Este ultimo trimestre del año que ya feneció, he leído varios libros relacionados con lo moral, tanto el libro de Pablo Malo que lleva por titulo «Los peligros de la moral» como el magnifico libro del psicólogo polaco Andrew Lobaczewski, cuyo libro «La ponerología politica» preside este post.
El libro del polaco -difícil de recordar su apellido- es un texto que aborda las consecuencias de la maldad humana, un campo que él llamó «ponerología». Quería entender por qué las personas «malvadas» parecen prosperar, mientras que muchas personas buenas y morales luchan por tener éxito. Quería entender por qué las personas con trastornos psicológicos se elevan tan fácilmente a posiciones de poder y se hacen cargo de los gobiernos de los países. Como él mismo vivía bajo un régimen «patocrático», tomó grandes riesgos para estudiar este tema. Fue arrestado y torturado por las autoridades polacas, y no pudo publicar la obra de su vida, el libro Ponerología Política, hasta que escapó a los Estados Unidos durante la década de 1980.
Pablo Malo estudia otro aspecto de la moralidad, es decir de las hipermoralidades o por decirlo en términos del propio Lobaczewski, las paramoralidades. se refiere a esa moralidad llamada woke, que es equivalente a la «corrección política», a la cultura de la cancelación y a la censura de todo aquello que se considere inadecuado pensar, decir o propagar. Para muchos autores la presencia de estas paramoralidades es una consecuencia de la secularización. Significa que los individuos han sufrido un vacío de sentido en sus vidas como consecuencia de la desaparición de los valores y creencias teológicas que soportaron durante mucho tiempo la moralidad colectiva, pero yo no creo que esta sea la verdadera causa de la paramoralización. Creo más bien como argumentaré a continuación en la hipótesis de la patocracia.
Quiero decir que esta deriva de los valores morales colectivos no es solamente una consecuencia de la secularización sino de agendas impuestas por ciertas élites con poder de hacerlo sobre los cerebros individuales.
La patocracia es posiblemente uno de los mayores problemas en la historia de la humanidad. La historia ha sido una saga de constantes conflictos y brutalidad, con grupos de personas luchando unos contra otros por el territorio, el poder, las posesiones, y conquistando y matándose entre sí. Al examinar el curso de la historia de la humanidad desde la antigüedad hasta el siglo XX, el historiador Arnold Toynbee habló sobre el «sentido horripilante del pecado manifiesto en los asuntos humanos”.
Pero hay un argumento de que esto no se debe a que todos los seres humanos sean intrínsecamente brutales y crueles, sino a que un pequeño número de personas, es decir, aquellos con trastornos de personalidad, son brutales y crueles, intensamente egocéntricos y carecen de empatía. Esta pequeña minoría siempre ha mantenido el poder y logró ordenar o influir en las mayorías en la comisión de atrocidades en su nombre.
Todos sabemos que los hábitos insalubres se contagian con más facilidad que los saludables, también sabemos que basta en un equipo de trabajo u organización con que haya una persona que genere discordia o «mal ambiente» para que el equipo entero se resienta, todos sabemos que un mal jefe puede dar al traste con los proyectos de toda una organización, todos sabemos como se escala en los partidos políticos o como las personas en ambientes domésticos pueden causar graves trastornos a todos los que conviven en él. ¿Cómo es posible que con métodos democráticos ciertos personajes hayan acumulado tanto poder como Hitler? Es cierto que algunos otros psicópatas han llegado al poder por métodos dudosamente democráticos como Putin, Maduro o Erdogan pero precisamente para entender esta cuestión es necesario leer el libro de Andrew Lobaczewski, y conocer a fondo la deriva del poder en presencia de lideres psicopáticos, sean procedentes de la mafia, las sectas, la política o la empresa.
Lo cierto es que cuando pensamos en moral a todos nos vienen imágenes eclesíasticas a la cabeza, pensamos en confesionarios, sacerdotes, preceptos, teología a fin de cuentas, pero pocos caemos en la cuenta de que lo moral no es una cuestión ajena a la biología. Somos morales porque venimos de serie cableados para vivir en un mundo con reglas, pero lo cierto es que algunas personas -como los psicópatas- no aceptan, ni entienden estas reglas con que las sociedades distintas han accedido a una especie de contrato moral que se organiza en base a costumbres, consensos e instituciones jurídicas y políticas que tienden a regular los conflictos que necesariamente emergen de los distintos intereses entre las personas y los grupos. Para un psicópata estas tradiciones y consensos son totalmente arbitrarias y dictadas por pensadores moralistas cuando no religiosos o beatos. El psicópata cree estar por encima de la moral común tal y como le sucedía a Raskolnikov en «Crimen y castigo». Precursor de Nietzsche y de su «superhombre», el psicópata cree estar por encima del bien y del mal, cree estar por encima de la Ley, allí donde reside el Poder, es decir «la capacidad para hacer lo que me venga en gana» o que «las cosas que deseo sucedan». Eso es el poder para un psicópata. Es por eso que el psicópata carece de sentimientos de culpa, remordimientos o de empatía que son la clase de sentimientos que regulan internamente nuestra vida social.
En realidad la psicopatía es un concepto difuso al igual que sucede con todas las etiquetas psiquiátricas, algunas de ellas como es el caso de la psicopatía ni siquiera están presentes en los manuales estadisticos de enfermedades mentales como en los DSM, algo de lo que ya hablé en este post. Algunos autores creen que la psicopatía no es una enfermedad mental sino una manera de ser propiamente humana, mientras que otros se adhieren a la convicción de que se trata de una patología moral sin que ese déficit moral implique patología. En mi opinión esta idea es falsa: lo moral es tan mental como la cognición o los afectos comunes. Los psicópatas son tan enfermos como los esquizofrénicos o los maniaco-depresivos (con los que mantienen relaciones de vecindad) si bien su patología contiene algunas diferencias con las patologías mentales clásicas: los psicópatas no sufren pero hacen sufrir, hacen neurosis o psicosis de exportación, aunque lo más común es que generen trastornos del espectro traumático (trastornos por estrés postraumático) en aquellos que tienen la desgracia de caer bajo su influencia o en aquellos países que tienen a un gobernante psicópata al mando del país. Dicho de otra forma: una pequeña minoría de psicópatas puede trastornar a un país entero, como vemos en las familias o en las parejas. Los psicópatas llegan a enloquecer a casi todo el mundo. Y lo hacen a través de paralogias (argumentos falaces) o paramoralidades (moralidades falsas)
El 90% de las personas no somos psicópatas, es decir no poseemos ninguna combinación de síntomas de la serie psicopática o si acaso algun elemento suelto. En el 10 % restante no solo se encuentran los psicópatas esenciales sino el trastorno de personalidad antisocial y los psicópatas normalizados o adaptados. Todos ellos comparten un deficit bien concreto: carecen de conciencia moral, están incapacitados para amar a nadie y a veces pueden esconderse detrás de ciertas mascaras. Para entender bien la combinatoria de síntomas que pueden constelarse o no en un diagnóstico de psicopatía el lector puede recuperar este post donde se habla de las dimensiones en que se dividen los espectros que llamamos enfermedades o patologías mentales.
Las personas comunes tenemos mentalidad, preferencias o gustos distintos pero los psicopatas -si quieren manipular a las masas- necesitan una ideología, una ideología que con frecuencia da cuenta de sus motivaciones personales y es una justificación de su odio y de su sustrato instintivo patológico, es como si en lugar de tener un paleocortex destinado a proyectar neuronas hacia arriba y adelante, entretejer vínculos neuronales según la dirección que marca la filogénesis en su recorrido hasta la corteza cerebral, los psicópatas tuvieran un sustrato de aguas pantanosas, sin un suelo firme adecuado, algo que les emparenta con la esquizofrenia. Este deficit de suelo o de «terreno» justifica lo que conocemos como psicópatas esenciales, es decir esos niños que ya de pequeños muestran síntomas de trastornos mentales y que se divierten causando dolor a animales, causando pequeños incendios o mortificando a sus hermanos, padres o compañeros. Una persona con un terreno no-solido desarrollará con el tiempo trastornos emocionales y trastornos cognitivos mediante cambios en las premisas de sus argumentos lógicos y llegando a conclusiones falaces.
La gente común. normal, estamos cableados para discriminar lo normal de lo patológico, a detectar tramposos y a estos especímenes de manera muy precoz. Sin embargo lo que podemos contemplar hoy en día es precisamente la incapacidad de muchas personas de diferenciar los argumentos normales de los patológicos en muchas declaraciones políticas o incluso en términos de conocimiento popular. Sucede porque una sociedad comandada por psicópatas termina por influir de manera muy eficaz sobre el tejido social -sobre todo cuando los psicópatas mandan-. Lo primero que hacen es desactivar los mecanismos de discriminación de las personas comunes y lo hacen a través de la propaganda y las leyes u ofrecer explicaciones moralistas o sociológicas a sus pretensiones. Con la amenaza y el miedo consiguen que las personas comunes se retiren de la batalla cultural pues las personas comunes no están interesadas en el poder y les dejan así el camino expedito. Dicho de otra forma: una pequeña cantidad de psicópatas al mando de una nación logran 1) psicopatizar a una primera capa de la población que no eran propiamente psicópatas 2) conseguir que una segunda capa de esa población movida por su moralidad natural desarrolle cierta tolerancia a las propuestas psicopáticas movidos por una especie de sentimiento de solidaridad o de compasión 3) se cancelan y censuran aquellos que presentan batalla en las ideas y que contrarían las tesis psicopáticas y 4) y si pueden se eliminan todos los opositores hasta conseguir una masa acrítica de seguidores.
Mi opinión es que todos estos fenómenos no son espontáneos sino que son intencionales y están guiados por elites poderosas que pueden implantar cogniciones y emociones espúreas en la población general a través de diversas agendas, por ejemplo la agenda de la androginización y la agenda de la sustitución demográfica.
Es necesario señalar que nosotros los humanos no estamos diseñados para enfrentarnos al trauma o al condicionamiento clásico: somos muy vulnerables a las influencias negativas si previamente nos han incapacitado para la critica que procede del sentido común y del conocimiento acumulativo de nuestra especie. Somos muy vulnerables a los encantadores de serpientes mientras que ellos los psicópatas tienen dos opciones: o el encantamiento o el suicidio, algo que no es infrecuente en los psicópatas que no logran salirse con la suya, pues matar es una forma de poseer lo que se desea.