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El psiquiatra fractal

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Algunos de los lectores que leyeron mi anterior post me han hecho llegar algunas criticas en referencia a la opinión que vertí allí acerca de los beneficios que los sistemas democráticos liberales han supuesto en nuestra vida, como propiciaron el progreso y como ese sistema tan vituperado como el capitalismo hizo mejorar nuestro sistema de vida a la vez que superaron la trampa malthusiana.

Lo que el capitalismo no pudo resolver es la evolución de las mentalidades y subjetividades que fueron surgiendo precisamente a causa de la opulencia. Así los sesenta, nos trajeron el Mayo francés que supuso -según Franco Berardi- una mutación en el genoma de las relaciones sociales. Aquella asonada en Francia fue realmente una rebelión contra la sociedades disciplinarias, una rebelión contra el padre como dicen los psicoanalistas. Lo cierto es que esa rebelión no procedió de los pobres, los parias del mundo o el proletariado sino de los estudiantes universitarios franceses y el que cayó -mas pronto que tarde- fue el General De Gaulle representante arquetípico de ese padre temido y odiado a partes iguales que castiga, prohibe y ordena el país como un cuartel. Los jóvenes de entonces, los rebeldes no tenían ningún objetivo político, querían libertad, solo libertad: «que nadie nos diga qué tenemos que hacer», fue el eslogan que presidió a la generación boomer, aquellos que como yo llegamos a la mayoría de edad durante esa década.

En realidad la mutación en las relaciones sociales fue propiciada no por el fracaso sino por el éxito del sistema capitalista. Los trabajadores y el capital parecieron en aquel tiempo haber llegado a una síntesis dialéctica que mejoraba la vida de todos, una tensión dialéctica que mas tarde terminó con la propia dialéctica trabajo-capital hasta el punto en que hoy el trabajo y el trabajador parece dos cosas diferentes. Fue en aquel entorno de opulencia donde se dio la mutación, no en un país depauperado o pobre sino en un país opulento y gracias a una minoría del cognitariado (nombre que le da Berardi a los que viven de sus ideas fundamentalmente criticas). Pues aquella fue la cúspide del pensamiento alfabético critico.

El pensamiento alfabético critico es el que desarrollamos aquellas generaciones donde los niños aprendimos palabras de nuestra madre, de nuestro padre, de nuestros hermanos o compañeros. Aprendimos a pensar de forma secuencial: leyendo, escribiendo y basándonos en textos, las imágenes no existían apenas. El alfabeto se imponía a la diosa. Hoy los niños de cuatro años dominan al menos el doble de palabras que nosotros a su misma edad, construyen oraciones con mucho sentido semántico y parecen mucho más inteligentes que nosotros. ¿Lo son?

Lo cierto es que la dislexia, el TDH, los trastornos de conducta, y los trastornos alimentarios son hoy mucho mas frecuentes en las generaciones post-alfabéticas.

Respecto a esta idea hay dos opiniones que parecen ser opuestas pero en realidad son complementarias: el efecto Flynn supone que el IQ aumenta de generación en generación mientras otros creen que cada vez somos más tontos. Lo más probable es que las tecnologías de la imagen, ordenadores, smartphones, juegos electrónicos y series animadas tengan un impacto en la adquisición de un lenguaje más denso y variado y que al mismo tiempo generen un efecto negativo sobre ciertos aspectos afectivos y sobre todo relacionados con la alteridad.

Pues no hay que olvidar que el cuerpo del otro es una prolongación del mio.

Como psiquiatra ejerciendo en la época actual he asistido a la ultima de las mutaciones de las relaciones sociales que he podido observar en los últimos 20 años. Diría que fue en los noventa coincidiendo con la revolución microinfomática cuando caí en la cuenta de que algo había sucedido en la subjetividad de mis pacientes. Ya no sufrían por una incierta rebelión contra la represión que emergía de aquella sociedad disciplinaria en la que me crié. Sino de cualquier otra cosa que entonces no pude identificar. Franco Berardi cree que la sociedad disciplinaria fue sustituida por la sociedad del control. Un control que ya no es central sino deslocalizado (como la producción industrial) no estaba en lugar alguno sino en todas partes. En el entramado de toda relación social, eso es precisamente la gran mutación. Una deslocalización que lleva colgando la precariedad.

El predominio de la imagen sobre el texto es profundamente distorsionador para el cerebro pues sustituye lo secuencial (verdadero o falso) por lo simultáneo (todo puede ser verdad)

Ser psiquiatra es una tarea francamente complicada y lo es porque los sujetos que tratamos no solo enferman por condiciones médicas identificables o por enfermedades mentales bien conocidas sino que sufren a consecuencia de nuevas patologías que no encajan en nuestra epistemología. De ahí que ser psiquiatra hoy supone un viaje por ciertos andurriales que nos son precisamente caminos transitables para quien no tiene la formación necesaria. Sucede que el saber con conocimiento (distinto del saber operativo o instrumental) supone visitar otras disciplinas y abrirse a otros conceptos ajenos a la propia disciplina. Uno de ellos es la filosofía y más concretamente a la filosofía política. ¿Quien nos enseñó que las subjetividades humanas cambiaban casi en cada generación construyendo mapas de relaciones bien distintas?

El abandono de la mística disciplinaria dio lugar a otra mística mucho más oculta: el control. Se supone que un individuo ha de controlarse y controlar su ambiente si no quiere sucumbir al marasmo, al tiempo que el liberalismo profundizo en otro aspecto de la subjetividad: la emancipación y la hiperexpresión de la propia subjetividad. «Todas las subjetividades son legitimas» es el adagio de nuestro tiempo. La represión ha desaparecido de nuestras consultas pero en su lugar se ha instalado el vacío, el orgullo de ser diferente o el control sobre el propio cuerpo. Pareciera como si las metáforas hubieran sido sustituidas por literalidades. A cambio el sujeto hinchado de si mismo ya no tiene tiempo para mirar al otro. La alteridad se ha visto socavada y así y solo así es posible entender que se considere al desnudo femenino como algo mercantilizado en las redes sin intención de prostituirse. O como se ha puesto de moda este verano enseñar los culos en la playa o la piscina, sin ningún tipo de recato o pudor. Naturalmente el error de los hombres es creer que te enseñan el culo a ti, el error de las mujeres es pensar que enseñar el culo es algo neutral. La verdad es que enseñan el culo porque quieren, en realidad no pretenden nada más que eso. Enseñarlo pero a nadie en particular.

Dicho de otra manera: enseñar el culo es la subjetivación del deseo y no tanto el resultar atractiva para alguien concreto o seducirles , tampoco busca ser mirada, solo enseñar el culo. Los chicos que contemplan estos culos que el reguetón ha puesto de moda, asisten perplejos a este espectáculo, donde parece que son utilizados como espectadores neutrales y que en realidad evidencia la inutilización del objeto que mira. «Ya no quiero que me miren solo quiero enseñar el culo». Medusa ha vuelto paralizando a los hombres.

Esta idea profundamente liberal pero despojada de conocimiento y de alteridad ya la había observado en mis pacientes anoréxicas auténticas sacerdotisas del control. Ellas siempre me decían que «lo que yo quiero es estar bien conmigo misma». esta frase que me repetían continuamente no la entendí hasta que leí a Franco Berardi cuyas ideas relacionadas con la generación post-alfabética podéis seguir en este video y que explican de forma comprensible aunque -desde una perspectiva de izquierdas que considero pasada de moda-, esa mutación que se produjo en los 70, más obvia en los 90 y que presenta un nuevo paradigma para comprender a las ultimas generaciones y su búsqueda de la felicidad, el disfrute, el ocio y en suma el hedonismo y la renuncia a lo afectivo, a los valores de la empatía y al cooperativismo. Las trampas del neo-liberalismo más conocidas junto al consumo.

Y no cabe duda de que el liberalismo ha tenido éxito si es que buscaba esa fragmentación de los sujetos que yo he vivido en mi propia piel, pues para escribir este post me ha llevado 45 años de reflexión y encontrar una guía de ideas-conocimiento que están dispersas entre multitud de autores. Si solo he mencionado a este Franco Berardi es porque es el que tengo más fresco en mi memoria, pero son multitud de fragmentos. Es muy poco posible que tal y como está organizado el trabajo de los que trabajamos con ideas que emerja un solo individuo que construya una teoría de la implicación de la subjetividad en los desvaríos humanos. En el futuro no habrá un Freud, un Darwin, un Copérnico. Los continentes han sido ya descubiertos, pero no sabemos como acceder a sus islas por su dispersión geográfica.

No cabe otra solución que la de formar equipos multidisciplinares para averiguar algo más de lo que ya sabemos pero que aun no hemos sido capaces de ordenar y sobre todo de neutralizar. ese es el futurible de la Psiquiatría y probablemente también del bienestar de los ciudadanos.


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