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«Como si, (as if)»: el concepto.

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Imagine que usted vive y se ha criado en un pueblo de unos 3000 o 4000 habitantes, en esos pueblos donde todo el mundo se conoce. Imagine que usted es homosexual y que crece en un entorno de rechazo hacia usted, siga imaginando que crece con ese estigma y que no conoce a nadie que sienta como usted. No conoce a nadie que se le parezca. A lo sumo según las habladurías hay otras dos personas «gays» en su pueblo pero están casadas e incluso tienen hijos. Alguna escapada puntual bien conocida por las comadres pero nada especial, ninguna conversación, ningún apoyo. Usted está solo.

Son muchos los y las homosexuales que han vivido esta experiencia, lo que se llama no salir del armario, es decir una homosexualidad vivida a solas, sin entenderse a sí mismo demasiado bien o con la carga de la soledad, el secreto, la culpa, la timidez, la escasa sociabilidad, el aislamiento, el temor a los demás, a sus burlas y a sus rechazos. Lo mejor para usted es irse de ese lugar cerrado, algo que no todo el mundo puede hacer pero una de las mejores estrategias es huir, poner tierra de por medio y buscar en una ciudad mas grande el anonimato o el encuentro con personas similares.

Eso es lo que hacen muchos homosexuales que han tenido la mala suerte de nacer y vivir su niñez y acaso su adolescencia en esos pueblos donde el rumor, la maledicencia o la condena moral forman parte de las distracciones del vecindario.

No es raro suponer de que su calidad de vida ha mejorado si ha sido usted capaz de encontrar personas que compartan sus gustos y sobre todo donde la notoriedad de su aspecto no llame tantas atenciones como en su pueblo. La gran ciudad protege a los disidentes de lo sexual de miradas y del escarnio. No es raro que su salud mental mejore en ese nuevo entorno pues el rechazo social es una de las variables más importantes en el desarrollo de una patología mental y al fin y al cabo usted no ha elegido ser homosexual: quizá le viene de serie.

El como si.-

La psiquiatría es una disciplina híbrida, se ocupa de enfermedades medicas, pero sobre todo se ocupa de enfermedades que son desviaciones extremas de rasgos de personalidad normales, también de experiencias comunes por ejemplo «sentirse minusvalorado por los demás» vivenciadas con la certeza o la centralidad (obsesión) de una experiencia recurrente y lesiva, también de problemas de la vida comunes que por unas razones u otras a unos les llevan hacia el abismo y a otros parece que no les hagan ningún efecto dañino.

El término «como si» fue utilizado por primera vez por Helen Deutsch en 1934, si bien esta psicoanalista lo utilizó para describir lo que hoy conocemos como TLP (trastorno limite de la personalidad), hablaba precisamente de personalidad «como si», «se parece pero no es» O bien «como si fuera». Una especie de falsificación o de jibarización de otros trastornos psiquiátricos mayores: depresión, psicosis, psicopatías. Dicho de otra manera el TLP para Deutsch era un como si fuera una depresión, una esquizofrenia, una psicopatía sin serlo. Y además responde peor a los tratamientos que la patología original.

La hipótesis más compartida entre los profesionales es que los Trastornos de personalidad en general son formas mitigadas de los trastornos psiquiátricos mayores, algo así como síndromes rebajados con agua.

Sin embargo los fenómenos como si, no son simples signos patognomónicos de un trastorno de personalidad concreto, son una forma de experiencia muy común, más allá de la simulación que tiene su expresión en la hiperrealidad y el autoengaño, y su mejor contexto en los ambientes modernos donde aparentar ser algo es mucho más importante que serlo en realidad. Y donde la identidad aparece en el centro de la figura con una intensidad necesitada de ser legitimada por alguien.

1.-Tienen una alta prevalencia al menos en las sociedades opulentas de nuestro entorno, concretamente entre el TLP (2%) el histriónico (2%), el paranoide (2%) y el antisocial (3%) suman una prevalencia estimada del 9%, y sin contar el resto de patologias de personalidad.

2.-Son muy disfuncionales y causan una grave perturbación social, frecuentación de servicios sanitarios e ingresos psiquiátricos repetidos, gasto económico y probablemente son responsables de mayores tasas de suicidio que el trastorno bipolar o la depresión, accidentes de tráfico, violencia de género, adicciones, vandalismo y crímenes, con una mayor frecuencia que las enfermedades mentales conocidas que raramente inducen conductas tan intempestivas e impredecibles.

Dicho de otra forma, los trastornos de personalidad han puesto patas arriba nuestras nosografías clásicas: no son psicosis, ni son neurosis, ni son psicopatías. Y sin embargo pueden ser cualquier cosa de ellas, de hecho los trastornos de personalidad (en adelante TP) pueden presentar síntomas de las tres series clásicas, bien alternantes o bien continuamente. En definitiva estamos asistiendo a una especie de pandemia de casos que causan un amplio sufrimiento individual, social y familiar y a un desbordamiento de las estructuras sanitarias que atienden la salud mental de la población.

¿Pero de dónde han salido tantos casos? ¿Hay realmente un aumento de casos o se trata de un espejismo del sistema sanitario que diagnostica hoy mejor que ayer?

No cabe duda de que la proliferación de casos está relacionado con el modelo de sociedad en que vivimos. Creo que soy el primero en decirlo pero si existen tantos TPs es -como advirtió Foucault- porque existen muchas personalidades, es decir muchas maneras de ser y todas son legítimas.

¿Que quiero decir cuando afirmo que hay muchas personalidades? ¿Es que hoy has más que hace 40 años por ejemplo?

Hubo un tiempo en que la mayor parte de las enfermedades mentales dependían solamente para su proliferación de los replicantes genéticos. Pero a medida que las comunidades humanas fueron creciendo en número de  individuos y densidad poblacional se acumularon otro tipo de replicantes: los memes. Hasta llegar a nuestros días, donde es posible afirmar que los memes le han ganado la batalla a los genes. Plagiar una enfermedad mental (la copia fenotípica) es hoy más fácil que padecerla por causa genética a causa de la enorme cantidad de trasiegos interpersonales que realizamos, así como la cantidad de medios disponibles para la dispersión de memes, email, TV, webs y blogs, teléfono, cine, periódicos, etc.

El meme le ha ganado la batalla al gen y es hoy más probable encontrarse con enfermedades “copiadas” por la via memética que por la genética, asi sucede con el “meme de la delgadez” por ejemplo, el responsable de grandes bolsas de sufrimiento según grupos de edad y sexo. La epidemia de trastornos alimentarios que sufrimos hoy en las sociedades avanzadas y opulentas no puede explicarse a través de la via genética pero puede hacerse si consideramos al meme como un replicante cultural que parasita los cerebros individual y se trasmite por imitación.

No cabe duda de que existen correlaciones entre el tipo de sociedad en el que vivimos y las expresión de cierto tipo de enfermedades que en cierta manera remedan enfermedades ya conocidas (y las hacen más frecuentes) mientras que en otros casos estas enfermedades aparecen ex novo.

Lo que caracteriza nuestra sociedad es el invalidismo crónico, algo que ya fue pronosticado por Halliday en 1948. Para este autor el futuro de los europeos se encontraría plagado -como así ha sucedido- por las enfermedades psicosomáticas: ansiedad, fibromialgia, gastritis, colón irritable, síndromes de esfuerzo y aumento en el numero de suicidios anómicos. Para Halliday el aumento de estas enfermedades está relacionado con la disminución de la natalidad, una variable que años más tarde (1978) Abed relacionó con los trastornos alimentarios. Ruesh tomó en USA este mismo argumento para hablar del invalidismo crónico: los pacientes de hoy no solamente están más enfermos que antes -si bien de patologías espúreas-  a pesar de los avances de la medicina y la cirugía, sino que lo están más tiempo y más enfermos que nunca asumiendo una mayor invalidez percibida que otrora. Para Ruesh las causas de este invalidismo están relacionadas con tres causas:

  • -Los pacientes no quieren curarse y creen que no les pasa nada.
  • -O bien no les conviene curarse.
  • -O porque carecen de voluntad o recursos de cambio.

Tanto Halliday como Ruesh coinciden en señalar que este fenómeno se debe a los cambios radicales que desde finales del XIX viene sufriendo la familia: la desaparición del padre, la incapacidad para mantener los vínculos, el aislamiento emocional del individuo, los cambios en los juegos, la modificación en la lactancia, la educación de los sexos, la desaparición de la madre del hogar y la amortización de la religión han modificado de tal modo nuestros vínculos con el mundo hasta tal punto que el propio Halliday no duda en afirmar que es la propia sociedad la que está enferma.

Y una sociedad enferma genera «enfermedades» en sus miembros, pero no puede generar cualquier enfermedad sino sólo aquellas que puedan mimetizarse, es decir aquellas creencias que aumenten el valor de mercado, el estatus moral de su portador. Estas creencias operan como apoyaturas a la salud mental del individuo y si desparecen sobreviene el colapso. A este fenómeno le llamamos sociogénesis.

Y tal y como comenté en este post, la personalidad es esa parte del psiquismo humano que es ajeno a nosotros mismos a nuestra esencia. Se trata de un aprendizaje instalado en los hábitos, en las creencias y en la identidad. Todo en ella es como si.

Pero, ¡ojo! cuando digo plagio no quiero decir que se trate de enfermedades falsas o simulaciones de enfermedades para conseguir algún fin espúreo. Conviene comprender bien la diferencia que existe entre ficción y simulación. Una enfermedad se puede fingir pero lo más frecuente es que se simule una enfermedad física por causas psíquicas y no tanto al contrario.

Ficción, simulación y personalidad.-

Los individuos no somos -por nosotros mismos- ni de una forma ni de otra pues “ser de una determinada manera” no es una prestación cerebral sino cultural. No somos perfeccionistas o humildes porque haya en nuestro cerebro ciertos receptores con mayor densidad que otros que nos empujen fatalmente hacia un rasgo u otro, sino que existe en todo caso una facilitación genética para explorar por ciertas sendas extrasomáticas buscando los significados de ser una cosa u otra. En realidad se equivocan tanto los que dicen que los rasgos de la personalidad son innatos, como los que dicen que son ambientales. Ni una cosa ni otra, pues aunque es más cierto lo segundo: si lo entendemos como que es el sujeto quien va a buscar significados en esa base de datos que llamamos exocerebro tratando de encontrar sus propios sentidos. Pues en cualquier caso lo que se trata de evitar es la desaferentización semántica, es decir la falta de sentido. Sin embargo el camino marcha atrás en busca de porqués es imposible: la aposición, las bifurcaciones, y el solapamiento de unos con otros hacen imposible desandar el camino, si pretendemos la comprensión de cada paso.

La construcción de la personalidad es como la historia y contiene la misma dificultad que encontramos en los historiadores si lo que pretendemos es “saber la verdad de lo que pasó”. Pero para desvelar la verdad necesitamos construir ficciones  y es así como se conducen los eruditos pues un acontecimiento histórico cualquiera admite múltiples interpretaciones (ficciones) pues la verdad histórica en su mayor parte es opaca y lo peor: carece de sentido o propósito como la muerte individual. Un acontecimiento se solapa sobre el anterior sin que acabe de explicarlo del todo. Como en la evolución no se puede hacer marcha atrás y no tenemos más remedio que utilizar los diseños anteriores que en cualquier caso no se pueden deshacer.

Sobre la personalidad y la identidad siguen construyéndose ficciones, las creencias, los gustos, las ideas se construyen en andamios construidos a toda prisa para encajar las emociones dando la impresión de que el edificio finalizado es un edificio sólido y que responde a la lógica de la elección individual. Pero nuestra conciencia de unicidad, nuestro Yo es otra ficción, que naturalmente no existe. No existe ningún homúnculo que tome decisiones, sino que las “decisiones” se engarzan unas con otras por proximidad, por coherencia, por resonancia o por facilitación, pero nunca por determinación genética.

Tampoco elegimos ser lo que somos sino que vamos acoplando lo que creemos ser a las sucesivas ficciones que construimos casi cada día para que los hechos encajen en los cajones de nuestra mente.

De manera que todos somos arquitectos de nuestras propias ficciones, entendiendo a estas como formas de interpretar la realidad/verdad según nuestra condición de novelistas.

Y todos estamos expuestos a las ficciones de los demás cuando nos incluyen. La mayor parte de ficciones están destinadas a la confrontación con las ficciones ajenas. ¿Quién tiene razón? El buen mediador es aquel que sabe que los dos tienen su parte de razón pues en una verdad mediada por el lenguaje hay elementos connotativos, denotativos y pragmáticos. Es posible que ambos se enzarcen en una disputa al atender solamente uno de esos planos por donde discurre el lenguaje y se olviden del elemento pragmático (lo más frecuente), el que contextualiza las palabras. El mediador sabe que ambos tienen razón y no la tienen, pero sobre todo sabe algo más importante: que ninguna ficción es la verdad y que existe un plano donde el conocer que todos construimos ficciones de hecho, nos hace relativizar y alejarnos de la búsqueda de la razón, una ética abyecta. Sabemos que hay una ficción que es a su vez una metaficción, la de saber que todos estamos equivocados y al mismo tiempo acertados.

Pues la realidad solo puede ser representada.

Y lo hacemos a través de ficciones. Y es prudente recordar ahora que ficción no es lo que dice aquí en la wikipedia donde le atribuyen solamente una etimología de simulación. Fictio-fictionis significa esculpir o modelar. Ficción es el modelado, el trabajo de un escultor (Helios Jaime,2010)

La primera ficción que construimos es la identidad, la segunda la personalidad.

Nosotros los humanos venimos de serie equipados con un sexo bien definido. O somos hombres o somos mujeres, pero ser hombre o ser mujer precisa además de una consolidación cerebral, no basta con ser portador de unos atributos determinados. Ahi aparece en nuestro socorro la cultura a través de esa base de datos que Roger Bartra ha denominado exocerebro. En él vamos a buscar los significados, los símbolos que necesitamos para -esculpir- nuestra identidad sexual y lo hacemos a través de redes neurales extrasomáticas que son prolongaciones de las otras redes, las endocerebrales. Ahí y no en el cerebro de cada cual encontramos el sentido y los significados a qué cosa es ser un hombre y qué cosa es ser una mujer. Pues allí viven los símbolos agazapados en una red de enlaces tridimensionales donde conviven unos con otros. Allí nos dirigimos para saber quién somos y más tarde para saber cómo somos.

Ser homosexual o heterosexual es una ficción que encajará mejor o peor con nuestra esencia

Y construimos una ficción: somos un hombre o somos una mujer. Naturalmente como en toda ficción podemos construir lo que más nos convenga cerebralmente pues no hay que olvidar que esos enlaces entre endo y exocerebro son como enlaces neurales. Unas ficciones serán fieles a la realidad interna de cada cual, otras alejadas de ella, unas serán construcciones fantásticas y otras pegadas al terreno de lo posible. Pero todas comparten el elemento común de ser ficciones, pues lo masculino y lo femenino no son solo órganos y hormonas que se poseen o no se poseen, sino símbolos, representaciones, comportamientos, formas de pensar y hasta de andar, miméticas o acordadas por la cultura, son consensos que están allí en el exocerebro comunal de nuestra especie.

Y es de allí de donde la personalidad toma sus ladrillos para construirse una forma de ser.

Y naturalmente algunas formas de ser se oponen a la esencia de cada cual. En este sentido los TPs no son sino disfunciones entre el necesario encaje entre lo que se es y lo que deseamos ser.

Aparentar (el como si) es un veneno de la mente y que se opone tanto al saber como al ser.

Bibliografía.-

James Halliday: «Enduring emotions» en pdf

Deutsch, Helene. (1934).Über einen Typus der Pseudoaffektivität («Als ob»). Internationale Zeitschrift für Psychoanalyse20.

——. (1942). Some forms of emotional disturbance and their relationship to schizophreniaPsychoanalytic Quarterly11.


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