Como podemos ver en este gráfico, nuestro mundo psíquico se compone en realidad de tres mundos que no tenemos mas remedio que integrar, esa es la tarea.
Todos aquellos que leyeran el post anterior ya habrán comprendido la dificultad que entraña separar lo patológico (pathos) de lo normal (logos) en psiquiatría. Buena parte de esta dificultad procede varios hechos:
1.- La frontera entre ambos fenómenos es muy difusa y llena de dificultades epistemológicas
2.-Ciertos fenómenos adaptativos y destinados a reparar disfunciones pueden ser catalogados -en sí mismos- como patológicos sin serlo al tiempo en que no garantiza que algo en principio adaptativo sufra una disfunción y se convierta en patológico. Un ejemplo podría ser el duelo, un fenómeno absolutamente normal que puede transformarse en una depresión crónica.
3.-Por ultimo, no sabemos como se relacionan los trastornos éticos (ethos) con los problemas psiquiátricos convencionales. Algunos trastornos como las psicopatías y la pederastia por ejemplo no cumplen con la condición de “daño” que sirvió a Wakefield como criterio de trastorno mental.
Todo parece indicar que las desviaciones éticas y las desviaciones de la enfermedad mental propiamente dicha van en direcciones opuestas.
En realidad y aunque suele decirse que somos seres duales y que vivimos en un mundo objetivo (la realidad real) y un mundo subjetivo compuesto sobre todo por estados mentales lo cierto es que este esquema se queda corto y necesita una tercera dimensión: la intersubjetividad. Así no solo somos seres que vivimos en una realidad objetiva que hemos de transitar con la ayuda de nuestra subjetividad sino que además necesitamos desplegar unas ciertas habilidades intersubjetivas, es decir sociales, pues el mundo no solo está formado por nuestros estados internos y la realidad objetiva sino que se encuentra poblado por otras personas que a su vez son portadores de su propia subjetividad lo que añade una nueva dificultad a navegar por el mundo.
Así, una persona, ese vecino suyo que parece tan normal y que es de alguna manera una persona intrascendente y vulgar, aparentemente inofensiva puede esconder a un criminal en serie o un pederasta. ¿Cómo es posible que no se detectara antes esa patología si es que podemos llamarle patología? ¿Por qué las enfermedades mentales son tan fácilmente detectables y en cierta manera públicas mientras que estas enfermedades morales son tan difíciles de detectar y pasan inadvertidas?
Obviamente el criminal en serie o el pederasta llevan sus actividades en secreto y lo hacen para no ser detectados y detenidos, su actividad es por así decir privada. Pueden hacerlo porque a diferencia de los enfermos mentales verdaderos, saben que sus actividades están perseguidas por la ley y saben también que lo que hacen lleva adherido un daño a otros y un castigo, pero sin embargo este conocimiento no les lleva a inhibir sus actividades como seria de esperar en una persona normal.
Así esta clase de personas son normales a la hora de interpretar correctamente el mundo objetivo y lo que está averiado parece ser su mundo intersubjetivo. Es importante señalar ahora que no existe una psiquiatría de la intersubjetividad puesto que nuestra especialidad evolucionó tratando de “leer” el mundo subjetivo en interacción con el mundo objetivo. Vale la pena detenerse un momento para señalar que el mundo objetivo también induce disfunciones en el nivel subjetivo como sucede en los traumas psíquicos. Sin embargo el reconocimiento de estas intrusiones de lo real en nuestro mundo interno ha captado la atención de la psiquiatría hace muy poco tiempo. Algo de lo que ya hablé en mi “Traumática historia del trauma”. Aceptar que lo traumático -lo objetivo- podía afectar a la subjetividad a largo plazo ha sido una tarea ardua en nuestra especialidad.
Otras disciplinas se han encargado de aquellos que sin ser enfermos mentales parecen haber enfermado moralmente, de los delincuentes en general se ocupa la criminología pero no la psiquiatría.
¿Pero qué relaciones guarda el ethos con el pathos?
Buscaremos algún estado mental, alguna emoción que pueda servirnos de guía y encontrar – si las hubiera- zonas de contacto entre la patología propiamente dicha y la patología moral.
El asco o repugnancia.-
El asco en español procede de la palabra latina “costra” mientras en inglés disgust parece estar relacionado con la boca y el sentido del gusto.
El asco o la repugnancia es quizá la emoción más desconocida para la psiquiatría. La razón de este olvido es probablemente la confusión que usualmente llevamos a cabo entre el miedo y el asco. No cabe duda de que tanto el miedo como el asco han sido seleccionados positivamente por la evolución por los servicios que han prestado a nuestra especie. Aunque han seguido caminos evolutivos bien distintos, el miedo parece ser innato, mientras que el asco requiere ciertos aprendizajes basados en el pensamiento mágico pero así y todo dotados de una enorme consistencia y muy difíciles de extinguir una vez establecidos. Incluso los circuitos cerebrales que regulan a ambos están en lugares bien distintos: en la amígdala el miedo y en la corteza cingulada el asco.
El asco surgió como un mecanismo diseñado para eludir toxinas alimentarias y probablemente evitar el contacto con animales ponzoñosos, plantas venenosas, evitar las enfermedades transmitidas por insectos, ratas y otros parásitos. La nausea y el vómito parecen ser los mecanismos (los marcadores somáticos) de esta emoción del mismo modo que la taquicardia es el marcador somático del miedo.
Hasta nosotros nos han llegado sus secuelas caracterizadas sobre todo por “manías” alimentarias muy frecuentes en los niños pero supervivientes en nuestros adultos en forma de “fobias”, intolerancias o “alergias” más o menos justificadas. La lista de alimentos “repugnantes” seria escandalosa y cualquier alimento puede según qué individuo ser un soporte del asco, lo cual exige ciertos aprendizajes sociales por mimetización. Así y todo las vísceras, el marisco crudo y la carne o pescado crudo son los alimentos preferidos por los aversivos consumidores que los detestan, no sin algo de razón.
La hipótesis desde el punto de vista evolucionista es que el asco es un mecanismo de evitación de enfermedades diseñado por la selección natural para evitar objetos como heces, vómito y personas que pueden ser contagiosas. Steven Pinker considera al asco como una “microbiología intuitiva”, como una “Teoría de los g o carroñaérmenes” innata, y verdaderamente es sorprendente que la gente ha evitado posibles causas de contaminación como si supiera que existen los gérmenes, cuando el descubrimiento de los mismos se realizó a finales del siglo XIX. Por lo tanto la ventaja evolucionista del asco evitando la transmisión de enfermedades parece clara. Se han estudiado las cosas que dan asco en diferentes culturas y evidentemente existen variaciones culturales, cosas que dan asco en una cultura y no en otra, pero existen también muchas cosas en común. Los principales disparadores del asco son:
- Secreciones del cuerpo y partes del cuerpo ( las heces son las primeras en la lista en todas las culturas). No hace falta insistir en que las secreciones corporales ( heces, sangre, heridas, secreción nasal, vómitos…) son transmisoras de gérmenes.
- Comida podrida o carroña (también transmiten patógenos)
- Ciertos seres vivos (arañas, ratas, gusanos…). Evidentemente transmiten enfermedades.
Ahora bien, el asco en nuestros dias parece más bien una emoción sin mucho sentido debido a las normas de higiene, limpieza y asepsia casi quirúrgica en que vivimos, así pues el asco ha ido evolucionando y colonizando otros resortes más simbólicos que reales.
Segun Paul Rozin (1987) existirían tres niveles en el asco: uno relativo a lo concretamente ponzoñoso, otro relacionado con nuestra propia naturaleza animal y detritus propios y otro asco que pertenece ya a un nivel puramente simbólico: el asco moral. Jonathan Haidt es el autor que más ha investigado sobre las relaciones de vecindad del asco con lo moral.
De manera que no es raro que ciertas patologías se encuentren enroscadas en esta emoción -aun mal identificada- destinada a preservarnos de los venenos y ponzoñas de otros seres vivientes. La paradoja de esta cuestión es que estas adaptaciones se produjeron en entornos ancestrales, obsoletos para nosotros, de manera que hoy muchas de sus caracteristicas precautorias han terminado y se convierten en estorbos y muchas veces en manías o patologías que lejos de ser adaptativas resultan inadaptativas e interfieren en la vida de muchas personas.
Gran parte de los trastornos de ansiedad, el TOC (con sus temores a la contaminación), algunos trastornos alimentarios y probablemente los vómitos cíclicos se encuentren enroscados en esta emoción del asco en su origen. Pues el asco se encuentra vinculado muy frecuentemente con las funciones corporales, comer, defecar, orinar, sangrar, y con los fluidos corporales, semen, saliva, menstruación, etc.
Si existe el asco es porque existe la degradación, la corrupción y la muerte. Es por eso que el asco del hombre moderno es hoy un asco simbolizado, un asco desplazado de su origen y asentado en actitudes mas bien intersubjetivas. La xenofobia, la homofobia, el rechazo al matrimonio homosexual, el asco a los perros o gatos que algunas personas han desarrollado en nuestros entornos son derivados de aquel asco ancestral que nos mantuvo a salvo del contagio de sustancias potencialmente peligrosas. Y como es obvio hay personas hipo e hiper asquerosas.
No cabe ninguna duda de que las actividades de los pederastas nos repugnan, así como ciertas ideologías y ciertas actividades como el incesto o el sexo coercitivo, lo realmente interesante es que los autores de estos desmanes no sienten el asco como la mayoría de la gente común. ¿Se trata en estos casos de una disfunción del asco? ¿Estaríamos hablando de personas que no son capaces de desarrollar esta alarma ancestral para inhibir ciertas conductas?
¿Podríamos hablar entonces de patologías morales como hablamos hoy de patologías mentales?
El problema es que la moral es un artefacto que tiene más que ver con la supervivencia del grupo que del individuo pues: la moral no emergió para autocontrolarnos sino para controlar la conducta de los demás, en este sentido decía en este post que:
La moral emergió básicamente para controlar la conducta de los demás, pero no la conducta propia, y es ahí donde Freud se equivocó al situar al Superyó como un homúnculo interno hipervigilante. La verdad es que la mayor parte de los transgresores no reconocen su transgresión ni aun después de haber sido castigados por ella. Y muchas personas comunes pueden llegar a ser transgresores si disponen de demasiado poder o si existe demasiada impunidad en un momento dado. La corrupción política es un buen ejemplo de ello.
La forma en que controlamos la conducta ajena es diversa, por una parte están los códigos penales de los Estados modernos, antes códigos religiosos, pero también existen códigos no escritos de costumbres y usos, pragmáticos y no escritos destinados a regular las relaciones de unos con otros: el ninguneo social, el exilio emocional, el descenso de contractualidad social o la muerte civil son algunas de las condenas que estigmatizan a los incumplidores, y eso que hemos convenido en llamar reputación es su defensa.También existe otra forma más doméstica de controlar a los tramposos: el cotilleo, que algunos autores han correlacionado como un factor de salud mental (Brown 1991) y sobre todo un absoluto antropológico.
Es así como solemos enterarnos de quién y qué instancias morales ha transgredido nuestro vecino y de ahí que algunos autores supongan que cotillear es una tarea que ha evolucionado desde edad ancestral hasta nuestros días debido a que contiene una ventaja social: la de señalar a los transgresores y burlarse de ellos con el fin de censurarlos públicamente o disminuir su rango o prestigio.
Lo cierto es que la moral es una forma de inteligencia emocional y no una categoría que se tiene o se carece de ella, además es una instancia dimensional y no categorial tal y como conté en otro lugar. Al ser dimensional es frecuente que existan contradicciones y antagonismos entre ciertas dimensiones y otras. El ejemplo más frecuente es el de aquella persona conservadora que abomina de la infidelidad matrimonial pero es capaz de sustraer recursos colectivos a través de ciertas formas de corrupción. O el de aquella persona progresista que está a favor del aborto pero en contra del maltrato a los toros en la llamada “fiesta nacional”.
Todo parece indicar que el egoísmo individual (el principio de placer individual), es uno de los problemas que todas la comunidades humanas han tenido que soportar desde el principio de los tiempos: lo que es ideal para el individuo puede ser letal para la comunidad. Y al contrario.
No debemos perder de vista que ciertos procesos han sido sometidos a una “moralización” por ejemplo la prohibición de comer carne en ciertas religiones o en los vegetarianos, mientras que otras conductas han sido sometidas a una desmoralización (o una naturalización), significa que las adicciones han pasado de considerarse “vicios” a considerarse “enfermedades”. Mi opinión es que al sustraerles la parte moral a este tipo de conductas les hemos quitado también la posibilidad de redimirlas a través de otra conducta moral. Por ejemplo el alcoholismo se cura a través de una especie de “religión” como la que proponen las ordenanzas de “alcohólicos anónimos” que prescriben una supresión del alcohol de por vida (similar a la que postulan las religiones). En mi opinión estas técnicas tienen más éxito que las médicas pues devuelven al individuo cierto control sobre su conducta, mientras que la medicalización de las mismas tiene un éxito muy relativo y menor”.
Dicho de otro modo: dad a ethos lo que es de ethos y a pathos lo que es de pathos.
¿Pero y si lo moral pudiera ser tratado con pastillas?
¿Y si ciertas drogas pudieran mejorar la empatia?
¿Podremos hablar de una salud moral en el futuro?