Tal y como he ido contando en estas entradas sobre el tabú, es importante saber que el tabú no solo se aplica a palabras, hechos o lugares sino también a personas. Hay personas que son tabú, los intocables. Incluso en ciertas culturas de castas como en la India esta condición se aplica de forma hereditaria, hay personas que ocupan las capas mas bajas de la sociedad que son intocables y a ellos se les restringen ciertos derechos politicos o sociales, algunos de estas restricciones son supersticiones que para nosotros los occidentales nos parecen absurdas.
Sin embargo para nosotros también hay personas tabú, a los que sin embargo blanqueamos con la palabra estigma. que presupone una identidad deteriorada. Hay personas entre nosotros que están estigmatizadas como si poseyeran un defecto moral, algo que puede contaminarnos y que nos aleja de ellos, parecen iguales a nosotros pero no lo son, son personas tabú. Vale la pena recordar nuestra conducta durante la epidemia del COVID y sobre todo en el confinamiento, aquellos delatores que llamaban a la policía si veían a un vecino paseando por la calle y como la mascarilla era percibida por algunas personas como una marca, un estigma.
Los mendigos, los locos, los ex-presidiarios, los inmigrantes nos dan miedo como si pudieran contaminarnos con solo tocarnos, con solo mirarles. Debe ser por eso que nunca les miramos a los ojos y les eludimos, les evitamos. Aquí también hay cierta superstición, como no. Les percibimos como personas con una condición, rasgo, atributo o comportamiento real o imaginario que hace que sus portadores sean de oficio incluidos en una categoría indeseable o a las que se los ve como socialmente inferiores, peligrosos, inmorales o inaceptables.
Es algo que les sucede a ciertos criminales sexuales, los violadores, pues violar, es decir cohabitar con una mujer a la fuerza es un tabú, siempre que hay fuerza en el sexo, se implanta un tabú, algo que deriva —según algunos autores— del incesto. Pero el tabú de la violación es algo que afecta tanto al perpetrador como a la mujer (u hombre) violado, por eso la violación es un arma de guerra, de lo que se trata es de humillar al enemigo donde mas le duele, en la «posesión sexual de sus mujeres». La guerra es un lugar donde los tabúes se disuelven y contemplando lo que sucede en ellas podemos averiguar y saber algo más de ellos. Pero el que salta por encima de un tabú es un intocable, un paria.
Cuando por razones profesionales he tenido que atender a mujeres violadas o abusadas siempre me ha llamado la atención los sentimientos de culpa y vergüenza que acompañan a estos episodios, incluso años más tarde. La psicología trata de ayudar a estas mujeres tratando de revivir y resignificar la experiencia, pero sin embargo carece de una hipótesis que explique por qué se sienten culpables. ¿De qué se siente culpable una mujer violada?. La culpa en cualquier caso la tiene el perpetrador no la víctima. ¿Entonces de donde procede esa culpabilización? ¿De qué es culpable la víctima?
Naturalmente una cosa es la versión jurídica que se ocupa del castigo y la restitución y otra la visión psicológica del asunto. El perpetrador es culpable pero la víctima también va a culpabilizarse como si hubiera adquirido mágicamente algún atributo del violador. Como si se hubiera contaminado.
Y es que los tabúes se contagian, como esos testigos que los corredores se pasan unos a otros y que deben llevar consigo en toda la carrera. Sin testigo a cuestas ningún corredor seria el ganador, a veces sucede que en la carrera o en el intercambio de relevos se pierde el testigo y el corredor es eliminado. Ganar significa llegar el primero pero con el testigo a cuestas. Una versión más optimista e infantil de este juego es el «pilla-pilla», aquí de lo que se trata es de tocar a alguien para deshacerse del peso de la propia marca, es como si fuera necesario encontrar otro jugador al que pasarle el muerto y quedar así liberado de ese peso. Todos hemos jugado ese juego de pequeños y todos sabemos que un simple toque sirve para deshacernos del estigma.
Así se traspasan las marcas del estigma en el juego. En la vida real la mujer violada se siente profanada, como si hubiera dentro de ella algún elemento nocivo que quedo allí como una marca del perpetrador. Es lógico que así sea, porque el tabú de la violación no solamente se aplica a los hombres sino también a las mujeres.
Violar es un tabú pero ser violado/a también.
Pues en el acto sexual no hay solo sexo sino otros elementos míiticos, sociológicos, antropológicos y psicológicos que cuelgan de él. Vale la pena una vez que hemos llegado aquí que les recomiende el libro de Darian Leader cuyo icono de portada dejo aquí mismo.
El tabú no solo afecta a personas que lo han transgredido sino que se contagia de unos a otros. Hay además una tendencia humana a transgredir tabúes. a veces cargando con la condición del estigma consecuente.
Dejémoslo aquí con un recordatorio: una persona tabú lleva una marca
El tatuaje.–
Cuando yo era niño solo llevaban tatuajes los legionarios, los cupletistas, los toreros, los marinos y los presidiarios. Siempre me llamó la atención que las personas comunes no llevaran tatuajes algunos tan simpáticos, como aquella leyenda legionaria de «Amor de madre». Lo cierto es que ahora llevan tatuajes personas comunes y no es necesario ser jugador de futbol para llevarlos, se ha convertido en una moda. ;as que eso, ha perdido su cualidad de indeseabilidad o peligrosidad. De tan frecuente ha conseguido perder estos atributos negativos que acompañaron a los precursores de los tercios,o de las cárceles, las tabernas, del puerto o el teatro. Pero lo cierto es que siguen siendo una marca. Una marca a veces invisible y solo perceptible en la intimidad pero tambien una marca muy visible y que a veces ocupa una gran superficie del cuerpo. Dicho de otro modo el tatuaje ha de ser visto.
El tatuaje es hoy una moda pero no es una moda sin más. Implica la idea de que es posible deshacerse de un tabú, es una especie de pseudo-terapia en aquellas personas que quieren volverse visibles y tocables quizá porque no se sienten así en su interior o necesitan exhibir un trofeo de anteriores batallas. En cualquier caso me parece que llevar un tatuaje viene a decir algo así como «Yo estuve marcado pero ya no me importa». Es así como los tabúes se pueden convertir en otra cosa, pues un tabú —que es siempre una condición ancestral— puede reconvertirse en un neo-tabú, como por ejemplo sucede con el veganismo. Con una condición: comer carne no es un tabú, sino un acto de moralización secundaria que contiene ciertas falacias. Del mismo modo llevar tatuajes no es un tabú, por eso el que los lleva —esa marca— lo que esta diciendo es «pertenezco a esa tribu que está en contra de los tabúes».
Y es cierto que la mayor parte de los tabúes son supersticiosos, pero hay dos que son fundacionales en nuestra civilidad: el tabú del incesto y el tabú del homicidio con sus derivadas: la violación y la pederastia.