Uno de los primeros pacientes que atendí mientras fui interno de mi Hospital fue a Blas, un hombre de mediana edad, más cerca de Lis sesenta que de los cincuenta que presentaba un cuadro de esos que hoy llamamos atípicos pero que en los 70 no eran raros. Era un catatónico pero tampoco era un catatónico típico como los demás: esos que pasaban en día bajo un árbol, que obedecían órdenes de forma automática y que solo abandonaban su árbol para comer muchas veces a la fuerza.
Blas no tenía flexibilidad cérea pero si mutismo y una cara de horror que nunca olvidaré, una cara presidida por una emoción poco estudiada en psiquiatría: el estupor o el pasmo. También conocida como perplejidad. Blas era un mutista perplejo. Más que eso paseaba incesantemente por el patio completamente desnudo y aunque tratábamos de vestirle inmediatamente se volvía a desnudar. Era necesario llevarle a rastras al comedor y no contestaba preguntas. Blas era inabordable. ¿Qué le pasaba a Blas?
Los más viejos del lugar me contaron -ya que no era su primer ingreso- que en la guerra le había explotado una bomba al lado y que desde entonces estaba así. Lo curioso es que este síndrome catatoniforme tenía fecha de caducidad. Solía durar entre 15 días y un mes, después Blas volvía a su casa y era dado de alta con la misma ropa del ingreso que apenas había usado.
No entonces sino más tarde supe que algunas catatonias tenían un curso periódico como el trastorno bipolar y que después de una crisis el paciente recuperaba su estilo de vida corriente apenas sin dejar secuela alguna. para mi el caso de Blas fue algo así como un hito en mi deseo de averiguar que pasaba en la mente de algunos pacientes, más concretamente en los psicóticos.
No lo averigüé entonces ni lo sabemos hoy a ciencia cierta. Pero hemos avanzado algo en la comprensión de la locura. ¿Era la patología de Blas atribuible a una psicosis de guerra? ¿O aquella hipótesis era la que sostenían los cuidadores del psiquiátrico? ¿Era un equivalente psicotraumatico?
Mi tutor me dijo que se trataba de una catatonia periódica de Gjessing y que quizá el litio pudiera prevenir sus crisis. El caso es que Blas desapareció (quizá murió) y ya no le volví a ver más.
Fue Blas el que propició mi siguiente paso profesional: aprender terapia de psicosis.