La rama dorada es una obra de campo del antropólogo George Frazer que fue la primera lectura que tuve que acometer mientras me formaba en psicoanálisis y terapia psicoanalítica. Se trata de una obra en dos tomos aunque existe una versión simplificada; en ella Frazer aborda sobre todo la cuestión del pensamiento mágico, no en vano el libro lleva un subtitulo “magia y religión”. Una obra que Freud leyó en su día y que dio lugar a “Totem y tabú”, donde Freud nos explica como se constituyó en nuestro psíquismo, la prohibición del incesto y del parricidio.
Pero sin embargo el hallazgo fundamental de Frazer es haber descrito por primera vez los mecanismos que apuntalan este pensamiento mágico (el proceso primario según Freud):
Uno de los primeros postulados que esta obra pone en claro es la división de las prácticas mágicas, según el principio que trata de seguir la llamada mente primitiva; así, la magia, podrá ser homeopática si trata de que «lo semejante produzca lo semejante» . Como siguen diciendo hoy los homeópatas, “Iguales curan iguales”); o contaminante (o de contagio), si sigue el principio de que las cosas que alguna vez estuvieron juntas al separarse tienen tal relación mágica que lo que se le haga a una lo sufrirá la otra. Ambas esferas de la magia estarán comprendidas bajo el nombre general de magia simpatética (en el original inglés simpathetic, que textualmente se traduciría ‘simpática’), ya que en las dos el psíquismo humano primitivo (que aún persiste en el Homo sapiens de las sociedades más avanzadas) supone que las cosas interactúan a distancia mediante una relación secreta, una simpatía mutua.
Dicho de otra forma: los contenidos inconscientes se desplazan de dos modos: la condensación y el desplazamiento. Esto ya es la idea de Freud que como vemos tomó de Frazer.
Más tarde un lingüista llamado Saussure modificó estos conceptos renombrándolos como metáfora y metonimia.
Metáfora y metonimia.-
La metáfora y la metonimia son operadores retóricos, es decir del discurso y son muy utilizados con fines estéticos en la poesía pero también en el lenguaje común y por supuesto en el proceso primario inconsciente donde los significantes se desplazan o sustituyen con fines defensivos tal y como vemos en los sueños.
Por metáfora se entiende el desplazamiento de significado entre dos términos con una finalidad estética, valga este ejemplo que bien podría ser un verso malo por corriente
“Me asomé a tus ojos y contemplé el mar”.
Donde los significantes “Ojos” y “mar” sustituyen al color azul. En la metáfora hay pues algo que se gana y algo que se pierde. se gana un nuevo plano de definición “azul por mar”, pero se pierde de vista la funcionalidad del ojo que aquí no interesa para nada.
En la metonimia sin embargo es una transnominación, es decir un cambio semántico, por ejemplo:
“Come muy bien, siempre repite un segundo plato”
Obsérvese como lo que se come no es el plato sino su contenido. En este caso “plato” ha sustituido a la comida. Pero entre la comida y el plato hay una contigüidad, una relación que cuesta mucho de despegar, aquí en este caso no hay una creación de un nivel nuevo de definición, no se pierde ni se gana nada sino que hay como una adherencia transnominal.
El desplazamiento opera como metonimia, es decir como sustitución en el sintagma y por contigüidad, mientras que la condensación opera como metáfora o sea sustitución n el paradigma y significación por semejanza.
La parte por el todo.-
Ya estamos pues en condiciones de entender que tomar la parte por el todo es una metonimia, que es precisamente la base del fetichismo.
El fetichismo es una parafilia, es decir una perversión sexual (inocente después de todo) que señala en la dirección de una parcelación del objeto sexual, aunque no todos los fetichismos son sexuales pues en realidad el fetiche es un objeto, pero también una creencia o práctica religiosa que poseen supuestos poderes mágicos o sobrenaturales y que pueden proteger a su portador de males y enfermedades. En este sentido los amuletos y talismanes también son fetiches.
Y no hay mejor ejemplo de contigúidad sino la ropa. La ropa y algunas de las prendas femeninas que abundan en el gusto de los fetichistas, son las medias, los zapatos de tacón. la ropa interior, los piercings, etc. Como partes veneradas por los fetichistas, las piernas, las mamas y los pies. Y tan venerada es la ropa que algunos hombres se visten de mujeres, bien en publico o bien en la intimidad, hablamos entonces de travestismo fetichista que es mucho más frecuente de lo que la gente cree y es además -contrariamente a la idea generalizada- más frecuente entre heterosexuales. Dicho de otra forma existen ciertos hombres que extraen una excitación sexual suplementaria de vestirse como mujeres. Una paraflia que Blanchard ha descrito como autoginefilia y que no hay que confundir con la transexualidad)
Más que seguir con la descripción de qué es el fetichismo, una vez que conocemos ya su substancia retórica lo que nos interesa saber es porqué existe tal cosa. ¿Por qué a los hombres nos gustan tanto esas prendas, por qué nos excitan? Pues claro que los hombres somos casi todos fetichistas tal y como comenté en otros post. En realidad las parafilias son más frecuentes entre los hombres de manera genérica. Y en este sentido todos somos perversos tal y como comenta aqui Jesse Bering.
Aunque en realidad no lo somos todo el tiempo, tenemos algunos rasgos (restos) perversos), pero no somos perversos, aqui hay un post sobre los criterios de diagnostico de una perversión. Del mismo modo las mujeres no son todas exhibicionistas todo el tiempo sino que lo son solo de vez en cuando, cuando el contexto lo permite, al menos en las más educadas de entre ellas.
Recuerdo ahora el caso de un paciente travestista que tuve ocasión de tratar, es muy raro que los perversos vayan al psiquiatra y cuando lo hacen o bien es por otra patología comórbida o bien por razones legales. En realidad era un enfermo bipolar que cuando entraba en fase maníaca se dedicaba a robar prendas intimas de mujeres en las azoteas de los alrededores a su casa, también robaba y acaparaba barras de labios que utilizaba para disfrazarse de mujer.
-¿Y por qué te disfrazas de mujer?
-Me gusta. No lo se.
– ¿Quieres ser una mujer?
-No, no yo lo que quiero ser es una puta.
-¿Por qué una puta?
-Para follar todo lo que quiera.
-Pero a ti no te gustan los hombres, según me dijiste ayer.
-No, a mi me gustan las mujeres.
-¿Y entonces por qué disfrazarse de puta?
-Para follarme cuando quiera.
Como el lector ya habrá comprendido el paciente sufre de autoginefilia, lo que le da la razón a Blanchard cuando sugiere que el travestismo fetichista es típico de hombres heterosexuales que buscan sexo consigo mismos (o con la Otra) y no es lo mismo que el transexualismo o transgenerismo que recluta entre sus practicantes a homosexuales.
El travestismo es pues una metonimia, donde se utiliza la formula “la parte por el todo”, “si me visto como una mujer, soy una mujer”.
Pensamiento mágico en acción.