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La oikofobia

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La partícula «oikos» procede del griego y significa «hogar» o «casa», de manera que la palabra oikofobia significa aversión u odio hacia lo cercano, la familia o lo nuestro. Se trata de un concepto poco conocido si lo comparamos con el de xenofobia que todo el mundo sabe qué significa.

Significa aversión, odio o miedo a lo ajeno, a lo desconocido a lo extraño. Lo que poca gente sabe es que el miedo al extraño es algo que nos viene de serie en nuestra especie, hasta los niños pasan por un periodo donde lo extraño provoca miedo y alejamiento o rechazo. La angustia ante el extraño es un organizador de la mente que se disipa cuando el niño comienza su socialización, es decir cuando aumenta su perímetro de interacciones con los desconocidos. La socialización en este sentido es la superación incompleta de la xenofobia y digo incompleta porque ese perímetro de interacción continua latente durante toda nuestra vida y es lógico que así sea, pues la mayor amenaza para un ser vivo —en entornos ancestrales— procede de los extraños, aquellos que no sabemos que intenciones tienen.

La xenofobia es fácil de comprender y de explicar sin embargo la oikofobia se nos muestra opaca a explicaciones psicoevolutivas. ¿Qué razón puede haber para que una persona desarrolle miedo o aversión frente a lo doméstico, lo conocido o lo familiar?

El odio es un sentimiento intenso de repulsa a algo o alguien que además incluye el deseo de deshacerse o de eliminar la causa del mismo. El odio está emparentado con el asco, y el desprecio y se trata de un afecto prolongado que no debe confundirse con el rencor, pues el rencor no incluye esa claúsula de eliminación que siempre es física y no solo declarativa. Y está presidido por un sentimiento de enojo, de ira o de hostilidad manifiesta en todo aquello que se relacione con la persona, idea o cosa odiada, aunque sea solamente una relación de desplazamiento semántica.

De modo que hay muchas razones para odiar lo más próximo, y supongo que cada cual tendrá sus razones para ello, lo importante es comprender que el odio sufre desplazamientos semánticos. Por ejemplo si odio a mi madre o a mi padre o a alguien de mi familia, este odio suele desplazarse a otros destinos, como el pueblo, o mi nación de origen. Hay muchos españoles que odian a España, basta hacer una búsqueda por google para darse cuenta de que este fenómeno ha sido estudiado por historiadores y teóricos de varias disciplinas. Que yo sepa ningún psiquiatra ha estudiado este tema, de manera que en este post voy a intentar una explicación a este fenómeno.

Pero para eso tenemos que comprender algunas cosas previas. La primera es qué es la empatía y la segunda qué es una estirpe.

Todos tenemos una familia pero no todos tenemos una estirpe, para que exista este marco de referencia es necesario que tengamos abuelos, y que a su vez estos abuelos constituyan en nuestro imaginario, una secuencia de parientes, hechos o de mitos que nos vinculen a ellos. es necesario que nuestros padres tengan —a su vez— estos referentes y que nos hablen de ellos, que nos relacionen fisicamente con ellos, que nos conozcamos y nos conozcan, que nos reconozcan y nos validen, que no seamos opacos a su mirada. Dicho de otro modo, una estirpe es una concatenación de parientes que estén o no estén vivos forman parte de un patrimonio de estirpe, existe por tanto una tradición familiar que va más allá de la familia nuclear.

La empatia.-

La segunda variable es la empatía y podemos definirla como un sentimiento —fuertemente moral— que nos vincula con los nuestros con una intensidad variable según cada persona y que nos hace sentir con ciertas personas los mismos sentimientos que estos sufren, algo así como «ponerse en sus zapatos». La empatia nos permite saltar los vacíos entre individuo e individuo y nos hace compartir esos sentimientos. Por ejemplo si un amigo pierde un hijo y está triste y apenado, nos permite comprenderle y al mismo tiempo entristecernos simultaneamente con él.

Pero para que exista empatía es necesaria la proximidad, sentir que el otro es de los nuestros. La empatía es fuertemente etnocéntrica.

Dicho de otro modo: la empatía surgió como una manera de potente vínculo entre parientes, más concretamente del vínculo madre-hijo, probablemente el vínculo más robusto y duradero y al que llamamos apego y que incluye tanto a la madre como al hijo. De ahí se extendió a los hombres que cooperaban entre sí en labores de caza y peligrosas y posteriormente se generalizó en la población con exclusión de los desconocidos. En este momento el desconocido es siempre peligroso y de ahí deriva la xenofobia que es fundacional entre los humanos, lo cual no significa que las tribus primitivas fueran siempre belicosas y peligrosas para los extranjeros como algunas tribus indonesias (Nueva Guinea), sino que tal y como conté en un post anterior, la compasión (reconocer la humanidad del otro) fue previa a la aparición de la empatía. En este sentido la empatía sería una forma evolutiva de la compasión, entendiendo que la compasión no deriva necesariamente en empatía.

De manera que la empatía es un sentimiento que evolucionó para la cooperación y defensa de los nuestros, nuestras propiedades y nuestra manera de vivir.

La empatía puede definirse como la facultad de ponernos afectivamente en el lugar de otro, pero contiene una trampa: podemos emocionarnos en comunión con las emociones de un conocido pero es algo aproximativo, si usted pierde a un ser querido podré conmoverme pero no podré sentir lo mismo que usted. Así y todo hay personas poco empáticas y personas hiperempáticas. En un post anterior me propuse escarbar sobre esa condición tan valorada socialmente como es la empatía y también explorar algo de su lado oscuro.

La empatía evolucionó para separarnos del egoísmo y establecer lazos con los nuestros, es por decirlo así una condición etnocéntrica que está relacionada con la cooperación, pero no se trata de una condición universal o mundocéntrica sino solamente local. Hay a lo largo de este blog muchas pruebas de esta afirmación, aqui os dejo la de Carsten de Dreu y sus experiencias de filosofía moral y su relación con la oxitocina.

Para la psicología popular la empatía está relacionada con la bondad. Y aprovecho este momento para proponer una necesidad: no disponemos de un «bondadómetro», es decir no disponemos de ninguna tecnología ni investigación sobre un coeficiente de bondad-generosidad, algo que nos vendría muy bien para comparar poblaciones e identificar a las personas bondadosas y separarlas de aquellas que simplemente son supremacistas morales, es decir diferenciar a los verdaderos bondadosos de los «postureos» y sobre todo de los hiperempáticos, pues ya escribí hace algún tiempo de este curioso marcador tan relacionado con el TLP (trastorno límite de la personalidad).

La hiperempatía.-

La hiperempatía se define como un exceso de empatía, una empatía que traspasa los límites del propio grupo y se adentra en el terreno desconocido de la globalización emocional y el pegoteo emocional con una persona o personas concretas.

La hiperempatía es algo así como una empatía invertida

La paradoja de los pacientes límites (TLP) es que no pueden, ni saben estar solos pero en ellos parece encarnarse la idea de que «ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio». Los pacientes límites en grado extremo no pueden tolerar a nadie sensato a su alrededor y se las arreglan para destruir los vínculos que podrían favorecerles. Sucede también en terapia, el índice de abandonos de este tipo de pacientes es muy superior al resto de patologías a pesar de admitir que lo que se recibía en ella era positivo. Sucede también con mucha frecuencia que los pacientes sabotean el tratamiento, con añagazas, explosiones de ira injustificadas o seducciones más o menos manifiestas. Dicho de otro modo: los TLPs no soportan estar solos ni soportan la bondad, ni los cuidados o dedicación ajenas.

Paradójicamente estas personas son hiperempáticas.

Más que eso: las personas que presentan este rasgo tienen preferencia por los sujetos malvados, con los que parecen funcionar mejor que con los sujetos bondadosos. En ciertos aspecto esta es la idea que explica la preferencia por los malotes, que algunas mujeres presentan de forma bien alarmante después de varias experiencias nefastas de tipo afectivo. Este es un rasgo muy frecuente que podemos encontrar en hombres y mujeres normales, no es necesaria la patología.

Ciertas personas poseen una gran excelencia para discriminar los deseos de los demás y parecen ser adivinos pero por contra son incapaces de comprenderse a sí mismos. Es como si la empatía cuando es excesiva tuviera efectos secundarios sobre la identidad.

Y si cuento esto precisamente hoy que estamos en plena circunstancia de daños en Valencia (donde ha habido una explosión de empatía) y donde aun persisten los daños de la DANA y la necesidad de recursos para afrontar estos daños es por una anécdota que me he permitido retomar este problema de las empatías invertidas. Conozco a una familia, en realidad una madre y una hija en la que la madre tiene una enfermedad de Alzheimer y la hija no vive con ella sino en otra ciudad. He estado muchos años sin verla y ayer me la encontré por la calle y me dijo que estaba buscando una farmacia para comprar mascarillas porque se iba a la zona 0 de Valencia para ayudar a quitar barro.

¿Es normal que una persona —aparentemente sana— abandone a su madre a su suerte y dedique su tiempo libre a ayudar a desconocidos?

Bueno, la mayor parte de los sujetos que quieren salvar o redimir el mundo hacen lo propio, empezando por esas monjas tan famosas que acaban en alguna leproseria de la India habiendo abandonado a su familia y sin visitarles durante mas de 50 años. Ni siquiera van al entierro de sus padres. ¿Qué clase de conceptualización podemos hacer de este fenómeno que por otra parte está bien visto por la sociedad en general?

Todo parece indicar que cuando la empatía se invierte se olvidan los deberes familiares y se sustituyen por una especie de cuidado exótico, en un lugar bien lejano, pero no escondido de la mirada moral de la sociedad. Ser empático con los desconocidos está muy bien visto, como un acto supermoral pero a mí me parece sospechoso.

No es de extrañar que algunos autores hayan escrito contra la empatía como este de Paul Bloom y el caso de rebeca Sommers.

La verdad del asunto es que tal y como dice Bloom, al mundo no le falta empatía sino que le sobra. La mayor parte de estos filántropos son hiper-empáticos (descarto a aquellos profesionales que cobran por su actividad), no cabe duda de que -aparentemente, al menos- son mucho más morales que el termino medio de los europeos. ¿La propia Rebeca Sommers no era en definitiva más solidaria que cualquiera de nosotros, cuando sacrificó su vida, su carrera, su familia, sus hijos (no se si los tiene) o su pareja (que tampoco se si la tiene)?

De manera que este post pretende responder a estas preguntas.

¿Qué impulsa a una persona a sacrificar su vida o parte de ella, su tiempo, su dinero, su salud y a veces su vida por ayudar a desconocidos a los que no ha visto en su vida y de los que solo sabe que son refugiados o como se dice ahora «migrantes»?

Mi opinión es que la pregunta anterior debería ser sustituida por esta otra ¿Qué clase de fobia tienen estas personas que les impulsa a escapar de su hogar, abandonar a los suyos, renegar de su procedencia y dedicar su vida a ayudar a desconocidos?

Y esta otra pregunta: ¿estos oikofobos ayudadores lo serian también si no hubiera mil ojos escrutando su ayuda y valorando moralmente su «sacrificio»?

Una de las características de los hiperempáticos es que necesitan alguien que les vea al contrario de los que ayudan a los suyos en silencio y desde el anonimato.

La causa de la hiperempatía es la oikofobia.

La propuesta de Bloom.-

Lo que propone Bloom es un camino que vaya más allá de la empatía, un camino de compasión racional, postkantiana. Para Bloom la empatía es mala porque funciona como un reflector que se enfoca en algunas personas pero no en otras. Por ejemplo en la guerra de Siria hemos visto imágenes de niños muertos en aguas del Egeo que fueron difundidas hasta la saciedad por los medios dejando muy clara la intención de manipular los sentimientos de los que vieran las imágenes. Esto nos hace insensibles a las consecuencias a largo plazo de nuestros actos y nos ciega frente al sufrimiento de aquellos con los que no empatizamos o no podemos hacerlo. Es por eso parcial, es miope porque nos obliga a hacer cosas que parecen ser buenas a corto plazo pero que convocan grandes malestares en el futuro. Efectivamente los hiperempáticos no se plantean qué hacer una vez se han salvado a las víctimas. ¿Es que creen que traerles a tierra firme y dejarlos vagar por la geografía europea sin documentación o recursos es una buena solución?¿O mantenerles en campos de concentración?

La empatía es un sentimiento para los tuyos y no puede universalizarse por decreto. Es un refresco azucarado, agradable pero letal si se consume en exceso.

Y lo peor: la empatía supone un rechazo de la razón. Y se encuentra siempre en la linea que divide la generosidad y la intrusión.

La empatía llevada fuera del contexto donde es adaptativa, es hipócrita y es un simulacro, un supremacismo moral.


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