Primum non nocere
(Aforismo hipocrático)
No cabe duda de que los antecedentes de “abuso sexual”, -el que se produce en la infancia sobre todo- tiene un enorme prestigio entre los terapeutas actuales. Es una idea fácil de comprender tanto para los psicólogos (no tanto para los psiquiatras) como para los propios pacientes. La lista de trastornos que responderían causalmente a este antecedente no ha parado de crecer en los últimos años y con él se explican todo tipo de patologías psicosomáticas, alimentarias, emocionales o de personalidad, sobre todo cuando los pacientes son mujeres.
El debate nos persigue desde principios del siglo pasado. Freud que había estado en Paris formándose con Charcot y Janet se llevó consigo a Viena una idea poderosa: la histeria era una enfermedad traumática y la causa era un “trauma sexual” en la infancia. El caso es que Freud comenzó a trabajar con esa hipótesis hasta que cayó en la cuenta de que utilizando el método hipnótico (que aprendió junto a Janet), sus pacientes siempre acababan contándole algún episodio “traumático” con estas características. Freud que era un hombre de ciencia comenzó a sospechar si estas narraciones que le contaban sus pacientes no tendrían otro fin bien distinto: el de agradarle. Es por eso que cambió su método por el de asociación libre y desechó la hipnosis.
Hizo bien porque hoy sabemos que los recuerdos se pueden implantar e incluso se han descrito verdaderas epidemias de casos.
Tiene su lógica puesto que la creencia profana es que si has sufrido abusos sexuales de pequeño lo más probable es que no lo recuerdes. Has reprimido el recuerdo, algo que forma parte de las creencias compartidas por la población.
“Si lo reprimiste, la hipnosis te ayuda a recuperarlo. Si estás convencido de que tus recuerdos son reales probablemente lo sean (uno de los errores más graves con respecto al funcionamiento de la memoria: el convencimiento subjetivo acerca de la fiabilidad de un recuerdo no tiene nada que ver con su validez). Si tienes pesadillas de abuso sexual es que está aflorando un recuerdo auténtico. Los niños nunca mienten acerca de temas sexuales. Si los niños tienen pesadillas, mojan la cama, necesitan una luz encendida para dormir o se masturban todo eso quiere decir que han sido abusados”
Las pruebas de que nuestra memoria no funciona como una grabadora y que reconstruye y fabrica recuerdos son abrumadoras hoy en día. También lo son las pruebas de la facilidad con la que se pueden inducir recuerdos en las personas, y más en los niños, y para ello no es necesaria la hipnosis. Aquí tienes un estudio sobre la facilidad con la que se convence a la gente de que ha cometido delitos que no ha cometido. Elizabeth Loftus es la investigadora más destacada en este terreno, aquí tienes un artículo suyo sobre los falsos recuerdos. En cuanto a la mayor vulnerabilidad de los niños a estas técnicas de inducción, la referencia que os pongo cita varios estudios que muestran que niños por debajo de cinco años a menudo no pueden diferenciar entre algo que dijeron y algo que les pasó, es decir no pueden diferenciar entre un hecho y un pensamiento. (Tomado de este post).
Judith Herman es una de las psiquiatras feministas más indignadas con Freud. Según ella, Freud traicionó a las mujeres cuando cambió de opinión respecto a la teoría de la seducción infantil que impulsó Janet, pasando por alto que la población estudiada por Janet eran asiladas en la Salpetrière, mientras que las pacientes de Freud eran jovencitas burguesas de la sociedad vienesa abrumadas más por tener que consagrar su vida a tareas de cuidado que por haber sufrido abusos sexuales. Lo que Judith Herman plantea en su libro es su pretensión de ampliar el concepto de trauma, habiendo propuesto un nuevo epígrafe: el sindrome postraumáticos complejo que aun no ha sido validado por la comunidad científica pero es obvio que lo será en el futuro. Es políticamente correcto pensar en el abuso con ojos ampliados, hoy ya estamos viendo las consecuencias de lo que se entiende como abuso sexual: la pena mediática
Dicho de otro modo, cualquier cosa es atribuible a haber sufrido abusos sexuales y además: el paciente no puede saberlo puesto que de haberlos sufrido no los recuerda por haberlos reprimido. El argumento es incontestable pero hay más: porque los recuerdos se pueden implantar. Sucede porque cada vez que editamos un recuerdo lo sobreescribimos. De manera que cuantas más veces se reedita un recuerdo mediante un interrogatorio “dirigido” más probabilidades tenemos de que acaben dándonos la razón. Por eso es una mala praxis profesional preguntar directamente a los pacientes si han sufrido abusos sexuales en su infancia. Yo personalmente no lo he hecho nunca y mis compañeros -al menos los que más conozco- tampoco.
Es necesario decir que el tema de los abusos sexuales hoy está politizado. No cabe duda de que a ciertos movimientos feministas les conviene creer que los hombres, así en general abusan de sus hijas o familiares como parte de la opresión que el patriarcado ejerce sobre las niñas y las mujeres en general y no es que esto no suceda pero desde luego es un fenómeno raro y no está claro que pueda provocar todas las patologías que se le suponen. Muy raro en Europa pero si atendemos a los papers que nos llegan de USA es obvio que allí tantos los terapeutas como los pacientes abusados abundan, tanto en las consultas como en los papers. Hay pues una brecha nacional en el tema de los abusos.
¿Pero qué entendemos por abusos sexuales?
Lo cierto es que cuando hablamos de abusos sexuales todos pensamos como adultos y entendemos que se trata de un coito entre un adulto y un niño/a. Así sin matices, pero lo cierto es que hay una amplia gama de actividades eróticas que no tienen todas la misma gravedad psicológicamente hablando aunque moralmente merezcan también reproche jurídico..
- ¿Cual era el grado de parentesco entre agresor y victima?
- ¿Hubo violencia o solo seducción?
- ¿Podemos hablar de abusos en el caso de juegos eróticos aunque uno lleve la iniciativa, con independencia de la edad o de la diferencia de edad (por ejemplo de niños de casi la misma edad).
- ¿Hubo silencio forzado por el agresor?
- ¿Le contó el episodio a alguien? ¿Qué reacción obtuvo?
- ¿Fue un episodio único o reiterado?
- ¿Hubo penetración o simplemente tocamientos?
- ¿Sentía la victima miedo o se sintió desvalida?
- ¿Hubo amenazas posteriores?
De manera que no todos los abusos son iguales y la mayor parte de las personas que han sufrido abusos leves suelen olvidarse de ello si no hay complicaciones suplementarias y una complicación frecuente es que alguien diagnostique una enfermedad actual con arreglo a unos antecedentes ya caducados por la memoria biográfica. Naturalmente los abusos graves son aquellos recibidos de forma reiterada, en forma violenta, con amenazas y con una vivencia de desvalimiento, es decir con la sensación de que hiciera lo que hiciera no podría escapar de ellos, algo que sucede en entornos domésticos, peor si la madre o la otra parte de la pareja miran hacia otro lado.
Pero yo voy a ocuparme de la yatrogenia, es decir de cómo los terapeutas pueden agravar estas emociones y recuerdos. Me referiré al caso de M.
M es una mujer casada con dos hijos que tiene por así decir cierta vocación psicológica, es una brillante profesional que ha tenido éxito en su trabajo y que se lleva mal con su madre, una mujer fría y distante y que desarrolló un carácter sumiso en relación a ella, queriendo siempre agradar y ser “una buena niña”. Acudió a un terapeuta con el que repitió este patrón de seducción infantil hasta que un día le vino a la memoria un acontecimiento que había casi olvidado: se trataba de un abuso sexual por parte de un vecino, padre de una amiga suya del colegio a la edad de 8 años. El asunto es que a partir de ese momento inicia una transferencia erótica con el profesional quién en todo momento trata de persuadir a la paciente de que “no fue culpa suya”, es decir trató de desculpabilizarla enredándose cada vez más en una relación de máxima tensión erótica que solo alcanza a resolver echándola de la consulta.
A partir de este momento comienza por parte de M una escalada de búsqueda de otros terapeutas que la curen del amor transferencial del terapeuta original.
Continuará