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Terapia de psicosis (bis)

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Por alguna extraña razón que no comprendo, ayer subí un post castrado. El sistema me hizo una mala jugada y la mitad del mismo no se publicó. Mas tarde comprobé que no se había guardado y que por tanto he de volver a escribirlo, si es que recuerdo la secuencia que allí mismo perdí.

De manera que el lector deberá empezar con el post anterior para entender mis argumentos en torno a este tema que introduzco: terapia de psicosis. Dejaré abierto un próximo post para que el lector entienda qué diferencias existen en la técnica terapéutica según si el paciente es un neurótico o es un psicótico.

El caso de Elvira.-

Elvira era una muchacha de 24 años que me fue remitida después de un ingreso psiquiátrico en un hospital privado que llevaba un informe de lo más escueto: crisis psicótica y un montón de psicofármacos que Elvira tomaba sin reticencia.

Elvira había sufrido de bullyling, aunque entonces esta conducta no estaba conceptualizada. Había sufrido acoso durante toda su vida escolar. La llamaban «bollera», por su aspecto masculinoide. Y siempre se daba por supuesto que era bollera, hasta ella misma me preguntó alguna vez sobre si lo era . Dicho de otra manera, Elvira dudaba de su identidad sexual. Aunque evidentemente este señalamiento continuo y hostil sabemos hoy que tiene consecuencias en el desarrollo de la personalidad.

Al parecer Elvira había colapsado el día de la fiesta de fin de curso de su licenciatura en la universidad. Según lo que pude reconstruir Elvira había acosado a varias compañera, en un estado de embriaguez durante el cual acorraló a una compañera en el baño y se produjo un gran escándalo en aquel colegio mayor. Aunque el desencadenamiento tuvo lugar -en mi opinión- después que su única amiga -su amiga del alma- iniciara una relación sentimental con un chico. La aparición del tercero siempre tienen consecuencias para los psicóticos.

Las causas del desencadenamiento.-

Hay muchas razones para desencadenar una psicosis y son todas profundamente individuales y derivadas de las experiencias de cada cual. La más común es cuando se cuestiona algún aspecto de las creencias o esta dejan de sostenerse, Pero hay una situación que merece la pena señalar, me refiero al concepto del tercero simbólico.

El tercero simbólico es la intrusión de un objeto entre dos sujetos.

Traté a Elvira durante muchos años y durante ellos asistí a varios episodios psicóticos siempre anticipando mis vacaciones o durante ellas, aquello que se introducía entre ella y yo. Pero lo más importante era la forma que adquirían esos brotes, y que tanto me recordaban a Blas. Sus brotes eran mutistas, con estereotipias, decía continuamente si, si, con la cabeza , conductas extravagantes como meterse en la ducha de mi consulta mientras esperaba y por supuesto esa mueca de horror ante la separación: una mueca de pasmo, de perplejidad. Estos episodios duraban poco tiempo, una semana aproximadamente y Elvira volvía a su estado corriente que no era otro sino una disforia con continuas quejas, reproches y criticas sobre mi, sobre mi desinterés por ella o por falta de comprensión de su vida que según ella era intolerable.

Elvira vivía con su padre y todos sus hermanos (varones) vivían en otras ciudades. Era una familia muy conservadora pero eficiente desde el punto de vista profesional, todos sus hermanos eran muy competentes. Su madre había muerto cuando Elvira era jovencita y según sus hermanos había reaccionado con lucidez ante su muerte acaecida ya hace tiempo y a la que no atribuían ninguna causa en su estado actual. Uno de sus hermanos con el que solía entrevistarme me comentó que Elvira tenia conceptos muy infantiles sobre las cosas, el sexo, la religión o la vida profesional parecían impostados, inauténticos, como si los hubiera copiado de otros. Como si no hubiera sido capaz de elaborar ningún criterio sobre nada.

Elvira odiaba a su padre, que era un tipo bastante antipático pero no era un maltratador ni abusaba de ella, simplemente era un tipo arisco al que Elvira acusaba de cosas tan peregrinas como que se rascaba los genitales para provocarla. Esta alusión la hacia cuando estaba paranoide pero desparecía al poco tiempo, no así la mala relación que sin embargo nunca se explicitó a qué causa se debía.

Las sesiones que mantuve con ella pusieron mi vocación en entredicho. Ser el blanco de las proyecciones de los pacientes no es una tarea fácil de acometer. Por eso es necesario que si usted requiere la simpatía de los demás no haga nunca terapia, o al menos no con psicóticos. Sus transferencias son tumultuosas y hay que prepararse siempre para lo peor. Recuerdo que después de una sesión con Elvira tenia que irme a la ducha de tanta sudor que me provocaba el esfuerzo de contenedor del odio. Por eso no existen bueno terapeutas de TLP. Pues ese fue efectivamente el diagnostico: la imposibilidad de estar sola, la dificultad en emprender un proyecto de futuro realístico y las dificultades con su identidad sexual me impulsaron a este diagnóstico. Un TLP psicótico.

Pero aquí no termina el asunto, sino que ciertas preguntas vienen a perturbar a aquellos que creen que con el diagnostico ya hemos cerrado el caso. No es así y lo que yo me preguntaba entonces y aun ahora es: ¿Era realmente homosexual Elvira? ¿Hubiera mejorado si hubiera aceptado su condición sexual? ¿Fue su familia un dique que le impidió salir del armario?

¿Que opinaís?


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