No deja de ser curioso que mientras la personalidad haya sido la gran perseguida en cuanto a investigación en las teorías psiquiátricas, psicológicas y psicoanalíticas, la identidad se haya constituido en la hermana pobre del psiquismo. ¿Qué sabemos de la identidad?¿Sabemos al menos qué significa este concepto?
No tenemos más remedio que recurrir a un psicoanalista llamado Eric Erikson si queremos averiguar algo sobre ella y su ontología.
Para empezar recomiendo al lector que hurgue en este post donde hablé de un concepto fundamental en Erickson: el concepto de difusión de la identidad.
Podríamos definir la identidad como “ese sentido de continuidad en la experiencia de nosotros mismos, una continuidad histórica, generacional, nacional, que incluye valores, creencias y un sentido de pertenencia a algo supraindividual, a algo que está más allá de nosotros mismos trascendente o banal pero que en cualquier caso es una experiencia compleja que incluye a la memoria, a la autoimagen, a la vivencia del tiempo y a las emociones y valores, sobre todo a esa dificil síntesis entre el apego y a la autonomía personal”.
La difusión de la identidad podría definirse como “no saber quien es uno” o al menos dudar respecto a las posibilidades de ser, lo que es lo mismo que decir que existen múltiples identidades pululando sobre nuestro imaginario como un menú desplegable en el que sólo hay que elegir para decir, “ese soy yo” ahora y quizá otro mañana. Sin embargo no hay que confundir el concepto de difusión de identidad con el trastorno de personalidad múltiple. En este trastorno, -más un trastorno novelesco que real- una identidad no conoce a la otra, es decir existe una disociación total entre una identidad y otra. La difusión de la identidad supone una posibilidad de elección virtual entre una identidad y otra, una diseminación de oportunidades de ser pero no supone de entrada disociación entre unas partes y las adyacentes.
¿Quien soy yo?
Toda identidad es ilusoria y sin embargo -parafraseando a Erikson- solo podemos sentirnos vivos con un sentido de identidad. Agenciarse una identidad propia desgajada del común es una tarea que consume recursos de por vida, siempre está en movimiento y es un proceso dinámico y cambiante. Se trata de una tarea inconclusa pero para entendernos mejor vamos a ocuparnos de cómo y con qué materiales se construye la identidad sobre todo en la transición desde la infancia a la adolescencia hasta la coagulación casi definitiva en la edad adulta.
La difusión de la identidad es un constructo creado por E. H. Erikson y que se manifiesta en un sentimiento subjetivo de incoherencia , en una dificultad o impredictibilidad para asumir roles y elecciones laborales u ocupacionales y sobre todo en una tendencia a confundir en las relaciones íntimas los atributos, emociones y deseos propios con los de otra persona y temer por tanto la pérdida de la identidad cuando la relación termina o cuando nos entregamos o nos fundimos en el otro como sucede en las relaciones sexuales. Erikson describió tambien cómo algunos individuos tratan de escapar de este estado de confusión de la identidad merced a la asunción de una identidad negativa, esto es, con roles que resultan antivalores, inapropiados o inusuales dadas las caracteristicas socioeconómicas o de formación cultural de un determinado individuo.
Dicho de otro modo la difusión de la identidad implica territorios o dimensiones diversas . Estas dimensiones son 1) la sexual (amor o afectividad), 2) la política (o identidad social) , 3) los valores (religiosos o laicos) y 4) la vocación o identidad laboral o basada en habilidades.
Los primeros ladrillos con los que construimos nuestra identidad es a través de las identificaciones. Identidad e identificación son cosas bien distintas, mientras que la identidad hace referencia al resultado coagulado o adulto de una serie de operaciones binarias de nuestra mente, la identificación siempre es parcial. Lo que se elige como percha de la identificación es un aspecto puntual de alguno de nuestros progenitores o figuras de cuidado. El papá puede ser médico pero yo atraparé de él su prosodia, sus borracheras o su sentido del humor.
Si a un niño pequeño le damos objetos de distintos tamaños, colores y formas observaremos que ya el infante es un perfecto clasificador ¿Distinto o similar? El niño clasificará bien por tamaño, bien por color o bien por forma según sus preferencias, agrupará o separará los objetos según el criterio que adopte en cada momento, pero más adelante cuando ya sepa hablar y categorice el mundo se encontrará con una dificultad sobreañadida en su tarea de clasificar: además de objetos existen conceptos y los conceptos como abstracciones que son pueden ser contradictorios entre si, decimos entonces que son contrarios u opuestos: bueno-malo, noche-día, valiente-cobarde, guapo-feo y que son por tanto contradictorios lógicamente, no pueden darse a la vez, lo que nos obliga a un tipo de pensamiento de exclusión o categorial. Si elige uno será para abandonar otro, de esta manera el mundo gracias a nuestro pensamiento simbólico va perforando la realidad y dividiéndola paulatinamente en diversos mundos que sólo podemos habitar uno por vez y que socavan nuestro pasado que ya no podrá volver a vivirse. Una vez dividida la realidad en conceptos opuestos no se puede sino estar en uno de ellos instalado, mientras el otro opuesto se ignora (o se añora) definitivamente.
No hay identidad sin otro con el que compararse, pues compararse es una de las primeras operaciones cognitivas con intención objetal que se dan en los niños. Una de las primera decisiones que toma el niño (y que consiguientemente dividirá el mundo en dos) es ésta: ¿Qué quiero ser? ¿papá o mamá?. La segunda es ¿Cómo quiero ser? ¿Como papá o como mamá? Y esta es la tercera: ¿dónde seré? ¿en la posición de papá o en la posición de mamá?. Naturlamente estas elecciones tienen mucho que ver no sólo con las identificaciones sexuales sino tambien sobre eso que llamamos personalidad y el lugar que ocuparemos entre esos mundos escindidos que nuestra mania categorial han propiciado.
Y los papás son sobre todo dos cosas: seres sexuados (hay papás y mamás) y seres limitantes, normativos y que dicen “no” o “porque lo digo yo”.
La identidad sexual.-
Es por eso que las primeras identificaciones se llevaran a cabo a través de un ejercicio de comparación. “Soy un niño como papá, porque tengo pene” o “soy una niña como mamá porque no lo tengo (o tengo otra cosita)”. La anatomía es el destino como decía Freud y es por eso que nuestras primeras identificaciones nos vienen de serie: nos identificamos con lo similar, pero aquí entra en juego otro elemento, un elemento distorsionador tanto como las predisposiciones genéticas: el complejo de Edipo.
Es interesante introducir ahora un concepto que la mayor parte de la gente no llega a entender: la sexualidad infantil no es la misma sexualidad que la sexualidad adulta. Significa que la sexualidad infantil es también parcial y que el niño es un “perverso polimorfo”, es decir está abierto a cualquier inclinación “sexual” siempre y cuando no se obtenga por la fuerza o con daño de por medio. El niño con sus ventanas plásticas bien abiertas es susceptible de ser impresionado por cuestiones que a nosotros como adultos nos pueden parecer banales: la visión de una pierna desnuda, presenciar como el padre golpea a un hermano o la excitación de compartir el lecho con un adulto pueden provocar en su desarrollo psicosexual efectos inesperados y no lineales en relación con la intensidad del estimulo.
Es por eso que cuando hablamos del complejo de Edipo tenemos que entender que lo que les sucede a los niños con sus padres no tiene comparación con lo que nosotros entendemos como atracción sexual. El niño no siente atracción sexual por su madre a no ser que haya sido erotizado por ella, ni tampoco piensa en asesinar a su padre, sus instintos son parciales, su musculatura débil y su capacidad para planear estos hechos muy limitada.
En un post anterior ya hablé del concepto que tenemos hoy algunos psiquiatras sobre el Complejo de Edipo, de modo que solo recalcaré algunas consecuencias de nuestro Edipo revisado.
El Edipo puede llevarse a cabo con el padre o con la madre, la idea de que los niños se enamoran de la madre y las niñas del padre es una idea superada. Niños y niñas se enamoran (si puede decirse así) del padre más idóneo como soporte de la intimidad. De este modo dividen el mundo en un padre bueno y un padre malo, pero pueden obtener identificaciones de ambos. Pues el Edipo no es una cuestión de amor sexual (a pesar de que configurará todas nuestras elecciones posteriores) sino más bien una lucha por los recursos. Una lucha (con el resto de hermanos o con el padre malo) por la atención, protección y validación del padre, de la madre o de ambos. Una ganancia de poder e influencia en la familia, en suma, un lugar en el mundo familiar, una visibilidad.
Una buena manera de saber como fue el Edipo de alguien es pedirle al sujeto que califique entre 0 (muy malo) a 10 (muy bueno) a ambos progenitores. El que saca mayor puntuación es Layo, el padre del Edipo mítico y por supuesto puede ser tanto la madre como el padre. Lo usual, con todo es que los niños prefieran al padre más fuerte y las niñas al más cariñoso. Pero es mejor que no lleves a cabo este sencillo test porque la gente no te dirá la verdad, es mejor acudir al método indirecto para averiguar quién es el padre preferido.
La difusión de la identidad sexual se manifiesta en el adolescente con dudas acerca de las preferencias sexuales o bien con miedos acerca de llegar a “ser homosexual” o a que los demás sospechen esta inclinación, también con dudas con respecto al sexo “verdadero” o al género. Naturalmente esta situación es psicológicamente insoportable para el sujeto que puede ser presa de ansiedades arcaicas o de perplejidades casi psicóticas cursando en crisis, el resto del tiempo el sujeto puede vivir en una moratoria, una indefinición, un tiempo de espera hasta que algún evento externo promueva la definición.
Conviene visionar la cruz que más arriba colgué, para entender que la identidad es un forcejeo constante entre exigencias y necesidades sociales y sexuales, entre los valores de una familia, una cultura y las habilidades personales que con el tiempo darán lugar a una elección profesional. El sujeto ha de integrar todas estas fuerzas y ubicarse en el centro guardando un equilibrio más o menos estable, sin embargo esta construcción de la identidad está sometida a multiples averias de las que seguiremos hablando en el proximo post.
Bibliografia.-
El problema de la identidad del Yo. Erik Ericsson