellos mismos construyen para los demás, aunque luego se inhiban a la hora de habitarlas.
En realidad los genes solo sirven como manual de instrucciones para sintetizar proteínas y no funcionan (salvo en casos de herencia mendeliana) como interruptores binarios. Es decir no funcionan a SI/NO sino que tienen una amplia gama de estados intermedios que no son ni síes ni noes, sino “acasos” o “quizás”. Este fenómeno se debe a que los genes presentan penetrancias distintas para cada caso concreto o dicho de otra forma: si usted es portador de un gen (o grupo de genes) con una mutación heredada es muy posible que ese mismo grupo de genes se manifieste en los distintos miembros de su familia con distintas formas de gravedad, por ejemplo pueden haber feocromocitomas, trastorno bipolar, neurofibromatosis y otras enfermedades en la misma familia, del mismo modo pueden haber casos graves de fallecidos a temprana edad y otros que aguantan con patologías leves hasta los 70 años, del mismo modo pueden haber portadores sanos de tal mutación. Dicho de una forma más clara, los genes no nos determinan, necesitan algo más para que se manifiesten y aun: cuando se manifiestan no existe una correspondencia lineal entre tal gen y una patología, sino que -debido a la concurrencia de otros genes- una determinada mutación puede revelarse en patologías muy distintas.
En realidad el cerebro es -tomando la frase de Robert Linden- bastante tonto si lo comparamos con las prestaciones de nuestra mente. Nuestro cerebro es muy fácil de engañar, basta darle anovulatorios seriales para engañarle y que el hipotálamo de la orden de anovulación. Nuestra mente es la que sabe que los anovulatorios se toman en realidad para evitar la anticoncepción, pero el cerebro en su tosquedad no alcanza a comprender tal cosa y detiene la ovulación ante la señal química de una hormona que parece indicarle que la ovulación ya se ha producido.
Tan tonto como un ordenador sin interface y sin un usuario que toque determinadas teclas y de las ordenes oportunas. Tan tonto que hasta puede ser engañado por placebos, hipnosis, sugestiones diversas y por propaganda.
Pero hay más pruebas de que no somos sólo nuestro cerebro y una de ellas, quizá la más importante para un clínico es la observación de que algunas enfermedades mentales y otras condiciones siguen patrones culturales, es decir las enfermedades no siempre tienen un oscuro origen biológico sino que están determinadas por los hábitos de vida, las creencias compartidas, la deprivación y sobre todo -lo más sorprendente-por la opulencia, es obvio que la opulencia sienta muy mal a nuestros sufridos ciudadanos. Sobre todo la opulencia alimentaria y la opulencia sexual, es decir aquella condición que disemina y legitima todos los goces.
¿Por qué la homosexualidad es más frecuente en entornos donde existe más tolerancia?¿Por qué los trastornos alimentarios como la anorexia mental son más frecuentes allí donde existen excesos de comida? ¿Por qué la obesidad y la anorexia mental coexisten en los mismos entornos? ¿Por qué crece la prevalencia de autismo y TDH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad? ¿Por qué las patologías mentales parecen concentrarse en determinados barrios donde el abuso de drogas y el crimen parecen ir de la mano?¿Qué papel juega la pobreza, el estigma y la exclusión social en las enfermedades mentales?
Son muchas las evidencias clínicas y demográficas que desmienten la idea de que somos un cerebro. Todo parece indicar que la genética precisa de la complicidad del medio ambiente para poder manifestar su potencial devastador.
Ahora bien, suponer que hay algo más, no significa habernos arrojado en manos del fantasma en la máquina. Personalmente estoy convencido de que necesitamos un nuevo modelo, una nueva forma de pensar la mente que nos aleje de las concepciones mistico-religiosas de nuestra cosmovisión.
Por ejemplo, personalmente me cargan mucho algunas ideas antropocéntricas como ésta: “somos uno con el universo”. Me parece una idea descabellada, yo no tengo nada que ver con el universo en primer lugar porque soy un organismo dotado de vida (el gran misterio) y el universo es fundamentalmente inorgánico; la mente que yo imagino no es el alma de los cristianos pero es desde luego inmaterial. Como no soy platónico no me importa decir que no creo en una mente desgajada de un individuo concreto, no creo que lo mental haya creado lo material, pero tampoco creo que el cerebro explique linealmente lo mental. Necesitamos una nueva ciencia para lo mental por varias razones. La más importante de las cuales es encontrar una razón para vivir moralmente que no pivote sobre un Fundamento. Porque probablemente no existe un Fundamento.
Pero vivir con la idea de que solo somos un cerebro es mucho peor porque nos deja solo un pequeño margen de maniobra: elija usted bien a sus padres.