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La locura de los tontos o la insensatez de los necios

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De Robert Trivers ya he hablado en algún lugar de este blog pero le vuelvo a citar en relación con este libro que preside este post por sus aportaciones sobre engaño y autoengaño. Trivers es un conocido biólogo y sociobiólogo estadounidense que mantiene una hipótesis evolucionista muy incomoda. Sostiene que el engaño y el autoengaño son estrategias evolutivas que permiten a los seres vivos obtener ventajas en la competencia de recursos y reproducción. El engaño se refiere a la manipulación de la información que se presenta a los demás mientras que el autoengaño implica la manipulación de la información que se presenta a sí mismo. Ambos procesos pueden tener efectos perjudiciales o beneficiosos dependiendo del contexto y la situación en que se utilicen.

La idea de Trivers supone la siguiente conclusión: el engaño-autoengaño fue una estrategia que sufrió una selección positiva por parte de la evolución. Y es además una característica muy difundida en nuestra especie, todo sabemos y podemos contar mentiras, unos de forma puntual y otros de forma continua, de tal modo que estos individuos mentirosos son a menudo en los extremos de la campana de Gauss, identificados como falsarios, embaucadores, marrulleros o tramposos. Más allá , en ambos extremos son los psicópatas y las histéricas.

Tal y como escribí en el post anterior la histeria femenina y la psicopatía masculina comparten genoma, un genoma mentiroso, es decir: no existen genes destinados a provocar clínicas histéricas o psicopáticas sino genes destinados al engaño. Y el mejor engaño es aquel en donde el sujeto no sabe que está engañando. de ahí que el autoengaño sea un repliegue de la conciencia para ocultar nuestra mentiras. El gen del engaño sería el gen candidato para replicar estas conductas. Y es por eso que las dimensiones de la personalidad entre las histéricas y los psicópatas tengan ciertos puntos de coincidencia tal y como vimos en el post anterior.

El problema es que mantener este nivel de engaño -cuando es generalizado y constante- en muy costoso para nuestro organismo, es por eso que Trivers explora los distintos niveles de «gasto» según el sistema que pretendamos engañar. Cuando hojeé el índice mis dedos se dirigieron hasta el capítulo que más llamó mi atención: la relación del engaño-autoengaño con nuestro sistema inmune.

Nuestro sistema inmune puede considerarse como un cerebro destinado a detectar, atacar, engullir y sobre todo reconocer lo propio a fin de no atacarse a sí mismo. Podemos decir que tiene memoria en tanto es capaz de saber qué gérmenes ha conocido en su vida y guardar anticuerpos (memoria) de todo aquellos intrusos a los que ha vencido. Intrusos de fuera y de dentro pues una de las funciones que tienen nuestro sistema inmunológico es atacar a las amenazas internas, usualmente celulas tumorales que se forman de forma fisiológica a partir de errores en la duplicación. Dicho de otra manera nuestro sistema inmune es caro de mantener, tanto como el cerebro y no es raro que consuma (como aquel) casi el 20% de los recursos totales de energía y proteínas que fabricamos en nuestro cuerpo.

De manera que entre el cerebro y el sistema inmune consumimos el 40% de la energía y proteinas que consumimos. Es de suponer pues que ambos sistemas, el cerebral y el inmune estén bien coordinados a fin de no «pasarse de la raya» en sus funciones. Así sucede: existen coordinadores aun mal conocido entre ambos, las citoquinas, mensajeros químicos que señalan en la dirección de mantener una buena sinergia entre ambos. Sinergia significa que cada uno de estos sistemas se ocupe de lo que mejor sabe hacer: el cerebro pensar y el sistema inmune atacar células peligrosas.

Y una de las cosas que más energía consume -según Trivers- es mantener un secreto, por ejemplo una traumatización en la infancia o ser homosexual.

Psicologia del secreto.-

Lo interesante de los secretos es que al volcarse no andan buscando consejo alguno. Es más, el consejo si se produjera causa un intenso malestar y confusión en el secretista que sólo busca su expulsión o su revelación. Y no vale cualquier tipo de revelación, sino que ha de ir dirigida a alguna persona, no vale para este cometido contarle secretos a la pared o al perro. Ha de ser un interlocutor humano, divino o literario. Debe ser por eso que la oración tiene tanto éxito y se cuenta -según algunos autores- como una tecnología punta para reducir el estrés de las personas sometidas a la salvaguarda de algún secreto. Lo mismo sucede con la escritura y la literatura en general, las formas más conocida de catarsis.

Obsérvese como mejora la inmunidad después de contar un secreto y como aumenta nuestra intensidad animica.

Ahora bien, ¿por qué guardamos secretos?

Lo cierto es que en esta cuestión hay dos tipos de secretos, aquellos que nos afectan a nosotros mismos o aquellos que afectan a otros. Naturalmente los secretos que afectan sólo a otros no plantean ningun tipo de contradicción, se guardan y ya está. El secreto médico por ejemplo no plantea ningun problema al médico, puesto que en realidad no le involucra a él mismo.

El problema de guardar secretos procede del hecho de que al revelarlo se pierden apoyos y simpatías a largo plazo. El desvelar algun secreto puede acarrear la exclusión social, la antipatía, la aversión o la condena. Los secretos se guardan por lealtad y miedo al perpetrador pero tambien como protección para evitar males mayores.

Pero el secreto pugna por emerger.

Podríamos decir que existen agentes cerebrales que quieren desvelarlo y otros que pugnan por mantenerlo oculto. Hay como una guerra de dos bandos que pelean por mantener el control.

Lo que sabemos hoy es que los niños que han sufrido algun abuso sexual y son forzados a mantener silencio sobre lo ocurrido presentan a largo plazo más problemas que los que no han sido forzados a mantener el secreto. Y sabemos tambien gracias a las investigaciones sobre TEPT que llevo a cabo Pennebaker en 1985 que el sistema inmune mejora solo por el hecho de contar un secreto. El TEPT mejora si se tiene la oportunidad de contar lo sucedido a alguien en una atmósfera de confianza o seguridad. Pero tambien vale la literatura.

Otra razón por la que guardamos secretos es para mantener la reputación de otra persona. ¿Pero qué sucede cuando la reputación del otro disminuye pero la nuestra puede aumentar? Es el caso del hombre que publicita sus relaciones con una dama, eso desdeluego puede arruinar la reputación de la muchacha pero quizá aumente la reputación del galán. Tal y como conté en este post, la linea que separa el secreto del cotilleo es una linea delgada y corrediza. Los hombres divulgan (incluso en Internet) sus relaciones con sus amantes o novias y las usan como venganzas personales (videos y fotos comprometedoras), se olvidan del honor.

Pero lo cierto es que hay algo en el secreto que le impulsa hacia su abreacción, es como si guardar secretos fuera una pesada carga que no todo el mundo puede acometer, la razón es que el secreto puede ser dañino para el cerebro que lo guarda, pero que también se enfrenta a otras instancias cerebrales que juegan con objetivos contrarios, usualmente medrar socialmente y obtener un plus de placer, pues qué duda cabe que desvelar un secreto es muy placentero si uno tiene quien le oiga claro.

Bibliografía.-

Pennebaker, J, W, 1985: «Traumatic experience and psychosomatic disease. Exploring the roles of behaviorala inhibitions, obsesion and confiding. Canadian psycbhology, 26:82-95.

Kelly, A,E, 2002: «The psychology of secret». The plenum series insocial/clinical Psychology. Nueva York. Plenum


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