Un conocido verso de Walt Whitman afirma lo siguiente:
“Soy inmenso, contengo multitudes”
¿Qué significa este verso, es verdad o no es más que una metáfora poética para expresar las contradicciones humanas?. ¿Qué quiso decir, Rimbaud -otro poeta- cuando afirmó que “Je suis un autre”. ¿Qué quisieron decir Pink Floyd cuando cantaban aquello de ¿Quién habita en mi cabeza?
El primero que abordó el tema de las multitudes de las que se compone nuestro cerebro fue Freud, a través de su conocido esquema tripartito, (Y0, Ello y Superyó), más tarde Mc Lean desde una perspectiva evolucionista tambien incidió en la misma idea de los tres cerebros (reptiliano, mamifero y humano). Julian Jaynes por su parte habló de una dicotomia cerebral izquierda-derecha y de bipartidismo cerebral.
¿Estamos o no estamos divididos?
Estos modelos han sido desmentidos por los neuroanatomistas al no localizar ninguno de estos supuestos “expertos” o poblaciones neuronales especializadas en hacer algo. Sin embargo la ausencia de localización no desmiente la idea principal: nuestro cerebro es un órgano en permanente conflicto -un conflicto de expertos-, queremos hacer y queremos no hacer una misma cosa. Piense usted en lo que le sugiere comer chocolate, muchas personas viven permanentemente en este conflcto, atraidos por el chocolate o los dulces y al mismo tiempo impelidos a evitarlos por aquello de los kilos de más o la diabetes acechante. Este tipo de conflictos de atracción-rechazo por sí mismos bastan para que cada uno de nosotros tengamos la experiencia de que en nuestros cerebro viven al menos dos tendencias que nos impulsan en sentido contrario respecto a nuestra volición, pero tal y como decia Whitman no es necesario que sean sólo dos: nuestro cerebro contiene multitud de expertos que guerrean constantemente entre sí para imponer su opinión de lo que sería mejor para nosotros, el cerebro es una democracia de partidos donde cada cual cree que tiene la razón y trata de imponer su “verdad” al organismo entero y si es necesario a través de una guerra civil.
Estamos divididos pero no solamente por dos, sino por multiples agencias cerebrales que están diseñadas para computar cuestiones similares y que no funcionan como una cadena de montaje sino como un comité de expertos, un parlamento cerebral.
Veremos ahora precisamente donde nos lleva esta cuestión y aprovecho una anécdota que cuenta David Eagleman recientemente en su libro “Incógnito”, traducido al espeñol con el subtitulo: “Las vidas secretas del cerebro”.
Mel Gibson fue detenido por una patrulla de la policia que le sometió a un test para medir su grado de intoxicación alcohólica mientras conducia su coche de forma imprudente por una via publica. Al policia le llamó la atención no solo la cifra de alcohol que habia detectado sino su verborrea inclinada a insultar a los judíos y al propio policia -que era a su vez judío- le llamó tanto la atención, que debido a su estado decidió llevarselo detenido.
El caso es que el informe del policia terminó filtrado a la prensa por lo que Gibson fue acusado de xenofobia y sometido a un intenso linchamiento por parte de los lobbyes judíos que exigieron una rectificación publica.
Asi lo hizo el pobre Gibson que apareció en los medios y en TV para pedir perdón y objetar que no era “xenofóbico en absoluto” que no albergaba ningun rencor hacia ninguna raza y que su propia religión le impedia este tipo de ideas de exclusión de nadie. El caso es que sus apariciones en los medios surtieron su efecto y al final fue perdonado por una inquisitorial “Comision antiblasfemia”, que dedujo de sus declaraciones que habia sido sincero.
Pero el asunto no acabó aqui y siguió algun tiempo en la prensa junto con declaraciones de expertos acerca de si el alcohol puede o no puede poner en el cerebro de alguien ideas xenofóbicas (o de cualquier otra clase). Los detractores de Gibson pensaban que el alcohol se limitaba a desinhibir lo que de alguna manera ya estaba alli, mientras que sus defensores apelaban al sentido común para llamar la atención de que durante la embriaguez se pueden decir y hacer muchas tonterias o imprudencias, incluso se pueden cometer delitos sin que su autor pueda ser acusado de ser siempre un tonto o un delincuente. Entre los argumentos de sus defensores encontraron el siguiente: si es cierto que “in vino veritas”, es decir si es cierto que durante la embriaguez lo que emerge es nuestro verdadero Yo, el alcohol seria el mejor método para que los delincuentes o acusados de algo dijeran la verdad, bastaria darles a beber cualquier tipo de alcohol (a escoger) para al final saber si lo que dicen es verdad o mienten.
Lo cierto es que el alcohol no es la máquina de la verdad.
Pero es cierto que desinhibe, luego si desinhibe y emergen contenidos racistas debe ser porque en algun lugar de la mente existen tales contenidos. ¿Era o no era Gibson un racista?
Asi es como piensa la mayor parte de la gente, o Gibson es un racista que disimula sus verdaderas ideas o no lo es en cuyo caso el alcohol debe ser una droga racistogénica. Pensar en esta forma dicotómica, o si o no, es desde luego muy intuitiva, asi es como catalogamos o clasificamos a los demás (no tanto a nosotros mismos). Pero la verdad cientifica es muy antiintuitiva y las cosas no funcionan asi.
El primero que abordó este problema en el campo de la inteligencia artificial fue Marvin Minsky, en un libro de culto que se llama “La sociedad de la mente” (1987) Minsky propuso que la complejidad del cerebro deberia ser contemplada en una diversidad de subrutinas (o partes mas pequeñas) especializadas en una tarea concreta cuya sumatoria en un nivel superior daría como resultado la inteligencia humana a través de la emergencia de propiedades nuevas. Esta idea de Minsky ha sido retomada recientemente por muchos investigadores evolucitivos que han hablado de un cerebro modular y del que hablé aqui en este post sobre la navaja suiza.
La idea de MInsky viene concretamente a apoyar lo que hoy sabemos y como podemos responde a la pregunta acerca de la culpabilidad de Gibson de xenofobia. Es obvio que en el cerebro de Gibson existe un modulo, una subrutina xenofóbica, lo cual no significa que Gibson sea xenófobo puesto que esta rutina existe en todos y cada uno de los cerebros humanos, incluyendo a los del lobbye judio.
Y existe porque se trata un producto de la evolución, de la selección natural. Existe porque evitar los contactos con extraños es para nuestro cerebro esencial y nuestro sistema de alarmas se activa ante lo que detectamos como peligroso. Un extranjero o desconocido es potencialmente peligroso y nuestro sistema de deteccion de humos está ahi para eso, se trata de una subrutina en el sentido de Minsky.
Ahora bien, es cierto que si bien todos nosotros somos portadores de ese sistema de neurodefensa, no todos lo activamos del mismo modo: unos pueden llegar a matar a alguien solo por ser extranjero y otros, -muchos- se dedican a excluir a ciertas etnias a las que consideran “alienigenas”. La mayor parte como Gibson solo les insultan de modo genérico cuando se embriagan o van al fútbol.
Depende del grado de activación o de importancia que tenga la amenaza en el sentido más primitivo de la palabra: homosexuales, extrajeros, minorias étnicas, religiones distintas o colores de la piel diferentes sirven para disparar la subrutina “xenofóbica”. El grado de socialización que haya alcanzado cada cual es la variable critica que vendrá a inhibir la respuesta fisiológica xenofóbica. La mayor parte de las personas que conozco no son xenofóbicos sencillamente porque no están motivados para ello y han aprendido que es bueno y deseable aceptar a todo el mundo en su diversidad. Pero esta ultima variable es social, un aprendizaje social que debe oponerse a la subrutina biológica de sentido contrario cuya intensidad estará relacionada con multiples ideas y emociones activadas o desactivadas segun la historia personal de cada cual.
De modo que la pregunta que más arriba planteaba respecto a si Gibson era o no era xenofóbico, creo que está mal planteada y tendremos que acostumbrarnos a pensarla de otro modo. Y está mal planteada porque el Estado no puede prohibirle ser xenofóbico, pederasta o nazi, lo que si puede hacer el Estado es castigar el acto, no la intención o la idea. Usted puede pensar lo que quiera con tal de no transformar esa idea en una conducta, en este caso, un insulto.
En resumen Gibson no era culpable de ser xenofóbico sino de conducir bajo los efectos del alcohol y de eso y de ninguna otra cosa debe ser acusado.