Tal y como vimos en el post anterior el lenguaje posee una característica intrinseca muy importante: es capaz de construir realidades a partir del pensamiento. Pero esta realidad generada lingüisticamente no es una realidad en el mismo sentido que esa farola contra la que me rompí la cabeza yendo en mi motocicleta. Se trata de una realidad bien distinta, algo así como lo que entendemos como ficción, algo así como lo que llamamos lteratura.
D. Quijote es real en el entorno de la novela pero no podemos quedar con él a tomar café, el libro y sus personajes son ficciones que pueden representar bien a una realidad y a una trayectoria de sus personajes, un relato de ficción puede ser muy realista pero se distingue de la realidad-real en que es una construcción no operatoria, no interfiere con el sujeto operatorio que la lee, a no ser que el sujeto concreto se haya vuelto loco, tal y como parece que le sucedió a Alonso Quijano, que enloqueció precisamente leyendo novelas de caballerías. En este sentido el lenguaje se revela como arbitrario, connotativo, equivoco y denotativo: señala hacia algo real (o imaginario) pero su signo es algo totalmente independiente de aquello que señala y que requiere de un consenso que llamamos idioma y cuyos significados no siempre son compartidos por todos los oyentes.
Un ejemplo es la palabra «género», algo que remite directamente al lenguaje, los sustantivos, pero no los verbos tienen género, masculino o femenino. Pero esta atribución es absolutamente arbitraria. ¿Por qué peras o manzanas son femeninas y los limones o los melocotones son masculinos?. El género solo tiene sentido -consensual- en el lenguaje pero sí generalizamos esa arbitrariedad a otros ámbitos de la existencia suceden verdaderos enredos. Solo las palabras tienen género, las personas tenemos sexo tengamos las inclinaciones eróticas que tengamos.
Fractales en la mente.-
Vimos también en el post anterior que el lenguaje construye redes semánticas, es decir palabras que se relacionan con otras que guardan algún tipo de vinculo con la palabra original, algunas vimos que eran -desde el punto de vista lógico- opuestos, otras sinónimos, otras sin relación más allá del azar asociativo tal y como vemos en los sueños. En cualquier caso estas palabras no son realidades fácticas u operatorias sino artificios del lenguaje. Aunque es cierto que todos nosotros somos -de alguna manera- prisioneros de la idea que hace equivaler las palabras a la realidad. Las palabras no son la realidad, solo la rozan por sus bordes y la exceden como si fueran fractales.
¿Pero y si las palabras fueran fractales?
El triángulo de Sierpinsky es una imagen fractal que se define como una imagen que desborda su condición topológica y que se construye dividiendo por la mitad cada uno de los lados de un triangulo equilátero y pasar así de 1 a 3 triángulos y posteriormente a 9, 27, 81, 243…Lo importante de esta figura es comprender que se produce por iteración de potencias de tres, y que va añadiendo triángulos cada vez más pequeños hasta el infinito, pues eso es un fractal un infinito que cabe en los bordes definidos del triangulo original. Los fractales están relacionados con el hotel de infinitas habitaciones (paradoja de Hillbert) y con los conjuntos de Cantor.
Para nuestro manejo, más allá de las figuras geométricas será suficiente con decir que 1) un fractal es algo más pequeño (o más grave o agudo si es un sonido) que el original al que se refiere (de ahí la palabra fractal que procede de fracción), 2) que es similar al original, que 3) una serie fractal es infinita pues se produce por iteración del mismo modo que sucede con las escalas musicales y 4) que un fractal desborda los limites de la geometría o de significados clásicos y por ultimo que 5) un fractal es algo que no tiene 1 o 2 o 3 dimensiones sino algo intermedio como 1,3-1,5 o bien 2,3-2,5.
Imaginemos que entramos en una casa y que en el vestíbulo hay tres puertas, cada una de estas puertas dan a 3 habitaciones bastante grandes. Decidimos poner en una el comedor, en otra el salón y en otra la cocina. Cada una de estas habitaciones tiene -a su vez- tres puertas y dan a otras habitaciones más pequeñas, concretamente a la mitad de la superficie anterior. decidimos poner allí los dormitorios, un despacho y algún que otro trastero. Tenemos en realidad 3+9= 12 habitaciones. Pero aquí no acaba la historia porque a su vez cada una de estas habitaciones tiene tres puertas con habitáculos que son la mitad de los anteriores. Son tan pequeños que decidimos no utilizarles y además no necesitamos tantas habitaciones. Nos basta y nos sobra con esas 12, de manera que renunciamos a tener 3+9+81= 93 y decidimos tapiar esas minúsculas habitaciones.
En realidad el lector puede comprender que este experimento mental es una forma de comprender el triangulo de Sierpinsky y que no termina ahí sino que van apareciendo más y más puertas con habitaciones cada vez mas pequeñas e inutilizables precisamente por su tamaño. Dicho de otra manera: mientras que la superficie tiende a 0, el perímetro de la casa tiende a infinito. Algo parecido a lo que sucede con la escala musical, solo operamos con 5 escalas pues el resto son tan graves o tan agudos que serian inutilizables o inaudibles, en auqleuier caso molestos para nuestro oido.
Para nuestro universo doméstico nos sobran habitaciones, tenemos 12 que son suficientes y suficientemente amplias. El resto se desprecia.
Como podemos ver este caso es mucho más próximo a la realidad que el que conté en mi anterior post a fin de comentar el fenómeno del posible adyacente. Decía entonces que:
Podríamos pensar en lo posible adyacente como si fuera una casa que se expande con cada puerta que se abre. Empiezas en una habitación con cuatro puertas que dan a habitaciones que no has visitado todavía. Una vez que abres una de esas puertas y entras en una de las otras habitaciones, se vuelven a abrir nuevas puertas que llevan a nuevas habitaciones. Sigues abriendo puertas y al final construyes un palacio. Sus límites crecen a medida que lo exploramos (Steven Johnson).
Es una forma de procesar que nuestro cerebro lleva a cabo en ciertas condiciones, podríamos hablar de un procesamiento lineal. Es verdad que los limites de aquella casa crecerían a medida de que la exploráramos, es por eso que las palabras extienden sus significados a otros nuevos y en cada época las palabras adquieren nuevas connotaciones, y por ultimo hay que nombrar al neolenguaje, que es la forma en que nos pretenden manipular desde el Poder, recordemos que para evitar la palabra mujer algunos intentan hablar de «seres menstruantes» o para evitar nombrar madre» algunos hablan de cuidador gestante.
Pero nuestro cerebro procesa la información de otra forma, que algunos llaman cuántica como sucede en la hipótesis Penrose-Hameroff y yo prefiero llamar «fractal». Lo importante es comprender que en la fractalidad no hay contradicción, hay octavas bajas, octavas medias y octavas altas de un elemento cualquiera y que constituyen tres niveles de conciencia: emocional, mental y espiritual.
Observemos la palabra «Orgullo» vamos a ver sus sinónimos y sus antónimos, de ellos elijo uno de cada, como sinónimo, «soberbia» como antónimo «humildad». Todo el mundo estará de acuerdo en que ser soberbio y humilde es imposible pues son opuestos. Pero todo el mundo sabe que en las personas concretas pueden darse ambos significantes a la vez o al menos de forma secuencial. Uno no es soberbio siempre, ni humilde siempre podrá decirse. Lo importante es comprender que ser soberbio es un «posible adyacente» mientras que el opuesto, «humilde» es un fractal, es decir ambos remiten a una escala emocional que entendemos como orgullo pero la frecuencia de la nota más aguda es su contrario.
Dicho de otra manera: contrarios y adyacentes forman parte de una misma secuencia fractal.
Para que el lector tenga una mejor comprensión de este dilema les dejo este psicocuento, donde el rencor se transforma en generosidad.