Jose Errasti es un profesor de psicología clínica de la universidad de Oviedo que junto a Marino Perez han escrito recientemente un libro de esos que yo llamo de culto acerca de ese fenómeno que conocemos como transgenerismo, un libro sobre el que ya escribí un post aquí mismo hace algún tiempo y que lleva un titulo muy sugerente: «Nadie nace en un cuerpo equivocado». Es de hacer notar que a pesar de meter la nariz en un tema tabú el libro ha tenido mucho éxito en nuestro país, tanto como el de Abigail Shrier -que de alguna manera le precedió conceptualmente-, titulado «Un daño irreversible» que fue éxito de ventas en USA y que de alguna manera sirvió para abrir los ojos a mucha gente.
Errasti cosechó tanto éxito con ese libro que aun hoy anda haciendo bolos por todo el pais aprovechando su contractualidad sobre ese tema y sobre todo de su vasto conocimiento sobre psicologia y filosofia. En este sentido sus aportaciones sobre la identidad son muy interesantes. Uno se pregunta qué pasa en Oviedo que congrega a gente tan importante en estos y otros temas. Es una pregunta retórica, es la escuela de Gustavo Bueno.
Recientemente, un aburrido Domingo me propuse visionar algún video sobre este asunto y escogí este que pertenece a la colección Diásporas, donde se discuten temas de interés para nosotros los que nos dedicamos a indagar sobre las patologías mentales o como se dice ahora sobre los trastornos, la personalidad y como no, la identidad.
Lo interesante de este grupo de videos que componen la colección de Diásporas es que está dirigida por Amelia Valcarcel, una profesora de filosofía que precisamente escribió el prologo del libro y que es catedrática de filosofía moral también de Oviedo. feminista y miembro del PSOE, la mentora real de este proyecto. Y no olvidemos que los principales adversarios de la teoria queer son las feministas, me refiero a esa feministas que el movimiento trans agrupa en el tópico «las feministas TERF» que son las que se oponen frontalmente a la autodeterminación del genero.
De manera que para aquellos que llegaron tarde a este debate, es bueno señalar que el movimiento feminista no es un bloque unitario sino que hay varias escisiones en su seno. Hay un feminismo clásico, el que representa Amelia Valcárcel y otro feminismo queer, el que defiende Podemos a través de Irene Montero.
Yo no pretendo escribir un post sobre las ideas de Errasti o Perez con las que estoy totalmente de acuerdo. En realidad cualquier persona sensata con o sin mentalidad científica, clínica, incluso sin ninguna formación psicológica sabe que esta ley que acaba de aprobarse es un disparate jurídico y un disparate para la salud de las personas, a veces tienen tintes de parodia por las contradicciones que plantea, de modo que no voy a referirme a estas cuestiones muy bien explicadas por Errasti en su video (que adjunté) y en su libro, sino a ese 15% de disconformidad que tengo con el profesor Errasti.
Una de las cosas que más me gustaron de su exposición cuando habla de la identidad y la asimila al alma, una especie de emanación metafísica que emerge y sobrevuela de nuestro interior y que pugna por manifestarse, como una esencia metafísica (aquí se ve la formación buenista, de Bueno, de Errasti). Efectivamente el sintagma «Identidad de genero» no significa nada porque el genero es un invento lingüistico para denominar a las cosas que arbitrariamente se reducen a genero masculino o femenino igual que sucede con el sexo. Esta es mi interpretación: el genero es un artefacto del lenguaje y ademas arbitrario. Las cosas tienen genero y a veces los dos géneros como sucede con el mar, las personas tenemos sexo y no género por más que existan personas sexuadas que se sientan atraídos por su mismo sexo. En ningún caso estas personas dejan de ser hombres o mujeres y no dejarán de serlo por más que su deseo no sea el mayoritario.
La identidad y -menos aun la sexual- no es algo que estuviera ahí esperando que alguien la descubriera, sino algo que se va formando con la interacción con las figuras significativas de nuestra vida a través de las identificaciones y contraidentificaciones que llevamos a cabo, durante nuestra vida. De modo que la identidad no es una esencia y por lo tanto no puede emanar de ningún lado, se construye. Observemos de cerca ese sintagma queer: «identidad de genero». No significa nada.
Pero ahora observemos este otro, «violencia machista». Este sintagma es el que proponen las feministas e incluso los medios de comunicación. A diario nos informan sobre crímenes o agresiones machistas, algo que procede del paradigma de género que es el políticamente correcto en nuestra sociedad, pues para el feminismo el genero es un constructo social, algo asi como que a las niñas les gusta el rosa porque se les ha impuesto asi, y a los niños les gusta el futbol o los coches porque alguien les indujo a ello. Hoy sabemos que esta idea es falsa, tan falsa como la «identidad emergente». En realidad sostener que existe una violencia que es machista es lo mismo que pensar que existe una esencia violenta en los varones y que por el solo hecho de ser varones ya somos sospechosos de mantener relaciones violentas con las mujeres. Esto es lo que sostienen ambos feminismos, tanto el bueno como el malo. Pero lo cierto es que sí existe un feminismo queer es porque antes existió un feminismo excluyente de los varones, una ideología de género, que es tan anticientífica como la teoría queer que no es sino una vuelta de tuerca más en la agenda desfertilizadora y que no será la última.
Yo comprendo que las feministas clásicas estén muy enfadadas con las políticas de la Montero -pues la mujer ha quedado reducida a una palabra M U J E R, – pero los hombres en general también estamos muy enfadados de que nos consideren agresores sexuales solo por ser heterosexuales y hombres. O que nos llamen machistas continuamente. O que se nos discrimine legalmente en esa ley llamada de «violencia de genero» que de hecho suprime las garantías de cualquier reo.
Otra de las cosas que dicen combatir las feministas de todo signo son los estereotipos sexuales. Hace algún tiempo escribí sobre este tema de los estereotipos, por lo que dirigiré al lector hacia allí, no sin antes decir que los estereotipos sexuales serán muy importantes en el cine, en las series o en la literatura negra, pero en la vida real tienen una existencia periférica, no conozco a nadie que resulte un estereotipo de masculinidad o de feminidad, todos nosotros somos medianías, es decir estamos muy lejos de la virilidad o la feminidad que nos venden en el cine o en la TV. ¿Qué es un estereotipo? Si yo preguntara que es una mujer, seguro que contestaríamos que «lleva falda» «el pelo largo» «tacones» o «lleva maquillaje». esto es lo que contestaría un niño o un fetichista, un adulto respondería otra cosa: una mujer es una persona que puede ser madre. Nótese que la facultad de ser madre no es un estereotipo sino una función biológica: todas las mujeres están diseñadas para ser madres, aunque no tengan hijos. Esta idea me lleva a pensar que la lucha contra los estereotipos ea una forma de desplazar el debate de la maternidad. De lo que se trata es que juguetes, deportes y preferencias sean intercambiables pero nadie en el colegio hablará nunca a niños de qué es la maternidad. La maternidad se ha vuelto sospechosa de contener demasiados mimbres de feminidad. Y como acertadamente dice Errasti, por eso las niñas huyen de su feminidad.
Otra cuestión que me parece relevante del discurso de Errasti es la cuestión del porqué casi todas las CCAA tienen leyes trans, a veces con mucha anterioridad a la actual recientemente aprobada. Si ya funcionaba en las CCAA ¿a qué viene tanta prisa en aprobar esa ley al mismo tiempo que en Europa están en periodo de «marcha atrás» para evitar esa epidemia de niñas que de repente quieren ser niños?. Es como si la ley estatal se hubiera aprobado para proteger a las previas leyes autonómicas por si comenzamos a ver casos de disidentes que denuncian el diagnostico afirmativo y la no-intervención de los profesionales que en teoría debieron acompañarlas en el proceso. Eché de menos un libro como el de Errasti cuando en la Comunidad valenciana se aprobó la ley trans bajo la égida de Carmen Montón. Todo el mundo pareciera estar de acuerdo, había un consenso entre los partidos respecto a esta cuestión. ¿Por qué había tanto consenso? ¿Es esto normal? Bueno, esto merecería un estudio más profundo, pero en este país los consensos son siempre sospechosos.
De manera que lo que estamos viendo en España es la guerra de un lobbie contra otro, sin que las opiniones de los profesionales o de los implicados en el tema sirvan de nada. Por ahora ganan las queer pero nunca se sabe lo que sucederá en el futuro.