Con respecto a las drogas hay muchas opiniones y perspectivas que pueden reducirse en al menos tres.
Por una parte aquellos que piensan que la legalización de las drogas seria la mejor forma de acabar con el narcotráfico.
Por otra parte aquellos que de ninguna manera aceptan tal legalización y aducen que seria una forma de favorecer las adicciones. Los que asi piensan creen que la legalización aumentaria el publico que accede a adrogas y por lo tanto los problemas de salud se incrementarian.
Antes de abordar este tema según mi enfoque creo necesario decir que ambos puntos de vista están equivocados. Pero hay una tercera via, la legalización virtuosa.
Pero antes una advertencia: un mundo sin drogas es imposible.
Hablaré primero del narcotráfico a propósito de un libro de Roberto Saviano.
El narcotráfico.-
¿Alguien puede creer que se puede combatir el narcotráfico con los instrumentos del estado de derecho?
Si, ya se que muchos de ustedes pensarán que la mejor forma de combatir el narcotráfico seria legalizar las drogas pero yo creo que esta opinión no está los suficientemente pensada y madurada, de manera que si usted es de esta idea, le propongo que la meta en el frigorífico de momento.
Hay dos maneras de contar algo, una forma fisiológica: metérselo en la boca, saborearlo y luego escupirlo. La otra manera es tragarlo y sufrir las indigestiones de lo que se ha comido. Saviano es de los que han tragado sus propias historias, sus propias letras. Descender a los abismos para luego emerger con escolta. Sus reportajes le han cambiado, arruinado la vida como a Salman Rushdie, uno no puede recobrar su vida anterior después de contar lo que Saviano ha contado. Ya desde su primera novela «Gomorra», su cabeza tiene precio. Saviano perdió su vida, su novia, sus amigos, todos le abandonaron por miedo. es lógico, la decisión de abismarse fue suya, una obsesión, algo que no se hace por dinero o notoriedad, se hace porque si. La verdad es tan adictiva como la cocaína.
La novela de Saviano contiene no pocas ideas interesantes, una de las que más me llamó la atención es el concepto de banalidad del mal, algo que Arendt ya había adelantado: en realidad el tráfico de cocaína es una actividad tan parecida al comercio de sustancias o productos banales que nos hace pensar ya no sobre la ilegalidad del narcotráfico sino de la banalidad del mal que se encuentra en cualquier forma de comercio.
Y hay una ley elemental de cualquier tipo de comercio: los productores y los consumidores de cualquier producto no ganan apenas nada. Hay que situarse -sean naranjas o cocaína- en el eslabón adecuado para ganar dinero. Son los distribuidores los que se enriquecen con el trabajo de los productores y son los consumidores los que en definitiva consumen el producto final aun adulterado. Así y todo para un campesino colombiano o mexicano siempre será mas rentable cultivar cocaína o adormidera que cereales. Son los distribuidores los que controlan el flujo, el precio y la pureza de la droga que llega a la calle.
Y luego está el tema del consumo. hay una creciente demanda de drogas, y siempre la habrá en un sistema liberal como el nuestro; hay como una demanda golosa de drogas, mas concretamente de cocaína. La cocaína empasta bien con nuestro tiempo, con la velocidad y la globalización. Todo sucede deprisa, deprisa. Hay un ansia por correr más, por consumir más, por llegar a tiempo, por rendir más ,por aparentar más y por tener mas bienes de consumo al alcance de la mano.
Nosotros los médicos solemos ver las consecuencias de la adicción a las drogas en la escala de los consumidores, tenemos -en este sentido- un sesgo profesional. Pensamos que el uso y abuso de drogas es pernicioso para la salud y sabemos que es muy difícil escapar de una adicción. Casi todos nosotros estamos persuadidos de que las drogas son nefastas no sólo para nuestro cerebro, sino también de nuestro corazón, nuestros riñones y nuestro hígado. Sabemos bien cuales son sus consecuencias a corto, y a largo plazo. Es poco probable encontrar un medico que defienda su legalización. También sabemos de las dificultades para rehabilitar a un drogadicto.
Pero aqui en este post pretendo hablar de un problema de salud publica que tiene derivadas en la salud individual pero también en la salud del Estado y de sus instituciones.
Es por eso que después de leer el libro de Saviano, he construido otro panorama aun más desolador: el narcotráfico no sólo es perjudicial en el entorno de salud de los consumidores, sino que tiene al menos otras dos consecuencias, más graves:
El narcotráfico tiene consecuencias sobre los mercados financieros y contamina a través del blanqueo otros negocios que dejan de ser rentables en comparación con los beneficios de la droga. La mayor parte del dinero de la droga se blanquea en los bancos (a pesar de leyes como la Patriot Act) y acaba en el cemento de las inmobiliarias de zonas de lujo en entornos privilegiados de ocio. El dinero del narcotráfico termina por arruinar cualquier tipo de negocio legal a la vez que da trabajo a grandes cantidades de personas enroladas en el negocio de la droga, que pasan a ser delincuentes desalmados.
Con todo, el dinero no solo contamina a los capitales legales sino que pervierte a las instituciones: policía, jueces, funcionarios, políticos, funcionarios de prisiones, etc. Cualquiera puede ser arrastrado por el dinero fácil a corromperse.
Suele decirse que los gobiernos de nuestros estados democráticos tienen muchos limites a su poder, que en realidad quienes mandan son las grandes corporaciones eléctricas, petroleras, bancos y grandes constructoras. Es verdad, lo que no suele decirse es que la corporación más imperante del mundo es el narcotráfico, son ellos los que aportan liquidez al sistema y financian guerras bien directamente aportando armas o bien a través de ciertos intermediarios comunes.
Visto de esta manera la adicción de los individuos consumidores es solo la punta del iceberg de un problema mucho mayor, de un problema global. Un daño colateral como se dice en el Ejército.
Abordar este problema desde la bienintencionada prevención del uso de drogas de nuestros gobiernos se revela como una estrategia pueril. Ninguna política conseguirá nunca reducir la demanda de drogas a no ser que…no haya drogas en las calles. Sin embargo la lucha contra el narcotráfico está destinada al fracaso, no tanto por la ineptitud de las agencias destinadas a tal fin sino por las dificultades jurídicas, los entramados burocráticos, las trampas procesales, la mentalidad democrática y la protección del delincuente es el mejor escondite para los narcos, incluyendo las complicidades que encuentran dentro de las cárceles para seguir con sus negocios en medio de una condena casi siempre benigna y apelable
La democracia es el mejor aliado del narcotráfico que naturalmente no puede progresar allí donde el Estado no tiene leyes, sino reglas mafiosas.
Es por eso que los países totalitarios no tienen drogas.
Leí con avidez el libro de Saviano con tal de llegar al final. ¿Qué propone Saviano?
Lo que propone es una solución que el propio Saviano detesta y que a su parecer es en sí misma inmoral: legalizar el tráfico de drogas siendo el Estado el que monopolice su venta y distribución.
Para hacerse una idea de esta solución: el tráfico de cocaína que se vende en España podría sufragar los gastos en sanidad y educación juntos.
En España cerca de la mitad de los presos que cumplen condena en la actualidad son delincuentes relacionados con drogas. Son consumidores al mismo que tiempo que pequeños traficantes. Recientemente ha saltado a la prensa el caso de una mujer con un niño de corta edad que había sido condenada a 6 años de cárcel por tener una plantación de cannabis en una nave de su propiedad. Cultivaba cáñamo y al mismo tiempo elaboraba haschis para el consumo y venta. ¿Era una traficante esta mujer?
¿Hay proporción entre su condena y las condenas que se llevan a cabo con los grandes traficantes que cuentan con abogados especialistas en encontrar todos los resquicios a la ley?
En realidad no era más que una consumidora que había aprovechado la facilidad con la que el cáñamo prende en nuestro país para consumo propio y que más adelante había encontrado una forma de ganarse la vida vendiendo sus excedentes. ¿Puede considerarse un delito plantar cáñamo o adormidera, especies bien adaptadas a nuestro clima?
Para mi, esto no debería ser un delito, no más grave que tener una piraña o una boa en casa.
La batalla está pues perdida y da lugar a injusticias sobre el peldaño más débil de la cadena. La democracia y el Estado de derecho han fracasado y cuanto más tiempo tardemos en reconocerlo más víctimas habrá.
Como Saviano, que nunca podrá recuperar una vida normal, ese tipo de vida de los que no quieren ver.
Ha visto más allá de lo tolerable y ya no puede seguir callado. Es un héroe.
Nota liminar.–
El problema de legalizar las drogas es que el negocio acabaría en las mismas manos que está ahora, sin contar con los cadáveres y enfermedades mentales que generaría un consumo libre.
Un poco de politica ficción.-
El país productor de cannabis más importante del mundo es Marruecos, donde el cannabis es legal. ¿Qué sucedería si en España se legalizara las plantaciones de cannabis?
Pues lo mismo que sucede con los tomates, las judías y las naranjas. Que la UE les compraría a ellos y no a nosotros y a nosotros nos obligarían a consumir el de ellos.
¿Dónde están los verdaderos villanos?
Y ahora viene la segunda mala noticia:
¿Acabaria con el narcotráfico la legalización de las drogas?
Claro que no, los carteles inventarían nuevas drogas sintéticas e inundarian las calles las drogas legales a precios mas baratos.
Escohotado y las drogas.-
Me leí en su día el libro entero el libro de Antonio Escohotado sobre la historia de las drogas porque creo que es una de las obras que todo especialista en estos temas ha de leer. Una obra erudita, universal y completa sobre el tema con las que se puede estar de acuerdo o no en sus conclusiones, pero a la que no se puede contradecir en cuanto a los datos y al argumentario. Se trata de un verdadero tratado sobre las drogas y solo un panfleto en cuanto a la proclama anti-prohibicionista que declara en sus conclusiones que le acompañan a lo largo de su descripción como una especie de sesgo de confirmación. Una obra que fue escrita para denunciar lo que Escohotado llama «la cruzada contra las drogas» que obviamente ha fracasado.
Escohotado es una persona arrogante, exhibicionista y provocadora que ha construido su carrera en torno a esta obra monumental sobre las drogas pero es un pensador profundo al que le falta lo que a mi me sobra: la experiencia clínica, baste leer su último libro sobre «Los enemigos del comercio» para notar la diferencia entre su pensamiento actual y el Escohotado de hace 20 años: su discurso ha cambiado y se ha hecho mucho más humano y más cercano a la verdad, un hito que demuestra su validez intelectual. Pero estoy de acuerdo con él en que este tema de las drogas necesita un debate social, largo y prolongado que no debemos dejar a los políticos, sino un debate en el que todas las voces puedan oírse para llegar a conclusiones consensuadas sobre qué debemos hacer, o si es posible una legalización virtuosa. Algo difícil en nuestro entorno y más en nuestro país, pero es un debate que tendrá que hacerse si no queremos que la ingeniería social nos lo imponga pronto o tarde.
Pues las drogas son necesarias para el hombre y es cierto que no hay ningún sistema prohibicionista que acabe con ellas. Pasa lo mismo con el sexo: el sexo no admite regulaciones por más que algunos hayan destinado gran parte de recursos económicos a regularlo desde distintas agendas, cada una de ellas destinada a un objetivo común: aumentar o disminuir la población del mundo, primero la occidental. Prohibir o castigar la homosexualidad es tan absurdo como castigar el uso de drogas.
Hay quien está a favor de mantener el statu quo actual (de prohibición) y hay quien está de acuerdo en abolirlo. Pero las razones que unos y otros esgrimen me parecen poco sensatas y es por eso que voy a dedicar un par de post a decir porqué.
Si la prohibición aumenta el consumo ¿qué nos hace pensar que la legalización lo disminuiría? Es posible que la prohibición sea un acicate para el consumo pero no está claro que la legalización se siguiera de un repunte en el mismo..
Esta es una de las ideas que mayor prevalencia tiene entre la población general. La gente admite de buen grado que lo prohibido tiene un atractivo especial, pero no hay ninguna prueba de ello. Que yo sepa no se ha hecho ningún ensayo riguroso de la relación entre prohibición y consumo, simplemente no podríamos contar con un grupo control con el que comparar: tampoco está demostrado que la legalización lo aumentara. Así y todo los intuitivo —aunque no demostrado— es que la prohibición aumenta y la legalización también aumentaría su consumo. Una contradicción por aclarar científicamente.
La siguiente falacia es pensar que la legalización acabaría con el narcotráfico por inanición. Es decir si el Estado acaparara el cultivo y la comercialización de las drogas terminaríamos con el narcotráfico y la delincuencia asociada a este gran negocio sobre el que han hablado muchos especialistas en el tema como Roberto Saviano. Y no cabe duda de que el narcotráfico en sí mismo -por el enorme volumen de dinero que maneja- es una amenaza no solo para la salud de muchas personas sino también para la supervivencia de ciertos Estados relacionados con él por la corrupción que arrastra consigo, una corrupción que socava a la Ley y a la democracia desde sus raíces.
Aun suponiendo que el mundo entero estuviera de acuerdo en legalizar las drogas, cosa harto difícil hasta que haya un gobierno mundial, lo cierto es que tendríamos un problema nuevo ¿Qué drogas hay que legalizar y cuales no? ¿Deberíamos legalizar la heroína, el cannabis o la cocaína pero no las demás? ¿Qué pasaría con las drogas de síntesis, las que ya se conocen y las que han de llegar? Evidentemente esto crearía conflictos de intereses entre los distintos estados productores y no resolvería el problema de fondo que no es otro sino qué hacer con esa drogas sintéticas que son enormemente perjudiciales para la salud y muy baratas de obtener como sucede con los opiáceos tipo Fentanilo. ¿Deberia ser libre el consumo de fentanilo? Bueno, ya lo es, lo difícil es acceder a los medicamentos con receta que es otro de los apartados que quiero llegar a explorar .
Una idea que defiende tanto Escohotado como otros autores anti-prohibicionistas es la información. Hay quienes piensan que la prohibición oscurece la información que todos debemos poseer para llegar a un consumo sensato de drogas. Pero los datos demuestran que hoy disponemos de información universal sobre casi todo y no todo el mundo la aprovecha. Personalmente no creo que la información sea una panacea para alejarse del consumo de drogas o para hacer un uso sensato de las mismas. No hay que fiarlo todo a la educación y hay que esperar que sigan habiendo muchos consumidores que pasen del uso al abuso y la dependencia en poco tiempo tanto si las drogas son legales como ilegales.
Principio de Pareto.-
El principio de Pareto mas bien conocido con el principio de 80/20 predice que el 20% de la población es responsable del 80% de actividades de cualquier tipo que estemos estudiando. Así el 20% de la población son responsables del 80% de los crímenes de una comunidad cualquiera. Del mismo modo que el 20% de un campo de naranjos son responsables del 80% de la producción de naranjas de ese campo. Se trata de una cifra inamovvible y universal, de modo que podemos concluir diciendo que el 20% de la población consumirán el 80% de las drogas legales o no legales que circulen en su campo de actividad. Son precisamente ese 20% donde hay que buscar a los abusadores o dependientes de drogas, el resto (un 80% las consume ocasionalmente o no las consume)
El principio de Pareto me parece una buena manera de entender este tema y cualquier otro: aunque la droga se legalizara no todos consumiríamos drogas en el modo de abuso y la despenalización de las mismas apartaría a los criminales de ese mundo «cutre» de la drogadicción con sus chabolas, camellos y ambientes delincuenciales y antihigiénicos. Es una hipótesis bastante intuitiva.
Uso y abuso.-
Una de las ideas que Escohotado más repite en sus libros es la comparación que hace entre drogas legales e ilegales. Hay tres drogas legales muy introducidas en nuestra cultura: el alcohol. el tabaco y el café. Las tres son drogas con cierto efecto psicoactivo y todos tenemos noticia de sus efectos. El alcohol nos tranquiliza y anima, tiene un efecto paradójico y dependiente de la personalidad de base. Nosotros vivimos en una cultura vinícola y estamos acostumbrados al vino desde nuestra infancia y sabemos beber como caballeros, hemos aprendido a un uso que queda más acá de la embriaguez. Con el tabaco pasa lo mismo, se puede usar sin abusar del mismo aunque los limites entre uso y abuso no sean demasiado nítidos. Y del café qué voy a decir, salvo que todos lo usamos para espabilarnos por las mañanas o después de comer. Estas tres drogas tan familiares nos demuestran que el uso sensato y prudente de drogas es posible aunque las tres sean capaces de provocar adicción cuando se superan determinados limites o puedan generar enfermedades físicas como el cáncer en el caso del tabaco o de la cirrosis en el caso del alcohol. Lo que nos lleva a una primera conclusión: la adicción, la patología del cuerpo o la patología mental secundaria a las drogas van aparte.
Sucede por una razón: no todas las drogas tienen la misma intensidad a la hora de provocarnos placer. El tabaco es placentero pero el placer de su uso está más relacionado con la abstinencia que con su potencialidad para generar placer por sí mismo. El alcohol nos pone alegres y nos tranquiliza o nos hace más sociables y parlanchines pero no parece capaz de disparar por sí mismo el circuito del placer. El café nos gusta porque nos excita y nos hace estar más despiertos pero no es placentero en sí mismo a no ser que nos guste su amargo sabor. Las tres son adictivas pero no son drogas especialmente placenteras, para que provoquen placer hay que aprender algo acerca de su consumo. ¿Te acuerdas de tu primer cigarrillo? Es muy posible que vomitaras de asco pero así y todo si seguiste fumando tardarías poco en hacerte adicto. La nicotina es tan adictiva como la cocaína, pero ah!, no tan buena.
El sistema de recompensa-placer.-
En las profundidades de nuestro sistema límbico existe ciertas estructuras como el núcleo accumbens que están especializadas en lograr un equilibrio -siempre inestable- en nuestra percepción del placer-displacer. Un equilibrio inestable dado que nuestro sistema de recompensa-placer es muy vulnerable pues emergió -evolucionó- en un contexto muy distinto al que habitamos hoy en día. Vale la pena recordar este concepto: nuestro sistema de recompensa-placer es muy delicado y puede convertirse fácilmente en un sistema de aversión-dolor. Es muy posible que emergiera como una compensación a una vida destinada al dolor.
Y es muy vulnerable porque estamos sometidos a estimulos supernormales.
Un estimulo supernormal es aquel que excede la capacidad de adaptación de nuestro sistema de recompensa-placer y las drogas psicoactivas tienen esta capacidad de hackear nuestro cerebro para ponerse al mando de nuestra voluntad. Todas las drogas que tienen actividad cerebral tienen potencialmente esta capacidad de hackeo pero es cierto que algunas más que otras y más rápidamente. Sucede por una cuestión que viene implícita en la capacidad hedonística: En el placer hay un componente de búsqueda o craving, de aproximación a la fuente de placer y otra de consumación o de reacción fisiológica de voluptuosidad. De manera que no todas las drogas son iguales desde el punto de vista cuantitativo de hackeo de este sistema de recompensa-placer. Obviamente la heroína o la cocaína son dos drogas especialmente activas en la construcción artificial de sueño-bienestar o de excitación-bienestar.
De manera que es posible decir que las drogas ilegales son precisamente ilegales porque están mas relacionadas con el secuestro de este sistema recompensa-placer de un modo más eficiente que el tabaco, el alcohol o el café, de modo que la comparación que hace Escohotado con el uso y abuso de estas sustancias (que también existe) no es ni cuantitativa ni cualitativamente comparable.
Yo soy fumador. Desde que ando escribiendo este post me he fumado tres cigarrillos intercalados entre sucesivas paradas a pensar. El tabaco que fumo cuesta unos 4 euros la cajetilla. Muchas veces me he preguntado qué sucedería si la cajetilla costara 20 auros? ¿Seguiria fumando?. Es muy posible que no por una razón: el placer que me proporciona el tabaco no cuesta esos 20 euros, no me compensaría. Simplemente dejaría de fumar con el Champix y en paz. ¿Puede hacer lo mismo un adicto a la cocaína o la heroína? Claro que no, no es una cuestión de voluntad, es una cuestión de cambios permanentes en el cerebro de tal forma que se han incrementado del tal forma los receptores ad hoc de cada sustancia necesarios para lidiar con esos estímulos supernormales que haría falta un programa de varios meses solo para superar la abstinencia física. Luego viene lo peor: superar los mapas cognitivos que vinculan cualquier circunstancia de la vida corriente con el uso de la droga. Los estímulos y respuestas condicionadas a las que somos también muy vulnerables.
Y es cierto que gran parte del drama de los adictos es la ruina económica que supone ser adicto a la cocaína o la heroína, un vicio que no está al alcance de todos y de ahí la relación que existe entre el consumo individual y la delincuencia al menos la relacionada con el tráfico a pequeña escala. El adicto pobre suele ser -a su vez traficante- solo el adicto rico puede eludir el estigma del tráfico que curiosamente en casi todo el mundo está penado por la ley, no así el consumo.
Obviamente el control por parte del Estado de la comercialización de las drogas tendría dos efectos rápidamente visibles: la mayor pureza y dosificación segura y por otra parte al abaratamiento de la mercancía y quizá la desaparición del mercado negro.
Drogas y medicamentos.-
En el próximo post espero poder hablar más en profundidad sobre esta diferencia y daré mi opinión al respecto en defensa de una medicalización del uso de las drogas psicoactivas, pero quiero adelantar algo relacionado con eso que Escohotado ha llamado «educación para un consumo sensato» Nunca en toda la historia de la humanidad ha habido más información que ahora gracias al fenómeno de Internet pero tampoco nunca han habido tantas informaciones falsas o sesgadas. Nunca ha habido tanta desinformación y sobre todo prejuicios. Lo cierto es que después de tener una conversación a través de las redes con un consumidor de cannabis he llegado a la conclusión de que la información por sí misma no va a resolver el problema mientras exista el estigma de la prohibición. Un interlocutor me decía ayer que «la marihuana no es una droga porque es una planta (sic) y que por tanto no es química». Es decir alguna gente cree que «lo natural» es inocuo y que el peligro está en la química, como si el THC (tetracanabinol) no fuera química sino geografía.
La información sobre drogas no impulsaria un consumo sensato. Habría adictos y consumidores como hoy sucede con el alcohol.
El juicio establecido opera como una verdad irreductible y mis esfuerzos por llevarlo hacia la verdad fueron infructuosos, pero para mi hay alguna enseñanza que aprender: para la mayor parte de la población consumir cannabis no es peligroso, ni adictivo, debe ser por eso que es la droga más consumida entre todas las demás y lo cierto es que el cannabis es muy peligroso para los jóvenes y no tanto para los adultos por razones de las que hablaré en el próximo post.
De manera que tendré que hablar de otro tema muy importante: las drogas no son solo peligrosas por su capacidad de causar adicción sino por sus efectos directos sobre el cerebro: por su neurotoxicidad.
El caso del cannabis.-
De los derivados del cannabis ya conocemos sus efectos beneficiosos para múltiples patologías, siendo la más conocida su efecto antiemético y antiorexígeno en las personas sometidas a quimioterapia, son muchos los oncólogos que la recomiendan «soto voce», el problema es que no existe un mercado «limpio» y hay que ir a buscarla al mercado negro. Aqui hay un post sobre los beneficios y maleficios del cannabis.
El cannabis es una droga muy interesante, no solamente por los potenciales beneficios que podemos extraer de ella en el sentido médico sino otros en forma puramente psiquedélica, es decir como un fármaco destinado a potenciar la creatividad, las asociaciones, el insight y la sensibilidad. Pero hay más razones que lo hacen interesante:
Una de ellas es que es una planta adaptada a nuestro clima mediterráneo y que es endémica en nuestras latitudes, lo que significa que sería una potencial fuente de negocio para una agricultura esquilmada. Por otro lado es la droga más consumida en nuestro entorno y en tercer lugar porque el cannabis marroquí está dando lugar a un floreciente narcotráfico en la bahía de Cadiz cada vez mas virulento y que amenaza, como siempre sucede con el narcotráfico con derrotar los controles del Estado cada vez mas acorralados por el «negocio» ilegal. Marruecos ya nos gana gracias a sus contratos ventajistas con la UE en relación con la producción de naranja española a la que perjudica gravemente y lo que estoy proponiendo es que no podemos dejar en manos de Marruecos el cannabis que se consume en España.
Personalmente creo que el cannabis seria una buena piedra de toque para llevar a cabo un plan de legalización de su producción, distribución, elaboración y no hablo del consumo porque ya está de hecho legalizado. ¿Pero no es una contradicción que vender semillas de cannabis sea legal pero no su germinación? ¿Cuantas personas hay en España cumpliendo condena por trapicheos con el cannabis que podrían beneficiarse de una revisión de su condena tras la legalización? ¿Se puede sostener que en Europa esté prohibido mientras en Marruecos sea legal?
Regulemos pues al cannabis y evaluemos lo sucedido con el tiempo
Evidentemente el cannabis aunque está considerado como una droga blanda tiene sus riesgos sobre todo entre adolescentes. Por contra es muy seguro y puede provocar un consumo sensato entre adultos, creativos, innovadores y artistas en general. El abuso de cannabis parece que comparte genoma con la esquizofrenia: en este sentido no es que el cannabis provoque esquizofrenia sino que los esquizofrénicos serían consumidores obligados de la droga si anduviera legalizada. Casi la mitad de los esquizofrénicos consume cannabis, al menos los que yo he conocido profesionalmente, lo que obviamente oscurece su pronóstico. Significa que el dinero que gane el Estado con esta legalización debería ser destinado a la Salud mental de la población: no sabemos si la legalización aumentará el numero de consumidores pero sabemos que aumentará el numero de psicosis agudas y las evoluciones tórpidas de otros enfermos mentales. Que el dinero de la droga revierta en las secuelas previsibles de la misma con un presupuesto finalista.
Lo que nos lleva a una pregunta retórica ¿Debe el Estado ocuparse prohibiendo las drogas para proteger a los más vulnerables en contra de la evidencia de que el consumo de drogas ilegales empobrece el pronóstico de esa misma población vulnerable y no acaba de ninguna forma con el negocio del narcotráfico?
Supongo que habrán muchas opiniones y bien diversas sobre este tema pero yo me atrevería a listar algunas cuestiones para una buena «legalización», condiciones para suponer que hemos dado en la diana:
Condiciones para una legalización virtuosa.-
- La legalización de las drogas debería aminorar el chantaje de los grupos de narcotraficantes al Estado y disminuir su negocio.
- Debería liquidar el menudeo de drogas sintéticas en las calles y disminuir la delincuencia.
- Debería establecerse un protocolo para uso médico de las drogas , especialmente de aquellas que han demostrado su eficacia en algunas enfermedades o sufrimientos mentales o físicos. Del mismo modo debería existir un acceso fácil para la investigación médica o psiquiátrica. Bastaría con cambiar algunos artículos de la ley del medicamento.
- Evidentemente debería haber restricciones como sucede con el alcohol y este es el aspecto más complicado de la regulación, dado que son precisamente los adolescentes el grupo de riesgo más numeroso de los consumidores, al menos de cannabis. Apartar a este grupo de los preparados sintéticos más peligrosos debería ser la primera opción.
- El precio, la dosis y la composición deberían ser objeto de un estudio muy serio, similar al que regula los fármacos legales e impedir la emergencia de un mercado low cost.
- Liberalización del uso médico de drogas con receta similar a cualquier otro medicamento.
En conclusión:
La legalización de las drogas contiene luces y sombras, y sobre sus resultados todo son especulaciones por su incertidumbre (estamos tratando un problema complejo y no solamente complicado). En cualquier caso en su debate no caben los argumentos morales ni tampoco el oscuro activismo de ciertos grupos antiprohibicionistas cuyos argumentos no tienen en cuenta la mitad al menos de sus contraindicaciones formales.
En mi opinión hay que tratar a los grupos de forma bien distinta a las personas individuales. Estamos hablando de un problema de salud publica y no solamente de un problema de «libertades individuales». Evidentemente cada persona puede drogarse como quiera o como pueda, otra cosa es que tengan derecho. El derecho a drogarse no existe. El derecho nos afecta a todos —al colectivo— y entra en contradicción con la protección que llevamos a cabo con los niños y los enfermos.
Y también soy de la opinión de que la legalización universal es una utopía y que la palabra regulación contiene otros ingredientes como el negocio de ciertos agentes sociales que pudieran interferir en un uso sensato de las drogas. Es por eso que me parece que un paso decisivo sería el levantamiento definitivo de censura social para el uso medico de las drogas incluyendo a las potencialmente adictógenas teniendo en cuenta además que las democracias formales son un mal lugar para este tipo de experimentos sociales como sucede con la fertilización artificial, un lugar donde es posible esperar cualquier aberración biomédica si podemos pagarla, claro.
Bibliografía.-