Antes de contestar a las preguntas con las que cerré mi anterior post me gustaría adelantar alguna opinión personal sobre la teoría bicameral de Jaynes. No es posible imaginar un cerebro dividido (dos cerebros) o que el cuerpo calloso apareciera en el momento en que él plantea a fin de convertir esos “dos cerebros en uno”, lo cierto es que todos los mamíferos (excepto los marsupiales) tienen cuerpo calloso.
Ahora bien, el error de Jaynes no atenta contra su idea esencial: que la conciencia primigenia y la autoconciencia del hombre moderno y actual son absolutamente diferentes y que además de eso el nacimiento de esta autoconciencia sugiere un repliegue de la conciencia original sobre sí misma, como si una placa fotográfica pudiera fotografiarse a sí misma (Orage, 1987)
De manera que no se trata de que hubiera dos cerebros que posteriormente se fundieron en uno solo a través del cuerpo calloso como sugiere Jaynes, sino que había un cerebro que a través de la autoconciencia se dividió en dos. Una división (Spaltung) que no es exactamente anatómica sino que se relaciona más bien con lo categorial, con la capacidad simbólica y con el manejo de los opuestos, una especie de explosión de la consciencia.
Autoconciencia y lenguaje aparecieron simultáneamente según Jaynes y con ésta separación comienza un lago periodo de la humanidad donde mundo y mente, naturaleza y lenguaje forman parte de una dualidad esencial.
No puede decirse mejor sino parafrasear a Jung:
La conciencia no es un órgano de síntesis sino de separación, desune lo que anteriormente estuvo unido.
Pues hubo un tiempo en que el mundo estuvo más vivo que el que nosotros nos representamos hoy y lo estaba porque el mundo y nuestro interior eran la misma cosa, sin separación. Y esa etapa donde no había separación entre el mundo y nosotros duró eones de tiempo, es precisamente esa la razón por la que el inconsciente nos persigue constantemente, siempre esta ahí, haciendo de las suyas, es mucho mas antiguo que nuestra mente autoconsciente. El incosnciente tiene mucha más potencia que nuestra consciencia autorecursiva (Egoico-racional), pero a cambio esta ultima “apaga” y obtura la posibilidad de vislumbrarla, del mismo modo que la luz del sol nos impide ver las estrellas. Y sin embargo están ahí.
La intimidad urobórica.-
Erich Neumann fue un psicólogo de inspiración jungiana e intereses evolucionistas que describió esa consciencia primigenia a través de su teorización sobre el yo urobórico, del que ya hablé aquí. Y que se simboliza con el uroboros, esa serpiente que se muerde la cola, el circulo, un símbolo de la unidad perdida.
El Yo urobórico es el Yo primitivo -preconsciente-, el Yo con el que el niño viene dotado de serie para venir al mundo desde lo que Jung llamaba el pleroma es decir la indiferenciación absoluta. En el estadío urobórico el niño percibe eventos pero se trata de eventos desconectados del tiempo y del espacio, indiferenciados en el afuera y el adentro: una percepción de completud donde la madre es una prótesis asimilada al propio Yo que cuida, alimenta, acaricia y acude a resolver cualquier necesidad interna del niño, es el momento de la omnipotencia y de una extraña sensación de euforia. Es el momento en que fuimos dioses mordiéndonos la cola como la serpiente urobórica que cierra a su vez el círculo.
Un circulo, figura perfecta que se cierra sobre sí misma y mándala universal que tiene que ver con la díada madre-hijo y con esa suficiencia edénica que nos viene representada por el mito del jardín del Edén: fue el tiempo en que fuimos dioses, si bien unos dioses ignorantes, unos dioses prepersonales que sólo comiendo del árbol del bien y del mal podríamos alcanzar el conocimiento.
Neumann intenta averiguar más sobre esa consciencia primigenia y lo hace buceando en el mito, al caer en la cuenta de que todos los mitos sobre la creación se parecen con independencia de la cultura que los generara, así el mito del jardín de el Edén es un relato, una buena metáfora (la metáfora es a su vez un invento de la consciencia autorecursiva) para entender de dónde procedemos, no es que Dios expulsara a Adán y Eva por haber pecado (el pecado o la transgresión no podían existir en un mundo así), sino que una vez que se ha producido la escisión que divide el mundo en Bien y Mal, el humano ya no puede volver atrás y aquella consciencia primigenia pasa a constituirse en inconsciente velado por la luminosidad de la consciencia vigíl, pero sigue apareciendo en los sueños, en la conducta, en nuestras fantasías diurnas, modelando y ejerciendo una enorme influencia en nuestro deseo y también en la patología mental si es que logra imponerse a la autoconciencia. Y dejando algunos restos como los que Mavromatis (Mavromatis, 1987) ha llamado hipnagógicos que serian los ancestros de la capacidad alucinatoria en humanos, incluyendo las imágenes oníricas.
Hasta Dios parece haberse convertido a la autoconciencia cuando dice:
“Yo soy el que soy”
Y si somos los que somos es otra forma de decir que hemos conseguido ser conscientes de nosotros mismos (autoreferencia), ha habido un plegamiento, una separación, una desconexión entre el mundo y la mente, se ha roto nuestra privacidad urobórica, ese idilio con el mundo que caracterizó a la consciencia primigenia.
Y apareció el miedo, pues el miedo siempre es miedo de lo otro, de eso otro que aparece en la separación de la unidad.
El inconsciente.-
Una forma de acercarse psicológicamente a la consciencia primigenia es hacerlo a través de la idea psicoanalítica del inconsciente, no tanto del inconsciente freudiano que es forzosamente individual sino del inconsciente jungiano, es decir la persistencia de esa consciencia primigenia en todos y cada uno de nosotros. ¿Qué características tiene esta consciencia?
- Es atemporal. Y el espacio no es un continente de algo a través de lo que nos desplazamos sino una continuidad de nuestro estado interior.
- No existe la contradicción. La contradicción solo puede existir en la mente categorial pero no puede existir allí donde mundo y mente son la misma cosa.
- No existe el “no” en el inconsciente, por la misma razón de la ausencia de opuestos que afirmen o nieguen algo.
- 4.- No existe separación entre lo que está afuera y lo que está adentro.
- La parte y el Todo es la misma cosa, o por decirlo de otra manera, la parte no existe sino el Todo, la consciencia es cósmica, no individual.
Contestaré ahora y provisionalmente a las preguntas con las que finalicé el post anterior.
¿Qué sucedió para que aquella simetría se rompiera en favor de una consciencia dividida y dual? ¿Cómo y por qué surgió la autoconsciencia?
Julian Jaynes en su libro propone una teoría catastrófica, y alude a la erupción del volcán de Santorini que al parecer supuso un hito catastrófico en la antigüedad, apela también a la irrupción de un mundo hostil, lleno de peligros y de amenazas desconocidas para nuestros ancestros.
Personalmente no creo en la hipótesis de Jaynes, creo que la explosión de la consciencia no fue puntual sino un hito evolutivo gradual, más bien relacionado con el descubrimiento del símbolo -aquello que representa a un objeto en su ausencia- y creo también que si este hallazgo fue un hito evolutivo es porque representaba ventajas para la supervivencia de los individuos concretos, tal y como conté en este post sobre Lucy y la huella del oso.
Dicho de otro modo: los homínidos que escindieron su conciencia haciéndola autoconsciente tuvieron un enorme ventaja sobre los que no lo hicieron, puesto que podían separarse del determinismo puro de la naturaleza y predecirla. Si la huella del oso representa al oso sin ser el oso, es obvio que este hallazgo tuvo ventajas sobre aquellos que lo adoptaron. En primer lugar porque pudieron atenuar sus repuestas fisiológicas al separarlas de la visión de la fiera y por otra parte porque pudieron exorcizar mágicamente al oso al pintarlo en las paredes de sus cuevas, apareció así la magia, que evoca a al oso, sin ser el oso.
Pero también tuvo efectos secundarios y en el próximo post me ocuparé de esas desventajas.
Bibliografía.-
Orage, A, R: “Consciousness, animal, human and superhuman”. Weiser. New York, 1978.
Neuman, Erich: “The origins and history of consciousness”. Princeton University Press. Princeton 1973.