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Identidad e identidades fugitivas (II)

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La identidad va construyéndose con los materiales de la familia, el apego, las identificaciones preedípicas (arcaicas) y edípicas, y tambien naturalmente con las posibilidades genéticas. Hoy sabemos a través del concepto de “prepared learning” que existen unos aprendizajes fáciles (como la adquisición del lenguaje) y otros no tan fáciles que requieren ciertas disonancias entre lo percibido y lo real. No se puede elegir ser cualquier cosa, hay una serie de habilidades que todos tenemos y que con el tiempo iremos conociendo. Y una identidad segura es aquella que se construye con los ladrillos de nuestras habilidades y nuestra esencia (valores morales y culturales).

El primer problema identitario que se le plantea a un adolescente está relacionado con el mundo de la escuela. No me refiero ni a las guarderías, ni a la escuela primaria, sino a eso que llamamos en España ESO o Bachiller. Es ahi, en ese lugar donde la identidad va a sufrir nuevos tironeos que requieren un trabajo de transformación por parte del adolescente.

Un trabajo de tironeo que discurre entre estos pares binarios según el nivel de maduración alcanzado:

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La identidad social.-

Hay una distancia sensible entre la identidad ” de  casa” y la identidad”de la escuela”.Los muchachos han de abandonar periódicamente la identidad que adquirireron en su infancia para negociar con sus iguales. Y sus iguales son sus compañeros de escuela y ya no tanto sus padres. Según Judith Harris de la que hablé aqui, la influencia de nuestros iguales va a ser determinante en la construcción de nuestra personalidad y nuestra identidad, mucha más influencia de la que nuestros padres  y nosotros mismos suponemos.

Un adolescente funciona asi, padres=casa y amigos=otros entornos. Y ambos no se pueden mezclar. Es por eso que los adolescentes se avergüenzan de que sus amigos les vean con sus padres y explica porque se esfuerzan tanto en mantener ambos mundos separados. Para un adolescente lo más importante, lo vital es no ser diferente. Y lo que diferencia a un sujeto de otro es el entorno familiar, alli puede haber un padre invalido, una madre incompetente, un hermano ciego, una familia divorciada emocionalmente, etc. El adolescente tratará de mantener el secreto, pues lo importante en este momento de su vida es mantener esa coherencia con sus iguales, adquirir una identidad social totalmente separada de aquella que adquirió en su familia.

En el Bachiller el adolescente ha de tomar decisiones muy importantes: elegir amigos, elegir grupo y elegir enemigos. Intimidad en la amistad y repudio de “los otros” son los polos entre los que circula la identidad en ese tiempo. Hasta que llega el siguiente escollo.

Me refiero al amor o a los escarceos amorosos, con o sin sexo, incluido. Se trata de elecciones que muchas veces están sometidas al dictamen del grupo y destinadas a obtener popularidad o autoafirmación. Amoríos que discurren entre la intimidad y el aislamiento al que se trata de evitar a cualquier precio.

La sexualidad ha de integrarse con las expectativas y las demandas sociales, tambien con la capacidad de gestionar los conflictos que las relaciones sexuales producirán inevitablemente. La promiscuidad es precisamente una de estas conductas que podriamos llamar “identidad fugitiva” relacionada con la tensión en esta dimensión sexual-social.

Os pondré inmediatamente un ejemplo: vivir en una sociedad más o menos tolerante con el sexo como es la nuestra no impide los conflictos emocionales con la gestión del mismo. Es posible predecir que: a más precocidad sexual más conflictos emocionales vamos a encontrarnos con el sexo.

Una paciente nuestra de 15 años que se encuentra ingresada en nuestra Unidad Infanto-juvenil me decía el otro dia que tiene un novio y dos amantes (sic). Cuando discute con el novio -algo que sucede por guasap todos los dias- o bien se corta o bien -como venganza- se acuesta con uno de sus amantes disponibles. Naturalmente la libertad sexual no parece haberle ido muy bien a esta muchacha, todo parece indicar que su precocidad y promiscuidad sexual no hace sino sumergirla en conflictos más graves de los que tendría de no existir esa libertad sexual.

Se trata de un caso (por otra parte muy corriente) donde podemos observar esta disonancia entre una libertad externa aparentemente sin límites y unos recursos psicológicos muy pobres a la hora de gestionar los inevitables conflictos que surgen entre las personas que comparten una gran intimidad.

La promiscuidad es una forma de agenciarse una identidad separada de la familia y al mismo tiempo una identidad con prestigio en el grupo al menos en nuestro entorno. Tambien entre los chicos, las chicas fáciles tienen una gran popularidad. Hoy las chicas han dejado de ser víctimas de los chicos aunque sin saberlo se han convertido en sus propias víctimas pues el sexo sin intimidad profunda es muy disadaptativo para las mujeres y contribuye a crear un habito de vacío al tiempo que se configura como una opción de venganza frente a cualquier frustración. Una identidad enroscada en estas emociones está destinada sin duda a generar un campo de personalidad inestable o límite.

La promiscuidad puede ser considerada como una conducta de escape destinada a la regulación emocional y es tan eficaz como darse cabezazos contra la pared, una conducta que podemos observar en los chicos.

La identidad sexual y la identidad social forcejean constantemente pues no todo lo sexual puede socializarse, ni todo lo social debe sexualizarse. Pero aun existen otros dos gigantes en pugna relativos a la construcción de la identidad: los valores y la vocación.

 



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