Recientemente mi colega Pablo Malo (@pitiklinov) ha publicado una serie de tuits relativos al cese de un académico de Harvard que al parecer había aceptado ser el abogado de Weinstein. Plantea Malo que:
Se trata de un ejemplo más de persecución académica (acoso institucional a demanda de los estudiantes) de los disidentes que no aceptan el mandato de “buenismo” que amenaza con convertirse en un nuevo dogma de fe en esa especie de neoreligión buenista que ha infiltrado ya, no solo las instituciones académicas sino la sociedad general e incluso las relaciones entre los sexos.
Al mismo tiempo y cada vez más constatamos que la gente es mucho más vulnerable a casi cualquier cosa y el mismo Malo ha publicado algunos post interesantes sobre esta cuestión, señalando que las exigencias morales van en aumento dejando a la población exánime a la hora de poder defenderse. Lo podemos constatar en la frecuencia de trastornos por mobbing, por bullyling e incluso por acoso en Internet. Parece que hemos disminuido nuestra capacidad de autodefensa y que somos cada vez más hipersensibles al daño.
En este post titulado “La esencia de la moral podéis bucear en la teoría diádica de la moral de Kurt Gray y ampliar un poco más vuestros concepto de qué cosa es eso de la moral. En este otro podeís discriminar mejor de qué hablamos cuando hablamos de ética y la diferencia que existe con la moral.
En definitiva de lo que se trata es de que “moralizar” es algo que se hace siempre contra alguien. Moralizar es imponer una determinada moralidad por la fuerza y desde una atalaya de supremacismo. El moralista cree que su posición es la buena y que la contraria es mala, como al malo no se le puede convencer, lo mejor es exterminarle o al menos asediarle personal o institucionalmente para quitarlo de enmedio, desprestigiarle o someterle a humillación y desprecio.
Son muchas las voces que se alzan contra esta imposición de santidad en nuestra vida colectiva y en nuestra vida académica aunque con poco éxito. Una de ellas es Susan Wolf que propone no orientar nuestra vida hacia ese perfeccionismo santo que es en realidad un disfraz para el control a distancia de lo que pensamos íntimamente.
Sin embargo no basta con recetar algo de transgresión para combatir esta epidemia de prescripciones cada vez más moralizantes y exigentes, es necesario comprender como han tenido tanto éxito ideas tan peregrinas como por ejemplo la ideología de género. Tan exitosa que se ha convertido en leyes.
Es necesario comprender que esta programación se ha llevado a cabo siguiendo una estrategia psicológica-social de largo alcance y que ha precisado de muchos años para poderse visualizar en sus resultados tal y como los vemos ya hoy. Es necesario entender qué cosa es la disociación, para lo que remito al lector a este post anterior, del que recordaré solo algunas cuestiones:
“Un proceso que produce una alteración en los pensamientos, sentimientos o actos de una persona de forma que, durante un periodo de tiempo, ciertas informaciones que llegan a la mente no se asocian o integran con otras, como sucede en condiciones normales.
Por otro lado, M. Steinberg (Steinberg, 1994) comenta que las experiencias disociativas se caracterizan sobre todo por una “compartimentalización de la consciencia”. Esta expresión se refiere al hecho de que ciertas experiencias mentales de las que se espera normalmente que se procesen juntas y al mismo tiempo (pensamientos, emociones, sensaciones, recuerdos y el sentido de la identidad), se encuentren aisladas funcionalmente unas de otras permaneciendo en algún caso inaccesibles a la consciencia o a su recuperación mnésica voluntaria”.
Dicho de una manera más clara:
- La disociación es un mecanismo fisiológico que no implica patología. Todos somos susceptibles de disociarnos y es muy conveniente hacerlo cuando vamos a morirnos, las experiencias cercanas a la muerte son un ejemplo.
- La disociación es un continuo.
- La disociación completa implica una compartimentalización de la experiencia.
- La disociación implica amnesia, y aunque no es necesario este síntoma, el no recordar algo es siempre una señal de compartimentalización, una experiencia guardada en varios cajones.
- La disociación puede afectar a la memoria, la afectividad, la percepción, la conducta, al cuerpo o una parte del cuerpo o a la personalidad entera.
- La disociación es un continuo y las experiencias psicopatológicas o las enfermedades mentales son los extremos de ese continuo. El resto de la población (no clínica muestra sobre todo pequeñas areas cognitivas de disociación)
¿Cuando nos disociamos?.-
Para que el lector tenga una idea mucho más clara de cómo funciona la disociación a través de esa programación que llamamos propaganda, pondré algunos ejemplos. El primero de ellos es como conseguir una mente que es al mismo tiempo obscena, blasfema y puritana. ¿Cómo se consigue eso?
La mayor parte de nosotros convendremos en que se trata de categorías opuestas, no se puede ser obsceno y al mismo tiempo puritano. Pueden haber entornos blasfemos, obscenos y otros puritanos o moralistas. ¿Pero pueden coexistir en la mente humana simultaneamente.
Si, a condición de la disociación.
Sin tetas no hay paraíso
Por ejemplo uno puede ser un puritano para la comida (veganos) o practicar la extrema empatía con los animales (animalismo) pero apedrear seres humanos, practicar el aborto electivo, maltratar ancianos, abandonar a la familia a su suerte o incluso raptar a los hijos. Uno puede comprarse lencería de lujo al tiempo que reivindica el “poder femenino”, casarse con un ricachón futbolista y aparecer como una furibunda feminista que reniega de los hombres. Hay incluso revistas femeninas especializadas en mantener a las chicas disociadas, mostrándoles un mundo de lujos (que solo podrán alcanzar las más atractivas) al tiempo que entre sus páginas se muestran las heroicidades profesionales de otras muchas mujeres -casi siempre con triunfos calcados de los éxitos masculinos- y descartando siempre la maternidad. Dicho de otro modo se está promocionando un modelo de mujer (una superwoman) que no existe. Y donde el varón es siempre referencia: como los hombres, ese es el concepto de igualdad que la propaganda nos impone.
Vale la pena señalar que una de las características de la pornografía y de los porno-relatos es que nunca hay niños. es decir los coitos nunca terminan en embarazos, a no ser que el embarazo sea en sí mismo el fetiche. Los niños son un engorro en la deseabilidad social que nos imponen los discursos oficiales.
Uno de los errores mas frecuentes entre los psicoterapeutas es creer que la disociación es siempre un subproducto del trauma. Buscar el trauma infantil casi siempre relacionado con el abuso sexual es una tarea que -a través del sesgo de confirmación- en la que caen muchos terapeutas, es como volver a Janet y su teoría de la seducción.
Los terapeutas tenemos un magnifico observatorio de los malestares humanos pero no solemos pensar en que lo que vemos son los extremos de la curva. No solemos prestar atención a lo que pasa en el centro de esa curva gaussiana donde se encuentra la mayor parte de la población. Lo que sucede aquí es muy importante para entender lo que pasa allí. Dicho de otra manera, si no entendemos como se disocia la gente común no entenderemos como se disocia la población clínica. Mi experiencia personal es que cada vez hemos de hilar más fino para comprender el trauma de nuestros pacientes, muchas veces lo hemos de hipotetizar para que encaje con la teoría. Pero lo cierto es que en la mayor parte de los casos no encontramos trauma alguno. Trauma con T.
Sucede porque la mayor parte de los traumas son en realidad un subproducto de la propaganda, es decir de las expectativas de la población que es nuestra vecina, lo que desean los otros. Las expectativas sociales de éxito, belleza, competencia, bondad, moralidad, empatía, cooperación, libertad, igualdad, autenticidad, asertividad, independencia y tolerancia a la diversidad son en la mayor parte de las ocasiones incompatibles con nuestras necesidades más profundas: la dependencia, pasividad, maternaje nutricio, maternidad, amor incondicional, sumisión o abnegación son negadas o disociadas del resto de la personalidad pasando a comportarse como objetos extraños.
Dicho de una manera mas clara, los modelos que nos imponen los mercaderes de los sentimientos parecen pensados para una especie robótica y no para el sapiens.
De donde es fácil deducir que quizá lo que hayan pensando para nosotros -esos que dirigen el mundo- sea precisamente convertirnos en mutantes, en una especie de robots igualitarios y aburridos, donde el amor y toda diferencia haya desaparecido (por ser demasiado peligroso) como sucedía en 1984.