No cabe ninguna duda que que las entidades psiquiátricas han cambiado y no hace falta echar la vista muy atrás en el tiempo para reconocerlo. Yo mismo comencé mi carrera psiquiátrica en los 70 y puedo atestiguar que la psicopatología que entonces veíamos tanto en la calle como en el Hospital era bien diferente a la de hoy. Una psicopatología presidida por las llamadas psicosis extraordinarias o clásicas (esquizofrenia, psicosis maniaco-depresiva y paranoia) y las neurosis mayores: histeria y neurosis obsesiva (TOC).
Estas enfermedades no han desaparecido si bien han disminuido en su intensidad y su gravedad. Hoy es difícil encontrarse con una esquizofrenia hebefrénica o catatónica y prácticamente todas las formas son paranoides y además formas recortadas en su primera fase (trema) que suelen modificar su curso a partir del uso de los antipsicóticos. A aquellos que piensan que estos fármacos son peligrosos o inadecuados les invitaría a darse un paseo por la evolución de estas enfermedades. Hay que recordar que la mayor parte de las esquizofrenias acaban en demencia si la dejamos evolucionar por su cuenta.
No solo los antipsicóticos han propiciado una mayor beniginidad en la presentación de la psicosis sino la mejora del hábitat hospitalario de los enfermos (a lo que contribuyó en gran forma la presencia de los antipsicóticos). Un cambio que también influyó en la mentalidad de los psiquiatras que dejaron de ver al enfermo alienado como un productor de síntomas sin sentido y comenzaron a conversar, tratando con dignidad a los enfermos, prohibiendo los castigos físicos y privilegiando el alta precoz, evitando así el hospitalismo.
Pero un poco después, ya en los 80-90 comenzaron a aparecer enfermedades “nuevas” y si pongo la palabra nuevas entre comillas es porque algunas de ellas ya se conocían con anterioridad si bien eran extrañas y raras. Lo nuevo venia del hecho de que se hicieron muy prevalentes, es decir son hoy muy frecuentes entre la población general, me refiero a la agorafobia y el trastorno de pánico, los trastornos alimentarios, la fibromialgia, los trastornos de personalidad (con un mención especial para el TLP) o las adicciones a drogas.
Este nuevo grupo de enfermedades encajan mal con todas las nosologías, no son neurosis, ni psicosis, ni parafilias (perversiones). Algunos autores como el valenciano Marco Merenciano han propuesto considerar a algunas de ellas -como los trastornos de personalidad- como psicosis mitigadas (psicosis mitis) o ambulatorias. Clásicamente también se ha considerado la posibilidad de que se tratara de “locuras razonantes” (Serieux y Capgras) y otros autores hablan de “locuras ordinarias”.
Las psicosis ordinarias.-
La psicosis ordinaria es una propuesta de definición clínica de Jacques-Alain Miller, psicoanalista lacanianao que de alguna manera se opone a la consideración de una nueva estructura que de cabida a estas psicosis con “síntomas nuevos” que de alguna manera recuerdan la idea de una psicosis adaptada a nuestro tiempo, una especie de psicosis domesticada. Para Miller la idea de que el TLP por ejemplo no es más que una entidad a medio camino entre la neurosis y la psicosis es un error. Hay que recordar que los psicoanalistas lacanianos son estructuralistas , es decir piensan y balizan la realidad psiquica según tres estructuras: la neurótica, la psicótica y la perversa. Las nuevas entidades son de alguna manera subversivas para este tipo de pensamiento, poniendo patas arriba las clasificaciones, algo así como una rebelión de las entidades.
A la hora de intentar precisar a qué puede responder la categoría de psicosis ordinaria, tenemos que partir de las preguntas más básicas. Por ejemplo, ¿cómo encuadraríamos a un sujeto que ha desencadenado una psicosis antes del desencadenamiento? En una perspectiva discontinua, como la que representan las estructuras clínicas freudianas, no nos quedaría otra posibilidad que pensarlo como psicótico, con los matices que se quieran añadir (como podría ser el de que se trataba de una psicosis no desencadenada o de una psicosis latente).
Pero, ¿y aquellos que no se desencadenan nunca? Desde una perspectiva estructural (lacaniana) solo quedaría pensar que han tenido la fortuna de que ninguna contingencia vital los habría confrontado a la particularidad que reviste para ese sujeto la forclusión del nombre del padre. Es decir de un acceso limitado al orden simbólico.
Es posible que la psicosis sea más frecuente de lo que pensamos. Considero que estamos hablando de una clínica que, al menos en su expresión formal, podemos reconocer todos, y cuyas manifestaciones no responden a la lógica de los síntomas neuróticos. En este punto, se impone una pregunta: ¿la psicosis es más frecuente en el momento actual de la civilización? Y si es así, ¿a qué podría deberse este incremento de casos que no podemos encuadrar en la neurosis, pero tampoco presentan los síntomas que definen clásicamente a los trastornos psicóticos, como son los delirios o las alucinaciones?
Edipo y Telémaco.-
Edipo es un héroe trágico que nos impulsa después de una serie de transformaciones inconscientes hacia un tabú: la prohibición del incesto y del parricidio, con todas las prolongaciones semánticas que cuelgan de estas dos prohibiciones clave: la sexualidad ha de estar regulada en eso que llamamos civilización y de esa caída de Edipo podemos concluir los malestares que se derivan de ella que no son otros sino la aparición de clínicas exóticas como las que hemos considerado como psicosis ordinarias.
La sobresocialización está relacionada tanto con la “indefensión aprendida” como con la sobrepoblación y el hacinamiento sociales, aspectos que me parecen relacionados y bien estudiados por el ya famoso experimento conocido como “universo 25” con ratones.
Pero la sobresocialización es algo más que un simple “exceso” cuantitativo de socialización y no puede darse espontáneamente salvo en pocos individuos. Se trata más bien de un tipo especial de socialización dirigido más a lo psicológico que a lo comportamental, razón por la cual es lícito pensar que estamos ante una estrategia cuidadosamente planificada e introducida en la sociedad. Este tipo de estrategias nos remiten más allá de la idea de ingeniería social, a la Escuela de Frankfurt, en la cual se dieron los primeros pasos hacia la reprogramación psicológica del individuo y el control del cambio actitudinal.
La sobresocialización puede definirse entonces como un proceso de re-condicionamiento psicológico que supone una re-educación o re-programación profunda (ya que alcanza el nivel subconsciente) y que implica cambios en la personalidad y la propia naturaleza psíquica del sujeto.
En sus grados más avanzados el individuo sobresocializado se convierte en su propio policía del pensamiento, siempre atento para censurar sus propios pensamientos y emociones. Un ser que ha internalizado hasta tal punto la auto-vigilancia, la culpabilidad y el masoquismo que ha hecho un hábito de la demolición de su propio psiquismo. No es descartable pues que, de forma análoga a la indefensión aprendida, la sobresocialización sea un síndrome inducido.
Es cierto que esto era posible antes y se encontraban estas características en ciertos individuos que padecían de una personalidad débil, normalmente debido a una historia personal problemática que no les permitía el desarrollo completo de su individualidad. Lo que llama atención es su actual generalización en la sociedad: el ciudadano de personalidad débil ya no es la excepción sino la regla.
Si la sobresocialización supone un proceso de despojamiento y deconstrucción del sujeto, o más exactamente de su psiquismo, lo que estamos aquí exponiendo es la aplicación a escala social de técnicas de desestructuración del yo y la personalidad propias de las sectas. No creemos exagerar por tanto cuando decimos que se está implementando a una escala masiva y sin precedentes un proceso paulatino de descalificación y pérdida de poder de los sujetos así como de quebrantamiento de su personalidad, y que este proceso guarda evidentes paralelismos con el conocido síndrome de indefensión aprendida.
Y también con las psicosis.
En otro post trataré de dar algunas pistas sobre cómo reconocer estas psicosis ordinarias.
Bibliografía.-