1) Para mi el libro del año,se trata de una obra de Bruce Perry que con ayuda de una periodista -Maia Szalavitz- confeccionan al alimón,una extensa casuística de historias de niños traumatizados, supervivientes en todo caso de graves traumas. Casos bastante extremos pero que recorren todos los registros del trauma en edad infantil: el descuido-abandono, el maltrato fisico o el abuso sexual. Al mismo tiempo que se comentan desde el punto de vista neurobiológico como inciden todos estos traumas en el neurodesarrollo, según la teoria neurosecuencial del propio Perry y que se puede entender según un modelo de maduración secuencial de las partes del cerebro, desde la más antigua (el tronco cerebral) hasta las más modernas ( la corteza cerebral) pasando por el sistema límbico sede de las emociones conectada a su vez al tronco a través del mesencefalo. Existe pues una conectividad de abajo-arriba presidida por una jerarquía entre zonas cerebrales, siendo el tallo encefálico nuestro sistema regulador del estrés.
Asi podremos entender que los traumas son tanto más graves como más precoces al afectar al marcapasos del cerebro (el tronco cerebral), al tiempo que entendemos también el concepto de “ventana plástica” que es algo asi como el timing madurativo y que explica porque los traumas tienen distintos efectos no solo por su cantidad (intensidad-duración) o cualidad sino tambien en dependencia con la ventana plástica activada en cada momento. De interés para entender los traumas en el primer año de vida del niño, como podemos ver en el caso de Leon.
2) A veces hay que leer libros con los que ya en las primeras páginas, uno no está de acuerdo con el autor y percibe que va a tener problemas y discrepancias en las siguientes. Se trata de un recomendable ejercicio de limpieza de chimeneas, pues leer solo a aquellos cuyas opiniones coinciden con las nuestras necesariamente nos alienan. Algo asi me ha sucedido con esta segunda recomendacion del año, el libro de Umberto Galimberti. “Los mitos de nuestro tiempo”.
El libro es una extensa colección de esas verdades que admitimos sin crítica y que repasa, algunos de los más conocidos mitos, el de la identidad sexual, el de la madre perfecta (el mito del amor materno), el mito de la eterna juventud o el mito de la psicoterapia y de la misma psiquiatría.
No cabe duda de que Galimberti es un intelectual de talla, de formación filosófica y antropológica, es además -según su curriculum- profesor de psicología dinámica, es decir de psicoanálisis. Ignoro si lo ha practicado alguna vez o si sus conocimientos sobre este asunto proceden tan solo de sus requiebros teóricos, pero me ha parecido percibir en él cierta tendencia a abrazar ideas políticamente correctas sobre todo en la critica que hace a la psiquiatría, muy en la linea del discurso que ahora tanto se lleva de negar la mayor, es decir volver a los años 70 cuando algunos autores conocidos como antipsiquiatras negaban la existencia de la patología mental.
Hoy, más que negar la enfermedad mental los críticos de la psiquiatría se meten con la industria farmacéutica (Big Pharma) a la que acusan de estar detrás de intereses espurios o bien se recurre al mantra de que los psicofarmacos oscurecen la voz de la locura, a la que se concede de forma un tanto ideal la posesión de una verdad metafísica.
Lo cierto es que efectivamente se hace un uso demasiado excesivo de los psicofármacos, algo que coincide -no debemos olvidarlo- con las expectativas racionales de la población, si usted busca en los bolsillos de sus allegados encontrará ansioliticos, antidepresivos cuando no drogas ilegales, esta búsqueda de remedios fáciles forma parte de lo humano que hay en nosotros y no de una perversión de la sociedad. Por alguna circunstancia nuestros clientes o pacientes buscan sobre todo en atención primaria remedios inmediatos contra sus malestares, en esa estrategia que creen haber encontrado en “one pill for ill”. Esta solución es desde luego ilusoria la mayor parte de las veces como ilusoria es la idea de que sin psicofármacos viviríamos mejor.
También suele decirse que los psicoafarmacos no tratan el problema de forma causal y que tan sólo aportan tratamientos sintomáticos a la enfermedad mental. Es verdad, y lo mismo sucede en el resto de la medicina. De manera que en este sentido la psiquiatria no es nada diferente al resto de especialidades médicas.
No sabemos más, pero lo que si sabemos es que el modelo de sociedad en el que vivimos -y aqui Galimberti saca lo mejor de su antropólogo interior- es causa de múltiples malestares que tienen representación psiquiátrica (sobre este tema volveré en el próximo post donde pretendo hablar de esa epidemia occidental que llamamos depresión).
Obviamente la concepcion instrumental de lo humano, y su valor mercantil derivado de las relaciones que impone una sociedad materialista como la soledad, la competitividad o el atractivo individual tienen un enorme coste en los malestares del hombre moderno. Es casi seguro que sin cambiar esas reglas que gobiernan lo interrelacional entre nosotros los humanos, sea poco probable que las enfermedades mentales desaparezcan por más que las neguemos en otro nivel de nuestro discurso. La depresión, la ansiedad y el insomnio son y serán en este siglo una verdadera pandemia y por más criticas que reciban los psicofármacos es muy posible que sean nuestra ultima esperanza a no ser que pongamos un psicólogo en cada comunidad de vecinos como sucede en algunos relatos de ciencia ficción.
Y siendo verdad la afirmación de Galimberti de que la mayor parte de nuestros malestares no son enfermedades ni traumas sino que proceden de una visión del mundo demasiado estrecha, no veo porque consideramos que los psicofármacos interfieren en esa visión del mundo o en la búsqueda de su mejora. Personalmente les considero aliados del hombre y por lo que conozco la mayor parte de la gente que conozco también.
3) El tercer libro que quería destacar en este post es el libro de Kevin Dutton titulado “La sabiduría del psicópata” que lleva un subtitulo “Todo lo que los asesinos en serie pueden enseñarnos sobre la vida”. En él Dutton nos da una visión mucho más realista de esas dimensiones de la personalidad que cuando se dan todas o casi todas juntas constituyen lo que entendemos como psicópatas. Dutton , nos habla de los beneficios sociales que podemos esperar de los psicópatas funcionales y de las profesiones que pueden resultar atractivas para este tipo de personas.
Ya escribí un par de posts sobre este libro de Dutton, de manera que no voy a repetir las razones por las que me interesó y lo rescato aquí como uno de los hallazgos del 2016.