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La fascinación del espejo

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El espejo es el horizonte de sucesos del cuerpo.

Aquellos que ustedes que siguieron el hilo acerca de las relaciones entre el cuerpo ( o los cuerpos) y la mente que abordé en el post anterior ya habrán reconocido la idea de que el cuerpo sigue -en su representación-las guías epistémicas de su tiempo. El cuerpo para un clásico no es el mismo cuerpo que el de un monje de la edad media o un hombre de negocios de hoy. Y si el cuerpo cambia es porque la mente cambia pues el cuerpo no puede cambiar tan rápidamente como nuestra mente que es -por así decirlo- un interface entre el afuera (el medio ambiente) y el adentro, un escritorio que cambia sus iconos según el momento,

La mente se mantiene continuamente actualizada como esos GPS que usamos en nuestro móvil.

Ahora les propongo un pequeño experimento mental para que hablemos de nuestro cuerpo. ¿Alguna vez ha pensado qué sucedería si no tuviéramos espejos? Bueno, lo que sucedería es que no sabríamos que cara tenemos, además de no poder ver nuestra espalda u otras zonas inaccesibles. Lo interesante de esta idea es que nuestra cara -que es precisamente lo más social de nuestro cuerpo, lo que mostramos a los demás y por lo que somos reconocidos- es algo que se nos oculta a nosotros mismos. Podemos ver la cara de los demás, pero paradójicamente no podemos ver la nuestra.

Es cierto que podemos hacernos una idea de nuestra cara bien tocándola o bien observando su reflejo en un arroyo como hacía Narciso, pero la verdad es que nuestra percepción es de baja resolución en estos casos. Pero desde que se inventaron los espejos, lo cierto es que todos nos reconocemos en él, sabemos como somos y sabemos qué imagen damos a los demás. Aproximadamente, porque los espejos solo hacen una cosa: especular la imagen que tenemos de nosotros mismos. Es interesante este verbo especular que en este caso podríamos haber sustituido por reflejar. Los objetos se reflejan pero las imágenes se especulan, lo que significa que la imagen interna previa es más poderosa que la imagen que vemos en el espejo que siempre se subordinará a la otra.

Además hay otra cuestión respecto al verbo especular y es la idea de que ciertas personas pueden ser el espejo de otras. Significa que la mirada del otro nos puede devolver una imagen de nosotros mismos más potente que la que hubiéramos construido por nosotros mismos. No es extraño que los niños no se reconozcan en el espejo hasta el segundo año de vida, los niños se reconocen en el espejo de su madre mientras andan inscritos en el narcisismo primario. Tampoco es raro que según Jacques Lacan el niño atraviese una fase evolutiva qué él llamó “estadío del espejo“. Para Lacan el Yo se formaría precisamente a través de esas especulaciones entre el sujeto y su objeto. Aqui puede el lector completar esta visión lacaniana.

espejo

Lo cierto es que: El Yo nace pues -y es- una ilusión, de ser reflejado a través del otro, es decir de la madre, un descubrimiento jubiloso del niño que pretende siempre atraparse en el espejo cuando se descubre reflejado en él. Pero el cuerpo, en realidad permanece oculto i (a) en su caja C y aunque es real sólo podemos acceder a él a través de un vínculo virtual (el espejo A) que inevitablemente nos dará una imagen proyectada e invertida i´(a).

Y sucede así precisamente porque el espejo es el horizonte de sucesos del cuerpo.

Esta semana hemos tenido la suerte de poder visualizar un agujero negro que por primera vez ha podido ser fotografiado. Un agujero negro es un compacto de energía colapsada tan densa que atrae hacia sí todo aquella materia que se acerca demasiado a él. Y si pongo como metáfora esta idea es precisamente para señalar que un espejo no puede atravesarse, solo Narciso quiso ir mas allá y pereció ahogado. Detrás del espejo no hay nada o mejor dicho no podemos saber lo que hay pues nadie ha vuelto de ese más allá para contárnoslo, se trata de una singularidad en este caso óptica tal y como podemos ver en el gráfico de arriba que es en cierta forma una versión psicoanalítica del mito de la caverna..

No tenemos más cuerpo que el que nuestros observadores ven aunque todos mantenemos operativo un borrador sobre el nuestro.

De manera que ya sabemos lo fundamental para seguir adelante: la función del espejo es proyectar e invertir. Eso es lo que hacen los espejos y también nuestra mente.

Hay tres áreas de interés para nuestra indagación acerca del funcionamiento del cuerpo-mente: la sexualidad, la alimentación y la identidad. Esta ultima está enroscada en las dos anteriores.

Sexualidad.-

La sexualidad de los clásicos está muy vinculada con su concepción del cuerpo que ya describí en el post anterior: una identificación total entre cuerpo y mente, una unicidad anterior a la dualidad. Algo que podemos observar en sus costumbres sexuales poco reprimidas por razones morales si bien reguladas de formas poco comunes. Por ejemplo la homosexualidad estaba permitida entre los griegos, más que eso estaba prescrita. Hombres mayores mentorizaban efebos a cambio de favores sexuales en un mundo donde la educación no corría a cargo del Estado. Los compañeros de filas ejercían la homosexualidad como prueba de su amistad, los cuarteles de los espartanos eran verdaderos lupanares homosexuales. Y sin embargo no podemos decir que griegos o espartanos fueran homosexuales: llevaban a cabo conductas homosexuales pero no lo eran pues aun no se había inventado la identidad gay. Los hombres clásicos tenían una misión para con el Estado: casarse y tener hijos, educarles militarmente y servir en aquellas interminables guerras que terminaron con la hegemonía de Grecia en el Peloponeso.

Más bien parece que las conductas homosexuales de los clásicos tuvieran como objetivo precisamente el evitar la homosexualidad absoluta que sería infértil para el Estado. Para un griego lo vergonzoso es la pasividad más que la actividad sexual con otros hombres o niños. Son precisamente estos niños o efebos los que pueden mostrarse pasivos pues para ser hombres y llegar al campo de batalla en condiciones disciplinarias totales hay que iniciarse en los secretos de la sodomía. Pues es precisamente la sodomía la forma de inducir “programación mediante trauma“.(sexo con dolor que reproduce la jerarquía) que les convierte en soldados perfectos (en el caso de los hombres) o de las prostitutas perfectas en el caso de las mujeres. La sodomía era pues un rito de iniciación en un mundo donde la lealtad y la disciplina eran verdaderos seguros de vida en el campo de batalla. Y donde el celibato o el lesbianismo estaban proscritos.

Naturalmente los cristianos también abominaban de la sodomía en sus sermones y a pesar de ello la Iglesia -como poder supraestatal que es- la practicó desde tiempo inmemorial (y aun la practica) para iniciar a sus soldados de y en la fe. Pondré el ejemplo bien conocido de los caballeros templarios como soldados-monjes instruidos y programados a través del trauma (sexual y otros) inducido y que llevaba implícita la promesa de castidad. No cabe duda de que existe una tradición inmemorial de “programación a través del trauma” en la Iglesia si bien como efecto secundario de la dualidad instalada en la mente (cuerpo II) dicha programación ha de mantenerse oculta a la mirada de los profanos. Esta es la diferencia entre los sodomitas medievales y los clásicos.

En cualquier caso la sexualidad pasó a ser perseguida, condenada y considerada pecaminosa salvo en ciertas ocasiones siempre dentro del matrimonio y con la finalidad de tener hijos. De ahí viene en parte la culpabilidad asociada a lo sexual, una emoción que necesitó para aparecer un cuerpo dividido entre una instancia inmortal (el alma) y otra material, el cuerpo. Antes de ella existió un precursor: la vergüenza que fue probablemente la emoción social más importante para un clásico griego como hoy aun lo es para el mundo árabe. y que parece haber desaparecido en el mundo actual.

Ejercer una actividad sexual concreta o bien cualquier forma de sexualidad es algo bien distinto a mantener una identidad sexual concreta. Siempre ha habido homosexuales y siempre los habrá, pues la homosexualidad es un hecho biológico. Nadie elige ser homo o heterosexual pues la sexualidad cerebral es un continuo y no un hecho binario. La mayor parte de la población está bajo de paraguas gaussiano de una curva (bien conocida por todos), solo en los extremos podemos hablar de cerebros masculinos o femeninos radicales, el resto de la población tenemos cerebros balanceados como dice Simon Cohen. En la practica significa que todos tenemos esa disposición bisexual de la que hablaba Freud y que en función de ciertos acontecimientos de la vida nos inclinamos hacia una u otra.

Los elementos que estiran de nuestra orientación sexual -más allá de los eventos de nuestra vida fetal- son sobre todo las experiencias, las identificaciones y nuestro manejo y conformidad con los símbolos. Sin olvidarnos de la publicidad que disemina las oportunidades e identidades sexuales hasta el paroxismo. Ni del azar.

En este sentido la homosexualidad ni es un pecado (como dirían los que aun viven en el cuerpo II) ni una enfermedad, como suponen los que viven en ese cuerpo III, cartesiano-mecanicista. Sin embargo y tal y como dice Camille Plaglia en este articulo, la homosexualidad no es normal puesto que normal significa frecuencia estadística, es por eso por lo que los homosexuales son minoría. Y normal no significa que no sea natural pues existen muchas conductas homosexuales entre los animales, bien entendido que muchas de estas conductas son rituales de sumisión (como en los simios) o alianzas de interés como en los gansos y no amores homosexuales ni mucho menos identidades definitivas que excluyan la fertilidad.

La inversión de los símbolos.-

Uno de los símbolos más omnipresentes en nuestra cultura y de amplio interés metafísico es el símbolo femenino primordial, la Gran madre, a veces identificada con la Tierra, con la luna, con la agricultura o con la maternidad en si misma, cuna de aflicciones de desamparados, cuidados y protección. Este símbolo que alude a las vírgenes de nuestra escolástica cristiana pero también a otras mitologías nos interpela a un nivel más allá de la conciencia, nos apela espiritualmente. Una virgen es la madre de toda la humanidad precisamente porque ocupa un lugar más arriba de la maternidad literal, solo se puede ser madre de toda la humanidad si ese útero está vacío y es inaccesible.

Esta otra virgen sin embargo es un icono, un reclamo, no un símbolo. Se trata de la degradación de ese símbolo sagrado que a través de la publicidad se ha convertido en un símbolo degradado, en un logo.

madonna

El símbolo se ha invertido y Madonna es hoy la “Inmaculada concepción” de la post-modernidad, claro que con mácula sexual inducida. Más bien nos aparece como una prostituta desafiante que nos exige un pago por adelantado de un coito que nunca sucederá.

Con frecuencia caemos fascinados por la imagen que nos devuelve el espejo sólo que no nos damos cuenta de que la imagen está invertida apelando a las pulsiones más bajas de nuestra estirpe de homínidos -las infrahumanas-, poniendo el mundo del revés y haciendo aparecer como transhumano lo que es en realidad pre-humano.

No es una virgen sino una puta.


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