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El príncipe transhumano (I)

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Nicholas Maquiavelo fue un funcionario florentino que ejerció como diplomático durante los principados renacentistas de Florencia, una especie de intelectual orgánico muy parecido a lo que hoy entendemos como asesores de los presidentes de los gobiernos o como Tezanos a cargo del CIS,  Es difícil saber leyendo su obra, qué es lo que pensaba Maquiavelo pues dos de sus obras más conocidas, el Principe y “Discursos sobre la primera época de Tito Livio” son en esencia opuestas ideológicamente. En la primera -el Principe- es un tratado de maldad política -que hoy es referencia en todos nuestros gobernantes-, que dicen que escribió para congraciarse con Lorenzo de Médicis quien le tenia arrestado. Sus exégetas aseguran que lo que Maquiavello realmente pensaba lo escribió en esta segunda obra, que en realidad interrumpió para escribir el Príncipe.

Mi opinión personal es que Maquiavello no creía en nada como suele suceder en aquellos intelectuales que persiguen más lo cómos que los porqués. Algunas personas son muy hábiles para comprender los mecanismos de las cosas pero muy poco para situarse causalmente en la refriega, sin olvidar que quien paga manda.

Hoy tendemos a considerar al “Principe” como el inicio de esa disciplina que hemos llamado “Filosofía política” y no podemos pensar en ningún político que no la haya leído. Es sencillamente imposible.

Después de Maquiavello ha habido muchos teóricos del poder y de cómo conservarlo, sin importar los medios, pero la cosa comenzó a emborronarse con el advenimiento de la propaganda. Así solemos nombrar a Goebbels, otro intelectual orgánico que utilizó el nacimiento de ciertas tecnologías para dar puntadas con hilo en lo que hemos venido en llamar adoctrinamiento, esta vez de masas y no ya de lectores.

Hubo que esperar a un pariente de Freud para enterarnos como puede debilitarse el mejor sistema que los humanos hemos sido capaces de construir: las democracias. Fue Edward Bernays quien escribió quizá el tratado más importante sobre esta cuestión: “Propaganda: como manipular la opinión publica en democracia”.

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Es interesante saber que la democracia es una institución muy vulnerable si no está bien blindada frente a la subversión. Y Hitler-Goebbels demostraron que desde dentro de ella se puede destruir, solo mediante los votos y cierta mística propagandística y altercados continuos en las calles. Un enemigo común al que echar la culpa de todos los males y aprovechar la demanda del publico en su seguridad aun renunciando a su libertad. Existe en los humanos una nostalgia por volver a ser siervos y por seguir al abanderado.

El mejor escenario para un partido revolucionario, es desde luego una atmósfera de indignación sea por las razones que sean, pero es necesario algo más: una crisis social y económica, es ahí donde estos partidos logran establecer sus mayorías parlamentarias, el primer paso para posteriormente debilitar la democracia acaparando todo el poder del Estado y quemando el Reichstag. Hitler ya no lo necesitaba. Primero el poder, luego la revolución. Ninguna revolución tiene éxito en una situación de prosperidad.

Pero después de la 2ª guerra mundial, los que gobiernan el mundo ya habían caído en que nada se podría conseguir sin el beneplácito de los votantes. Era necesario captar sus votos y sus voluntades, es por eso que Bernays y Goebbels ganaron la batalla a Maquiavello y es por eso que hoy hay más gabinetes de prensa, ministerios de la verdad  y asesores de imagen que filósofos políticos tal y como Orwell ya había imaginado. Era necesario crear un entorno social que englobara a muchos creyentes a fin de manipular sus votos.

Y están los revolucionarios, los comunistas italianos como Antonio Gramsci que inventó cosas muy importantes como el neolenguaje (del que también nos advirtió Orwell) y su concepto de hegemonía basada en el lenguaje, Aquí escribí un post sobre este tema.

Pero el tema del dominio y de los electores votantes junto a los partidos y sus gobiernos está hoy en declive puesto que ya sabemos que existen planes supranacionales que conspiran sin que sepamos muy bien qué pretenden. Este post tratará de alumbrar este fenómeno al que podríamos llamar “agenda transhumanista”.

La agenda transhumanista.-

Primero una definición buenista y aceptable:

El transhumanismo es un movimiento cultural, político. social que tiene como objetivo final transformar la condición humana mediante el desarrollo y fabricación de tecnología ampliamente disponibles, que mejoren las capacidades humanas, tanto a nivel físico como psicológico o intelectual.​ Los pensadores transhumanistas estudian los posibles beneficios y peligros de las nuevas tecnologías que podrían superar las limitaciones humanas fundamentales, como también la tecnoética adecuada a la hora de desarrollar y usar esas tecnologías.​ Estos especulan sosteniendo que los seres humanos pueden llegar a ser capaces de transformarse en seres con extensas capacidades, merecedores de la etiqueta “posthumano“.

En realidad el concepto tiene su vertiente positiva: la eliminación de enfermedades, algo que ya estamos comenzando a ver desde la investigación genética, pero tiene otros repliegues que están relacionados con planes eugenésicos. El transhumanismo es sobre todo un plan eugenésico que se oculta a la población, como más abajo contaré.

Tal y como sucedía en Matrix, existe un núcleo duro de toma de decisiones en algún lugar del mundo constituido por personas que diseñan planes para toda la humanidad y con independencia de la conspiranoia de cada cual que atribuirá erróneamente este núcleo a uno u otro bando de sus preferencias políticas, lo cierto es que la globalización es la prueba de que -económicamente hablando- hay una agenda de transhumanización que aun no se ha completado del todo pero que marca tendencia: la deslocalización de la producción de riqueza y el mercado llamado libre. No cabe duda de que la globalización existe y si usted no lo cree puede empezar a averiguar de donde proceden las patatas, la ropa, los smartphones, las naranjas que compra. Observará que es el mercado quien decide su origen y no las conveniencias de las naciones, ni siquiera de las supranaciones como la UE que ha terminado por arruinar a sectores clave de sus propios socios, el de los lácteos, el de los cítricos y pronto el de la aceituna. Hay un poder supranacional que marca las transacciones y que está fuera de las decisiones de los políticos de turno.

La sociedad profunda.-

La idea de “estado profundo” (deep state) está en boca de todos y es un hecho intuitivo: ¿Quién nos sube el recibo de la luz? . Se trata de una ocurrencia reciente estrechamente vinculada con el debate político en los EE.UU. Mike Logfren, un asesor republicano en el Congreso, definió el “estado profundo” en 2014 como “una asociación híbrida de elementos del gobierno y partes de las altas finanzas y la industria que es capaz de gobernar los Estados Unidos sin hacer referencia al consentimiento de los gobernados expresado a través del proceso político formal.

¿No es cierto que siempre decimos que nuestros políticos no mandan? ¿Que en realidad los que mandan son otros, esos que no se presentan a las elecciones? ¿No es verdad que estamos convencidos que los que gobiernan el mundo son esas élites escondidas en algún siniestro lugar de Manhattan desde donde planean el reparto del mundo para sus intereses?

Pues lo mismo sucede con la “sociedad profunda”, algo muy parecido al Internet profundo y por qué no decirlo, algo parecido al inconsciente individual. Se trata de lugares donde no rigen las mismas reglas que las que gobiernan nuestra vida consciente y vigil, ni eso que llamamos sociedad civil. Se trata de una corriente subterránea de creencias, lealtades, emociones, preferencias y obediencias que siempre están ocultas y lo están porque son incompatibles con nuestra idea de democracia.

¿No es cierto que usted se sacrificaría por sus hijos antes de por los míos? ¿No es cierto que en el caso de morir usted quisiera que sus hijos se quedaran con su herencia? ¿A quien salvaría primero en un incendio?

El nepotismo y el etnocentrismo (el conatum étnico) tiene tanta potencia que son indomesticables mientras seamos humanos. Es por eso que el plan a medio-largo plazo es convertirnos en post humanos.

Por eso hay más elementos en esa agenda más allá que los económicos, son de hecho dos:  a gran escala una agenda para los estados nación y a baja escala, otra agenda para la conducta sexual y reproductiva. También existen agendas geopolíticas pero no voy a ocuparme de ellas, en este post.

El primer problema del que vamos a hablar es el de la población mundial.

Ya ha habido intentonas históricas de disminuir el crecimiento demográfico sobre todo en países como China o India, la Trilateral o ciertas Fundaciones como la de Ford pusieron en marcha años atrás planes para disminuir esta población, a través del aborto, los anticonceptivos o la política del hijo único en China. Todos estos planes fracasaron. La razón es que en los países pobres estas tecnologías no funcionan.

Los métodos anticonceptivos solo sirven en los países opulentos pero no en los más empobrecidos como sucede en Africa o en aquellas culturas donde casi están prohibidos por religiones o costumbres, la política del hijo único en China ha provocado muchos malestares sociales al invertir la sex-ratio, el aborto electivo no parece estar al alcance de la población más sensible del mismo modo que sucede con los anticonceptivos. La población mundial no deja de crecer y aunque la mitad de ella vive en condiciones deplorables, hay otra mitad que consume demasiados servicios: pensiones, sanidad o educación gratuitas y son un quebradero de cabezas en esta élites que no saben como enfrentarlas.

De manera que no se trata tan solo de una agenda desfertilizadora sino también de una agenda que disminuya las necesidades y el gasto de los posthumanos del futuro, llamados en ciertos entornos “los prescindibles”. Y es por eso que los esfuerzos pasaron desde el mundo pobre al mundo rico, opulento. Para entendernos mejor me referiré a Europa que incluye naturalmente USA, Canadá y Australia-Nueva Zelanda.

En estos lugares la mitad del trabajo ya estaba hecho, los indices demográficos van a la baja año tras año, las parejas tienen pocos hijos, se casan tarde, las mujeres trabajan fuera de casa, el uso de anticonceptivos está generalizado, el aborto es prácticamente libre y electivo y la homosexualidad que es una forma de sexualidad infértil está tan aceptada socialmente que ha logrado infiltrarse en los códigos civiles de estas naciones.

La disociación sexualidad-fertilidad que nos vino de serie desde la introducción de los anticonceptivos está ya tan integrada en nuestro imaginario que cuando hablamos de sexualidad no nos paramos a pensar ni un momento que en realidad si existe la sexualidad es precisamente para reproducirnos. Así todo el mundo habla de su sexualidad como un derecho inalienable cuando ha sido precisamente la fertilidad la que se ha despejado de la ecuación, la que ha sufrido una discriminación.

Pero la agenda transhumanista no se detiene sino que sigue adelante, pues la manía de los humanos de institucionalizar sus uniones en esa forma que conocemos con el nombre de familia amenaza de lleno a esos planes a pesar de que las familias modernas han perdido gran parte del potencial protector que tuvieron en la antigüedad preindustrial. No cabe duda de que la revolución industrial y la captura de proletarios para trabajar en las fabricas urbanas cambió de raíz la composición de las familias, así como despobló el campo en beneficio de las ciudades. La gente quedó sin raíces y sin asistencia familiar, a cambio se inventó la seguridad social, un sistema despersonalizado que no logró nunca -a pesar del gran dinero gastado- en mejorar la salud mental de las personas que está más relacionada con sus vínculos que con sus medicamentos. La soledad es la gran epidemia, los efectos colaterales de la urbanicidad y del tránsito de una familia extendida a una familia nuclear, es decir reducida o jibarizada.

Pero aun así, la familia permanece.

Y es por eso que la familia es la diana donde apuntan las balas transhumanistas.


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