Quantcast
Channel: neurociencia neurocultura
Viewing all articles
Browse latest Browse all 778

Enfermar por desbordamiento

$
0
0

narciso y eco

Narciso y Eco

Hace algún tiempo escribí un post que titulé “histeria desbordada” donde presentaba el caso de una muchacha que presentó un cuadro grave de conversión donde se pueden apreciar a las claras la yatrogenia médica sobre el cuerpo de aquella muchacha. Apuntaba allí -a propósito del narcisismo- que contrariamente a lo que la gente cree, el narcisista no es una persona que se quiera mucho a sí misma, sino un arreglo pulsional de emergencia para protegerse de la falta de amor, de cuidado o de interés por nuestros primeros cuidadores. El narcisismo primario nos viene de serie y ya describí en este post a qué nos referimos con esta palabra.

Conviene no confundir el narcisismo primario con los desarrollos narcisistas secundarios que identificamos como trastornos de personalidad. Y conviene recordar que en cualquier caso el narcisista aunque tenga un concepto muy ancho e hipertrófico de sí mismo, no se ama en absoluto, pues amar significa de alguna manera dirigir la mirada hacia el otro. El amor o autoamor narcisista es en realidad un acto masturbatorio con la autoimagen, un acto autoerótico.

Captura de pantalla 2019-04-25 a las 20.06.21

Narciso en realidad no se amaba a si mismo sino que había caído fascinado por su imagen en aquel lago en el que se contemplaba, después de haber rechazado las proposiciones de todas las ninfas del bosque. Su rechazo provocó que alguna de ellas entrara en una especie de marasmo tal y como le sucedió a Eco, que debido a esa decepción dejó de comer hasta que de ella sólo quedó la voz. Pero Afrodita no perdona a aquellos que rechazan la belleza o el amor y es precisamente ella la que le hace perder pie en la orilla y Narciso cae al agua -persiguiendo su fascinante imagen- y muere ahogado.

Pues no tenemos un cuerpo sino que es el cuerpo quien nos tiene.

En estas cosas andaba yo pensando esta mañana cuando en el desayuno me he topado con un tuit de un amigo virtual que hacía esta pregunta:

¿Por qué las mujeres no son pederastas? Que podría ser sustituida por la pregunta ¿Por qué la pederastia suele ser mas frecuente en los hombres? Le contesté a mi amigo que era cierto aunque personalmente me gusta distinguir la pedofilia de la pederastia porque me parece que tienen distintos orígenes y dinamismos. Pero seguiré con el hilo que mi conocido planteaba en clave evolucionista:

“Las mujeres no están interesadas en los jóvenes sino en los hombres mayores, los hombres por el contrario están interesados en las muchachas jóvenes. Por tanto la pederastia seria un desbordamiento de una preferencia ancestral. Los hombres buscan señales de fertilidad en las mujeres y no cabe duda de que la juventud es portadora de esas señales”

El argumento de mi conocido es pues un argumento que señala en la dirección de la selección sexual, es decir aporta un punto de vista sobre la causa remota de la parafilia. La parafilia existiría porque los hombres prefieren hembras jóvenes en sus devaneos sexuales mientras que las mujeres están poco interesadas en los efebos. Mi conocido se adelantaba en su hilo a una posible objección: ¿Por qué entonces buscan niños o niñas indiferentemente? Su contestación me gustó: ¿Qué diferencia hay entre un niño y una niña prepúberes? Muy pocas es cierto, si prescindimos de los genitales.

Pero lo que más me gustó de su planteamiento que el mismo calificó como hipótesis, fue ésta idea del desbordamiento. Significa que existe en nosotros una tendencia darwiniana a llevar a cabo ciertas conductas que dan premio reproductivo pero a veces caemos rodando por una pendiente, nos pasamos de rosca o como le sucedió a Narciso perecemos ahogados y entonces aparece la patología y hablamos de enfermedad mental.

Me gusta el término desbordamiento mucho más que su equivalente en inglés, el runaway. Ir demasiado lejos.

La primera vez que oí hablar de este termino anglosajón fue leyendo un articulo de Abed, el psicólogo evolutivo que interpretó la anorexia mental como un runaway, es decir caerse por la pendiente cuando se va demasiado lejos. Me parece oportuno ahora referirme precisamente a esta patología para ilustrar este fenómeno de desbordamiento, que es precisamente lo que les sucede a los ríos cuando se salen de su cauce por excesivo caudal.

El desbordamiento en la anorexia mental.-

Si la pederastia en una patología predominantemente masculina, la anorexia mental y los trastornos alimentarios en general son más prevalentes en mujeres jóvenes.

Para una mujer joven ser aceptada y ser atractiva es más que un deseo comprensible, es vital, una cuestión de supervivencia cuyos aprendizajes cada vez más precoces y relacionados con el galanteo y el apareamiento tienen un singular parentesco con los desordenes alimentarios. Algunos autores como Abed han llegado a proponer la hipótesis de que la competencia sexual entre mujeres es la causa de los trastornos alimentarios

Clásicamente se ha señalado, sobre todo por los psicoanalistas que la anorexia representaba un rechazo inconsciente a la femineidad o a la adquisición completa de un cuerpo femenino. Sin entrar a contradecir esta afirmación (que pudo ser cierta en las anoréxicas del siglo pasado y comienzos del XX), podemos afirmar que las anoréxicas de hoy no se caracterizan por un rechazo a la femineidad sino por una adaptación rígida a modelos hiperfemeninos (Gordon 1994). La razón por la que ha aumentado la competencia entre las hembras humanas tiene que ver con dos factores principales: la mayor disponibilidad sexual de las hembras, y la llegada cada vez más precoz de hembras al “mercado sexual”.

Crisp ha señalado acertadamente a partir de sus estudios transculturales, de niñas anoréxicas procedentes de culturas islámicas o africanas y educadas en el Reino Unido que la mayor tolerancia sexual de estos países en relación con sus culturas de origen podía suponer una presión selectiva sobre ellas que se verían así entre dos fuegos: una presión cultural por mantener relaciones sexuales de una forma libre y precoz y otra presión procedente de su cultura que muchas veces se halla en contradicción con aquella. En mi opinión esta presión es común tanto a las niñas que proceden de países africanos o asiáticas como en las autóctonas dado que viene a dislocar un elemento que durante muchos años ha operado como un inhibidor sexual que ha mantenido a las muchachas púberes apartadas de los influjos sexuales directos, me refiero al constructo psicoanalítico conocido como “fase de latencia”, un periodo de inactividad sexual que tiene como propósito apartar a las niñas de la tarea reproductiva mientras están aprendiendo cosas útiles para su supervivencia posterior y que es más dilatado en tanto es mayor la complejidad de la sociedad en que viven. La contradicción está en que en nuestra sociedad, la de mayor complejidad que pueda pensarse ha aflojado sus controles inhibitorios llevando a nuestros adolescentes a una presión desmedida en cuanto a mantener sus primeras relaciones sexuales, que han pasado en poco tiempo desde una conducta de escarceo y ensayo hasta las relaciones completas, sin las que muchas de estas adolescentes quedan fuera de ese “mercadeo sexual”,  estigmatizando su socialización. Existiría pues una causa que añadir a las demás y es la sexualización precoz.

A diferencia del resto de especies, el ornato, adornos, colorido, plumas y actos demostrativos que son características de los machos, son en la especie humana patrimonio de las mujeres. Esta diferencia es muy importante para comprender como en nuestra especie se han distribuido los papeles de la rivalidad y la competencia sexuales .

Existe una correlación entre el adorno, colorido, cantos o colas llamativas y la dificultad con que los machos acceden a las hembras. Para hacer el argumento más sencillo podemos concluir que a más competencia entre los machos por las hembras más demostraciones visuales o acústicas se pondrán en juego como mecanismo de galanteo. En este sentido, es cierto que las hembras son, en la mayoría de las especies, un bien comunitario a proteger y que los machos competirán y aun: derivarán su agresión hacia ellos mismos para ganarse su derecho a reproducirse. Un derecho que sólo ganarán algunos, aunque los estilos reproductivos como la monogamia, poligamia y promiscuidad se hallen representados en toda la escala animal, es decir se trata en todos los casos de estrategias evolutivamente estables en el sentido de Trivers..

Lo que es un enigma es la razón por la que en la especie humana esta distribución de papeles se ha establecido al revés de todas las criaturas conocidas, al menos entre los mamíferos, siendo como es la proporción entre machos y hembras estable y en torno al 50%, ¿Cómo puede explicarse esta inversión en los roles demostrativos?

Entre las especies donde la hembra elige al macho lo usual es que sean los machos los que hacen ostentación, mientras en aquellas especies donde elige el macho, la ostentación viene incluida en la competencia agonística entre los machos. Este paradigma de la etología, nos lleva a preguntarnos ¿quién elige a quién, en nuestra especie?

Una de las características del cortejo en los humanos es el hecho (que no compartimos con el resto de la especies) de la disociación que hacemos tanto los hombres como las mujeres en nuestros motivos de elección de pareja. Así podemos elegir según decidamos llevar a cabo una estrategia a corto o a largo plazo. Mi impresión es que en las relaciones a corto plazo, es la hembra quien elige, por la razón fundamental de que existen menos hembras que machos interesadas en este tipo de relaciones, mientras que en las relaciones a largo plazo son los machos los que eligen. Esta disociación explicaría la presencia de ornato, plumas, adornos, maquillajes y ropas sugerentes en la mujer y la conquista de rango social por parte del hombre, que les aseguraría a ambos el éxito en el corto plazo.

Lo que es seguro es que la rivalidad femenina es un programa genético derivado de la competencia agonística y si ha sobrevivido a la deriva filogenética es porque ha producido grandes beneficios a las hembras que lo adoptaron. La evolución no hace gastos superfluos y debemos concluir que este programa genético está bien instalado en el cerebro sexual de la hembra humana.

En mi opinión la razón de esta contradicción de modelos en la conducta demostrativa se halla emparentada con la elección de la monogamia como modelo hegemónico de preferencia en la selección de parejas por parte de las mujeres.

Todo parece indicar que la monogamia evolucionó desde una sexualidad de ordalía y promiscuidad y que representó un hito en las relaciones de pareja y comunitarias. Abrió horizontes de cooperación y de ahorro a largo plazo entre los individuos, favoreció la crianza de los hijos y permitió acumular bienes económicos que terminaron por defender los intereses a largo plazo de hombres y mujeres, jóvenes y viejos, asegurando un mejor reparto de las tareas y de las cargas.

La hembra mamífera atada de pies y manos a su función reproductiva vivípara, parte con una penalización original con respecto a los machos de su misma especie. No sólo lleva la peor parte en la distribución de tareas reproductivas sino que sus partos, lactancias y crianzas de su prole la mantiene ocupada de por vida sin contar con las amenazas sanitarias que soportan debido precisamente a su “función materna” y a la estrechez de su canal pélvico derivada de la bipedestación. Entre el macho y la hembra mamífera existe una asimetría programada por la especie, una asimetría biológica.

No sucede así en todas las especies por igual pero es una constante en la mayoría, sobre todo – como he dicho antes en los vivíparos -. La distribución de tareas de reproducción y de cuidado de la prole tienen una amplia gama de recursos en la naturaleza, que recorren desde la monogamia, hasta los harenes o la simple promiscuidad. Sin embargo la estrategia evolutivamente más estable para asegurarse la colaboración del macho en las tareas del cuidado y alimentación de la prole, es sin duda la monogamia. De hecho los trastornos alimentarios no sólo no existen en los países con escasos recursos alimentarios sino que son prácticamente desconocidos en aquellas sociedades que regulan el matrimonio a través de la poligamia (Khandelwal, 1991), lo que puede interpretarse aceptando que la poligamia es protectora para los conflictos agonísticos de la mujer (rivalidad intrasexual mujer- mujer)

Para una hembra monógama, discriminar las intenciones del macho para las tareas ulteriores al propio coito son tan necesarias y vitales como asegurarse una pareja sexual atractiva, tan importante es pues atraerlo como mantenerlo, en palabras de Buss “la evolución ha favorecido a las estrategias femeninas diseñadas para evaluar estas intenciones en paralelo con su preferencia por la sensibilidad y el alto estatus socio-económico del varón”. (Buss 1989).

La anorexia mental se inicia con un dieta, en ocasiones una dieta “salvaje” y sin supervisión. Muchas mujeres siguen dietas pues la delgadez es la forma más fácil de aparentar una edad que no se tiene y ser objeto de atractivo sexual. Hoy resulta difícil distinguir a una madre de su hija adolescente, sin embargo el peso era la manera ancestral de reconocer a una mujer adulta de una núbil. La gente no adelgaza por cuestiones de salud, lo hace para aparentar ser más joven de lo que es, es decir más atractiva para los hombres. Otra cuestión es que iniciar dietas sin supervisión a ciertas edades en la que se está creciendo y madurando es poco saludable

Qué es un sindrome darwiniano.-

La mejor forma de explicar qué es un síndrome darwiniano es apelar al concepto de adaptación, algo bastante opuesto a nuestras teorías de la enfermedad que es en cualquier caso una disadaptación. Un síndrome darwiniano es la explicación en términos de causas remotas (evolucionistas) de la persistencia de un determinado rasgo, implique o no patología a través de esas persistencia.

Hoy en Psiquiatría estamos abiertos a la posibilidad de que ciertas cuestiones que hoy creemos que son enfermedades en realidad serian adaptaciones a un entorno cultural-social que nada tiene que ver con las condiciones en que nuestra especie evolucionó. No cabe duda de que los limites son muy borrosos pero así y todo hemos llegado a ciertos consensos, por ejemplo hoy sabemos que la homosexualidad no es una enfermedad sino un sindrome darwiniano, es decir una condición que emergió de algo que aun no hemos podido identificar (aunque existen algunas ideas candidatas bien expuestas en el post que enlacé más arriba). Algo así sucedería con la anorexia con una diferencia: la consideramos una enfermedad, si bien su substrato adaptativo queda explicado en este post. Una de las razones de que la consideremos una enfermedad es que pone en riesgo la vida, la fertilidad y la evolución de importantes secuelas de por vida, algo que no tiene la homosexualidad.

Esta es la idea que rescaté del hilo de mi conocido de twitter, la idea de desbordamiento que está emparentada con la idea de autoerotismo. ¿Pues no es la anorexia mental una forma de autoerotismo narcisista, donde el sujeto parece decirnos, déjame como estoy?

 

Bibliografía.-

El bucle diabólico de la anorexia

BUSS, D.M.:

(1995): “Psichologycal sex differences: origins thought sexual selection”. American Psychologist, 50(3), 164-168

ABED R T. :

–  “The sexual competition hypothesis for eating disorders” British Journal of Medical Psychology” 71:525-547 1998.

–  “Psychiatry and darwinism. Time to reconsider?”. British Journal of Psychiatry 177:1-3. (2000)


Viewing all articles
Browse latest Browse all 778

Trending Articles