Robert Hare es probablemente el que más sabe de psicópatas en el mundo y según él hay una formula para averiguar cuantos psicópatas hay en un país determinado. Como la mayor parte de los psicópatas no son asesinos o están en la cárcel, lo más complicado es contar a los psicópatas emboscados, es decir aquellos que se encuentran totalmente integrados, los psicópatas anónimos o de guante blanco. Según Hare, en USA existen al menos 100 criminales en serie que representan a los psicópatas mas extremos, y por cada criminal en serie hay 20.000 o 30.000 psicópatas y advierte que se trata de un recuento muy conservador.
Lo cierto es que a la hora de hacernos una idea de la magnitud de este problema no podemos sino basarnos en medidas indirectas y cifras obtenidas en entornos no clínicos por este autor que aprecia que un 1% de la población general son merecedores de esta etiqueta de «psicopatía» que en ningún caso debemos confundir con los sujetos antisociales (trastorno antisocial de la personalidad) de los que solo una minoría son psicópatas verdaderos y representan el doble de aquella cifra (un 2%). El mayor numero de psicópatas son aquellos que no delinquen, que no son asesinos o que sus delitos son de menor cuantía (estafadores) o bien se ocultan en la intimidad del hogar (maltratadores) o en el mundo del trabajo (acosadores) aunque pueden pasar y de hecho pasan a mayores, sobre todo en los crímenes de género que son siempre perpetrados por estos psicópatas anónimos. Representan un 4%. de manera que si sumamos a las tres categorias nos vamos a encontrar con que un 7% de la población general se encuentran incluidos en este rubro genérico de sociopatías.
No deja de ser una minoría aunque su numero está muy infradimensionado si consideramos que las enfermedades mentales tienen una prevalencia del 15-20% de la población general. Ahi contabilizamos todo lo que consideramos «enfermedades mentales», el problema es que los psicópatas no están contabilizados porque no les consideramos enfermos mentales y ni siquiera están conceptualizados en los manuales DSM.
Y esto nos lleva a una disquisición que creo importante: las clasificaciones psiquiátricas han obviado el catalogar a los psicópatas como enfermos a pesar de la enorme cantidad de pruebas que existen no solo de su existencia sino de los déficits emocionales y del juicio (cognitivos) que presentan: algo que Hare y todos los autores expertos en el tema han señalado es la inexistencia de conciencia moral, como si la inexistencia de conciencia moral fuera algo que procede del ámbito de lo teológico, algo ajeno a lo biológico, como si lo moral no fuera mental y no contuviera un soporte neurobiológico. En mi opinión esta es la razón por la que la psiquiatría no ha entrado hasta ahora en considerar a los psicópatas como enfermos a pesar de que ya Pinel (Locura sin delirio) o Pritchard (locura moral) los describieron ya en el sigo XIX. Otra razón es que pondría a los jueces en un atolladero: «¿si los psicópatas son enfermos como castigarles’?»
En mi opinión una de las razones por las que los sufrimientos humanos y las adversidades que podemos llegar a sentir en nuestras vidas no cumplen criterios de «enfermedad médica» es precisamente por el hecho de que moralizamos y sobremoralizamos las conductas propias y ajenas y no atendemos a lo que la ciencia puede aportar sobre estos hechos. Algunos autores como Smith han señalado con acierto que muchos malestares humanos son no-enfermedades, es decir patologías que no cumplen criterios de malestares médicos y que muchas veces son refractarias a los tratamientos precisamente porque no hay nada médico que tratar. Hablamos entonces de síntomas sin explicación médica. Es complicado de entender por nuestro hábito asistencialista, pero existen patologías mentales que no causan enfermedad alguna o si causan algo parecido no hay manera de explicarla médicamente. Un ejemplo es la histeria de conversión: hay pruebas de que en ciertas épocas se vive una especie de histeritficación de la sociedad, se trata de épocas de crisis, donde se pierden los fundamentos espirituales y de cohesión social, en estos entornos es donde se manifiestan las histerias individuales que además tienen una característica que las separa de las enfermedades verdaderas: se contagian de unos a otros miembros de una misma sociedad. En este sentido la histeria no es una enfermedad individual sino social, es una no-enfermedad en el sentido que le dio Smith (2002). Podríamos hablar de condición, de síntomas asociados, incluso de síntomas simulados pero no de trastorno o de enfermedad y que sin embargo merece atención y estudio y sobre todo diagnósticos correctos para evitar la yatrogenia. Algo así sucede en los psicópatas: los maestros del disimulo o la ocultación, no son enfermos pero están locos.
El error crónico y epistemológico de la psiquiatría es haberse empeñado en el paradigma moral a la hora de excluir ciertas entidades al calificarlas como hechos no biológicos o culturales pues efectivamente la maldad es cosa de moralistas y teólogos. Nadie hasta hace relativamente poco tiempo se ha molestado en abordar naturalísticamente a los psicópatas. Efectivamente la psicopatía es un hecho biológico con repercusiones morales y jurídicas si se quiere, pero un hecho natural, en el sentido de que nadie nace queriendo ser un psicópata. Lo mismo sucede con la homosexualidad, otro hecho biológico, nadie elige su sexualidad.
Dicho de otro modo: necesitamos un nuevo paradigma que contemple la patología mental con independencia de que haya o no haya enfermedad y que por tanto no implique beneficios jurídicos en el caso de que se delinca contra personas, propiedades o cosas.
Otra de los errores que se cometen con frecuencia es utilizar «psicópata» como insulto o descalificación de alguien poderosos, usualmente un político que no cumple con nuestras expectativas.
Aquí en este esquema podemos ver como la etiqueta psicópata comparte vecindad con narcisismo y maquiavelismo. Lo importante es señalar que muchas personas cumplen criterios para el trastorno narcisista de la personalidad pero no son psicópatas pero todos los psicópatas presentan rasgos narcisistas.
Efectivamente hay muchos políticos que presentan rasgos narcisistas y también maquiavélicos, dejo al lector a su libre interpretación de los rasgos que aquí se señalan para que haga sus propias interpretaciones, si bien no dejaré de señalar que una persona puede sin ser psicópata comportarse como tal o aliarse con ellos, pues el exceso de poder y la percepción de impunidad son adictivas en sí mismas y esta es otra de las razones por las que un adicto a drogas se puede llegar a psicopatizar por el consumo de estas sustancias. La psicopatía se contagia, como la histeria.
Lo que nos devuelve al origen de este post que en este momento tratará de responde a una pregunta ¿cómo es posible que siendo los psicópatas una minoría tengan tanta influencia social?
Será en el próximo post.
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Bibliografia.-
In search of no disease. Smith R, 2002.