Podemos ver que la cultura establece la norma (un cuerpo delgado), la biología individual suministra las razones para sentirse inadecuada (una constitución gruesa), la cultura proporciona el procedimiento aceptable para modificarla (la dieta) y ser mujer proporciona un autoconcepto dependiente del atractivo físico. Todas estas variables influyen en el vigor con que el individuo persigue procedimientos de modificación del cuerpo. (A. Fallon).
Josep Toro es un psiquiatra español especializado en trastornos del niño y del adolescente y más concretamente uno de los expertos españoles más importantes en los temas de la patología alimentaria. (Aqui hay una entrevista que se publicó en ABC sobre sus opiniones acerca de los cambios que en nuestra sociedad han sufrido los temas de la crianza)
Un tema que se puede ampliar leyendo el libro que preside este post y que supone una puesta al día sobre esa extraña imbricación que existe entre lo biológico, lo psicologico y lo cultural a la hora de explicar la epidemia de casos que vemos hoy en nuestras consultas. Casos de trastornos alimentarios, usualmente anorexia y bulimia una epidemia que afecta sobre todo a las niñas y adolescentes.
Una de las características más importantes que hay que señalar previamente es que esta epidemia nació después de la segunda guerra mundial. Efectivamente la anorexia y la bulimia ya existían en la antigüedad, y el libro de Toro a través de un riguroso recorrido histórico nos va presentando las pruebas, sin embargo el cuadro clínico ha cambiado: en todo caso se trataba de casos aislados y con motivaciones bien distintas a las de hoy. Más abajo me referiré a ciertos hechos que cambian la patoplastia de las enfermedades, No es sólo que las enfermedades cambien con la época pues las épocas por sí mismas no pueden modificar las enfermedades sino que la explicación más razonable es que aparecen nuevas presiones sociales que al actuar sobre síntomas o síndromes preestablecidos modifican su sentido modelando una alienación sobre el sujeto que nos aparece como patología. Es por eso que los enfermos mentales llevaron antes de la etiqueta de enfermedad, el rótulo de “alienados”, pues no saben que están enfermos ni saben que sus síntomas proceden del Si-mismo. Carecen pues de libertad
Uno de los efectos mas señalados de entre todos ha sido la socialización del cuerpo.
¿Por qué esta mujer es poco probable que tenga anorexia?
¿Por qué esta mujer palestina tiene más riesgo de padecer anorexia?
Se trata de un hallazgo ya clásico de Arthur Crisp, las mujeres musulmanas enferman menos de anorexia que las mujeres occidentales pero tienen el mismo riesgo de padecer estas enfermedades si son educadas en entornos occidentales. Lo que resulta protector no es pues la religión sino el concepto de cuerpo, socializado en occidente y privado en los países árabes.
Síntoma, síndrome o trastorno.-
Una de las hipótesis del libro de Toro es que si bien el atracón o el vómito postpandrial o la restricción alimentaria han existido siempre, pero ni uno ni otro síntoma es equivalente a la anorexia o bulimia tal y como la entendemos hoy. Señala por ejemplo, que las restricciones alimentarias eran comunes en ciertas comunidades cristianas medievales por la mortificación del cuerpo que siempre se opuso al espíritu o que el atracón procedente del banquete orgiástico es bien conocido desde la antigüedad.
Se trata en cualquier caso de síntomas sueltos no de trastornos.
Lo que caracteriza el trastorno mental tal y como hoy lo entendemos es que se han añadido algunas cosas más:
En la anorexia mental, hay un horror hacia la obesidad, un rechazo de la gordura además de esa pulsión hacia la inanición, pero es más que obvio que hoy esa pulsión ya no sigue caminos espirituales de renuncia a lo material. Es una pulsión de lo más mundana: se trata de estar delgadas, más que eso: ser la más delgada del grupo. Además se han añadido dos sintomas más: la distorsión del esquema corporal y el malestar o disconformidad con el propio cuerpo.
El vómito de la bulimica es una maniobra compensatoria y alienada. La bulimica no sólo vomita para hacerse sitio en el estomago para volver a comer tal y como hacian los pantagruelicos romanos en sus banquetes sino que el vómito le aparece como algo que le sucede con independencia de si es autoprovocado o no. Además comparte con la anorexia (y por eso hoy consideramos ambos trastornos como primos hermanos y con estados de transición que llamamos bulimarexia) un malestar con el propio cuerpo, una inconformidad, un querer y no poder.
Puesto que a la bulimia le falta lo que a la anoréxica le sobra: disciplina.
Pero a ambos trastornos se enredan en el mismo eje: el rechazo de la gordura. Es como si ser gordo fuera un estigma moral. A eso le llamamos moralización y es por eso que los añadidos culturales modifican la presentación de las enfermedades. La bulimia y la anorexia de hoy no existirían si ser gordo no hubiera pasado a verse como un pecado, como una falta, una mancha o un estigma.
Y no deja de ser curioso que consideremos “lo gordo” como pecaminoso en un entorno donde el pecado ha desaparecido de nuestra concepción del mundo.
¿O será precisamente por eso?
¿Es imposible liberar al hombre sin atarlo a distintos yugos?
Lo veremos en el próximo post.