Lo enorme aunque finito se repetirá (Jorge L. Borges)
El eterno retorno es una concepción del tiempo no lineal, lo que significa que el tiempo es cíclico, es decir todo se repite según intervalos imprecisos. Una especulación que procede tanto de oriente como de occidente, las diferencias entre ambos son que en oriente este retorno repetitivo de algo está relacionado con la idea de perfectibilidad, es decir se repite para mejorar hasta alcanzar la perfección y que se encuentra emparentado con la idea de karma (causalidad de las buenas y malas obras) y de reencarnación, una idea que los griegos adoptaron, si bien le llamaron metempsicosis, más en relación con la idea de la transmigración de las almas, una doctrina platónica , mientras que en occidente la idea de repetición tiene que ver con esa disonancia entre el tiempo considerado infinito y el espacio o materia que es finito. Entre esos dos campos se encuentra el ser humano y al decir de Poincaré explica formalmente el fenómeno de la repetición. Se repite porque lo finito y lo infinito se llevan bastante mal entre ellos: no existen correspondencias biunívocas.
El mito del eterno retorno podemos leerlo en Mircea Eliade, si bien el concepto de mito y su conexión con lo sagrado (Caos primordial y cosmos creacional) nos aleja un poco del concepto actual que fue desarrollado por Nietzsche sobre todo en «Así hablaba Zaratustra» y también por S. Freud que consideraba el instinto de repetición como el aspecto diabólico de nuestra mente.
Lo que Nietzsche propone para alcanzar la categoría de superhombre es la capacidad siguiente:
En su lecho de muerte alguien le velaba en su agonía y Nietzsche le preguntó «¿Esto era la vida?. Venga otra vez».
Lo que propone y nos interroga en realidad es si estariamos dispuestos a revivir nuestra vida en las mismas condiciones que se desarrolló la anterior, con sus secuencias, alegrias y decepciones siguiendo siempre e infinitamente el mismo curso.
Si estamos dispuestos a esta repetición ,entonces estamos de parte de la vida, del eterno retorno y somos superhombres, de lo contrario estamos de parte de la levedad que por cierto también exploró Milan Kundera en su «La insoportable levedad del ser». De una parte está lo robusto (el eterno retorno de lo mismo) y de otra lo grácil, la vida individual provisional. Lo robusto y lo grácil se encuentran en perpetua guerra:
Los valores democráticos que imperan en occidente son valores gráciles que nos incumben evolutivamente a nosotros pero no necesariamente a todos los ciudadanos del mundo.
Pues todas las sociedades no han evolucionado del mismo modo y el sindrome de domesticación no se ha implantado de igual modo en todas las culturas. La idea de Dios y los castigos ejemplares que esperan algunos individuos pertenecientes a ciertas religiones no tiene nada que ver con el Dios cristiano que es un Dios grácil, todo amor y perdón.
Más que eso, incluso en nuestras pulcras sociedades occidentales existe un rechazo frontal a la feminización de nuestra cultura, algo que viene siendo conocido como «machismo» y que de alguna forma reproduce la guerra entre lo robusto y lo grácil.
En el concepto duro de eterno retorno, no se trata de ciclos ni de nuevas combinaciones en otras posibilidades, sino que los mismos acontecimientos se repiten en el mismo orden, tal cual ocurrieron, sin ninguna posibilidad de variación. De esta forma, se asume que todo lo ocurrido y lo que ocurre en el universo, ocurrió ya y será así hasta el fin de los tiempos. Mi impresión personal es que lo que repite se parece a algo anterior pero no es lo mismo, pues solo A es igual a A, pero es posible que B sea una repetición de A en ciertos aspectos aunque no en todos. No es una similitud sino una semejanza, ese es al menos el concepto psicoanalítico del término.
Con todo y dejando aparte su sabor filosófico y su colorido mítico y arquetipal (que podemos seguir en la obra de Mircea Eliade), lo cierto es que este concepto está presente en múltiples obras literarias. Y sobre todo lo podemos leer en Borges, pongo por caso «Las ruinas circulares», aunque muchos de sus cuentos tienen como ruido de fondo esta idea de repetición y de retorno de lo mismo. A Borges le fascinaban estos temas y todos aquellos que describió desde el exotismo de sus paisajes y de conceptos tan abstrusos como los números transfinitos de Cantor que podemos leer en s obra «El aleph».
La trama del cuento de Borges se desenvuelve con un hombre que desea volverse en creador de otro ser hecho a su misma imagen, tal como si se tratase del personaje principal como escritor, puesto que los autores crean personajes. El personaje principal, al soñar, va formando poco a poco a un ser que posteriormente cumple con las necesidades para volverse autónomo. Dicho individuo es elegido entre un grupo de alumnos del personaje principal, así que va instruyendo al elegido hasta considerar que se encuentra preparado para su independencia. Al liberarlo, lo envía a un lugar alejado de las ruinas donde se encontraban, no sin antes borrar su memoria para que no pueda recordar jamás que es una mímesis de sus sueños; “[…] Antes (para que no supiera nunca que era un fantasma, para que se creyera un hombre como los otros) le infundió el olvido total de sus años de aprendizaje”. Sin embargo al final del cuento, el soñador toma conciencia de que él mismo es también una creación del sueño de otro. Aquí hay un buen articulo con el análisis intertextual de este cuento.
No quiero dejar de nombrar a Gabriel Garcia Marquez que en «Cien años de soledad» aborda también este tópico literario del eterno retorno o al ya nombrado Kundera en «La insoportable levedad del ser» o el Shidarta de Herman Hesse.
Lo cierto es que como mis lectores ya saben he escrito una novela de la que hablé aqui en este post y que habla también del eterno retorno a través de sus personajes que son en realidad creación del autor, una idea que reproduce magistralmente Borges en el cuento citado más arriba y que de alguna forma evoca la creación bíblica (Cosmos) mezclada con la idea de amnesia griega. Efectivamente el eidolon al entrar en el Hades pierde la memoria de su vida anterior y no recuerda su origen con lo que le es posible repetir la misma cadencia de hechos. Algo así sucede en mi novela donde el despertar de Oscar supone la desaparición de Javier en una sucesión de creaciones que responden a un creador que desconocen.
Lo que nos devuelve a la idea de Eliade relacionada con su mito fundacional que no es otra cosa sino la relación que existe entre Caos (lo que había al principio) y que era eterno como el tiempo y el Cosmos que es creación y por tanto sujeto a las leyes de la descomposición y la disgregación.
Entre esos segmentos discurre nuestra vida