Quien pierde sus orígenes pierde su identidad (Raimon)
Aquellos de ustedes que hayan leído el post anterior ya tendrán formada una idea aproximada de las clases de memoria y como estas van siguiendo una secuencia relacionada con el neurodesarrollo y donde van apareciendo nuevas memorias a las más antiguas solapándose con ellas.
Para entender mejor las ideas de Russell Meares en esta cuestión relativa a las relaciones entre la memoria y la identidad recurriremos a su propuesta de una división tripartita de la memoria-identidad a través de los pronombres I (yo) me (soy) y myself (Yo mismo)..
Recordaremos además dos conceptos, uno es la memoria autobiográfica:
6) Memoria autobiográfica
Se desarrolla en el quinto año de la vida. Es episódica, altamente selectiva, duradera y frecuentemente remota. Provee el fundamento para el sentido personal de la identidad que hace posible que la gente diga “esta es mi vida, esta soy yo”. Es consciente y verbal. Contribuye y es dependiente de la capacidad reflexiva, capacidad que hace posible “Esta soy yo”, “déjame que te cuente de mí”, “esta es mi vida”. Y hace posible declarar: “estos son mis pensamientos, mi memoria”. “estas son mis reflexiones” “Esta es mi historia” “esta es mi vida”.
Si se afecta por la experiencia traumática las personas tendrán dificultad en juntar un considerable trayecto de su vida a través del tiempo y esta sensación de “esta soy yo” se vuelve evasiva.
Dicho de otro modo la memoria autobiográfica es aquella que construye relatos en primera persona. Estos relatos pueden ser verdaderos o falsos pues requieren sobre todo una memoria semántica y episódica sin grietas, por ejemplo es necesario contabilizar hechos (lo que realmente sucedió) como hechos (los hechos pueden ser parásitos injertados en la memoria por alguien) y es necesario además que estos relatos pertenezcan al pasado y no estén ocurriendo actualmente, es decir necesitamos que el recuerdo sea considerado como algo que pasó.
Pero además de esto necesitamos incluir otro tipo de memoria: lo que Henry James llamó la memoria continua que permite ese dialogo interno que mantenemos de forma recursiva:
Es un sistema de memoria que provee el desarrollo de un sentido particular de “si mismo”, (no es el “Yo”, ni el “mío”) que no es exactamente el mismo que procede de la memoria autobiográfica. Contribuye al desarrollo de la continuidad de un sentido familiar de quien es uno en el flujo de las experiencias internas de la vida. Da la capacidad de acomodar aspectos de las experiencias vividas en un tipo de secuencia que provee a la persona con la sensación de que su vida se desarrolla a través del tiempo y con un sentido de coherencia personal. Aparece en una forma de narración. En el flujo de la consciencia muchos aspectos de las experiencia de la persona se organizan de acuerdo a una secuencia de forma progresiva y asociativa no lineal, que es un rasgo de la estructura narrativa.
La imaginación y la agenticidad caracterizan fuertemente en este flujo, así como la analogía, la metáfora y similares. Hace posible para las personas tejan diversas piezas de diversas experiencias y desconectar eventos en temas coherentes. Se nos presenta como el lenguaje de la vida interna. Está siempre presente, para la mayoría de nosotros como un telón de fondo a nuestro diario encuentro con la vida y a veces, si estamos ocupados con la realización de tareas importantes apenas si se siente.
Cuando nos separamos de las tareas cotidianas, y de nuestros contextos inmediatos sociales y relacionales como en la meditación, la ensoñación o soñar despiertos nos sumergimos en esta consciencia continua o flujo de la consciencia. Este flujo de la conciencia tiene prioridad en el trabajo con personas que han vivido experiencias traumáticas y está relacionado con los trabajos de William James, Lev Vigotsky y Gastón Bachelard.
La sensación familiar de quien es uno, en el flujo de la experiencia interna es el resultado de la colaboración social. Se forma a través de la internalización de una conversación especial que está presente de manera significativa en la vida de los niños alrededor de los 18 meses de edad. Es una conversación que caracteriza el lenguaje que no es lineal y es asociativo, y aparentemente no está al servicio de un propósito externo – no es el lenguaje que caracteriza los esfuerzos del niño para relacionarse con los objetos de su mundo. Este tipo de conversación frecuentemente llamada egocéntrica (egocentric speech) porque su propósito no parece ser de comunicación, más bien está asociada con el desarrollo del juego simbólico, y el juego con símbolos. Este juego simbólico y este juego con símbolos es un alcance social o relacional, es decir social.
Esto se vuelve el lenguaje de la vida interna o lo que William James refiere como “flujo de conciencia”. Este flujo de la conciencia o conciencia continua está siempre presente en un telón de fondo en nuestro encuentro diario con la vida y es muy parecido a lo que otros autores han llamado mismidad o ipseidad, una especie de intimidad consigo mismo. Aparece cuando nos retiramos de la vida cotidiana o en la ensoñación o el soñar despiertos, cuando estamos en piloto automático. En estos momentos nos damos cuenta de este lenguaje interno, de sus flujos tan característicos y de imágenes y temas que son asociados con éste. Podemos, por esta razón experienciar la resonancia de algunas memorias de nuestro pasado. Estas memorias se toman en cuenta en la historia personal de nuestra vida resultando el sentido resaltado de mí mismo (myself). Todo esto es experienciado mientras que al mismo tiempo uno se da cuenta de que soy “yo” (I) quién está recordando.
Es el desarrollo de esta realidad personal a través de la internalización de este lenguaje de la vida interna que nos da la sensación de intimidad e identidad personal. Y es esto lo que da el fundamento para alcanzar el sentido de intimidad personal con otros. Esta es una intimidad que depende de la habilidad de uno para expresar una experiencia interna que puede compartirse con otros y que tendrá resonancia con la experiencia interna de otros.
Esto contribuye a la sensación de familiarización interpersonal y a la sensación de entendimiento mutuo que es la clave para relacionarse íntimamente con otros. En este sentido, el sentido de mí mismo, que tiene su origen en la colaboración social, continua siendo significativamente un fenómeno relacional – “sentirse yo” o “sentirse mi mismo” es significativamente una experiencia de movimientos de resonancia en nuestras relaciones íntimas. La internalización de este lenguaje de la vida interna, hace posible también una relación “empática” con aspectos de un mundo familiar y entendible, que de otra manera sería ajeno y rudimentario. Este es el resultado de experienciar una resonancia entre los temas de orientación, propósitos y planes de nuestra vida interna con el desarrollo de eventos de la realidad externa – una continuidad entre la experiencia interna y el mundo de afuera. Lo que lleva a la coherencia afectiva.
Meares concluye lo que James hablaba de dos experiencias del self relativamente distintas, una que provee la experiencia de un “yo” en relación a “soy” (“I” in relation to “me”) y otra que provee un “yo” en relación a “mi mismo/a” (I in relation to myself). De acuerdo a esto, el “yo” en relación con “soy” es relativamente invariable, mientras que el “yo” en relación a “mí misma/o” es variable y está en constante cambio.
La relación de “soy” (me, en inglés) se funda en el saber de hechos (factual) que se guarda en la memoria autobiográfica, mientras que la versión de “si mismo/a” (myself) es relativamente plástica, consistentemente se visualiza y re-visualiza en respuesta a nuestro encuentro con la vida, continuamente se construye y se reconstruye.
De manera que existen al menos dos formas en las que el I (yo) se relaciona con el resto de instancias, el me y el myself. Se trata de dos experiencias del sujeto relativamente distintas, una que provee la experiencia de un “yo” en relación a “soy” (“I” in relation to “me”) y que proporciona coherencia y otra que provee un “yo” en relación a “mi mismo/a” (I in relation to myself) que es la base de la congruencia. De acuerdo a esto, el yo en relación con soy es relativamente invariable, mientras que el yo en relación a mí misma/o es variable y está en constante cambio.
Por ejemplo mi Yo (I) se relaciona con muchos roles de mi myself y no solo con mi actividad de médico sino con otras identidades accesorias o situacionales. La característica que tienen estas actividades accesorias es que no son siempre autobiográficas. Sin embargo la relación de Yo (I) con “soy” (me,) se funda en un saber de hechos (factual) que se guarda en la memoria autobiográfica, mientras que la versión de “si mismo/a” (myself) es relativamente plástica, consistentemente se visualiza y re-visualiza en respuesta a nuestro encuentro con la vida, continuamente se construye y se reconstruye.
En este post puede usted seguir los efectos que tiene el trauma en las distintas memorias, de manera que le remito a él si quiere profundizar en ello. Lo importante es recordar que el trauma tiene diferentes efectos en la memoria-identidad según la época del desarrollo en que el trauma acaeció. Cuanto más tempranos más graves.
¿Es la identidad un concepto robusto?.–
Recientemente me encontré con un articulo de Gabriel Albiach que se publicó en abc y que se titula “Contra lo correcto”. En él Albiach propone algo con lo que estoy de acuerdo: la identidad no existe o dicho de otro modo es un constructo personal que está relacionado con el pasado y los recuerdos. Así y todo y tal y como sucede con el “libre albedrio”, todos creemos poseer una identidad o nos afanamos en diferenciarnos del común. Muchos de nuestros conciudadanos no se conforman con eso sino que la inventan conscientemente, construyéndola desde sus deseos y ajustándola a placer. Esto es desde luego posible porque la identidad es en gran parte una creencia. Sucede por una razón: la identidad tal y como hemos visto es una coherencia y una congruencia entre memorias y para ello es necesario que el mayor peso recaiga en el pasado.
Pasado es tradición, familia, nación, etnia, la historia de nuestro padres, la historia de nuestros abuelos, oficios, profesiones, viajes, huidas o desapariciones, asesinatos, suicidios, enfermedades, todos esos eventos que conforman la historia o el mito familiar. Si la tradición desaparece o la familia se vuelve incapaz de transmitir esos hechos compartidos el individuo queda mermado con respecto a la posibilidad de trascender sus orígenes.
Los griegos llamaban a este hecho anagnorisis, se trata de la búsqueda de una narración que de continuidad a la propia existencia pues la memoria tiene un aspecto inmanente (recuerdo) y un aspecto trascendente (anticipación). Es por eso que nuestra filiación, nuestra estirpe es tan importante hasta el punto de que podemos llegar a creer en hechos falsos solo por el hecho de poder llegar a construir una narrativa con sentido.
El sentido tiene más importancia que los hechos y la memoria puede ser parasitada por el deseo. Como esa mujer que sostenía que había sido separada al nacer de su hermana a la que se dio en adopción.